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Notícies :: amèrica llatina |
La muerte ronda en Coicoyán
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per CLAUDIA HERRERA BELTRAN, La Jornada |
19 nov 2003
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El pequeño Juan López es un caso más de desnutrición severa en la Mixteca oaxaqueña |
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México D.F. Miércoles 19 de noviembre de 2003
Coicoyan de las Flores, oax. Afuera de una choza del poblado de Santiago Tilapa, el niño Juan López García desfallece. A sus seis años de edad parece un cadáver: pesa ocho kilogramos -la mitad de lo normal-, está casi inconsciente, no camina y tampoco habla a causa de una desnutrición severa.
Como él, otros 45 menores tienen algún grado de desnutrición en Coicoyán de las Flores, el municipio más pobre de México, donde los niños todavía mueren de desnutrición, diarrea, infecciones respiratorias, todas ellas enfermedades curables con adecuada atención sanitaria.
La historia de Juan podría ser la de cualquier niño de la Mixteca oaxaqueña. Sus padres son indígenas analfabetos. Modesto López, el jefe de familia, viajó hace un año de indocumentado a Estados Unidos en busca de trabajo, y su esposa, Julia García, sobrevive al lado de sus cuatro hijos del poco maíz que cosecha y de las hierbas del monte.
Coicoyán de las Flores integra, junto con otros municipios vecinos del estado de Guerrero, el corredor de la miseria en México. Y la desgarradora imagen de Juan es el símbolo de ese 42 por ciento de infantes del medio rural que -según la Secretaría de Salud- están desnutridos.
El niño pasa la mayor parte del tiempo solo, tirado en el polvoso camino que lleva a su casa, mientras su madre va al monte a buscar algo de comer en compañía de sus otros tres hijos, que aparentemente están sanos.
A Juan no le quedan fuerzas para llorar. Cuando alguien se le acerca solloza, se queja, apenas se mueve en señal de temor. Es apremiante que reciba atención médica.
Desde que cumplió dos años de edad está enfermo por falta de comida. Su madre, que no habla español, le ha dicho a la enfermera del centro de salud IMSS-Solidaridad de Coicoyán de las Flores que el destino de su hijo es morir.
Por eso hace un año dejó de llevarlo al médico. ''La señora ya no quiso regresar, dice que el niño nació para morir'', explica Socorro López, la enfermera que hace posible la comunicación entre el único médico del pueblo y los pacientes que pertenecen al municipio, donde 75 por ciento de la población no sabe leer ni escribir.
Juan es el primogénito de la familia. Nació el 24 de diciembre de 1996 después de un parto "sin complicaciones, con llanto y respiración normal".
Quizá la fatalidad a la que se refiere Julia se debe a las precarias condiciones en que le tocó nacer. Juan creció en casa de adobe con piso de tierra, sin agua potable ni letrina, como son la mayoría de las casas de este municipio, donde la gente vive de pobres cosechas.
A los cuatro años de edad pesaba 8 kilos 500 gramos y su talla era de 69 centímetros. Para entonces ya padecía desnutrición crónica, no había recibido todas las vacunas y ya era incierto su estado de salud.
Desde ese momento los médicos del programa IMSS-Solidaridad manifestaban en los expedientes -cuya copia tiene este diario- la falta de cooperación de los padres para que se diera seguimiento al estado nutricional del menor y se le suministrara el suplemento alimenticio conocido como papilla. ''La familia es renuente."
Y es que los López García viven a una hora de distancia del dispensario y sólo pueden atravesar a pie las escarpadas montañas de una zona donde cohabitan la belleza de los paisajes y el dolor de las enfermedades. Pero además de la lejanía, la combinación de ignorancia y pobreza de los padres de Juan ha marcado su destino.
En la siguiente visita al médico, en abril de 2001, el diagnóstico sobre la salud del pequeño indígena mixteco era contundente: "desnutrición grave y faringitis". A su edad gateaba y, según las enfermeras, lo único que comía al día era un "taquito" de tortilla o un caldito de hierbas.
El niño siguió empeorando. A principios de 2003 el médico propuso a la madre que permitiera el traslado del menor al hospital de Juxtlahuaca, la ciudad más cercana a Coicoyán, a tres horas de distancia.
"Estuvimos hablando con la señora, pero no quiso llevar al niño a Juxtlahuaca para que tuviera la atención de un pediatra. La señora se molestó y nos demandó ante la agencia municipal diciendo que le queríamos quitar a su hijo", recuerda el doctor José García Márquez, quien está a cargo del centro de salud de Coicoyán.
Desde entonces, el pequeño no ha recibido atención médica y parece que su familia y las autoridades sanitarias de Oaxaca están convencidas de que no tiene más futuro que la muerte.
Hoy los signos de abandono de José son evidentes. Yace semidesnudo en la puerta de su casa, casi inconsciente, su pierna derecha está deformada y presenta lesiones en piel y cuero cabelludo.
"Pobre niñito, se está muriendo lentamente, pero qué podemos hacer si somos muy pobres", dice doña Eulalia, una vecina que da detalles de la historia de Juan mientras el pequeño espera la muerte. |
Mira també:
http://www.jornada.unam.mx/2003/nov03/031119/052n1con.php?origen=index.html&fly=1 |
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