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Notícies :: amèrica llatina
Bolivia: después de la tormenta
21 oct 2003
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Bolivia: después de la tormenta
por sebastian hacher ((i))

Como vivimos el día de la caída del Goni, y algunas conclusiones preliminares.
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Todo lo que podemos escribir o fotografiar suena insuficiente, impotente para describir lo que estamos viviendo. La movilización hace cosas hermosas y terribles. Todo se mueve al ritmo de las convulsiones sociales, haciendo que, como se suele decir, lo extraordinario se vuelva cotidiano.

Así nos encontramos con Bolivia el miércoles , luego de una semana de intensos preparativos ser parte de lo que todos vivíamos como acontecimientos históricos.

Llegamos a Cochobamba, último lugar cerca de La Paz al que había acceso. Esa noche la ciudad parecía atacada por una peste que había reducido los transeúntes a sólo algunos comerciantes y ciclistas aventurados. Pocas horas antes, la plaza principal había sido escenario de una movilización gigantesta, que incluyó enfrentamientos esporádicos y bloqueos. Fabriles, maestros, desocupados, cocaleros y estudiantes se movilizaron por miles, y colmaron nuevamente las calles exigiendo que se vaya el Goni.

Al amanecer la ciudad se poblaba un poco, como queriendo despertar, pero sin lograrlo; la huelga general indefinida era más fuerte. Los comercios seguían cerrados y los pocos que abrieron sus persianas por la mitad alojaban a empleados aburridos que se sentaban en el cordón de la vereda o incluso se los veía dormir. .

Sobresalían en el medio de esa ciudad vacia, con restos de barricadas en las calles, los corresponsales extranjeros, enviados de todas partes del mundo para cubrir las noticias intentando llegar a La Paz, pero -como nosotros- continuaban varados en Cochabamba debido a los bloqueos de caminos y el cierre de los aeropuertos. .

"Hoy no es el día, estamos descansando para mañana", decía un estudiante, mostrando con orgullo, su pañuelo manchado con gas lacrimógeno. En el centro, grupos de esudiantes, cocaleros y desocupados realizaban bloqueos cortando principales arterias de la ciudad.

Evo Morales, dirigente de los cocaleros del Chapare y del MAS, y Oscar Olivera, conocido por su participación en la Guerra del Agua en el año 2000, dieron una conferencia de prensa ante los medios internacionales. Rechazaron la acusación de narcosindicalistas lanzada por el gobierno y se pronunciaron por a suseción constitucional; la renuncia de Sánchez de Lozada y la asunción de Carlos Mesa como presidente. Por la tarde, volvieron a hablar con la prensa para denunciar presiones sobre Mesa para que renuncie. .

-Jueves 16 de Octubre: El comienzo del fin.

Para los periodistas estancados en Cochabamba la gran preocupación era llegar hasta La Paz. Los más adinerados pagaban 900 dólares para ser transportados en una avioneta particular, y el común de los mortales, de medios alternativos o free lance, inundaban de llamadas las oficinas de las aerolíneas comerciales, presionando para que se libere un vuelo. "Hay que llegar, sea como sea", era la consigna común de un conjunto heterogéneo dispuesto a cubrir una guerra civil cada vez más abierta..

Pero la historia se movía por otros carriles menos particulares y ya el jueves se comenzaban a vivir hechos que terminarían de precipitar un desenlace. Se combinaban varios factores que daban por tierra con la estrategia represiva del gobierno y la Embajada norteamericana.

En resumen, los elementos eran: La irrupción masiva de la clase media en la protesta con la huelga de hambre de casi mil personas en todo el país y con la movilización en la coqueta zona sur de La Paz. La tenaz resistencia de los mineros y campesinos en Pacatamayá, resquebrajando la represión militar y, sobre todo, la histórica movilización que protagonizaban los trabajadores, campesinos, estudiantes y vecinos de La Paz y El Alto. La combinación de estos elementos terminaron de catapultar a la huelga general indefinida, los bloqueos y movilizaciones que recorrían el país desde hacía varias semanas y que habían pegado un salto luego de la matanza de 30 personas en El Alto durante el 11 y 12 de Octubre.

Del lado del poder, la coalición de los partidos políticos que sostenía a Sánchez de Lozada se resquebrajaba. El NFR, el último de los aliados del presidente, se retiraba del gobierno. La iglesia cambiaba de posición, y sugería en reuniones con los enviados por los gobiernos de Argentina y Brasil, que la única salida era la renuncia del presidente. El éjercito, último sostén del gobierno, titubeaba en Patacamayá ante la firmeza de los mineros y campesinos. Hasta el embajador norteamericano Mr. David Greenlee, se reunía con Carlos Mesa para arreglar la sucesión presidencial.

El gobierno se convertía, más que nunca, en un pequeño grupo acantonado en un palacio de gobierno custodiado por tanques y tropas militares.

-Viernes 17 de Octubre: El día del final.

El viernes por la mañana, finalmente, se habilitó un vuelo desde Cochabamba hasta La Paz. El avión salió cargado casi exclusivamente de periodistas, cada uno ansioso por sus propias motivaciones.

La salida del aeropuerto era el primer choque con la realidad de El Alto. Hombres, mujeres y niños esperaban a los pasajeros del primer vuelo que llegaba en más de una semana, ofreciendo llevarlos en bicicleta hasta la entrada de la ciudad. No había ninguna otra movilidad; los coches no podían pasar por la gran cantidad de piedras, troncos y carrocerías quemadas, sembradas a lo largo de toda la autopista, y los que se aventuraban a hacerlo corrían peligro de que sus coches se convirtieran en materia prima para nuevas barricadas.

La ciudad heroica, asediada militarmente, estaba casi desierta. Las casas humildes y a medio construir al costado del camino enarbolaban banderas bolivianas con crespones negros. En el recorrido sólo se veían pequeños grupos de bloquedadores y decenas de mujeres y jóvenes que bajaban hacía La Paz cargando garráfas de gas vacías. De vez en cuando, desde alguna ventana o desde algún grupo que descansaba al costado del camino, nos gritaban "vayánse gringos!". Esos mismos gritos se transformaban en saludos para los gauchos cuando constestabamos, con tono bien argentino, "waynuchu gringos, jallalla Bolivia", toda una contraseña para expresar nuestra solidaridad y seguir avanzando.

El grueso de la gente había bajado en una movilización a La Paz, cuyos mumullos y explosiones nos llegaban desde lejos.

Cuando llegamos a la vía del tren que cruza por arriba de la autopista, nos encontramos con el primer contigente militar, unos cincuenta oficiales de la Armada, portando fusíles FAL, Kalasnikov e itacas y otro con tres decenas de conscriptos muy jóvenes, todos con cara de no querer estar en ese lugar. Bajo el puente, caídos y abollados, habían tres vagones de tren, que más tarde supimos habían sido arrojados por los pobladores para entorpecer el avance del ejército durante la masacre del 11 y 12 de Octubre.

Quinientos metros adelante del retén militar, el camión de la Armada se nos cruzó en el camino, encerrando a la pequeña y a todas luces foranea caravana, que intentaba avanzar. "Si quieren llegar a La Paz, tenemos órdenes de llevarlos, porque esta zona la controlamos nosotros", dijo uno de los comandantes. Sin muchas opciones, con cara de circunstancia y con asco en el estómago, terminamos el viaje entre fusiles y granadas, rodeados por soldados con rostros de miedo, que no dudaban en apuntar sus armas hacía los cuatro costados.

Finalmente, huyendo de nuestra obligada escolta, llegamos al centro de a ciudad. La Plaza San Francisco explotaba. Gritos de guerra coreados por decenas de miles de personas, encendidos discursos disparados desde el balcón de la federación de fabriles y algo de olor a gas lacrimógeno en el ambiente, remanente de los días anteriores.

Y cuando desde ese mismo lugar se reprodujo la versión de que el presidente estaba a punto de renunciar, esos miles se convirtieron en cientos de pequeños grupos que se dispersaron y marcharon por toda la ciudad. Una de las principales columnas, encabezada por la COB (Central Obrera Boliviana) pasó el cordón policial a empujones, saludando luego a los agentes que optaban por correrse y evitar la represión.

Y entonces llegaron los mineros de Huanuni y Oruro, junto con los campesinos y gremiales que durante cuatro días marcharon para llegar a la capital con un único objetivo: que se vaya el gringo. Casi veinte mil personas que habían enfrentado en Patacamayá el cerco militar, que habían velado a sus muertos en el camino, jurando llegar a capital vivos o muertos.

Parecía el desfile de un ejército del pueblo. Formados en escuadras, con sus cascos y los carctuchos de dinámita en alto, eran saludados por una multitud eufórica. "Somos fuertes, por eso llegamos. Venimos a defender al pueblo, venimos a unirnos a nuestros hermanos de El Alto y de La Paz". Así hablaba un minero de rostro cansado cuando la noticia estalló casi mas fuerte que los cachorros de dinamita que retumbaban a cada rato: el gringo había renunciado, justo en el momento en que el movimiento popular alcanzaba el apogeo de su fuerza.

La marcha se convirtió entonces en una fiesta. Los rostros duros y curtidos, las expresiones de bronca y combate se iluminaron de alegría.

Apenas unas horas después, cuando la ciudad recobraba la calma, el ahora ex- presidente Sánchez de Lozada escapaba hacía Miami en avión, dejando en el poder a su vice presidente, un periodista sin carrera política llamado Carlos Mesa.

-Los que perdieron

La caída de Sánchez de Lozada fue un duro golpe a un proyecto de país impulsado, sobre todas las cosas, por empresas multinacionales y por la embajada de Estados Unidos.

El hecho de que Goni haya sido un gringo, famoso por ni siquiera hablar bien el castellano, no es un dato menor; era la expresión mas brutal de los intereses que están en disputa en el altiplano.

Detrás del proyecto de exportación de gas por Chile estaban las empresas las británicas Pan American, British Oil Pretoleum y la española Repsol YPF. Su intención es exportar gas a Estados Unidos y México por barco, saliendo porlos puertos de Chile.

El negocio no es menor; Bolivía es, después de Venezuela, el país con más reservas de gas de lationamerica. Para las empresas trasnacionales, el gas es el oro del Siglo XXI; si antes se desangraban las minas de Oruro y Potosí para llevarse las riquezas naturales al exterior, hoy el subsuelo ofrece un nuevo botín para los colonizadores de la era imperial.

Junto con ello, uno de los ejes centrales de la administración norteamericana es la erradicación de la coca, en parte para alzarce con el control de un territorio rico tambiÉn en hidrocarburos y en parte para mantener el monopolio del control sobre las drogas.

Pero la dura y tenaz resistencia del pueblo boliviano generó un fenómeno similar el resto de lationamerica; el agotamiento del régimen neoliberal, particularmente de la llamada clase política que viene gobernando el país desde hace mas de 50 años, y que encontró en Sánchez de Lozada su último "gran estadista" que logró asumir la presidencia gracias una mega alianza que aglutinó a todos los partidos tradicionales del país.

La respuesta de las clases dominantes bolivianas y la embajada a esa decadencia tuvo un solo singo: imponer un regimen de terror, apoyándose en el ejército. La ocupación militar de El Alto, la represión que en algunas zonas utilizó directamente la metralla sin contemplaciones, la voladura de medios comunitarios como la radio Pio XII, o el secuestro de la revista El Pulso, son sólo algunos ejemplos.

Bajo el argumento de la "conspiración contra la democracia", y de la "subversión" se intentó justificar la matanza de 74 personas y una represión que no se veía desde hace años en Latinoamérica.

-Los que ganaron

El intento de mantenerse a bala por parte del gobierno generó un efecto contrario: lejos de debilitarse, la masacre del 11 y 12 de Octubre en El Alto generó una dinámica que terminó de nacionalizar y masificar el conflicto, haciendo entrar a nuevos sectores en la lucha y fortaleciendo a los primeros que habían salido. De hecho, si el presidente no renunciaba el viernes, lo que estaba planteado en lo inmediato era una situación de guerra civil abierta.

Son muchas, intensas y hermosas las crónicas que varios compañeros escribieron durante esos días. Podemos enumerar aquí solo algunos hechos para ilustrar la situación, y siempre nos quedaríamos cortos en dar una idea de la situación. Porque desde las mujeres de La Paz que arruinaban con querosene la mercadería de los puestos que querían abrir, hasta los jóvenes de El Alto que vía las Juntas Vecinales tomaban control del territorio, desde los mineros de Oruro que marchaban hacía La Paz con ocho mil cachorros de dinamita hasta los campesinos que bloqueaban rutas o tomaban represas, todos fueron protagonistas.

Hubo una ginmasia que podemos llamar, sin miedo, revolucionaria. De otra forma no se puede nombrar las voladuras de puentes y estaciones de gasolina, los enfrentamientos contra el un ejército que en El Alto llegó a disparar hasta a los perros, las masivas movilizaciones y bloqueos que asediaron y cercaron La Paz y la confluencia de todos los sectores oprimidos de país no pueden llamarse de otra forma.

El boliviano es un pueblo con una gran tradición de lucha, protagonista de revoluciones, guerras civilies y levantamientos desde la época de la conquista española y también es un pueblo de tradición de grandes organizaciones sindicales, políticas e incluso de milicias populars. Y quizás el haber vuelto a poner sobre la mesa esa historia es el triunfo más grande de este movimiento que comenzó contra la exportación del gas y terminó discutiendo el problema del poder.

Uno de los fenómenos más novedosos son las juntas vecinales, que cambiaron de contenido, convirtiéndose en organizaciones para la lucha y la defensa del territorio, controlando de hecho la ciudad de El Alto y algunos barrios de La Paz.

La COB, que hasta hace unos meses estaba reducida a su mínima expresión, resurgió en estas semanas como referente político y en cierto modo organizativo de gran parte del movimiento. Recordemos que esta central sindical surgió durante la revolución del 52, apoyada sobre las milicias mineras y que en tanto en los 70´ como en los 80´ protagonizó grandes movilizaciones y enfrentamientos con el ejército.

El sábado 18 de Octubre, en una reunión de cientos de dirigentes sindicales obreros y campesinos, en la central obrera no sólo se discutió el necesario repliegue que de hecho se estaba generalizando en las calles. También se habló, y muy claro, del problema del poder, el armamento popular y la estrategia a seguir para construir el gobierno de los de abajo. Muchos de esos dirigentes hablaron con mandatos de sus bases, cuyos sectores mas combativos propusieron, incluso, continuar con la huelga general.

Allí mismo, varios de los dirigentes reconocieron un dato que también explica muchas cosas; los hechos y la reacción popular rebasaron a todas las direcciones. Jaime Solares, el secretario ejecutivo de la COB terminó su discurso en la reunión del sábado diciendo que ""Los que nos consideramos revolucionarios no nos podemos mentir. Ningún líder ni ningún partido político dirigió este levantamiento popular. Ni Evo ni Felipe ni nosotros encabezamos la rebelión. Este conflicto, lamentablemente, no tuvo una dirección unitaria. Los trabajadores bolivianos, desde abajo, fueron los que echaron a patadas del poder al asesino de Goni. Fueron las masas enfurecidas las que le dieron un sopapo al imperialismo norteamericano."

-Lo que sigue

El nuevo presidente Carlos Mesa asumió con el aval de la embajada norteamericana y con una tregua de los movimientos sociales por 90 días, para que cumpla las demandas del pueblo boliviano. "En 90 días, si no cumple, lo vamos a botar como al gringo" decía hoy un campesino en Plaza San Francisco.

Si bien el gobierno de Mesa ha despertado ilusiones en amplios sectores de la población, nadie firmó un cheque en blanco; ni la embajada, ni los miles de campesinos, mineros y trabajadores que se mostraron dispuestos a dar su vida. Y entre esas dos contradicciones es que se moverá en los próximos meses.

Por un lado dice que quiere gobernar sin partidos políticos, se tiene que apoyar en un parlamento dominado por el "rodillo" de la co-alición MNRó MIR ó NFR, los mismos partidos que sostenían a Goni. Dice, por un lado, que va haber justicia para los asesinados por el ejército, pero por el otro se abraza los militares, sabiendo que es el último sostén que siempre tienen los gobiernos.

Con respecto a las reinvidicaciones de los movimientos sociales, estas chocan en forma directa con los principales intereses norteamericanos en la región: la no erradicación de la coca,la indrustialización del gas en Bolivia, el no ingreso al ALCA, la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana y de las leyes de privatización de las empresas, son las banderas arraigadas en lo profundo del sentimiento popular, y significan, cada una de ellas, una ruptura con Estados Unidos, con quién Mesa se propone seguir manteniendo una "excelente relación".

Pero sobre todo, el gran problema que tiene el nuevo presidente es que la Bolivia olvidada, ese 50% de las familias que viven con un dólar cada día, han decidido volver a escribir su propia historia.
Mira també:
http://argentina.indymedia.org/news/2003/10/143372.php
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