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Notícies :: corrupció i poder
La crueldad, como elemento administrativo (en Ceuta)
14 oct 2003
Tratarlos mal para que no vengan. I si hay una visita, que no se vea.
LA CRUELDAD COMO EFECTO DISUASORIO

Se cumplen dos semanas del desalojo forzoso del campamento que Médicos Sin Fronteras (MSF) tenía instalado en el Campo del Jaral, en Ceuta. Allí no sólo se prestaba asistencia material y médica a cientos de inmigrantes (solicitantes de asilo en su gran mayoría), condenados desde hacía meses a vivir entre basuras y perdidos en el monte. Lo que realmente se había conseguido era que seres humanos abandonados a su suerte recuperaran su dignidad al facilitarles realizar algo tan cotidiano como asearse, ir al baño, dormir bajo un techo y complementar su escasa alimentación.

Hace más de un año que en Ceuta y en Melilla se vive una angustiosa situación de desbordamiento de los centros de acogida de inmigrantes. La situación no responde a un repunte puntual, sino que se ha convertido en un fenómeno permanente. Nuestra organización ha sido acusada públicamente de fomentar la llegada masiva de inmigrantes —el famoso «efecto llamada»— por el hecho de proporcionales asistencia humanitaria.
¿Quién a estas alturas puede creer que restaurar la dignidad dando cobijo, atención y alimentos a una población extremadamente vulnerable puede producir un «efecto llamada»? La crueldad, permitir vivir a las personas como animales como efecto disuasorio, no es la respuesta al fenómeno migratorio.

Nuestro campamento en Ceuta fue desmantelado la víspera de la llegada a la ciudad de la relatora especial de Naciones Unidas que vela por la protección de los derechos básicos de la población inmigrante en los Estados miembros —entre ellos, España. Tal vez fuera casualidad, pero con el desmantelamiento se consiguió que la relatora no viese que ha sido una ONG la que ha asumido unas labores en materia de acogida que son responsabilidad de la Administración. ¿Cómo explicarle, además, que, a pesar de ser un país firmante de tratados y convenios internacionales en materia de protección de los Derechos Humanos, cientos de solicitantes de asilo en su territorio —pendientes de la resolución administrativa de sus expedientes— malvivían en el campo del Jaral sin agua y entre basuras?

Tras el desalojo, y para evitar preguntas engorrosas ante situaciones inadmisibles, la Delegación del Gobierno en Ceuta metió de golpe en el centro de acogida de inmigrantes (CETI) a más de 350 personas de las atendidas en el campamento de MSF. Hasta ahí todo normal si no fuera porque la Administración se olvida de que trata con seres humanos y no
con fichas de un tablero de ajedrez. Esas más de 350 personas, a las que la Administración había ignorado durante tantos meses, entraron a presión en un centro ya saturado. En la actualidad se hacinan en el CETI, cuya capacidad máxima es de 448 personas, un total de 658 personas, convirtiendo lo que en su día se concibió como un centro de integración
en una caldera a presión de consecuencias imprevisibles.

Quince días después del desalojo, eliminada la preocupación por la visita de la relatora y ese incómodo campamento de refugiados, el equipo de nuestra organización sigue asistiendo, unas veces en el monte, otras en la playa, y en colaboración con otras ONG's locales, a cerca de 200 inmigrantes llegados en estos últimos días. Subsaharianos y magrebíes, hindúes y de Oriente Medio... gente en manos de la Administración,
oficialmente registrada en las oficinas de extranjería, que vaga sin esperanza ante la indignación de los que seguimos sin comprender la parálisis de las instituciones del Estado.

Carlos Ugarte,
coordinador «Proyecto Cuarto Mundo»,
Médicos Sin Fronteras.

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