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LUCHA INDÍGENA Nro 194 Octubre 2023
Queridos lectores,
Nos complace compartir con ustedes este nuevo número de Lucha Indígena a través de nuestra nueva dirección de correo: periodico ARROBA luchaindigena.org
Esta es una nueva etapa para la revista después de la partida de nuestro querido Hugucha, y hemos decidido seguir adelante y dar nuevos pasos en nuestro camino para llevar la lucha más y más lejos.
ver edición completa:
https://drive.google.com/file/d/1-Qe1WjBOKkt-2p4kfmXS0kinHf8-THma/view?p
SUMARIO
Editorial ……2
El Perú profundo se moviliza por un nuevo orden social ……3
En memoria: Carlos Walter Porto Gonçalves ……10
Gobiernos Indígenas en la Amazonía enfrentan al extractivismo ……11
Indígenas de Totonicapán muestran el camino a la democracia en Guatemala ……13
Muertes Jóvenes ……17
20, 30 y 40 años de Zapatismo ……18
Danone-Bonafont en constante guerra contra los pueblos ……20
Primer círculo de nuestra palabra ……21
El camino del Weichafe para cuidar el bosque ……24
Artículos históricos: 1973 Hugo Blanco en Chile ……25
El Borbón Carlos III ordenó descuartizar a
Túpac Amaru y ejecutar a toda su familia ……28
La cara más feroz del sionismo ……31
Campaña: Libertad para Öcalan,
Solución política para la cuestión kurda ……33
Las jugadoras logran que la sociedad
y sus instituciones avancen contra el machismo ……35
Editorial
Un 12 de octubre se echó a andar sobre nuestros pueblos un monstruo que ya andaba antes suelto por Europa.
Un monstruo portador de peste, hambre, destrucción, ignorancia y crueldad.
Ya mataban al otro por pensar diferente, ya habían hecho de las mujeres un trofeo de carne y se esforzaban en borrar el nombre de los que les habían precedido. Habían llegado a creerse dioses que podían destruir si querían, matar si querían. Habían decidido que valía la pena condenar a sus hijxs a la guerra. Ya habían dejado de ver y sentir la tierra como el ser que nos sustenta, habían olvidado el tiempo señalado en las estrellas, los signos en las plantas, el idio-
ma de los animales.
Tal vez porque en el cielo falso de sus claustros de piedra no había sino una grandeza estéril, dejaron crecer en su cielo un único dios sediento de sangre. Antes del 12 de octubre también había en Europa pueblos que resistían a esa condena a muerte.
Aquí, vamos 530 años luchando contra ese pensamiento sin alma, contra esas palabras vaciadas de sentido, contra esa mentira que quieren hacer pasar como verdad todavía hoy. Allí esta la conquista y la invasión, el fruto insípido de su civilización que amenaza la vida más que nunca.
La rebeldía es la vida, la sumisión es la muerte, decía el que luchaba.
Desde la contingencia y la contradicción, este 12 de octubre, nos atrevemos a hacer un llamado a todos los pueblos de esta tierra violentada.
Un llamado a detener el saqueo de nuestros territorios y deponer las autoridades impuestas. A no dejar que del otro lado del mar vengan a instalar sus maquinarias destructoras, a decidir sobre nuestras vidas.
Hacemos un llamado a no ceder ante el brillo de sus pantallas, a resistir a la droga del consumo y a su tecnología idiotizante y espía.
Llamamos a clausurar sus centros de adoctrinamiento infantil, sus “reservas de indios”, sus mitas y sus obrajes modernos.
Llamamos a defender nuestros cuerpos de su ciencia deshumanizante y aficionada al dinero.
Hacemos un llamado a nuestrxs hijxs para que liberen sus espíritus e iluminen sus sueños, a que cuiden y defiendan el agua que les pertenece. 530 años van resistiendo, en una guerra silenciada, hoy mismo, quechuas, collas, tzotziles, nahuatl, mapuches, awajun, guaraníes, wampis, mayas, nasas, todos los pueblos todxs; también las que nos faltan, los que nos faltan.
Resistamos sin ponernos a tiro, sin regalarnos a sus mordiscos, con la magia y la persistencia de la gota que horada la roca.
La lucha de los pueblos en el Altiplano
LUCHA INDÍGENA Nro 194 Octubre 2023
El 19 de agosto salimos en auto desde el Cusco con la intención de recorrer el altiplano en los territorios usurpados por los estados de Perú, Bolivia y Argentina. Fuimos recogiendo voces y paisajes, sintiendo la energía de una
tierra sofocada por la ambición, iluminada por el sol que lleva la gente que defiende la vida.
Así, llegando a Buenos Aires imprimimos el número 193 de la revista Lucha Indígena y emprendimos el regreso dejando en los pueblos esa palabra semilla que les habíamos tomado prestada.
Lo aprendido no cabe en el papel pero ha ensanchado nuestro corazón y avivado nuestro canto. No son esenciales los kilómetros ni los días en esta historia descomunal de resistencias. Los nombres se entremezclan con el viento, con la sangre tapada por el polvo y la impotencia ante la inhumanidad, la ignorancia y el desprecio.
A lxs que luchan les une la actitud frente al miedo. Nos une ese fuego que rebasa la cordura de la ciudad. La conciencia de que la vida no es sueño, ni pesadilla; es rebeldía, es despertar.
Perú: la política criminal del Estado
El régimen dictatorial, luego de la represión con cientos de heridos y más de 50 muertos, ya ha sido sentenciado en el corazón y la conciencia de la gente. Y no sólo el gobierno de facto, sino también el estado. Desde la ciudad de Puno hasta la frontera con Bolivia las casetas de peaje están quemadas. “Te habrás dado cuenta, me dijo un dirigente y maestro en Ilave, que aquí no hay policías. Tienen miedo.” Los militares también tienen miedo y, los que aún la pueden sentir, sienten también vergüenza. “¿Cómo te vas a lanzar a morir al río sólo porque te ordena tu superior? Hay que estar bien adiestrado”, me dijo una señora de la tienda.
Tras la masacre en Juliaca, observadores de Naciones Unidas y otras organizaciones de derechos humanos llegaron a la parroquia Pueblo de Dios en Juliaca. Se convocó a los afectados, heridos, deudos, testigos que al llegar, una tras otro fueron dejando sobre el piso los casquillos de las balas y las bombas con que les habían disparado. “Traigan un saco”, dijo alguien y terminaron llenando 3 costales con las pruebas de lo que el estado entiende por diálogo. “Sabemos que por las noches personal policial recorría las escenas del crimen recogiendo evidencias. Pero se había disparado tanto que para todos alcanzó”.
Ahora las movilizaciones han cesado. Las comunidades y las organizaciones no pueden sostener actividades que están desligadas de sus vidas. “Tendríamos que parar de vender, de producir y ¿qué comemos?” “A los que nos disparan les pagan, a nosotros ¿quién?”.
En Puno, que está en pleno estado de excepción, vimos un grupo de policías uniformados amontonándose a las afueras de un local de apuestas. “Perú va a ganar huevón, Perú va a ganar” decían riéndose frente a los escolares que salían del colegio. También vimos otro grupo de policiales protegidos de pies a cabeza, cargados de bombas lacrimógenas, pistolas, fusiles, de camino a reprimir al pueblo; quién sabe, a matarlos. “Estudia para que no seas policía”, se burlaban a escondidas unos adolescentes. “Estos ganan tres mil lucas, más que la profe, ¿sí o no?”, decía otro.
“Si quieres entrevistar a alguien tiene que ser al presidente de la Asociación de afectados.” “¿ y los dirigentes?” “No hay dirigentes”. Existe algo que se llama autoconvocados, algo así como una reunión de soledades conscientes que van y se juntan porque quedarse en casa les avergüenza.
Las comunidades, las organizaciones se han replegado. Es que la política criminal del estado les detiene, les enjuicia, les condena. Pero, como ocurrió durante la época colonial, las comunidades se levantarán y el miedo cambiará de bando.
Bolivia: atardecer mineral
Cruzamos Bolivia siguiendo la antigua ruta mineral. La Paz – Oruro – Uyuni (la antigua Potosí) y por alguna razón manejamos siempre al atardecer. Colores sólidos y voluptuosos, como si las vetas del cobre, el zinc, el estaño, la plata y el oro de la tierra se reflejaran en el cielo.
Una noche llegamos a Konani, en Sica-Sica. Allí donde, décadas antes que Tupac Amaru o Tupac Catari, se levantaron contra el poder colonial y la criminal m’ita, que les obligaba a servir en las minas. Entonces no hubo grandes caudillos, tenían la conciencia de que nadie podía venir a decirles qué hacer.
Hoy, bajo el proceso revolucionario que inició con la guerra del agua, la guerra del gas y que desembocó en el gobierno de Evo Morales, los pueblos formaron cooperativas mineras que han decidido explotar sus propios territorios. Los socavones dan el mineral y se quedan con la vida de la gente.
Estos pueblos no necesitan de un extraño que les venga a colonizar porque llevan el invasor dentro. “Qué más podemos hacer, somos todos mineros. ¿Si no de dónde sale la platita?”.
“Nosotros elegimos nuestro destino”, me dijo un viejo minero sorprendido cuando le conté que en un lugar llamado Espinar una empresa ha envenenado por 40 años la tierra y el futuro. “Aquí no lo aguantaríamos. Aquí entró también una dictadora pero rapidito nomas la hemos sacado”, me recalcó orgulloso.
“Allí mismo, allá arriba se hace todo.” “Y no se contamina el agua?”, “Se contamina pues. Pero esas ya son zonas donde no crece nada. Yo soy minero desde mis abuelos.” Así lo eligieron los pueblos, eligieron vivir trabajando como prisioneros varios días seguidos, lejos de sus familias. Entre los bares, los prostíbulos y la delincuencia que son los hijos menores de la mina.
Argentina: Jujuy contra la voracidad del capital
Cruzando hacia Argentina por la Quiaca, mientras mostrábamos nuestros documentos, primero en el lado boliviano y, 20 metros más allá, en el lado argentino; mientras vaciábamos el carro (un volkswagen rojo del 76) y pasábamos todo por escáneres, nos preguntamos ¿Para qué sirven las fronteras? Para controlar, para vigilar. ¿Controlar a quién? Pues a los pueblos.
Porque tal vez hay que aclarar que en Argentina, como en Perú y Bolivia, quienes roban son los gobernadores, las empresas (y cuanto más grandes peor). Y a los peligrosos se les reconoce por el uniforme y la banderita en el hombro. Van armados con pistolas, varas, bombas. La policía nos extorsionó en los tres países.
El primer corte de ruta está a la salida de la Quiaca. Dos meses resistiendo en carpitas de madera y plásticos reciclados; con carteles que nombran a las comunidades presentes y las whipalas sacudidas por el viento, endurecidas por el frío, rasguñadas por el polvo.
Allí están las mujeres, los hombres y lxs niñxs. “Damos el paso cada 3 horas porque no podemos cortar de corrido y no nos podemos ir porque tenemos que apoyar a los compañeros que fueron hasta Buenos Aires a pedirle al gobierno nacional que intervenga en la provincia de Jujuy.
El segundo corte está en Abrapampa, a dos horas de la Quiaca. Aquí las comunidades también toman turnos para dormir en un lugar aún más expuesto. “Queremos que caiga esta reforma constitucional que nos quita los derechos.”
Una fila de camiones y autos esperan la hora programada para poder pasar. Los enfermos y las ambulancias no tienen que esperar. “Yo también quiero pasar, estoy ya aquí una hora”; dice un viajante enojado. “Nosotras estamos aquí dos meses, con niños y ancianos” Mientras los autos pasan, los pueblos cantan: “Cinco siglos resistiendo, cinco siglos de coraje, manteniendo siempre la esencia. Se hace vida con el sol y en la Pachamama florece.”
En el camino habían todavía “en permanencia”, a un costado de la vía principal, grupos con letreros y banderas mostrando la unidad de las comunidades contra la reforma y el abuso del gobernador Morales. “Lo castigamos, se dio cuenta que los pueblos no le pertenecemos porque en las elecciones primarias perdió, él que se creía tan seguro en su candidatura a la vicepresidencia perdió.”
Al día siguiente de esa victoria sobre el gobernador Morales, el corte en Purmamarca fue retirado con más de 600 policías que sólo dejaron de disparar cuando se les acabaron las balas, y sacaron una bandera blanca viendo que las comunidades se les venían encima. “Hay heridos y hermanos que han perdido un ojo. Y está el trauma que tenemos que asimilar y pensar qué vamos a hacer. No es así nomas. Nos quemaron nuestras cosas, nos golpearon, en medio de la noche cuando ya no estábamos interrumpiendo el tránsito.”
En Purmamarca la represión fue violenta y persistente porque el corte, situado en un cruce de vías principales, no sólo interrumpía la ruta hacia la frontera, sino además impedía el paso de los camiones con coltán, litio y otros minerales. Tal vez por eso, al extremo del país, en la puna argentina, la policía vigila los cortes sin interrumpirlos, pero en Purmamarca persiguen hasta a los que se detienen a conversar con los que permanecen a un costado de la vía, haciendo ceremonias con el abuelo fuego, diciendo aquí estamos, no nos vamos a ir.
Los conflictos por el agua, los desalojos de las comunidades ocurren hace años en esta zona. La reforma no hace sino oficializar el saqueo, eliminar las leyes a favor de las comunidades y justificar las multas, los juicios, la prisión y los golpes de la policía.
“No nos vamos a rendir. Ya nos hemos dado cuenta que vienen con todo por nuestras tierras y nuestra agua. Y no nos vamos de aquí hasta conseguir una solución”, nos dice una compañera que lleva más de 20 días durmiendo frente a Tribunales en la plaza Lavalle de Buenos Aires. El alcalde de la capital no les dejó armar carpas, así que decenas de representantes de diferentes comunidades y pueblos de Jujuy han tenido que dormir varias noches sobre colchones mojados. EL Tercer Malón de la Paz (malón, deriva del mapudungun malok que significa invasión) llegó a la capital el 1 de agosto, día de la Pachamama y desde entonces durante el día marchan a los alrededores, hacen olla común para comer y mandan comisiones al senado, al ejecutivo, al poder judicial.
“Nos traicionaron todos en Jujuy con la reforma. Izquierdistas, peronistas, todos se pusieron contra nosotras.”
Hay quienes siendo de partidos o antiguos sindicalistas, han encontrado en la lucha de los pueblos indígenas de Jujuy la salida a una política corrompida desde siempre. “Durante el primer Malón, Perón mandó a los indígenas al hotel de inmigrantes.
Como si no fueran argentinos. ¿podés creer? Los golpearon y los mandaron de vuelta. Eso fue todo” me cuenta uno de ellos. Y si pues, no son Argentinos, como nosotros no somos peruanos, ni bolivianos. Somos de la tierra y estas fronteras, con su policía y su mal gobierno no nos corresponden.
“Nos engañaron en el primer malón, porque no nos dieron la tierra. Ojalá ahora no sea lo mismo” La penúltima noche en Buenos Aires fuimos al senado. Se presentaba el primer proyecto para el reconocimiento de los derechos de la madre tierra. “Es un cambio de paradigma”, me dijo un buen amigo peronista, honesto y comprometido. La sala estaba repleta, los discursos fueron muy lindos, la seguridad impecable e insistente, hasta se le dio voz a un par de indígenas desde el público. Pero la lucha no estaba allí y la Pachamama tampoco.
La última tarde asistimos a una reunión entre la comisión de comunicación del malón y periodistas de la capital argentina. Una de ellas les espetó a los compañeros: “pero qué van a hacer con el litio que está en Jujuy y que es una riqueza de toda la nación argentina” Le dijimos que se equivocaba y nos sacaron de la reunión por “extranjeros». Pero se equivoca grandemente y serán los pueblos quienes se lo demuestren.
Al terminar nuestro recorrido, regresamos a la dictadura en el Perú con algunas certezas. Los que menos tienen son siempre quienes más dan. Comprenden la dificultad del camino, el desamparo del que está lejos de su tierra.
La importancia de la lucha indígena y su defensa del agua y el futuro que de ella depende es ya innegable para quien sea que crea en la justicia, en la libertad y en la vida.
Lxs hijxs de la tierra llevamos un monstruo dentro, el colonialismo interno que le dicen, y que ha llevado a comunidades y generaciones completas a desdeñar la belleza de la sencillez y abrazar las lucecitas de la modernidad.
Es urgente combatir ese monstruo también, encontrar la manera de eliminar ese ruido que apaga el sonido de las aves, los ríos, las montañas y las selvas.
Sin duda, el ser humano, todas y todos, especialmente las mujeres y los hombres de nuestras comunidades, especialmente los exilados a los extramuros de las grandes ciudades, somos capaces de cosas sobresalientes, somos capaces del amor y el sacrificio, de la valentía y la creatividad necesaria para extender el mundo que llevamos en nuestra memoria y nuestros sueños. Y sin duda, somos capaces de acabar con las fronteras, el mal gobierno y la muerte.
Jallalla Pachamama.
Jallalla los pueblos que luchan! |