Envia per correu-e aquest* Article
|
Notícies :: antifeixisme : corrupció i poder : criminalització i repressió : educació i societat : pobles i cultures vs poder i estats |
Una breve historia del antifascismo
|
|
per Aliss |
02 oct 2020
|
Un interesante artículo de James Stout que, si obviamos algunas de sus alusiones al "ejército popular" o el "poder popular", es un necesario hilo conductor de la lucha antifascista durante los últimos 100 años. |
Manifestación del Primero de Mayo con pancartas antifascistas, el 1 de mayo de 1929 en Nueva York.
Eluard Luchell McDaniels cruzó el Atlántico en 1937 para luchar contra los fascistas en la Guerra Civil Española, donde se hizo conocido como "El Fantástico" por su destreza con una granada. Como sargento de pelotón del Batallón Mackenzie-Papineau de las Brigadas Internacionales, este afroamericano de 25 años de Mississippi comandó tropas de blancos y las condujo a la batalla contra las fuerzas del general fascista Franco. Puede parecer extraño que un hombre negro haga todo lo posible por tener la oportunidad de luchar en la guerra de un hombre blanco tan lejos de casa. ¿No había suficiente racismo que combatir en EEUU? Pero McDaniels estaba convencido de que el antifascismo y el antirracismo eran lo mismo. "Vi que los invasores de España eran las mismas personas contra las que he estado luchando toda mi vida". El historiador Peter Carroll cita a McDaniels diciendo: "he visto linchamientos y hambrunas, y conozco a los enemigos de mi pueblo".
McDaniels no fue el único en ver el antifascismo y el antirracismo como intrínsecamente conectados; los antifascistas de hoy son herederos de casi un siglo de lucha contra el racismo. Si bien los métodos de los grupos antifascistas se han convertido en objeto de discusiones políticas muy acaloradas, la ideología de estos grupos, en particular su insistencia en la acción física directa para prevenir la opresión violenta, se entiende mucho mejor cuando se coloca en el marco de una lucha contra la discriminación violenta y la persecución que comenzó hace casi un siglo.
"Anatomía del fascismo" del historiador Robert Paxton (uno de los mejores trabajos sobre esta temática) expone las pasiones motrices del fascismo, que incluyen "el derecho del grupo elegido a dominar a los demás sin restricción de ningún tipo de ley humana o divina". En esencia, el fascismo trata de establecer como premisa las necesidades de un grupo en particular, a menudo definido por la raza y la etnia, sobre el resto de la humanidad. Esto es algo a lo que los antifascistas siempre se han opuesto.
El antifascismo comenzó donde comenzó el fascismo, en Italia. "Arditi del Popolo", "Los valientes del pueblo", se fundó en 1921 y lleva el nombre de las fuerzas de choque del ejército italiano de la Primera Guerra Mundial que, como es sabido, cruzaron a nado el río Piave con dagas en los dientes. Se comprometieron a luchar contra la cada vez más violenta facción de los camisas negras, que eran las fuerzas alentadas por Benito Mussolini, quien pronto se convertiría en el dictador fascista de Italia. "Arditi del Popolo" reunió a sindicalistas, anarquistas, socialistas, comunistas, republicanos y ex oficiales del ejército. Desde el principio, los antifascistas comenzaron a construir puentes donde los tradicionales grupos políticos vieron muros. Esos puentes se extenderían rápidamente a las razas perseguidas por los fascistas.
Una vez en el gobierno, Mussolini inició una política de "italianización" que equivalía a un genocidio cultural contra los eslovenos y croatas que vivían en el noreste del país. Mussolini prohibió sus idiomas, cerró sus escuelas e incluso les hizo cambiar sus nombres para que sonaran más italianos. Como resultado, los eslovenos y croatas se vieron obligados a organizarse fuera de los márgenes Estado para protegerse de esa italianización forzosa, y se aliaron con fuerzas antifascistas en 1927. El Estado respondió formando una policía secreta, la "Organizzazione per la Vigilanza e la Repressione dell 'Antifascismo" (Organización para la vigilancia y represión del antifascismo - OVRA), que vigiló a ciudadanos italianos, intervino organizaciones de oposición política, asesinó a presuntos antifascistas e incluso espió y chantajeó a la Iglesia católica. Los antifascistas se enfrentaron a la OVRA durante 18 años, hasta que un partisano antifascista que usaba el alias Colonnello Valerio disparó a Mussolini y a su amante con una metralleta en 1945.
Dinámicas similares se presentaron cuando el fascismo se extendió por la Europa de antes de la guerra.
Los izquierdistas del Roter Frontkämpferbund (Frente Rojo de Lucha - RFB) de Alemania utilizaron por primera vez el famoso saludo con el puño cerrado como símbolo de su lucha contra la intolerancia. Cuando en 1932 se convirtieron en "Antifaschistische Aktion", o "antifa" para abreviar, lucharon contra el antisemitismo y la homofobia nazi bajo las banderas con el logo rojo y negro que hoy ondean los grupos antifascistas.
Ese puño lo levantaron primero los trabajadores alemanes, pero luego lo utilizaron los Black Panthers, así como los velocistas afroamericanos Tommy Smith y John Carlos en los Juegos Olímpicos de 1968 y Nelson Mandela, entre muchos otros.
Los antifascistas alemanes (Rotfront) saludan con el puño cerrado.
En España, las tácticas antifascistas y la solidaridad se demostraron en 1936 cuando un golpe militar puso a prueba la solidaridad entre la clase obrera y la clase media, que se organizaron formando un frente popular contra el fascismo. Los antifascistas se mantuvieron firmes y se convirtieron en un ejemplo del poder del pueblo unido contra la opresión. En los primeros días de la Guerra Civil española, las milicias populares republicanas se organizaron de manera muy similar a los grupos antifascistas modernos: votaron sobre decisiones importantes, fomentaron que las mujeres lucharan junto a los hombres y estuvieron hombro con hombro trabajando con adversarios políticos contra el enemigo común fascista.
Americanos negros como McDaniels, todavía excluidos del trato igualitario en el ejército estadounidense, sirvieron como oficiales en las brigadas de estadounidenses que llegaron a España dispuestos a luchar contra los fascistas. En total, 40.000 voluntarios de Europa, África, América y China se pusieron hombro con hombro a luchar como camaradas antifascistas contra el golpe de Franco en España. En 1936 no había pilotos de caza negros en el ejército de EEUU, pero tres pilotos negros --James Peck , Patrick Roosevelt y Paul Williams-- se ofrecieron como voluntarios para luchar contra los fascistas españoles desde el cielo. En su casa, EEUU, la segregación les había impedido alcanzar sus objetivos de combatir desde el aire, pero en España encontraron la igualdad anhelada en las filas antifascistas. Canuto Frankson, un voluntario afroamericano que trabajó como mecánico jefe en la Estación Internacional de Albacete, resumió en una carta sus razones para luchar: "Ya no somos un grupo minoritario aislado que lucha desesperadamente contra un gigante inmenso. Nos hemos unido y nos hemos convertido en parte activa de una gran fuerza progresista sobre cuyos hombros descansa la responsabilidad de salvar a la civilización humana de la destrucción planificada por un pequeño grupo de degenerados enloquecidos en su ansia de poder. Porque si aplastamos al fascismo aquí, salvaremos a nuestro pueblo en EEUU y en otras partes del mundo de la persecución brutal, el encarcelamiento al por mayor y la matanza que el pueblo judío sufrió y está sufriendo bajo los talones fascistas de Hitler."
En Madrid, el 30 de marzo de 1933, los estudiantes se manifiestan contra el nazismo y el fascismo.
15.000 neoyorquinos marcharon en un desfile iluminado con antorchas por la 8th Avenue, que culminó con varias horas de discursos en el Madison Square Garden. La marcha fue una protesta en contra de la participación estadounidense en los Juegos Olímpicos de Berlín.
En el Reino Unido, los antifascistas se convirtieron en un movimiento importante cuando el antisemitismo emergió como una fuerza significativa. En octubre de 1936, Oswald Mosley y la Unión Británica de Fascistas intentaron marchar por los barrios judíos de Londres . Los 3.000 fascistas de Mosley, y los 6.000 policías que los acompañaban, se vieron superados en número por los londinenses antifascistas que habían decidido pararles los pies. Las estimaciones de manifestantes antifascistas varían de 20.000 a 100.000. Organizaron a los niños de la zona para que lanzaran sus canicas a los caballos de la policía, mientras que los trabajadores portuarios irlandeses, los judíos de Europa del Este y los trabajadores de izquierda permanecían unidos codo con codo para bloquear el avance de los fascistas. Levantaron los puños, como antifascistas alemanes, y corearon "¡No pasaran"! (lema de las milicias españolas), y cantaron en italiano, alemán y polaco. Lograron su cometido: los fascistas no pasaron y Cable Street se convirtió en un símbolo del poder de una amplia alianza antifascista para acabar con el discurso de odio fascista en las calles.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el antifascismo pasó a su segunda etapa, ya que el protagonismo dejó de estar las calles para colocarse junto a los que ocupaban los asientos del poder. Winston Churchill y otros imperialistas se opusieron al fascismo al mismo tiempo que defendían el colonialismo que dejó al pueblo indio muriéndose de hambre. En este contexto se formó una alianza entre antifascistas comprometidos y "antinazis oportunistas". Está socialmente extendido que aquellos que lucharon en la Segunda Guerra Mundial eran antifascistas, pero esta es una creencia muy cuestionada por el movimiento antifascista. El ejército estadounidense que derrotó a los nazis junto a los aliados fue segregado, las tropas negras fueron relegadas a roles de segunda clase y no pudieron servir junto a las tropas blancas en las mismas unidades. El antifascismo era igualitarista: los soldados antifascistas en España habían estado al lado de los camaradas negros como iguales, sin embargo las tropas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial no.
Después de la guerra, el protagonismo del antifascismo abandonó los pasillos del poder y regresó a las calles. Gran Bretaña había luchado contra el fascismo, pero nunca logró eliminarlo del todo y pronto los simpatizantes fascistas detenidos en la guerra fueron liberados. Los ex militares judíos británicos que habían luchado contra el fascismo en los campos de batalla de Europa, regresaron a casa y vieron a hombres como Oswald Mosley (líder de la Unión Británica de Fascistas) que continuaba ofreciendo retórica antisemita y anti-inmigrante en diversos foros. A través de nuevas organizaciones antifascistas que se fundaron, pronto los actos de Mosley fueron boicoteados hasta el punto de presionarle para que se marcharse del país.
Disturbios entre antifascistas y camisas negras (fascistas británicos) durante una marcha por el East End de Londres en lo que ahora se conoce como la Batalla de Cable Street.
La misma lógica anti-inmigrante que sostuvo el fascismo de Mosley en el Reino Unido apareció más tarde en Alemania en la década de 1980, y nuevamente los antifascistas dieron un paso al frente para enfrentar el odio y el racismo en forma de cabezas rapadas nazis que habían comenzado a infiltrarse en la escena punk. Esta llamada tercera ola de antifascismo adoptó tácticas como la okupación de edificios abandonados mientras retomaban el gesto del puño en alto y los logotipos negros y rojos utilizados por sus abuelos en la década de 1930.
Los centros sociales okupados más radicales y con mayor participación tuvieron lugar en Hamburgo, donde diversos grupos de jóvenes okuparon edificios vacíos como parte de una contracultura urbana que rechazaba tanto la Guerra Fría como el legado del fascismo. Cuando el club de fútbol alemán FC St Pauli trasladó su estadio a las inmediaciones, la cultura antirracista y antifascista de las okupaciones fue adoptada por el club como un principio estructural. Incluso cuando el entusiasmo anti-inmigrante había regresado a la política alemana en la década de 1980 y la cultura de los aficionados al fútbol se volvía eminentemente racista y violenta, otros aficionados del fútbol alemán, sobre todo los del club St. Pauli, se pusieron en pie contra el racismo . Este posicionamiento se extendió entre la izquierda mundial y el propio club lo adoptó: hoy, el estadio de St. Pauli está pintado con lemas como " No hay fútbol para fascistas", "El fútbol no tiene género" y " Ningún ser humano es ilegal ". Incluso han creado un equipo para refugiados.
El equipo, con su logotipo de calavera y tibias cruzadas tomado del héroe pirata antiautoritario de Hamburgo del siglo XIV, Niolaus Stoertebeker, podría representar el antifascismo más genuino que jamás haya existido. Sus pegatinas en los baños sucios de los espectáculos punk han podido ser vistas en tres continentes y una de sus banderas de calavera y tibias cruzadas fue vista recientemente en un mitin de Black Lives Matter.
En Nueva York en 1938, las mujeres comunistas muestran su apoyo a los leales españoles durante la Guerra Civil Española
Pero el antifascismo actual no consiste en ondear banderas en los partidos de fútbol; se trata de luchar a través de la acción directa contra racistas y genocidas dondequiera que se encuentren. Los voluntarios antifascistas, basándose en la experiencia de sus predecesores en España, se han deslizado silenciosamente a través de los cordones internacionales hacia el noreste de Siria desde 2015 para luchar contra el ISIS y sus reclutas turcos. En la región siria conocida como Rojava, al igual que en la España republicana, hombres y mujeres luchan codo con codo, levantan los puños para tomarse fotografías y exhiben con orgullo el logo de la bandera negra y roja mientras defienden al pueblo kurdo abandonado por el resto del mundo.
Cuando el voluntario italiano Lorenzo Orzetti fue asesinado por el ISIS en 2019, los hombres y mujeres de Rojava cantaron "Bella Ciao", una canción antifascista de la Italia de los años 20. La canción se hizo popular en las montañas de Siria casi 90 años después y esto ha sido ampliamente documentado por los kurdos. Así como el antifascismo protegió a los perseguidos eslovenos y croatas, hoy toma las armas para defender la autonomía kurda. De vuelta en Alemania, en el St. Pauli se mantienen al tanto de las noticias de sus compañeros en Siria, y los aficionados a menudo sostienen tarjetas de colores en los partidos para formar la bandera de Rojava.
Y, por supuesto, el antifascismo ha resurgido en EEUU. En 1988 se fundó "Anti-Racist Action", sobre la base de que el antirracismo y el antifascismo son lo mismo y que el nombre ARR podría ser más accesible para la gente EEUU. En California , Portland, Pensilvania , Filadelfia , Nueva York y en todo el país, han surgido grupos autónomos para luchar contra el aumento del discurso del odio, apoyar a las personas LGBTQIA y BIPOC y combatir los delitos de odio. En Virginia, clérigos locales se apoyaron en el movimiento antifascista para mantener a la gente a salvo durante la contramanifestación "Desarticular a la derecha" de 2017 (en respuesta a una movilización supremacista neonazi bajo el lema "Unir a la derecha"). Usando el logo de los antifascistas alemanes de la década de 1930, el puño levantado de la RFB, y con el lema "No pasarán", estos grupos se han enfrentado a los racistas y fascistas en Los Ángeles, Milwaukee y Nueva York, tal como lo hicieron sus predecesores en Cable Street.
El antifascismo ha cambiado mucho desde 1921. Los activistas antifascistas de hoy pasan tanto tiempo denunciando a los supremacistas blancos en internet como construyendo barricadas en las calles. Al igual que hicieron sus predecesores en Europa, los antifascistas utilizan la violencia para combatir la violencia. Esto les ha hecho ganarse la reputación de "matones callejeros" en algunos medios de comunicación, al igual que fue el caso de Cable Street. El Daily Mail publicó el día después de aquella batalla el titular "Los rojos atacan a los Camisas Negras, hay chicas entre los heridos". Sin embargo, ese día es hoy visto como un símbolo de identidad ampliamente compartido por la clase trabajadora de Londres.
Cuando Eluard McDaniels regresó a su casa en EEUU desde España, se le prohibió trabajar como marinero mercante, y el FBI calificó a sus compañeros de trabajo de "incipientes antifascistas'', a pesar de que EEUU terminaría luchando contra los nazis sólo tres años después. El último voluntario estadounidense de la Guerra Civil Española, un judío blanco llamado Delmer Berg, murió en 2016 a los 100 años. Berg, quien fue perseguido por el FBI e incluido en la lista negra durante la era McCarthy, desempeñó el cargo de vicepresidente de la sección NAACP en su condado. Se organizó con el "Sindicato de Trabajadores Agrícolas" y la "Asociación Política México-Estadounidense", y su activismo transversal fue reconocido como la clave de su longevidad.
Con motivo de la muerte de Berg, el senador John McCain escribió un artículo de opinión en el que saludaba a este valiente "comunista incondicional". Políticamente, Mccain y Berg hubieran estado de acuerdo en muy poco, y McCain evitó específicamente cuestionar la persecución que Berg y sus camaradas sufrieron tras su regreso a EEUU, pero McCain sí citó un poema de John Donne, el mismo poema que dio su título a la novela de Hemingway sobre los españoles de la Guerra Civil. Al citar a Donne, McCain sugiere que antifascismo es un impulso humano básico, y el poema de Donne recoge la visión humanitaria en expansión que motivaría a los antifascistas 300 años después:
"La muerte de cualquier hombre me disminuye,
porque estoy ligado a la humanidad.
Por eso nunca preguntes
por quién doblan las campanas,
doblan por ti."
Smithsonian Magazine. Traducido del inglés por La Haine |
Mira també:
https://www.lahaine.org/mundo.php/una-breve-historia-del-antifascismo |
This work is in the public domain |
Ja no es poden afegir comentaris en aquest article. Ya no se pueden añadir comentarios a este artículo. Comments can not be added to this article any more
|