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Notícies :: dones |
Doris se fue dejándonos su amor y anarquía
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per Que la tierra le sea leve! |
08 ago 2020
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Recuperamos la memoria de la conversación de Cazarabet con Doris Ensinger, y abrazamos a la compañera en su viaje al amor y la anarquía.
¡Que la tierra te sea leve, querida compañera! |
-Doris, por favor, cuéntanos cómo fue, digamos, integración, acercamiento a las ideas libertarias…
-Ha sido un camino muy largo, en el cual influyeron varios factores, como mi rebeldía innata (¡soy escorpio!). Después, la sociedad autoritaria-restaurativa de la era Adenauer que, con sus reglamentos, convencionalismos y normas, provocó a oponerse e indignarse. Más tarde, y más conscientemente, la politización durante mis años de universidad que coincidieron con la revuelta estudiantil. La mayoría de los estudiantes se inclinaba hacia las ideas marxistas, a mí siempre me había atraído lo heterodoxo, lo no-dogmático, como se decía en aquellos tiempos, porque libertario aún no se usaba y anarquista siempre se ha asociado, falsamente, con violencia y terrorismo. Y eran sobre todo los conocimientos sobre la revolución social y la CNT que me acercaron a estas ideas.
-Porque tú vienes de nacer en la Alemania que ya agonizaba de la II Guerra Mundial; qué te han contado de aquellos tiempos, de la zona que habitáis y cómo estaban saliendo, los vuestros, de aquella contienda
-Lo que en mi familia se contaba de los años de la guerra y los posteriores son las experiencias y los traumas que cuentan todos aquellos que han vivido un conflicto bélico: la separación de la familia, le incertidumbre sobre su situación, mi madre y mis hermanos vivían evacuados en el campo lejos de los bombardeos, otros familiares se quedaron en la ciudad, vivieron los bombardeos cada vez más terroríficos, la destrucción de la casa de mi abuelo, la muerte de dos hermanos de mi madre en el frente, la pérdida de otras personas muy cercanas como la mejor amiga de mi madre, y después la terrible penuria, el hambre, el frío, la escasez de todo.
-Después, en cuatro años, marcháis de la zona ocupada por los soviéticos… cuéntanos por qué tomáis esta determinación y cómo lo hacéis. No me lo quiero ni imaginar, pero no debía de ser nada fácil… No debía de ser nada fácil vivir bajo la mirada soviética en los primeros años de la posguerra…
-Vivíamos en Magdeburgo que por los Acuerdos de Potsdam se quedó en la zona soviética. El ejército alemán había cumplido con la orden de Hitler de dejar “tierra quemada” en los territorios de la Unión Soviética al retirarse hacia el oeste. Habían destruido las ciudades, toda la industria, los campos, aparte de matar a más de 20 millones de civiles. Para reconstruir el país después de 1945, la URSS no solo insistió en los desmantelamientos de las fábricas y las reparaciones estipuladas en Potsdam (en la zona soviética y después en la RDA se cumplió a rajatabla dejando así esta parte de Alemania sin medios de producción durante años). Además requirieron también a especialistas para la reconstrucción de su país. Durante varios años iban en búsqueda de estas personas. Mi padre, como ingeniero, estaba amenazado de ser deportado a la URSS y un día, concretamente en agosto de 1947, se fue al sur, a la zona francesa, donde vivían sus padres. Que desde luego no era tan fácil como coger un tren y desplazarse, porque se necesitaba un visado y para ello un motivo contundente para poder entrar en otra zona. Un año más tarde fue a recoger al resto de la familia para llevarla consigo al sur. En el verano de 1948 era ya bastante arriesgado abandonar la zona soviética porque los aliados habían iniciado la Guerra Fría y las fronteras estaban bastante vigiladas. Así que nos marchamos por la noche, por un camino de bosque con un guía, una fuga en toda regla. Yo no recuerdo las “visitas” de los soldados rusos, pero mi madre habló de ello, de los golpes a la puerta y el miedo que pasaba.
-Eráis conscientes, lo era tu entorno, de que emigrabais al sur, como emigrantes interiores políticos…
-En la medida en que el ejército ruso avanzaba hacia el oeste, ya durante los últimos meses de 1944, mucha gente huyó de los territorios más orientales de Alemania, como Prusia Oriental. Después y debido a los Acuerdos de Potsdam, millones de personas fueron expulsados de Silesia, Pomerania, Prusia Oriental y otros territorios antaño habitados por alemanes. Así que en Alemania siempre hemos utilizado los términos de ‘refugiado’ y ‘expulsado’, nunca hablamos para aquellos años de ‘emigración interna’, aunque las consecuencias hayan sido las mismas: primero, la pérdida del lugar y del entorno familiares, tener que abandonar casi todo, después llegar a una región del propio país y ser considerado un extraño, el otro, el que es distinto, a pesar de tener mucho en común, como la historia del país, determinadas costumbres, la lengua… ; tener que acostumbrarse a un nuevo ambiente que con frecuencia era bastante hostil, donde los recién llegados no fueron recibidos con los brazos abiertos, sino tratados con desconfianza, rechazados porque la integración de estos 12 millones de alemanes significaba compartir lo poco que se tenía entonces. Yo no recuerdo ninguna discriminación, era demasiada pequeña, pero mis padres la sufrían a menudo, también mi hermano en el colegio, y eso que, por ejemplo, nuestro apellido es claramente de la región a dónde íbamos a parar. Lo que hacía más fácil esa integración era que íbamos a vivir con mis abuelos paternos. Mis padres ya conocían bien la región, y de hecho habían anhelado estar allí, lejos de las ruinas y una ciudad completamente destruida por las bombas y las amenazas varias en la zona soviética.
-Así hasta que marchas a la Universidad, dónde pasas tu infancia ¿cómo lo recuerdas?
-Hasta 1964, cuando empecé mis estudios universitarios, vivía no demasiado lejos de Stuttgart, en la región llamada Suabia. Sobre todo hasta los doce años vivía rodeada de bosques y praderas, paisajes idílicos, pasando muchísimo tiempo en la naturaleza lo que compensaba ciertas penurias de aquellos tiempos. Me sentía muy libre y lo recuerdo como una infancia feliz.
-Marchas a la Universidad, en Saarbrücken, a estudiar traducción, siempre me pregunto por qué la gente elige sus estudios, vocaciones que al fin y al cabo les acompañarán toda la vida…es un tiempo de decisiones por los que siento inquietud ¿Nos puedes explicar?
-No tenía una inclinación clara o un deseo por seguir determinada profesión a diferencia de muchos jóvenes que saben ya con una edad muy temprana lo que quieren ser y al final consiguen su objetivo. Tenía absolutamente claro que no quería ser vinculada para nada con la escuela y la pedagogía por el mal ejemplo que habían sido mis profesores. Como me gustaban las lenguas, traducción era una opción. Desarrollé años más tarde mis vocaciones, por ejemplo mi interés por la historia. Pienso desde hace mucho tiempo que tener que decidirse por una profesión a los 16 o 18 años es demasiado temprano. Los jóvenes tienen que tener la posibilidad de descubrir el mundo y encontrar lo que les satisface de verdad. Especialmente hoy en día, las presiones de la sociedad son muy fuertes. Hay que hacer todo en un tiempo record. Abandonar una carrera, por ejemplo, al detectar que no gusta o no es lo que se imaginaba, es asociado con fracaso, cuando muchas veces es una decisión muy sana, liberadora.
-Te lo he preguntado antes…pero debo ahondar, ahora, un poco es en la Universidad donde por primera vez entras en contacto con las ideas libertarias… ¿qué te atrajo de este ideario?; ¿por qué el anarquismo tiene algo que cuando lo identificas, te lo explican, “lo vives por primera vez” te viene como reconocido…como si fuese algo innato…?
-Me gustaría hacer el famoso viaje en el tiempo, sumergirme en los años sesenta para vivirlos otra vez y así poder contestar con detalles a estas preguntas porque en mi cabeza hay algo como agujeros negros, sitios nebulosos sobre este período. Puedo explicar bien lo que no me atrajo en los grupos o partidos de izquierda con su estructura vertical desde arriba hacia abajo: tener que afiliarme, subordinarme, la idea del líder, llámese presidente o secretario general o gran timonel. Quizás, realmente era algo innato o intuitivo lo que me llevó a las ideas libertarias. Por otra parte, había influencias claras: eran los años del antiautoritarismo, de cuestionar a las personas, a las autoridades, entonces exclusivamente hombres, que estaban en los puestos de mando, y esto se refería tanto a la universidad – ¿quiénes eran nuestros profesores, qué nos enseñaron, sobre todo, cuál había sido su pasado? – como desde luego en la política y la vida pública en general. Nunca he podido soportar las injusticias, ni las propias ni las ajenas, y la lucha por la justicia social es un aspecto esencial del anarquismo. También surgió paulatinamente el deseo de salir del ambiente pequeño-burgués, de la familia tradicional, del aislamiento, para vivir en un colectivo, tener un objetivo en común, crear algo conjuntamente, en armonía, sin competencia y la eterna lucha contra el otro.
-¿Cómo transcurre a partir de ahí tu vida porque en Múnich tienes mucha actividad en torno al movimiento anarquista…?
-Antes de ir a vivir a Múnich, estaba dos años en Málaga que era un período todavía en pleno franquismo, con las precauciones correspondientes, no poder hablar de determinadas cosas. Entonces había acciones y protestas de la oposición en algunas partes del país, pero la dictadura continuaba con la represión y cualquier brote de insurgencia o libertad fue reprimido duramente. Faltaba algo importante en mi vida: poder vivir mis ideas y desarrollar una actividad política. Los cambios sociales notables ocurrieron entonces en Alemania y es por eso que volví. Los movimientos sociales de los años setenta se dedicaban a múltiples campos, desde el mundo laboral y los inmigrantes hasta el cultural, pasando por lo ecológico, las cárceles, la lucha por viviendas dignos etc. Todos estos grupos tenían una meta clara: cambiar la sociedad capitalista-injusta con la explotación del individuo, el consumismo y la alienación para crear otra sociedad, con relaciones distintas entre la gente y otras vivencias, más humanas. Mis amigos de Múnich eran muy activos en grupos o colectivos varios, y yo veía mi futuro en ese movimiento alternativa y a su lado.
-Pero Alemania en aquellos años no era nada permisiva con ciertos movimientos que se salían de lo convencional…
-Alemania no era permisiva y otros países tampoco. Estábamos en la Guerra Fría y el enemigo eran los comunistas, la izquierda radical. En los años cincuenta, sesenta, continuaba la caza del “enemigo bolchevique” contra el que ya había luchado Hitler y Franco igualmente con su “cruzada”. Es interesante y dice mucho de la sociedad y de los políticos alemanes, que su mirada siempre estaba dirigida hacia la izquierda, nunca a los partidos y grupos de ultraderecha, neonazi, ni entonces ni más recientemente. Si la actitud hacia los exnazis o neonazis hubiera sido convincente, si no hubieran existido la indulgencia y cierta justificación de los crímenes nazi y el silencio posterior, el choque entre las dos generaciones, la de los autores y sus hijos, no hubiera sido tan fuerte y con las consecuencias que finalmente hubo.
-Recuerdo, por ejemplo, aunque estéis alejados a la “banda Baader –Meinhof”. Sé que no tenéis nada que ver…pero es por comentar algo sobre lo que en aquellos años removía los cimientos de esa estabilidad de la que tanto, siempre, presume…. ¿Qué nos puedes comentar?
-Estos cimientos y toda la fachada se vino abajo con los famosos procesos contra los autores de los crímenes contra los judíos, como el proceso contra Eichmann, y contra el personal del campo de Auschwitz. Se rompió el silencio de más de quince años sobre la auténtica naturaleza del régimen de Hitler y se abrió la brecha entre la generación de los padres/autores y los hijos que acabo de mencionar. Había jóvenes muy conscientes y sensibles, Ulrike Meinhof por ejemplo, que se había politizada ya en los años cincuenta, contra el rearme de la RFA y en la lucha contra una guerra nuclear, o Gudrun Ensslin que empezó su lucha contra las injusticias y la sociedad autoritaria en la primera mitad de los años sesenta. El factor desencadenante para la radicalización y hacia métodos violentos de alguna gente eran claramente las actuaciones de la policía contra los manifestantes, sobre todo en Berlín-Occidental. Consideraban al estudiante de izquierda su enemigo que tenían que perseguir y eliminar. Su vocabulario era fascista, utilizaban los mismos vocablos que habían utilizado contra los judíos y demás enemigos: erradicar, aniquilar, exterminar. Y así se produjo el asesinato de un estudiante, el 2 de junio de 1967, en una manifestación contra el Sha de Persia. Aquel disparo y la brutal represión de una manifestación pacífica cambiaron toda la situación. Gudrun Ensslin habló entonces del nuevo fascismo, y ella y algunos más consideraron que había que luchar con las armas contra ese Estado fascista y sus instituciones. Hay que ver todo esto en el contexto internacional de aquel tiempo, donde por doquier habían salido “grupos de liberación” que lucharon contra la dominación colonialista. Era, sin embargo, un error creer que en Alemania-Occidental, en las metrópolis europeas, se pudiera producir una situación revolucionaria y que las masas siguieran a los autoproclamados líderes. También era un error orientarse en ejemplos marxistas-leninistas creyéndose la punta de lanza de la revolución. El grupo perdió poco a poco el sentido de la realidad y esto aumentó considerablemente debido a su situación de aislamiento en la cárcel y todas las medidas a las que fueron sometidas. El gobierno alemán y las instituciones creyeron poder solucionar el problema terrorista con el código penal y con medidas cada vez más represivas. Esto fue el otro gran error. El entonces canciller, Helmut Schmidt, dijo años más tarde que habían disparado con cañones sobre gorriones. Dejó de añadir que hubiera estado en las manos del gobierno cambiar la historia de Alemania con otras decisiones, pero no era un hombre propenso a la autocrítica. Una hija de Ulrike Meinhof escribió en un artículo que el grupo Baader-Meinhof era un producto de los medios que convirtieron a los terroristas de manera irresponsable en figuras de culto y procuraron así la continuación de la existencia del grupo. Si hubo cierta simpatía con ellos, fue sobre todo por el trato inhumano que recibieron, como por ejemplo la alimentación forzosa durante las huelgas de hambre que significa una tortura terrible, tanto física como psíquica, y porque no se aplicó el Art. 1 de la Constitución alemana para ellos, es decir, un preso sigue siendo una persona y la dignidad humana en su caso es tan inviolable como la de cualquier persona.
-¿Por qué te vienes a España y, en concreto Barcelona…?
-Algo me atrajo en España, que tenía que ver con el anarquismo, la CNT, los acontecimientos de 1936. Había venido en 1968 a Madrid para mejorar mi castellano, después estuve aquellos dos años en Málaga. En 1977, al finalizar mi segunda carrera universitaria, quería pasar un año en Barcelona para vivir el cambio político-social del país, ese cambio que muchísima gente había esperado tanto durante los 40 años de dictadura. Lamentablemente, las esperanzas se truncaron pronto pero… conocí a Luis Andrés.
-Bueno a Luis Andrés Edo lo conoces cuando ya está en marcha el primer suspiro de la transición…tiempos durísimos, pero, a la vez, ilusionantes…o ¿Cómo lo ves en perspectiva?
-Cuando llegué en otoño de 1977, aún se notaba la euforia, la ilusión por crear lo que durante años se había soñado, entre otras cosas reconstruir la CNT. Pero no hubo unidad entre los militantes y demasiados obstáculos por todas partes. Con el atentado al Scala, todo cambió de repente y determinantemente. Las fuerzas de seguridad, Martín Villa, lograron sus objetivos: desprestigiar a la CNT y presentarla como viles terroristas. Las consecuencias son conocidas: la CNT perdió afiliados y en importancia, la vía estaba libre para los sindicatos reformistas que en adelante firmaron todos los acuerdos, empezando con los Pactos de la Moncloa, olvidando que su esencia de ser es la defensa de los intereses de los trabajadores. Para Luis eran tiempos muy difíciles porque no logró el apoyo suficiente para sus tesis y para sus objetivos, en aquel entonces la ruptura con el régimen franquista. Estaba rodeado de demasiados compañeros con estrechez de mira o incluso gente que obstaculizó todo.
-El anarquismo estaba muy mermado por los 40 años de dictadura, por un duro exilio, por su propia idiosincrasia que, a veces juega, también, un poco en contra de “cierta unidad ”…al no haber “obediencia al secretario general”…¿Qué me puedes decir?
-Toda la historia del anarquismo español, desde la fundación de la primera organización en 1870, se caracteriza no por unidad sino por tendencias, luchas intestinas, escisiones, también por la lucha de poder dentro de la organización que es lo más antianarquista. Durante los años de exilio, la organización expulsó a muchos miembros lo que mermó casi más a la organización que las desapariciones por motivos biológicos. Era precisamente un secretario general autoritario que provocó el hastío y el alejamiento de muchos cenetistas y anarquistas que desde jóvenes habían llevado la organización en su corazón. Siempre discutían por la “línea correcta”, pero, como dices, por la esencia, la idiosincrasia del anarquismo y anarcosindicalismo, no puede haber esa unidad porque cada individuo, cada sindicato, cada federación local es autónoma y por eso no está vinculado a las decisiones de un secretario general o un comité nacional. Si a nivel local, con plena autonomía y con una mayoría clara –que nunca puede ser el 50 + 1) –se decide una cosa, hay que aceptarlo, siempre y cuando las decisiones no vayan en contra del ideario general anarquista y de la organización. A pesar de esa desunión y todas las discrepancias, el 19 de julio de 1936, millones de cenetistas y anarquistas se echaron a la calle para frenar el golpe fascista, pero también es verdad que después de 40 años de dictadura y exilio y los cambios sociales que se produjeron a partir de 1968 solo unos pocos guardaban este espíritu, la entrega por la organización.
-¿Cómo fueron los años de convivencia con Luis Andrés Edo, te lo pregunto desde el punto de vista del activismo en el que una pareja se puede comprometer?
-Yo estaba muy metida en mi profesión, la docencia en la universidad, que me exigía una dedicación plena y no me dejaba mucho tiempo para actividades políticas. Luis y yo coincidíamos completamente en las ideas, pero él tenía una trayectoria mucho más comprometida que yo. Había luchado activamente y durante décadas contra el Franco-fascismo y una parte de su lucha era siempre la defensa de la dignidad, también en circunstancias tan difíciles como dentro de las cárceles. Yo aceptaba que la vida de Luis se desarrollara en su sindicato y en la organización. No era un problema para mí, porque entendía que esto era su vida, y le apoyaba en lo que podía. Estaba implicada en la medida que mi trabajo me lo permitía, en todo caso en los grandes eventos culturales que se organizaron en Barcelona.
-¿Crees que la labor, el trabajo, el compromiso, la idea y el ideal de Andrés no se han valorado lo suficiente o no se han reconocido como merece…?
-Como todas las personas auténticas, directas, con fuerza analítica y clarividencia, Luis a veces era incómodo para aquellos que no compartían sus opiniones. Muchos le consideraban un polémico, no estaban de acuerdo con él, más bien obstaculizaron o boicotearon su trabajo. Tenía sus adversarios, sus difamadores, incluso había algunos que le denunciaron a la policía. Por otra parte, he conocido a muchísimos, de dentro y fuera de la CNT, que le admiraban por su talante dialogante, su coherencia e integridad, que apreciaban sus análisis y opiniones, que nunca han olvidado su comportamiento en la cárcel frente a los indefensos, muchos le consideraban un padre, y este lado, es decir su comportamiento profundamente humano, auténticamente anarquista, es lo que se recordará de él.
-Cuando se convive con una persona a la que se quiere, pero con la que se comparte la ideología, el compromiso…se vive como en muchas dimensiones ¿no?
-Los primeros años a su lado fueron bastante difíciles. Teníamos las mismas ideas, luchábamos por lo mismo, pero yo era la chica del movimiento alternativo, él era el militante histórico con años de lucha tras de sí contra la dictadura y el tirano habiendo arriesgado muchas veces su vida. Pero ya se sabe: crecemos con las dificultades, y yo crecí mucho a su lado. Tengo una entrada en un diario, de mediados de los años ochenta, sobre cómo me veía él. Me dijo entonces que era un gran apoyo para su vida militante, es decir, no era solamente la compañera sentimental, sino como es el significado de la palabra, le acompañaba en todo. Y eso me fortaleció.
-¿Cómo es, ahora, amiga Doris, tu vida cerca siempre del recuerdo perenne de Andrés?
-El amor y los sentimientos de cariño por una persona no desaparecen con su muerte, como bien saben todos aquellos que han perdido a un ser querido. El luto y el dolor inicial amainaron con el tiempo, pero continúa el vacío que ha dejado Luis y anhelaré su presencia hasta mi último día de vida. Hay personas y algunas circunstancias que han impedido que cayera en una depresión permanente, la dedicación a la redacción de mi historia con Luis, por ejemplo. Me ha ayudado mucho en pensar en otros aspectos de mi vida, aunque, en el fondo, siempre volvía al punto de partida, es decir, Luis.
-Hablemos de la idea libertaria y es que por mucho que cambien las legislaciones, los escenarios políticos y sus protagonistas…aquello que no cambia es el ideal libertario… ¿cómo lo has ido viviendo, querida Doris, desde tu experiencia como activista ligada a este ideal?
-El rechazo al poder es cada vez más extendido porque es obvio que la corrupción va unida al poder y es omnímoda. Destruye las relaciones humanas, la fe, la ética y moral, todo. El ideal imaginado no se ha podido alcanzar, porque siempre se ponían obstáculos, el adversario tenía y tiene todo el poder y toda la maquinaria para impedir que las ideas libertarias prosperen demasiado. Por otra parte, el mundo libertario se compone de seres humanos y como tales viven con contradicciones e imperfecciones. Sin embargo, en los casi cuarenta años que vivo ahora en Barcelona he conocido a muchos compañeros veteranos que lucharon en la Guerra Civil y se volcaron en la revolución social por conseguir ese cambio radical de la sociedad. Fueron fieles a sus ideales hasta su muerte. También he conocido a muchos que eran jóvenes a finales de los años setenta, que continúan hoy en la lucha por estas ideas, que no se desilusionaron con el rumbo de esa falsa transición, siguen luchando y defendiendo sus ideas. Y sobre todo: hay muchísimos jóvenes que viven estas ideas.
-¿Hoy y ahora ese ideal es más necesario que nunca reivindicarlo?
-Nuestro amigo José María Nunes, el cineasta, mantenía que los anarquistas son los más conservadores de todas las ideologías porque quieren conservar la naturaleza tal como es y mejorar y evolucionarla para lo mejor del hombre. Solo la anarquía puede salvar la Humanidad. Parte de la igualdad de las personas en el sentido que todas deben vivir con igualdad de oportunidades y de derechos, y la solidaridad, el ‘apoyo mutuo’ también es un concepto fundamental que los anarquistas han vivido siempre. El capitalismo no conserva nada, es destructivo, y creo que es obvio que la gran mayoría de la gente no quiere vivir sometida, explotada y esclavizada. Las llamadas democracias son una farsa porque las elecciones no sirven para nada (véase España), impiden la participación, solo existe la ley del más fuerte. Y veo con cierta esperanza que, allí y allá, crece el número de personas que ya no creen en determinadas promesas, que quieren autogestionar su vida y de hecho lo hacen.
Amor y anarquía. Mi vida en Alemania y con Luis Andrés Edo. Doris Ensinger
Doris Ensinger nació en Alemania con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo. Ya de pequeña se rebeló contra una pedagogía basada en los viejos valores de una sociedad encorsetada de posguerra y esta situación señaló el rumbo de su vida.
Su juventud estuvo marcada por un comprometido activismo estudiantil. Y su lucha por la memoria histórica y los derechos humanos la llevó a conocer las realidades de las dictaduras portuguesa y española, así como a las personas que, como ella, querían contribuir en la construcción de una sociedad más justa.
Su vida junto a Luis Andrés Edo constituye la segunda parte de esta biografía; histórico militante del movimiento anarcosindicalista español de la CNT, compartió su vida y sus experiencias junto a Doris, sin olvidar nunca sus principios y su lucha política.
«No soy una de aquellas mujeres heroicas que se entregaron con tenacidad a la lucha contra la tiranía y a favor de una sociedad más justa y más humana y que en esa lucha arriesgaron su vida; tampoco soy una de aquellas mujeres que entraron en la historia por su vida y obra. Sin embargo, el ejemplo de tantas mujeres valientes me inspiró a contribuir algo, a mi manera modesta, en la lucha por un mundo mejor.
Lo especial de mi vida es que un día me encontré a un hombre cuyo nombre era conocido entonces por su lucha activa contra el régimen de Franco, no solo en la propia España, sino también fuera de ella. Me enamoré finalmente de este hombre y tuve la inconmensurable suerte de poder vivir durante treinta años al lado de Luis Andrés Edo». |
Mira també:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/amoryanarquia.htm |
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