Las declaraciones de la burócrata Margaret Harris desresponsabilizando a la OMS de los confinamientos fascistas propulsados en todo el mundo por los estados asociados a su organización no deberían hacernos caer en la ilusión de que hay una voluntad en la burocracia de esa organización de poner fin al sufrimiento que nos produce su política contraria a la salud natural de la población en todo el mundo, sino alertarnos de que la segunda fase del totalitarismo de los lobystas malthusianos de la OMS et al ya está entrando en activación.

Al contrario de lo que manifiesta Harris, la doctrina confinacionista sí es producto de la OMS, y es de dominio público que hay una red transestatal global de entidades publiprivadas a modo de oeneges de “Salud Pública”, satélites de la socialdemocracia y financiadas por el bigpharma y los capitales concentrados biotechs, que despliegan como grupos de presión de gran espectro esta ideología de la ganaderia humana en los estados, y desde ellos la imponen tomando, esta vez, la forma política de confinamientos domiciliarios masivos en gran parte del mundo.

Pero no todas las sevicias totalitarias las han impuesto y están imponiendo los burócratas globalistas de la OMS y sus lobystas hegemónicos deseosos de abrir el mercado de la cibernética de chips subcutaneos ya probados en animales y en militares, como es de conocimiento público global. Nuestra desgracia ha sido la convergencia y sinergia de la Hoja de Ruta de estas políticas globalistas, totalmente despiadadas, con el accionar de varios sujetos de clase locales y regionales interesados en instaurar, extender y prolongar este confinamiento-experimento, algunos con gran irresponsabilidad, aprovechando la oportunidad de la epidemia. Esa convergencia se ha desplegado sobre la debilidad económica estructural resultado de la década de amontonamiento irrestricto de deuda pública y su rentismo, alentado por la socialdemocracia. En esta castratrofe han habido ganadores, sin duda, pero el panorama que ha quedado tras el huracan es desolador.

La media de edad de la población es de 50 años. El ariete de los intereses monopolistas de las energéticas y las tecnológicas, la aristocracia de partidos y el funcionariado y sus clientelas de clases medias, surfando sobre el decreto de miedo-panico global de la OMS y sus lobystas, golpeó con el parón impuesto del confinamiento obligatorio de toda la población, y su consecuente detención radical de la producción, al déficit público. Este, en su colapso, terminó desjironando el bolsón de colosal acumulación de deuda pública de una década de ganar tiempo, que ha hecho crack reventando en un desmorone histórico la estructura econónomica, que no del capitalismo. Ha sido una espiral autodestructiva sino un suicidio económico. Ahora hay que preguntar al régimen cómo es posible que con esos fondos tan descomunales que obtuvo a lo largo de una década la estructura productiva fuera tan débil y que encima se diera el lujo de aplicarle tanta presión bajo la hipótesis de que las consecuencias iban a ser un simple problema de dinero. Se habla de 19 puntos de caida del PIB, ocho puntos más solo en el primer año que en los tres años juntos de la crisis de 2008. A mi me sale entre un 35 y un 40% de desplome de la renta en los próximos tres años, tal vez mitigable en 10 o 15 puntos, y con ayuda internacional, quizás más. Entre dos y cuatro millones de parados adicionales o un proceso de subemplearización masivo, en un suma y sigue impresionante. Pero ahora la OMS dice que ellos no han sido los promotores del confinamiento, sino que se atienen a promover sistemas ¿"inteligentes"? de control epidemiológica de poblaciones.