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Alianzas políticas para marcar la agenda y crear alternativas 2019/03/10
per Naiz	10 mar 2019
2019/03/10
El riesgo de involución democrática en el Estado español es sin duda alarmante. Se puede pensar con razón que no es nuevo, que no es más que el despliegue del régimen del 78. Pero lo cierto es que incluso lo habitual tiene rasgos novedosos o renovados. Y también es cierto que mucha gente lo ve como inaudito, bien porque no lo han vivido antes o bien porque lo han descubierto ahora. No conviene menospreciar esas perspectivas y vivencias, menos aún desde la suficiencia. La derecha española va sin máscara y cogida de la mano, con una agenda explícita de recorte de libertades, neoliberalismo y guerra contra la disidencia. Y no piensa hacer rehenes: lo mismo plantea aplicar de oficio y sine die el artículo 155 en Catalunya que desbaratar las leyes y la red de asistencia contra la violencia machista. PP, Ciudadanos y Vox no tienen límites en este sentido. Pueden votar por congelar el Estatuto de Gernika y de seguido justificar la sentencia de «La Manada»; pero también se atreven a tachar de «inconstitucional» al PSOE. Están empujando su trinchera sin complejos. El alzamiento de líderes y movimientos reaccionarios a nivel global les ofrece un escenario en el que enmascarar su genealogía franquista. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que tienen en común PP, Cs, Vox y, más cerca, UPN. La importancia de este ciclo electoral La urgencia de este último partido por atarse primero al PP –fuerza cada vez más marginal en Euskal Herria–, y ahora a Ciudadanos –partido con un programa antiforalista imposible de casar con el supuesto ideario de los regionalistas navarros–, es una prueba de lo crucial del momento. También de los nervios del no-líder Javier Esparza, tal y como explica más adelante Aritz Intxusta. UPN llega a poner en duda la carta del «siempre nos quedará Ferraz». Es difícil que el PSOE ponga algún límite a las fuerzas de orden españolas; aunque lo maltraten. Pero todo dependerá de los resultados, y la apuesta de UPN no deja de ser un «all in» de póker. Una jugada casi suicida, para poder mantenerse en la partida aun a riesgo de perderlo todo. Eso sí, de ganar, son de temer. Vencerles en las urnas es una prioridad para toda persona demócrata. Por eso son tan necesarias ahora las alianzas. La lograda entre EH Bildu y ERC, abierta al resto de fuerzas de la coalición Ahora Repúblicas que se forjó de cara a las elecciones al Parlamento Europeo, tiene un gran potencial electoral y político. El soberanismo de izquierdas ha identificado la trascendencia del momento histórico y va a explorar un camino nuevo para llevar a Madrid las demandas de las sociedades vasca y catalana. También las de quienes no se ven representadas por otros partidos y defienden esos valores republicanos, que no son otros que la igualdad, la justicia, la democracia y la libertad. Que la gente vote y su voto valga, que la ley sea justa e igual para todas, que no se acepten la corrupción y la opresión como sistema. Visto el panorama, desde Altsasu hasta el Tribunal Supremo, decirlo en Madrid o en Bruselas tiene un valor innegable. Hacer frente sin miedo al miedo En este momento, la tentación de azuzar el miedo para lograr una reacción ante los reaccionarios es lógica. Destapar y denunciar la naturaleza falangista, machista, homófoba, clasista y neoliberal de esas fuerzas españolas puede activar en cierta medida la resistencia. Pero en un momento político como el actual no basta con resistir. Hay que construir alternativas emancipadoras que sean inspiradoras y empujen al compromiso político. Esa tensión entre la denuncia y la construcción, por así decirlo, es evidente en la lucha feminista. La denuncia del sistema patriarcal, de sus desigualdades y de sus injusticias, de la misoginia y de la violencia contra las mujeres activa a millones de personas en todo el mundo y en nuestro país resulta una potente fuerza de cambio político, social y cultural. Siendo esto así, es en la expansión de los valores feministas, en la construcción de nuevos modelos, en los cambios en las estructuras de poder, en el debate constante y en su espíritu emancipador donde ese movimiento desarrolla todo su carácter revolucionario y radical. Es lo que en gran medida está enganchando a las generaciones más jóvenes. Este 8 de marzo ha vuelto a demostrar que esas dos vertientes de la lucha, la denuncia radical del sistema y la creación de una alternativa sociopolítica, pueden romper con el fatalismo y generar cambios más profundos y más rápidos de lo que muchas personas creen.
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