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Anàlisi :: educació i societat |
Educar para la supervivencia
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per PE |
05 abr 2014
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La prensa se hace eco esta semana de un informe sobre competencias estudiantiles y concluye que, en el Estado español, los chicos y chicas de 15 años[1] son incompetentes en las habilidades funcionales para la vida, carecen de destrezas para resolver problemas cotidianos, son dependientes e incapaces de organizar y dirigir la propia existencia en su aspecto material y práctico.
Respecto a sus contemporáneos de otros países europeos nuestros jóvenes son sustancialmente menos autónomos y competentes para la propia supervivencia en la sociedad presente. Su debilidad y falta de aptitudes empieza a ser preocupante para algunos sectores de las elites pensantes.
En "El País" asevera que "el conjunto del país podría carecer en el futuro de elite intelectual" y plantea que el sistema educativo español es poco proclive al estímulo de la excelencia. No se impulsa la creatividad, hay un exceso de ejercicios guiados y muy pocas ocasiones de enfrentarse a problemas desde el auto-aprendizaje y la intuición. No hay perseverancia ni capacidad para lo complejo. En las familias tampoco se les enseña a ser independientes, son demasiado protegidos y se hacen inmaduros.
Se agradece esta crítica la educación actual, aún siendo superficial y ligera porque en los últimos años la marea izquierdista a favor de lo "público" ha supuesto la mayor exaltación del sistema educativo estatal jamás vista, ha desaparecido todo análisis crítico, todo esfuerzo por elaborar propuestas novedosas o creativas en la educación. se trata únicamente de defender lo existente, amar el sistema piramidal y jerárquico que impone el currículo desde la cúspide del poder y se derrama en la forma de adoctrinamiento masivo sin consideración por la verdad.
Pero es un error ver este asunto como un puro dato para ejercitar el sempiterno pensamiento crítico, comprenderlo en toda su extensión es un aspecto estratégico de primer orden. Esta generación de adolescentes será la que tenga que enfrentarse a los mayores retos de la crisis civilizatoria en curso, la que estará en la edad adulta en los peores momentos de decadencia y barbarie de las sociedades que antaño fueron el centro del mundo, las occidentales, y el ascenso de otras sociedades y culturas cuya capacidad para la opresión seguramente duplicará lo que hasta ahora hemos conocido.
Por lo tanto procede preguntarse cómo hemos educado a nuestra juventud y por qué hemos hecho de ellos y ellas -el estudio concluye que no hay sesgo de género en este asunto- unos ineptos para la supervivencia.
Es obvio que el sistema educativo español es especialmente destructivo de la creatividad y la autonomía, está volcado en el adoctrinamiento, la repetición, el activismo descerebrado, los conocimientos abstractos, la actuación por protocolos y otras muchas nocividades que impiden el aprendizaje verdadero. Los libros de texto son auténticos catecismos ajenos a toda decisión de verdad, de calidad, e incluso de voluntad de ser inteligibles. La sobrecarga de contenidos del currículo es la causa de la incapacidad para adquirir algún conocimiento funcional, la mente se caotiza y se abruma y apenas nada queda de lo expuesto con capacidad para ser usado en la vida.
El índice de estudiantes universitarios aquí es muy superior al del resto de países occidentales, especialmente el de mujeres. La gente entrega una enorme parte de su vida al sistema educativo y la pasa entre libros y apuntes o mucho peor, acumulando jornadas abúlicas, juegos de naipes y borracheras con lo que inicia muy tarde su entrada en la vida real. Muy poca gente defiende las enseñanzas de oficios, mucho más aptas para desarrollar la creatividad y la iniciativa y se prefiere la dogmática universitaria que expide títulos en masa a legiones de iletrados.
Pero las aulas no son la fuente única de los desastres de las generaciones jóvenes, la familia que fue la célula privilegiada en el que se adquirían los conocimientos para la vida hoy es una unidad de consumo de servicios cuyos miembros hacen vidas completamente separadas en todos los órdenes. En verdad no puede decirse que la familia exista si todas sus funciones se han externalizado, es decir, carece de cometidos.
Las mayoría de las madres de hoy (y lo padres también) consideran, con independencia del modelo de crianza al que se adscriban, que su función es principalmente atender las demandas de sus hijos, bien personalmente o por medio de los múltiples productos que se encuentran en el mercado. A los hijos se les educa como consumidores puros, seres deseantes cuya única función es pedir. En general se considera que ese paradigma es el modelo ideal de vida, el que ofrece el Estado del bienestar que despliega su capa protectora sobre sus súbditos. No hay pues exigencia, responsabilidad ni reciprocidad en las relaciones entre los padres y los hijos. No hay crítica ni severidad y, por lo tanto, no hay crecimiento, desarrollo de la personalidad o energía para conseguir las cosas o para oponerse a una autoridad que ya no existe.
Los niños y niñas llevan una existencia blanda, desproblematizada, de abundancia material y escasez en todo lo demás. Durante la larga infancia y juventud (cada vez más larga) no harán nada verdaderamente útil, auténticamente beneficioso para su entorno y las personas que lo componen, no tendrán por lo tanto la satisfacción de saberse necesarios y valiosos, ni adquirirán los conocimientos para desarrollar tareas verdaderamente productivas.
El sujeto presente tendrá una vida permanentemente dirigida, de la cuna a la tumba, siempre estará tutelado, primero por una madre y un padre solícitos que le impiden enfrentarse a los conflictos de la vida, después por un sistema educativo que le guiará en todo momento sin permitir el auto-aprendizaje y la búsqueda personal, más tarde por la empresa y el Estado, los expertos y los profesionales de todo tipo. ¿Quién se extraña de que hayamos perdido los instrumentos para resolver las necesidades más elementales de la vida?
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[1] Si se hiciera la misma encuesta a los jóvenes de 18, de 20 o de 25 años se encontraría una situación muy similar. |
Mira també:
http://prdlibre.blogspot.com.es/2014/04/educar-para-lasupervivencia-laprensa-se.html |
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Re: Educar para la supervivencia
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per . |
05 abr 2014
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Pero el informe de el Pais no habla nada de la desnutrición que padecen el 40% de los educandos? Por bajos ingresos de los padres. ¿Y las clases sociales? ¿Dónde están, por qué (des)aparecen aquí? Cuando llegan las vacaciones muchos niños dejan de comer. Este discurso analítico abstrae la educación del conjunto de la formación de la siguiente generación. |
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