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Notícies :: globalització neoliberal
La guerra como escenario del Movimiento contra la Europa del Capital y la Globalización (2001-2003)
16 mar 2013
Recuerdos del futuro (i)
El ataque contra Afganistán en Octubre de 2001, desbocó las tendencias de unilateralismo y monopolio mundial de la fuerza por parte de EEUU. La sustitución del derecho internacional por alianzas variables, según la política de guerras preventivas incluyendo la amenaza de guerra nuclear, constituye un dato esencial para el movimiento antiglobalización. El complejo financiero-militar-industrial de EEUU, tomó las riendas de la política del mundo, al margen de cualquier institución internacional y lo que es peor, con la legitimación de la mayoría de la población norteamericana. Desde ese momento, todas las contradicciones políticas, económicas y sociales se vieron brutalmente atravesadas por el militarismo y la reducción de las libertades civiles.

La globalización, en un entorno de crisis económica, aumento de la desigualdad, destrucción de la naturaleza e ingobernabilidad, exige el uso de la guerra como instrumento de dominio prioritario. El mercado global, supuestamente autorregulado, muestra de forma transparente que su “mano invisible”, es su brazo armado. Con el consentimiento de la U.E., y la complicidad del gobierno español del PP, EEUU acomete la desestabilización de cualquier gobierno desafecto, como es el caso de Venezuela y menosprecia y coacciona la autoridad de la ONU, como es el caso del Sahara, Palestina e Iraq.

En este escenario, necesitábamos unificar la lucha contra la guerra y la globalización como dos aspectos de la misma realidad, incorporando las consignas contra la OTAN y las bases norteamericanas en territorio español, sin las cuales las declaraciones pacifistas son sólo retórica.

La alianza que Franco estableció con EEUU, desde 1954 hasta su muerte en 1975, tuvo continuidad, no solo en los gobiernos de la transición, sino también en los de la monarquía parlamentaria heredera del franquismo. Las bases norteamericanas fueron mantenidas y reforzadas por el gobierno de UCD (1977 – 1982) mediante el ingreso de España en la OTAN (1981). El gobierno del PSOE se encargó -traicionando la promesa electoral que le llevó al poder en Octubre de 1982 (“OTAN de entrada NO”)- de torcer el brazo a un poderoso movimiento popular (“OTAN NO. BASES FUERA”) en el Referéndum del 12 de Marzo de 1986.

Dicho referéndum contenía tres condiciones para la permanencia que han sido incumplidas. Primera: No pertenencia al comité militar (el PP nos metió en dicho comité en 1997). Segunda: No tránsito de armas nucleares (ningún gobierno se ha preocupado de verificar tal extremo en el tráfico masivo de aviones y barcos por las bases norteamericanas) Tercera: Reducción progresiva de la presencia norteamericana (Rota se ha multiplicado y sigue creciendo y Bétera -Valencia-, se ha convertido en una nueva base de la OTAN).

La pertenencia a la OTAN fue vendida a la población española dentro de un paquete que contenía: integración en Europa, modernización económica, democracia y bienestar social. La OTAN se presentaba como garantía para sustituir el ineficiente modelo de acumulación del franquismo, estatal y corporativo, por otro modelo basado en una economía abierta y neoliberal. La transición pivotó sobre la continuidad de Juan Carlos de Borbón, apoyado por la embajada de EEUU, el ejército, el poder financiero, la jerarquía de la Iglesia, el PSOE, el PCE y sus respectivos sindicatos. La nueva identidad nacional española se fundamentó en la promesa de progreso, bienestar y paz. Sin embargo, la precariedad de masas, la especulación y la corrupción, así como la tragedia del llamado “conflicto vasco” han sido sus resultados verdaderos.

Las grandes movilizaciones del 15 de Febrero y 15 de Marzo de 2003, producto de la sobredosis de mentiras y violencia del capitalismo global, ocultaron casi tanto como mostraron porque la guerra no sólo era contra Iraq sino también contra los trabajadores, los derechos humanos, la naturaleza y la democracia. Sin contemplar explícitamente estos contenidos, la lucha popular por la paz es vulnerable a las manipulaciones de quienes solo piensan en acosar a su adversario electoral.

Felicitarnos por los millones de manifestantes es necesario, pero olvidar quien los ha sacado a la calle (nosotros no llegamos a tanto, véase Marcha a Torrejón contra la OTAN y las Bases de EEUU en territorio español del 19 de Enero de 2003: 20.000 personas), es un acto irresponsable. Debemos impulsar el movimiento antiglobalización desde unos contenidos verdaderos: guerra, precariedad, globalización, contaminación, Otan, bases y derecho de los pueblos a decidir. Esto es políticamente incorrecto para la izquierda cómplice. Ellos ya están organizados y ahora debíamos organizarnos nosotros en torno a la verdad. Pensar que la verdad es divisionista e impide la unidad de acción, es apostar porque el movimiento popular dure lo que los grandes medios de comunicación quieran.

Sabemos que la izquierda cómplice coopera con la globalización vertebrando una sociedad de mercado obediente y consumidora. El “poli bueno” del bipartidismo orgánico, trabaja sobre una población confundida por una potencia mediática sin precedentes en la historia. Una sociedad de individuos cuyo deseo ha sido colonizado por el mercado. La izquierda cierra el círculo entre unos ciudadanos reducidos a consumidores y una política impotente, representación fiel de dichos ciudadanos.
Pero ¿cómo es posible que las corporaciones de izquierda, identificadas por todos como sindicatos de sus propios intereses, hagan lo mismo con la parte más sensible de la sociedad? ¿Cuál es la explicación de que los sucesivos intentos de construir el movimiento antiglobalización como referente político, unificador de luchas y resistencias sean tan eficientemente boicoteadas?

POR UN ESPACIO ANTIGLOBALIZACIÓN UNITARIO
Las campañas, contracumbres, asambleas y “nubes de mosquitos” han conseguido visualizar la desobediencia, las razones de los vencidos. Pero sin entender estas actividades como medio para la potenciación de las luchas locales y como estímulo para su coordinación desde abajo, se pueden convertir, en un sumidero de energías dedicadas a montar “espectáculos” y al turismo alterglobalizador para quien se lo pueda permitir. No hay “sujeto político” global sin “sujetos políticos” locales. La “crítica artista” se debate entre su fuerza libertaria y un narcisismo autorreferente, cortejado por la socialdemocracia. Los grandes encuentros y las desobediencias espectaculares, no deben despreciar las organizaciones y el potencial de los miles de hombres y mujeres que, desde la izquierda tradicional, ó desde la resistencia individual, forcejean cada día contra los daños del capitalismo global. Viceversa, las maquinarias de la izquierda tradicional son irreformables sin el empuje de un movimiento social autónomo que desarrolle nuevas formas de comunicación, participación y movilización social. Las luchas aisladas se agotan en sí mismas por muy ejemplares que sean. Sólo en la suma está la fuerza con la que pararles aquí y ahora. Sin esa fuerza, EUROPA, OTRA GLOBALIZACION Y OTRO MUNDO SON IMPOSIBLES.

La constitución del movimiento como referente de los rebeldes, los desheredados y los desafiliados del sistema, es la condición para su desarrollo. Desde un movimiento antiglobalización podemos hacer unidad de acción y TRABAJAR CON la izquierda capitalista. En caso contrario, estaremos condenados a TRABAJAR PARA dicha izquierda. La forma política de este movimiento no está escrita en ningún manual. Depende de la intensidad del movimiento y del valor de miles de personas luchadoras.
Todos somos necesarios. En la pluralidad está la fuerza. Pero no hay pluralidad sin respeto a las distintas identidades, orígenes, ritmos, ideas y no hay fuerza sin movilización de multitudes y sin organización.

La única política reformista posible es la que venga de la mano de una política antagonista, sustentada por un gran movimiento popular. No es de la negociación de donde salen las reformas sino del miedo del poder a tener que entregar mañana el doble de lo que hoy niega. El deseo de la reforma “Otra Europa es posible”, no es en sí mismo la reforma. La reforma es la consecuencia de la lucha popular. El capitalismo con rostro humano en Europa es sólo un residuo de las oleadas revolucionarias de las primeras décadas del siglo veinte y de la consolidación de la Unión soviética como un sistema de modernización sin mercado.

Sin lucha de masas, la única reforma posible es la alternancia “democrática” en el gobierno que se ocupa de crear las condiciones políticas y militares para la reproducción del capital. Un orden donde la soberanía y la autodeterminación residen en el capital. La izquierda tradicional, como corporación política emancipada del poder popular, al basar su legitimidad en el poder constituido, es irreformable desde dentro.

La lucha de masas contra la globalización capitalista es en sí misma anticapitalista. Su subproducto es la reforma de la globalización capitalista. El precio de este pequeño detalle, “anti” o “por otra” globalización, es la renuncia a la construcción de un poder social constituyente sin el cual sólo hay marginalidad y manipulación electoral.


“POR UNA EUROPA DE LAS PERSONAS CONTRA LA EUROPA DE LOS MERCADOS”.
GRAN MANIFESTACIÓN UNITARIA
SÁBADO 16 DE MARZO, 18 HORAS, DESDE LA PZA. DE ESPAÑA A SOL.

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