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Anàlisi :: antifeixisme : globalització neoliberal : corrupció i poder : criminalització i repressió : laboral
Respuesta al artículo de Artur Mas en “La Vanguardia” o la línea roja del mal gobierno.
18 jun 2011
Artur Mas Gavarró ha publicado, en la página 25 de La Vanguardia del jueves 16 de junio de 2011, un artículo titulado “De la indignación a la indignidad”, referente a los hechos acaecidos el día anterior, durante el bloqueo de los accesos al Parlamento por una multitud, que quería impedir que se votasen los recortes presupuestarios en Sanidad y Educación.

Dice Artur Mas, en su artículo, que le parece bien la protesta, siempre que no cruce “la línea roja que separa nítidamente las actitudes democráticas de las que no tienen en cuenta la voluntad de la mayoría, expresada con claridad aritmética en las urnas”.

Artur Mas hace trampa. En las últimas elecciones municipales la mayoría la obtuvieron los abstencionistas. Pero además su partido, CiU, en las elecciones autonómicas catalanas, que también venció la abstención, obtuvo la mayoría de votos válidos con un programa electoral QUE NO CONTEMPLABA LOS RECORTES EN SANIDAD Y EDUCACIÓN QUE AHORA APLICA.

Y esa es una línea roja que ningún Gobierno debería cruzar. NO SE PUEDE IR A UNAS ELECCIONES CON UN PROGRAMA ELECTORAL, y aplicar luego otro distinto por el que fue votado. Eso es indigno.

Cada quirófano que se cierra es una línea roja que no debería haberse cruzado; cada escuela que no se abre es una línea roja que ningún gobernante debería cruzar.

La política fiscal y presupuestaria, que contempla desastrosos recortes en Santidad y Educación, forma parte, junto al ataque contra salarios y pensiones, de unas medidas impopulares del gobierno Mas, que no solo no fomentan el empleo, sino que, además de desmantelar el Estado del bienestar, provocarán más desempleo, y contribuirán al despido de profesionales de la sanidad y a la falta de renovación de los maestros jubilados.

La línea roja del medio millón de parados, en Cataluña, ha sido ampliamente superada, y el gobierno Mas la conduce hacía una línea explosiva, sin retorno, en la que la desesperación y el sufrimiento pueden tener consecuencias imprevisibles. Artur Mas imita a la Maria Antonieta de 1787, suprime impuestos de sucesión y malgasta en innecesarias y costosísimas embajadas catalanas por todo el mundo, donde la austriaca despilfarraba en suntuosas fiestas y joyas.

Es usted un mal pastor, porque pone al lobo a guardar las ovejas. No se puede hacer Consejero de Sanidad al presidente de la patronal de Mutuas privadas. Boí debe dimitir.

Hay otras líneas rojas que ningún gobernante debería atreverse a cruzar, por muy prepotente y soberbio que fuese, por mera prudencia. No se puede llamar violencia “de los indignados” a la actuación de un piquete de policías infiltrados, mientras a la brutalidad policial de Puig en la plaza Cataluña, que todo el mundo pudo ver, se le llama limpieza. Es usted quien tiene el monopolio de la violencia. Es usted quien puede destituir a Puig. Es usted quien manda a la policía contra el pueblo, como se hace, aún más salvajemente, en otros meridianos.

Pero hay una línea roja que se cruzó hace muchos años, y que algunos creían que lo habían hecho impunemente, aunque ahora se comprueba que no. Cuando Maragall le dijo a Mas que su problema era el del cuatro por ciento, todo quedó en una miserable trifulca parlamentaria, que no tuvo continuidad. Ni Maragall demostró su incontinencia verbal, ni Mas presentó una querella por difamación. Pero por ahí corre la foto de Oriol Pujol acompañando altaneramente al juzgado a Daniel, el cómplice de Millet, los que se repartían el cuatro por ciento que cobraban a Ferrovial y otras empresas. Dicen los periódicos, que cualquiera puede consultar en la hemeroteca, que el reparto era del 1,5 para Millet, como intermediario y conseguidor, y el otro 2,5 para Daniel, como omnipotente recaudador de “impuestos” del partido.

Pero esa sospecha, nuca desmentida, de una corrupción institucional, cobijada en la impunidad del poder, es insoportable, y quita a cualquier gobierno la menor autoridad, no sólo ética, sino de cualquier tipo. ¿Cuántas camas de hospital podrían sostenerse con ese cuatro por ciento?

La historia contempla y asegura que el pueblo puede y debe oponerse, legítimamente o no, a leyes injustas, a tiranos honrados y a piratas airados. Así acabó la dictadura de Franco.

¿Se ha cuantificado el número de muertes que suponen los actuales recortes en Sanidad? ¿Y las oportunidades laborales perdidas por los recortes en enseñanza? ¿Y los daños psicológicos de tantos parados? ¿Se ha cuantificado el coste que supone la actual generación de jóvenes sin fututo? ¿Qué déficit arreglamos con una generación perdida?

En su artículo se desprende una soberbia y un autoritarismo que provoca miedo, porque carece de autoridad y es arbitrario. Recuerda los estados de excepción del franquismo. En todo caso, sus argumentos no sólo son pobres e ignoran la realidad, sino que son de otro mundo, pertenecen a tiempos pasados, son fruto del antiguo régimen, ya periclitado. No sirven a nadie para nada. Certifican que su gobierno es obsoleto, y está a merced de intereses empresariales y multinacionales, que pesan mucho más que el descontento popular.

Ha nacido una nueva conciencia política por hartazgo frente a la corrupción, la incompetencia, la ineficacia, el paro, las abstractas discusiones sobre el sexo de los ángeles, los recortes sociales, el autoritarismo y la prepotencia.

Señor Mas, sólo puedo acabar estas líneas, que no son rojas, ni azules, ni indignadas, sino de un absoluto cabreo, con un giro de ciento ochenta grados para darle la espalda, porque usted ni me representa, ni representa a nadie más que a los poderosos. Alzo mi voz con la de todo un pueblo, especialmente con los jóvenes en lucha por su futuro, para retomar la queja de los segadores del siglo XVII, que en un glorioso día de Corpus entraron en Barcelona al grito de “¡viva la tierra y muera el mal gobierno!”.
Mira també:
http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/17955

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