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Dolors Miquel: «Misa terrena»
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per Orlando Guillén Correu-e: floresdeuxmal@yahoo.com.mx (no verificat!) |
12 mai 2009
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Especial 1 de «Los días hábiles». Edición en castellano de «Missa pagesa». Poemas de Ausiàs March, Enric Casasses y Eduardo Guzmán. Bellessi. Actualización de «Doce poetas catalanes» |
Dolors Miquel: «Misa terrena»
Orlando Guillén
El rito es sagrado y en consecuencia sucesivo e inmortal. De la ofrenda vegetal y animal y del sacrificio humano al sacrificio del cordero, el rito es la forma, y no es separable de su fondo. Religiones hay dominantes y las hay aplastadas y extinguidas, pero el rito sobrevive por los caminos oscuros de la resistencia y su esoteria. Si el rito muere, muere vivo. Esto es así mientras alguien crea en su Dios y en sus dioses y su humanidad viva en la historia. En cambio, si un rito aparentemente vivo y en ejercicio muere es porque su sustancia ha perdido lo que era esa sustancia y se está pudriendo en vida. El oficio de la misa católica es un rito muerto, un rictus hieratista de gusanería, un revuelo en el tablao de los hipócritas, el logos fársico de una infamia practicado por infames y vendido al mejor postor por el mejor impostor. La misa católica apenas ha tenido, no tiene o ha perdido sacrificantes dignos del sacrificio de la transustanciación del pan y el vino, la multiplicación de la palabra y la sangre y el cuerpo divinos sin que Dios y no la jerarquía los suspenda a divinis como Dios a la jerarquía. Esa es su minimalia trágica. Su feligresía es asunto de feligreses.
La estructura de la misa católica permanece por contra, latente siempre, en los países donde este credo es estigma social de fe, como las piezas en desuso de un armario olvidado y desvencijado entre otros triques y cachivaches de la memoria colectiva o personal, y desde el punto de vista poético es una fuente simbólica que más o menos de Baudelaire para acá ha surtido raudales sueltos a la teoría de la imagen viva. Ningún poeta sin embargo como hace ahora Dolors Miquel la había sacado en todas sus partes del desván hasta la arena laica, desacralizádola, dádole una buena sacudida de hueso y carne humana, y estirádola por sus puntas para hacerla sonar y decir la cosa viva del misticismo y el misterio poético como quien canta trayendo de la cosa divina la cosa humana, o llevando a la cosa divina la causa humana que es su causa y no al revés sino también, y desde un lenguaje exaltado que anda a oscuras luminoso de tan tenso y que de tanta carga de contemporaneidad hace de la poesía lengua y mano de Dios, y de los artilugios de la razón maña del hampa del pensamiento y guante de mano de la dominación. La Missa pagesa es al mismo tiempo una misa cósmica y terrenal y una indagación trágica y ética en lo insondable de la totalidad de lo que existe, y en la absurda petulancia de la naturaleza humana y sus conductas sociales y espirituales frente a la precariedad real de una inteligencia y una sensibilidad que ni saben lo que perciben ni pueden ni tienen con qué dar respuesta siquiera a la elementalidad y a la evidencia. El plantón de lo callado en los geranios del silencio: “El silencio siempre suma;/ nunca resta.// La sintaxis del silencio/ no tiene sujeto.// El objeto del silencio/ es el sujeto escondido.// En lo oculto del silencio está todo.// El silencio es la materia/ más dura e indestructible”. El ‘canibalismo vitalista’ de esta cazuelita que consagra y ofrece a Dios: “¿Dónde queda el conejo que perdemos mientras deglutimos el conejo?/ ¿Es conejo lo que descuartizamos o ya es otra cosa?/ ¿Dónde queda su muerte que nos tragamos para convertirla en vida?/ ¿Es el conejo muerto la sonrisa que luciremos esta tarde?/ ¿Es la lechuga decapitada el cabello que nos va creciendo indómito?/ [...]/ Señor, acepta el horror milagroso de esta cazuelita [...]”.
En términos generales el misticismo de este libro es transgresor y renovador. Pero antes es perfeccionista, y de un perfeccionismo que liquida con homenaje de trascendencia toda antecedencia y cierra la llave de paso a descendencias posibles. Doy dos ejemplos, uno de lo uno y otro de lo otro, y me retiro a oficiar las tinieblas de mi muerte prójima con un beso en los labios radiantes de mi novia muerta:
DE LOS BESOS DE DIOS
Bésame con besos de tu boca.
De los frutos de tu boca quiero saciarme,
con el aliento de tu boca quiero refrescarme,
ceñirme a la piel de tu piel,
respirar el respiro de tu silencio eterno,
comulgar con tu lengua más húmeda.
Bésame con besos de tu boca.
Tráeme de la frialdad el hielo divino, el beso polar,
el hielo ardiente de tu lengua mística.
Sea dentro de tus palabras trigo dentro de su pan;
sea levadura del trigo del pan de tus palabras.
Me eleve tu saliva hasta las torres del universo,
hasta donde la golondrina de la luz se lleva el ojo.
Bésame con besos de tu alma hecha saliva,
hecha papila, hecha célula sensorial, hecha mía.
Proclámame la meretriz de tus besos.
Proclámame la heredera de tu carnalidad más alta.
Bésame con besos despojados de Ti y de Mí,
con besos de la sonrisa, con besos de la lágrima.
Que reposen en mí la paz y la guerra, inmóviles.
Bésame con tu muerte eterna, con el pétalo de tu muerte.
Deshoje yo toda la flor de tus labios, primavera.
Bésame con besos de tu boca.
MAMÍFERAS CON PULGA
Yo, Dios, la mamífera,
miro boquiabierta el universo y las cosas invisibles
y miro la pulga que habita en el vientre de mi perra.
¿Me mirará también ella así
con esta espiritual complacencia?
¿Querrá la pulga aventurar la hipótesis
de los universos trismegistos?
¿Sentirá de súbito la pulga un deseo infinito de amor
y lo llamará Dios? Dios. Dios.
¿Lo llamará Dios en un cántico
desde los microbios que yacen inmóviles en la panza de la pulga
y hacia abajo y hacia arriba hasta mi mano o más todavía?
¿Se sentirá la pulga infinitamente poderosa
en el vientre de mi perra?
¿Pensará en destruir el bosque de suaves, largos pelos
que el otoño desprende y me llenan el piso de briznas?
¿Pensará en una guerra nuclear?
¿Sentirá la pulga la occidentalidad del vacío de los siglos?
¿Irá la pulga al psicoterapeuta o al psiquiatra
cuando intuya que es mirada por alguien que mira?
¿Culpará a su padre y a su madre, la pulga, de esta neurosis?
¿O me llamará Diosa? O lo que es mucho peor:
¿llamará Diosa a mi perra; pensará que es la hija de mi perra?
¿Se hará también preguntas tan estúpidas como yo?
¿Crucificará a otras pulgas?
También en este Especial:
«Poema LXIV», de Ausiàs March
«Al principio era el viento», de Enric Casasses
«vibró emocionado», de Eduardo Guzmán
«Bellessi» por OG
Actualización de «Doce poetas catalanes del siglo XX»
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