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Notícies :: globalització neoliberal : laboral
Precariedad(es): más allá de leyes y convenios
22 jun 2005
Publicat a www.lahaine.org Salut
x CAES - [ 22.06.05 ]
Sin luchar simultáneamente en los terrenos del trabajo, la participación ciudadana, el apoyo mutuo, el consumo y la cultura, es imposible construir un ser humano social, al que le repela la miseria de la vida en el capitalismo. Sin una subjetividad anticapitalista de masas es imposible poner freno a la globalización capitalista. Sin poner freno a la globalización capitalista, los proyectos asociativos, económicos, políticos y culturales no pueden prosperar más allá de una dimensión que sirve, sobre todo, para demostrar que el capitalismo es democrático porque permite expresiones antagonistas (siempre que no pasen de marginales)


Si se vincula la racionalidad de la economía exclusivamente a la mejora del salario y de las condiciones de vida de l@s trabajador@s, no existen diferencias entre la ideología liberal y la ideología sindical.

Para romper teóricamente con el capitalismo es necesario romper también con la actual figura del obrero como un ser humano reducido a la dimensión de un individuo productor y consumidor de mercancías. Esa es la representación de un individuo individualista incorporado plenamente a la lógica del capital.
Partiendo de este individuo varón, laborante, deseante, solitario y competitivo, el socialismo sería la inclusión de todos los individuos en la opulencia. Es decir, el sistema económico más eficaz en la producción y distribución de la riqueza.

La izquierda comparte estas nociones. Por eso ha dejado de ser izquierda, es decir, algo esencialmente distinto a la derecha. Los sindicatos se plantean el capitalismo como un problema técnico, no político. Identifican la mejora de las condiciones de vida de l@s trabajador@s con la mejora de la economía capitalista. Al hacerlo, aceptan que el mundo y la sociedad estén regulados por las necesidades de dicha economía. La separación teórica del territorio de la empresa, como el lugar de la explotación capitalista y del territorio de la sociedad, como lugar del consumo, la vida social y la democracia, oculta el hecho de que el capitalismo no solo es producción de mercancías, sino también circulación de mercancías y producción de relaciones sociales y de individuos asimilados a su lógica.

La constitución de la sociedad como la agregación de un conjunto de mercados de productos, servicios, conocimientos y deseos, es la condición para la globalización del capitalismo.

La economía de mercado no podría desplegarse, sin producir, al tiempo, una sociedad de mercado, una política de mercado y un individuo de mercado. Sin luchar simultáneamente en los terrenos del trabajo, la participación ciudadana, el apoyo mutuo, el consumo y la cultura, es imposible construir un ser humano social, al que le repela la miseria de la vida en el capitalismo. Sin una subjetividad anticapitalista de masas es imposible poner freno a la globalización capitalista. Sin poner freno a la globalización capitalista, los proyectos asociativos, económicos, políticos y culturales no pueden prosperar más allá de una dimensión que sirve, sobre todo, para demostrar que el capitalismo es democrático porque permite expresiones antagonistas (siempre que no pasen de marginales)
La crisis de la globalización capitalista no depende sólo de la lucha contra la explotación, sino, sobre todo, de la ruptura de las condiciones políticas y culturales que dominan la vida social y hacen posible y “natural� dicha explotación.

La lógica del capitalismo no es solo una lógica económica, sino que es, también una lógica social. El capitalismo produce mercancías pero también personas. Individuos cuya subjetividad y deseos han sido incorporados a la lógica del beneficio privado. Esta ruptura de la dimensión social del ser humano, propicia la competencia de unas personas con otras y explica la complicidad de los de abajo con los de arriba, es decir la lucha entre los de abajo como base del poder y la impunidad de los de arriba.

La “despolitización� sindical consiste en su incorporación a la teoría y a la política del capitalismo y a la transformación de la izquierda en izquierda capitalista. Esta politizada despolitización, bloquea la crítica a la subjetividad que nos hace impotentes y cómplices.

Impedir la explotación exige la crisis del orden político que hace posible su despliegue ininterrumpido. Esto supone la construcción de una subjetividad antagonista de masas, desde los lugares de la sociedad donde, constantemente y a pesar de todo, se suceden las luchas y las resistencias.
Cuando el sindicalismo se limita, exclusivamente, a defender las condiciones de trabajo de l@s asalariad@s, no consigue superar la división contradictoria de los intereses inmediatos de éstos. Sin desarrollar una poderosa crítica del orden de relaciones sociales que posibilita la explotación, no se puede organizar políticamente el conflicto que subyace en la condición de las personas trabajadoras, bajo la forma de múltiples intereses contrapuestos entre sí,.

Sacar la lucha contra la explotación del campo “técnico� de la economía y colocarla en el campo político, exige romper con las categorías dominantes y proponer unas categorías que expliquen como se construye la explotación, la adhesión y el sometimiento de l@s trabajador@s.

La ideología “obrerista�, mira sólo dentro del proceso de producción, de la relación salarial, del empleo. Sólo ve salario y mercado de trabajo, confundiendo a los decentes productores y consumidores de mercancías, con la clase obrera. Otorga, a quienes solo se preocupan de vender ventajosamente su fuerza de trabajo en el mercado, una milagrosa conciencia de clase anticapitalista.

Ante el vacío teórico de esta mirada ingenua y “creyente�, la ideología socialdemócrata, avanza como una metástasis. Otorga a la distribución de la riqueza la capacidad de corregir la fuerza excluyente del mercado. Experimenta, ante el momento de la producción, cada vez más totalitario, una indiferencia simétrica a la atracción que dicho momento productivo ejerce la ideología dominante obrerista. Desde esta posición, aparentemente más abierta, la socialdemocracia y sus múltiples agencias, invaden los territorios abandonados por el obrerismo: consumo, ecología, feminismo, imaginario social, cultura, intersubjetividad, expresión artística.

La “intelligentzia� socialdemócrata, centrada en la circulación del capital e indiferente al momento productivo propone, sobre todo, medidas paliativas, lucha de frases y crítica artista. En el espacio productivo falta la crítica a la dimensión social del capitalismo como un proceso global de producción y circulación de mercancías. La izquierda mayoritaria administra este vacío.

La nueva alianza por la “unidad de la izquierda�, se alza sobre un movimiento antiglobalización (MAG) desmovilizado, despedazado y burocratizado. Las avanzadillas de la socialdemocracia cada vez más asentadas dentro de los movimientos sociales (MMSS), han tendido un puente entre la izquierda tradicional capitalista y dichos movimientos sociales. Este puente ha sido transitado rápidamente, en Madrid, por las redes juveniles radicales de los años 90, con sus precarios proyectos culturales, vecinales y postmodernos, potenciados ahora por la periferia de la socialdemocracia, que consigue ocupar todo el espacio político – social, salvo la lucha de masas por la autodeterminación en el País Vasco.
La modernización sindical consiste en aceptar la unidad de fines entre los intereses de la clase obrera y el beneficio del capital, entre el desarrollo de la tecnología y el avance del socialismo.

La izquierda piensa que el proceso de globalización capitalista es ilegitimo solo si se produce una distribución desigual de la riqueza. El socialismo sólo consiste en ser un modo más justo de distribución de la riqueza.

A través del dinero, el proceso de producción y distribución están unidos en una trama política y cultural que determina todas las relaciones sociales. La sostenibilidad del capitalismo como modo de producción social, no solo reside en las empresas sino en la unidad y la integración de todas las relaciones sociales bajo el principio del intercambio rentable y la mediación del dinero.

A pesar de que el trabajo asalariado es un hecho social basado en la coacción, la izquierda no se plantea la abolición del trabajo asalariado. Solo intenta mejorar el precio de su venta en el mercado, respetando siempre los resultados del capital. Pero esa lógica es la misma que la lógica del empresario.
Mira també:
http://www.lahaine.org/articulo.php?p=8323&more=1&c=1

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Comentaris


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Re: Precariedad(es): más allá de leyes y convenios
23 jun 2005
+info:Publicat a http://www.rojoynegro.info/2004/article.php3?id_article=5695 Salut Opinión

’Precarios’
Javier Castañeda:

Javier Castañeda | LAVANGUARDIA.ES
Jueves 23 de junio del 2005.

Si hay una palabra que flota ingrávida por el milenio es la precariedad. Mientras la seducción de la opulencia campa a sus anchas, millones de personas viven precariamente en muchas facetas, pero sobre todo en el trabajo. Tanto es así que, al hablar de precariedad, casi automáticamente añadimos laboral. Inseguro, apurado o escaso, son adjetivos que reflejan la situación laboral del siglo XXI.

Florece de modo especial en esos campos abonados que combinan las palabras empleo y juventud. En teoría y por relevo generacional, los jóvenes son la fuerza de trabajo que debería renovar el mercado. Pero en la práctica, son sometidos a toda clase de contratos basura, inestables y mal pagados, hasta tal punto que parece imposible escapar de esta situación de inestabilidad perpetua que les impide desarrollarse dignamente como personas.

Varios son los factores que han llevado a esta situación, pero el principal -el más evidente- funciona desde hace mucho tiempo: se llama ley de oferta y demanda. La sociedad cada vez genera más licenciados, pero el mercado no tiene capacidad para absorberlos. Esta situación provoca un desfase que distingue, por un lado, a los pocos elegidos que tienen un trabajo más o menos digno y acorde a su categoría profesional, estudios o especialidad; por otro, muestra una caterva ingente de mano de obra barata, joven y cualificada, dispuesta a aceptar cualquier cosa que se parezca a un empleo.

La amenaza de pasar a engrosar las filas del desempleo y convertirse en parados de larga duración, que pende sobre sus cabezas -incluso antes de haber dado comienzo a su vida laboral- les hace agarrarse a un clavo ardiendo. Y cuando el dinero entra por la puerta, los escrúpulos saltan por la ventana. Muchas empresas -conscientes de este superávit de personal- aprovechan la coyuntura y retuercen la ley hasta exprimirla al máximo y sacar todo el jugo a esta situación tan kafkiana. La consecuencia es una flexibilización laboral que roza lo leonino en muchos de los casos: contratos temporales, de prácticas, a tiempo parcial forzoso, empleos sumergidos y paro encubierto, contratos mercantiles, jóvenes extra-cualificados con salarios ridículos, etc.

En gran parte, las negociaciones laborales recuerdan a los contratos de adhesión como los de suministro de luz, agua o transporte público, en los que la única opción que queda a la contraparte es una: firmar. El panorama es tal que, en muchos casos, las entrevistas de trabajo, parecen una gincana en la que todos compiten por llevarse el mejor puesto o, sencillamente, el único puesto. Al que gana se le cuelga la medalla de triunfador y al resto un cartel de fracasado social. Pero el que supuesto ganador, puede que haya obtenido un pasaporte hacia la infelicidad, ya que las relaciones laborales pasan por un momento, que suavemente podríamos tildar de “delicado�. Es un círculo vicioso dibujado tanto por la coyuntura económica global como por la comodidad: como no hay nada mejor, acepto lo que hay y viceversa.

Los que se llevan la palma en este absurdo ranking de despropósitos, son los becarios-precarios. Afortunadamente, empresas y universidades cada vez entienden más que el concepto de hacer prácticas ha de suponer un aprendizaje para los jóvenes sin experiencia, en temas de su especialidad, por un tiempo limitado y quizá una vía de incorporación al mercado laboral; en vez de mano de obra cualificada a bajo precio o para hacer tareas engorrosas, mecánicas o llevar cafés, que suele ser la práctica habitual, nunca mejor dicho. Lamentablemente, hay muchas empresas que los ven como esta última opción y que explotan a sus precarios sin despeinarse.

Ante tanta y tan fuerte competencia, resulta prácticamente imposible para la juventud acceder a un puesto de trabajo con un contrato y un sueldo medianamente decentes. Sin ellos, resulta imposible independizarse antes de los treinta, pensar en un futuro e intentar construir un relato vital. El porvenir laboral se presenta tan incierto, flexible y cambiante, que es más fácil tirar la toalla antes incluso de haber empezado. Muchos renuncian al esfuerzo de rodar como giróvagos mendigando un empleo en un mundo tan hostil. Hoy las estadísticas dicen que el paro ha bajado: es posible que los datos no mientan. Pero salgan a la calle y pregunten si la gente tiene un trabajo que les gusta; si se sienten reconocidos y bien remunerados; si se acerca a lo que soñaron ser o si tantas horas de estudio, cursos y esfuerzos por mejorar, les han ayudado a ser más felices.
Sindicato Sindicat