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Anàlisi :: globalització neoliberal
El tablero de Asia central
20 mai 2005
Tras el 11-S y más concretamente después de la invasión norteamericana de Afganistán, buena parte del mundo occidental «descubrió» la existencia de las nuevas repúblicas de Asia Central, surgidas tras el colapso de la Unión Soviética. Más recientemente, los acontecimientos en Kirguizistán y Uzbekistán han vuelto a poner de actualidad esta región del mundo.
Las teorías sobre el «Gran Juego» cobran de nuevo protagonismo. Si bien es cierto que hoy en día todos estamos inmersos de una u otra manera en el tablero mundial de ese juego, los nuevos estados de Asia Central han configurado uno de los espacios decisivos dentro de la nueva geopolítica internacional.

Salvando las distancias y las diferencias de cada uno de estos estados, una serie de claves comunes conforman el complejo escenario de Asia Central. En primer lugar, los cambios políticos e institucionales tras la desaparición de la Unión Soviética han dado paso a unas estructuras políticas rígidas y personalistas. En segundo lugar, las élites dominantes han sido incapaces de mantener los niveles de vida y las atenciones sociales de la época soviética, al tiempo que incrementaban los índices de corrupción y amiguismo. También la dependencia en uno o dos productos (algodón o fuentes energéticas) ha incentivado la posibilidad de crisis económicas y conflictos. Además, las desconfianzas mutuas entre los diferentes estados también han aumentado los roces y enfrentamientos en aspectos como fronteras, distribución del agua...

Otros ejes comunes han sido el ascenso de organizaciones políticas de ámbito religioso, los problemas relacionados con el tráfico de drogas, el incremento de una población joven que ve truncadas sus expectativas en salud, educación o trabajo, y finalmente, la presencia de actores extranjeros que buscan sus propios intereses (control de fuentes energéticas o aspectos geoestratégicos).

CRISIS
Con este contexto, la potencialidad para desencadenar crisis de diversa índole es más que manifiesta. Además, la interrelación entre estos factores ayuda todavía más a entender esta compleja situación.
A finales de los noventa, la población en Asia central se situaba en torno a los 50 millones de habitantes, y más de la mitad por debajo de los treinta años. Esta franja de población es la que más se resiente de los cambios políticos económicos y políticos de los últimos años, rompiéndose todos los parámetros de avances sociales de los años de dominio soviético. En estos momentos, la educación ha dejado de ser gratuita; además, el acceso a estudios superiores está rodeado de importantes medidas de corrupción, lo que unido a las barreras creadas entre las diferencias culturales, de género, lingüísticas o entre zonas rurales y urbanas, ha hecho que el fracaso escolar alcance cifras nunca vistas en la región.

Paralelamente, esta nueva situación ha ayudado al incremento de la violencia callejera y el desempleo, lo que unido al consumo y tráfico de drogas y alcohol, y al aumento de la prostitución y del sida, ha conducido a este estrato de población a adoptar posturas derrotistas, a emigrar, o bien a sumarse a opciones políticas como las que representan algunas organizaciones islamistas.

Económicamente, los países de Asia central están fuertemente atados a la dependencia que supone la explotación de algodón o de los importantes recursos energéticos de sus territorios, fundamentalmente gas y petróleo. Las recientes crisis en torno a los cultivos de algodón (el «oro blanco» de la región) y el conjunto de intereses por hacerse con el control del gas y el petróleo (potencias extranjeras, corrupción...) han ayudado también a aumentar las bolsas de desempleados, creando un nuevo frente de rechazo interno en cada estado de la región.

ISLAM
Otra de los elementos decisivos en esta zona es el papel que ha desempeñado el islam. Si bien es cierto que las realidades en tormo a este factor difieren de una república a otra, se hace necesario exponer algunos aspectos comunes que faciliten la comprensión del papel que el islam juega en este tablero, al tiempo que nos permite huir de ciertos tópicos empleados por algunos analistas.
La mayoría de los musulmanes de la región pertenecen a la escuela Hanafi (madhhab), una de sus tendencias más tolerantes. Sin embargo, hoy en día la diversidad ideológica se ha incrementado. Por un lado nos encontramos con el llamado «islam tradicional», de orientación conservadora, pero que se ha sabido adaptar a las realidades y costumbres locales. Fruto de ello han logrado mantener su papel en la vida social de los estados centroasiáticos hasta la actualidad. También, dentro de estas variantes estarían las corrientes sufís (sobre todo en Uzbekistán y Tayikistán) y los llamados davatchi (los que llaman al Islam) y los tabligh, aunque su presencia no está muy extendida.

Por otra parte estarían los llamados grupos políticos en torno a organizaciones o pensamiento islamistas. Destacan tres, el Partido del Renacimiento Islámico (PRI) de Tayikistán, el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU), y Hizb ut-Tahrir (Partido de la Liberación). A ellos habría que sumar la presencia de figuras religiosas no ortodoxas, y algunas tendencias wahhabíes o neo-wahabbíes (en Asia Central, en muchas ocasiones el termino wahhabí no está ligado a su origen saudí, sino a la presencia de extranjeros en esas organizaciones).

Mientras el PRI, tras su participación en la guerra civil de Tayikistán, adoptó una tendencia institucionalista, participando en la política actual del país, el MIU se configuró más como un movimiento guerrillero armado. Pero tras sus lazos con la red de al-Qaeda en Afganistán y la consiguiente represión de los EEUU, su implantación entre la población de la región es muy insignificante, a pesar de que algunos lo presenten como uno de los principales actores.

Sin embargo, este papel le está reservado al Hizb ut-Tahrir. Esta organización, que aboga por la creación de un califato, es la mejor organizada entre la población local, con redes sociales y presencia en importantes medios religiosos de las repúblicas. Además, defiende la lucha «intelectual en lugar de la violencia» para la consecución de sus objetivos. De sus filas, algo que no se produce normalmente, han salido otras dos organizaciones, el movimiento Akramiyyah (en torno al cual están los últimos acontecimientos de Uzbekistán) y Hizb-an Nusra (Partido de la Victoria), el grupo de Tashkent que en 1999 optó por una radicalización de sus acciones.

Un ejemplo de su actividad es la llevada a cabo en el valle de Fhergana, donde desde una pequeña comunidad islamista en Andizan, se han ido creando pequeñas industrias y empresas agrícolas que, siguiendo un programa socio-económico, han logrado contrarrestar las dificultades económicas de la población y cubrir el vacío que el Estado permite en la zona.

Ante esta realidad los gobiernos de Asia Central han optado en ocasiones por métodos diferentes, desde la represión en Uzbekistán, hasta la permisividad en Tayikistán. No obstante, los cinco gobiernos persiguen el control de las organizaciones islamistas, al tiempo que utilizan el Islam para la promoción personal de sus dirigentes. El control difiere también entre los diferentes estados (leyes muy severas en Uzbekistán y Turkmenistán, y más relajada en Tayikistán o Kirguizistán).

Otra característica común dentro de esa política de control, es la creación de agencias locales para dirigir los asuntos religiosos y controlar las estructuras religiosas. Con estas fórmulas se busca controlar la religión, al tiempo que se la intenta colocar al lado de los gobiernos locales. No obstante esta política, a tenor de los recientes acontecimientos se está demostrando que está abocada al fracaso. -


Txente REKONDO: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
Diari Gara, 20 de maig de 2005
www.euskalherria.com

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Comentaris

Stán... El país de...
20 mai 2005
Los kazajos; Kazajistán. Tras su independencia en 1991, numerosas compañías petrolíferas internacionales han buscado el control de sus fuentes energéticas. La población no se beneficia de estas y la anticuada infraestructura dificulta la exportación del gas y petróleo. El país tiene unas altas tasas de desempleo, inflación y pobreza, y la prostitución y el sida avanzan entre los jóvenes. La «lucha contra el terror» tiene un cooperante en el gobierno local. El pasado año más de 60 personas fueron detenidas por su presunta pertenencia a Hizb ut-Tahrir, y se prohibían varias organizaciones políticas.

Los kirguizes; Kirguizistán. Considerado uno de los estados más pobres de la antigua Unión Soviética, las reservas de petróleo pueden valer para el consumo local pero su explotación no es fácil. Los problemas con los vecinos (fronteras, agua) han sido fuente común de enfrentamientos. Tras el 11-S ha permitido el uso de una base a norteamericanos y de otra a los rusos. Este equilibrio político no ha garantizado su estabilidad y hace unos meses fue sacudido por una revuelta. Los oscuros intereses tras ella (al hilo de la ola de «revoluciones coloristas» patrocinadas por EEUU) han dado paso a un acuerdo político entre los dos principales dirigentes opositores de cara a compartir el poder. La situación económica es muy preocupante en las regiones del sur del país, donde las tasas de paro son muy elevadas.

Los tayikos; Tayikistán. Tras la cruenta guerra civil (1992-97), el país se recupera lentamente, y depende en buena medida de la asistencia de Moscú, que así asegura su presencia en la zona (la base militar de Dushanbe). La escasez de recursos energéticos le hace dependiente de sus vecinos y su difícil situación económica le dificulta el pago de esos recursos. A ello se le añade la cercanía a Afganistán y ser el primer paso de la ruta del narcotráfico hacia Rusia y Occidente.

Los turkmenos; Turkmenistán. Quinto país del mundo con mayores reservas de gas, es también rico en otros minerales y petróleo. Las dificultades para la exportación impiden que se beneficie como debiera de esa privilegiada situación. El régimen político es de «partido único», destacando el culto a la personalidad de su presidente Saparmyrat Niyazov. Últimamente ha desarrollado algunas leyes que permiten infringir los derechos humanos y las libertades civiles Es también el país más homogéneo étnicamente hablando, lo que le evita focos de tensión, que sí permanecen entre algunas tribus locales. Las élites locales se aprovechan de la explotación de los recursos para mantenerse en el poder, al tiempo que se enriquecen.

Los uzbekos; Uzbekistán. El país más poblado de Asia Central ha sido sacudido por la revuelta de Andizan. Denunciado por la ONU por el «uso sistemático» de la tortura y por el alto número de prisioneros, es al mismo tiempo el estado que tiene en su seno la mayor organización de fuerzas islamistas. Esto ha motivado que el gobierno incremente las medidas represivas contra esos grupos, en ocasiones de manera indiscriminada. El equilibrio del gobierno en materia de política exterior (mantiene apoyos de EEUU y Rusia) puede acabar volviéndose en su contra.

El valle de Fergana. Está región, que se divide entre varias de las repúblicas, es la zona más poblada y una de las más ricas en agricultura y recursos energéticos. Al mismo tiempo es el epicentro de las organizaciones islamistas y de su compleja red de instituciones sociales y religiosas. Su orografía la hace de difícil acceso, al tiempo que permite las filtraciones entre las fronteras «oficiales» establecidas. Sirva como ejemplo la actitud del gobierno uzbeco, que para acceder al valle mantiene un puesto de control que se asemeja a una frontera entre dos países. Con ello intenta aislar el valle del resto del país.

Actores internacionales. Tras el fin del proyecto de la Unión Soviética, las potencias internacionales pusieron sus ojos en esta región. Intereses como el control del gas y del petróleo, así como su importancia geoestratégica motivaron desde el primer momento los movimientos interesados. En un primer momento, actores como Turquía e Irán pretendieron aprovechar los lazos culturales e históricos, pero el impulso de otros agentes, como Estados Unidos, Rusia o China, les hicieron fracasar. Washington busca el control de las reservas energéticas, al tiempo que «amenazar» con su presencia a China y Rusia, y obstaculizar su en la región. Beijing continúa con su ayuda a los gobiernos locales para que rompan con la esfera económica de Moscú o Estados Unidos y caigan en la suya propia. Moscú no puede permitir ser desplazado de su posición, hegemónica en un tiempo, por los mismos motivos. Y más recientemente, Japón también ha entrado en la escena para defender sus intereses regionales.


Txente REKONDO
Diari Gara, 20 de maig de 2005
www.euskalherria.com

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