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Notícies :: amèrica llatina |
Argentina: El otro preso polÃtico
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per sebastian hacher Correu-e: sebastian ARROBA riseup.net (no verificat!) |
18 mai 2005
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El militante del MUP Gabriel Roser no fue, como la mayoría de los presos políticos en la Argentina, detenido durante o después de una movilización. Acusado de robo, fue encarcelado y está esperando fecha de juicio. El suyo es quizás uno de los primeros casos donde se aplica contra los movimientos sociales una de las técnicas policiales mas extendidas al momento de fraguar causas. |
“...Y me pareció oÃr que esta carcel hablaba, en sueños, sobre los crÃmenes y el castigo. Pensé, ¿quienes son los criminales?. ¿Quiénes son los castigados?...â€?.
A esas palabras quizás las leerá Gabriel esta la noche, poco después de poner un trapo contra la puerta y llenar la celda con todo el agua que pueda largar la canilla. Porque el penal de Magdalena –la ciudad de la Misericordia, según el cartel de la entrada- es moderna y está bien construida, y entonces hay que inundar es cuartito de dos por cuatro todas las noches, y a veces dormir en el piso, envueltos en ese charco de agua sucia. Es la única forma de soportar el calor.
Gabriel Roser, de 26 años, llegó a esa mole de cemento después de pasar una temporada en una comisarÃa y otra en la carcel de Olmos. Casi 9 meses atrás, cuando fue detenido, vivÃa en Billingurst, en un asentamiento a orillas del arroyo El Gato. Allà ofreció parte de su terreno para construir con maderas un comedor del Movimiento de Unidad Popular (MUP) que aglutina a los desocupados del barrio. Ese fue el primer delito que cometió, tal como lo reconoce ahora:
“Algo habré hecho, algo que no les gustó... Lo que yo hacÃa era pelear por mi barrio, por mi gente. Yo coordinaba la seguridad del movimiento, y veÃa todo; que nos sacaban fotos, que nos seguÃan en las marchas. SabÃa que iban a hacer algo contra nosotros, pero no me imaginaba que me iban a meter preso a mÃ.â€?
Viendo lo que sucedió después, ahora entiende que hubo señales muy claras de que lo tenÃan marcado: “Yo me la pasaba viajando de un lugar a otro, porque cada vez que querÃamos hacer una reunión con los compañeros de seguridad en La Plata, no se podÃa llegar, porque a todos nos paraba la policÃa por el camino.â€?
-La detención
Una tarde, Gabriel y sus compañeros decidieron limpiar la zanja cloacal que bordea su asentamiento. Esa fue, quizás, la gota que rebalsó el vaso. La obra comunitaria terminó de irritar al dirigente barrial del Partido Justicialista (PJ), con quién mantenÃan una permanente disputa. Los militantes del MUP acusaban a los “punterosâ€? de desviar para provecho propio parte de la ayuda social que llega al barrio. Estos, a su vez, reconocen en los movimientos de desocupados a unos de los principales enemigos del control social que pretenden ejercer.
La venganza de los punteros no tardó en llegar. El 29 de Abril del 2004, de madrugada, Gabriel y varios de sus compañeros estaban jugando a las cartas en su casa. Cuando sonaron golpes en la puerta, junto al grito de “¡policÃa!â€?, todos ellos pensaron que venÃan a pedir permiso para pasar hasta la orilla del arroyo.
Porque siempre pasaba eso: las persecuciones, en el barrio, terminaban en el agua. Todos lo habÃan visto pocos dÃas antes. Dos ladrones corrÃan por las calles del barrio, y cuando tuvieron oportunidad se metieron por el arroyo, bordeando la orilla y metiéndose al agua para escapar.
Pero esa noche no se iban a producir corridas. Los veinte policÃas que estaban en la puerta fueron entrando de a poco y obligaron a todo el mundo a ponerse contra la pared. Uno entró con una máquina de escribir y la apoyó sobre la mesa. Otro, el que dirigÃa el operativo, señaló a su objetivo con nombre y apellido: “A vos, Gabriel Roser, te venimos a buscarâ€?. Al mismo tiempo, los policÃas extendÃan el allanamiento al lindante comedor del MUP, rompiendo todo lo que los niños de la zona usan para alimentarse cada dÃa.
Esa noche, todavÃa nadie veÃa una relación clara entre la detención de Gabriel y las disputas polÃticas de la zona.
-Acusado
La zaga que terminó con Gabriel en la carcel, comenzó cinco dÃas antes de la detención, el 24 de Abril del 2004, cuando el ex -comisario Marcelo Rodolfo Toni se presentó en la ComisarÃa 6ta, la dependencia de donde años atrás se habÃa jubilado. Devenido en comerciante, Toni radicó ese dÃa una denuncia por robo contra su local. En su declaración, señaló que no conocÃa a los delincuentes, y ofreció una tÃmida descripción de sus fisonomÃas, para que sus colegas intenten investigar.
Dos dÃas después las cosas cambiaron. El comisario retirado se presentó a la justicia para ampliar su declaración, acompañado esta vez por un testigo: nada menos que el dirigente del PJ del barrio. Ambos, comisario y puntero, decÃan ahora conocer a dos jóvenes que habrÃan participado del asalto. El primero resultó ser un menor de edad, del que después se sabrá que en el momento del robo estaba preso en otra comisarÃa. El segundo habrÃa sido Gabriel Roser, de quienes los acusadores sabÃan nombre, apellido y dirección.
Luego de esa nueva declaración, los policÃas de la 6ta. le exhibieron al denunciante un "album de malvivientes", que es donde se guarda registro los rostros de los jóvenes fotografiados en las comisarÃas. Los procedimientos para conseguir esas fotos no son legales: la mayorÃa de ellas son tomas a jóvenes demorados por averiguación de antecedentes, jóvenes que no han cometido ningún delito y sobre los cuales no hay nada que justifique legalmente el registro policial. AsÃ, por ejemplo, consiguieron la foto de Gabriel, esa que aquella tarde señaló el ex comisario Toni. Claro que, para que todo parezca legal, el procedimiento para reconocerlo estuvo ratificado por dos testigos. Ambos, por casualidad, eran policÃas en actividad en la comisarÃa 6ta.
Cuando Gabriel fue detenido, el procedimiento se volvió a repetir. Al ex comisario Toni le pusieron a cuatro personas delante para una rueda de reconocimiento. “Ahà está, ese es el piquetero de mierdaâ€?, señaló, volviendo a identificar a quién ya habÃa dicho conocer desde hacÃa tiempo, por “haberlo detenido algunas veces mientras estaba en actividadâ€? y por la foto que sus colegas le habÃan mostrado dos dÃas antes de la detención.
En sÃntesis, a Gabriel Roser se lo acusó con un procedimiento por demás común en la policÃa bonaerense. La diferencia es que ya no sólo se usan esos métodos contra los jóvenes ‘indeseables’ en los barrios, sino que ahora lo extendieron a los movimientos sociales que se organizan en los territorios que policÃa y punteros polÃticos quieren controlar.
-En la carcel
Afuera, durante las movilizaciones, se encargaba de la seguridad de todo su movimiento. No se trata de un lugar que ocupen –como puede creer el desconocedor- hombres corpulentos y dispuestos a la pelea. Por el contrario, es un papel donde hay que dispuesto a ser solidario, a tener los ojos bien abiertos y a cuidar a todo el mundo.
Gabriel aprendió los secretos de esa tarea en los últimos tres años. “Jugaba un rol muy importanteâ€?, explica una de sus compañeras, “porque generaba mucha confianza con los compañeros. Se juntaban antes de cada movilización y charlaban todo. Él estaba en todos los detalles, pero también sabÃa escucharlos a todos...â€?.
Ahora, en el pabellón que comparte con otros 40 detenidos, se encarga de la limpieza, que es a la vez un trabajo y una forma de actuar como organizador de sus compañeros de encierro. “Para decidir que hacemos� , explica Gabriel, “nos juntamos y hablamos entre todos... Yo veo siempre que mejoras podemos conseguir. Ahora, por ejemplo, estamos viendo si nos dejan el patio hasta más tarde, y también si podemos pintar todo pabellón�.
También es un constante consejero de quienes comparten con él la vida tras las rejas. De ellos y sus problemas nos habla todo el tiempo. Señala, por ejemplo, a aquel de allá, que está al borde salir en libertad. Cuenta que lo metieron preso cuando tenÃa 20 años, que y ahora está por cumplir 29. No se quiere ir; porque se acostumbró a la vida adentro de la carcel y, además, desde que cayó preso no volvió a ver a su familia. “Dice que su vida está acá adentro, le da miedo estar afuera... Yo le digo que no, que tiene que salir, que tiene seguir luchando. Uno tiene que seguir libre con la mente, por mas que el cuerpo esté acá adentroâ€? . O ese otro de allá, que está detenido desde hace casi tres años, pero al que recién van a juzgar en el 2006. “Como no sabe leer y escribir, yo todos los dÃas le leo algo, o le voy contando sobre lo que estoy leyendo. Ahora lo convencà de que se anote para estudiar, para que por lo menos estar acá le sirva para algoâ€? .
-Esperanzas
â€?Pero a vecesâ€? , reconoce Gabriel, “lo que le decÃs a los demás es difÃcil aplicarlo para vos mismoâ€? . Una de esas ocasiones fue el viernes pasado, cuando un guardicarcel le alcanzó un papel que habÃa llegado a su nombre. En el lenguaje técnico de los juzgados, la carta era notificarlo del rechazo a su pedido de excarcelación. Era unanuncio de que las cosas seguÃrÃan como están: con la acusación pendiente, la espera incierta de la fecha del juicio, y una condena por adelantado, que se cumple antes de la sentencia.
Con noticias asÃ, los sentimientos se mezclan, y se vuelven dificil de explicar con palabras. Son esos momentos donde todo parece conspirar en contra. Para colmo, cuando cae la noche, uno ni siquiera puede uno sentarse a mirar las estrellas, porque quedan escondidas arriba de los reflectores que iluminan el penal. Y del otro lado del teléfono –en esa media hora bendita que tienen los presos para hablar- a veces no responde nadie, volviendo a los contestadores automáticos pruebas frÃas y crueles de que el mundo sigue girando sin nosotros.
“Es como tener un precipicio en frenteâ€? , explica Gabriel, “y te dan ganas de tirar todo ahÃ, de no seguir peleandoâ€? . Pero después entiende que no. Casi enseguida se convence de que hay que seguir, de que si “yo bajo los brazos, no se que les quedarÃa a los que están afuera, que también están peleando por mÃâ€?.
-Continuidades.
Es un ánimo que se renueva todos los Miércoles, cuando las puertas de la prisión se abren apenas lo necesario para dejar entrar a las visitas. Es una ceremonÃa repetida: los guardiacarceles revisan todo lo que traemos, pero no encuentran nada extraño, quizás porque estamos enterados hasta de las prohibiciones mas ridÃculas: las gaseosas, el dulce de membrillo y todo lo que venga en paquetes mas o menos cerrados.
Lo que sà pasan son los sobres con cartas, los papeles con los que Gabriel va a responder a cada uno de los que escribieron, y los libros que son devorados en una o dos tardes, para luego circular de mano en mano por todo el penal.
Es en uno de esos libros donde leerá la frase con la que comienza este artÃculo. Se trata de un ejemplar de “Pesadillaâ€?, el relato que el obrero polaco Pinie Wald escribió poco después de la Semana Trágica de Enero de 1919. Detenido en el departamento central de policÃa, el prisionero polÃtico de entonces narró en forma novelada como fue su detención y sus vivencias tras las rejas. En esas páginas, Gabriel Roser descubrirá que algunas cosas han cambiado. Pero también que muchas otras, quizás demasiadas, siguen igual.
Para escribirle a Gabriel o comunicarse con el MUP: elmup ARROBA argentina.com o prensamup ARROBA yahoo.com.ar |
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