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Notícies :: dones |
Tirar la Toalla
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per x fernanado buen abad |
07 mar 2005
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TIRAR LA TOALLA
con el Día de la Mujer
por Fernando Buen Abad Domínguez |
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TIRAR LA TOALLA
con el Día de la Mujer
por Fernando Buen Abad Domínguez
para barriodelcarmen.net
Hay que andar con pies de plomo cuando se incursiona en temas relativos a la intimidad, anatomía o fisiología femenina por lo frágiles que son las fronteras entre el desenfado y la ofensa. Seguramente hablar, publicitar o comercializar toallas femeninas disgusta a más de una sensibilidad, mientras a otra, le parece de lo más "natural" y cosmopolita, mantener informada a la población sobre los tipos, tamaños, diseños y virtudes de un artefacto "higiénico", "inocente" y "práctico" Dime qué toallas usas y te diré quién eres.
Fetichizadas por la cultura de masas, para cumplir con sus liturgias mercantiles, las toallas femeninas son algo más que discretos y absorbentes solucionadores de bochornos mensuales. Se las asocia con términos y conceptos que en su ambigüedad eufemizan trasfondos de intenciones mercadológicas bastante poco fieles a las problemáticas verdaderas de las mujeres. Confort, modernidad, seguridad, status y cientos de sucedáneos verborréicos manoseados para consolidar un estilo casi clásico en la publicística contemporánea. Imagen de individuos standarizados, prototipo de los valores más superficiales. Identidad femenina desechable. Lo que es acontecimiento cíclico de la naturaleza y expresión enigmática de la fertilidad se cubre con discursos moralistas y maniqueos evidenciados cuando, por oposición aparente, se esgrimen ideas de limpieza, discreción, femineidad, realización y dinamismo. La moraleja sigue siendo todo lo contrario. Detrás de la naturalidad aperturista con que se ofrece el discurso propagandístico se agazapa la ideología que ha hecho de la menstruación materia de satanizaciones brutales. Es el discurso que sobreentiende la sangre mensual como sinónimo de suciedad, animalidad, fealdad y peligro. Es el discurso de las consejas oscurantistas reaccionarias y represivas que siempre estigmatizaron a la mujer durante sus períodos menstruales. Es la ideología sometedora que apetece insistir en que ahora, para paliar el efecto desagradable producido por la "regla", y para ser "libre", "dinámica", "segura" y más mujer hay que usar productos novedosos, garantía de discreción. No hay apertura, hay ocultamiento sofisticado.
Tal vez para muchas mujeres, efectivamente, el uso de algunas soluciones ofrecidas por las toallas femeninas, alivien más o menos, las incomodidades menstruales que no todas sufren. Seguramente la investigación ha logrado avances que en términos de materiales, formas y costos resuelven lo que en otro tiempo fue asumido de manera distinta. Pero lo que debe ser atendido es asunto específico del desempeño cotidiano femenino con sus realidades y necesidades en sociedades misóginas incapaces de abanderar el respeto generalizado. Comenzando por su naturaleza.
La menstruación no es una "maldición divina", no es "suciedad" ni "mancha" en la dignidad. No tiene por qué ser ocultada, disfrazada, camuflada o eufemizada para tranquilizar a esperpentos asustadizos que se inquietan por toda manifestación orgánica. Hay que ponerlo en claro aunque parezca ridículo en pleno exitismo posmoderno neoliberal. Aún hoy en nuestras sociedades están presentes los mitos e ignorancias que marginaron a las mujeres por el hecho de menstruar. Se las apartó de los cultivos porque eran sospechosas de perjudicar las cosechas. Se las encerró en habitaciones especiales porque en períodos menstruales eran portadoras potenciales de enfermedades y calamidades en todo orden. Se las miró con desprecio porque "olían mal", porque estaban "poseídas", porque eran portadoras de "pecados originales" asociados con la "sangre sucia".
No es gratuito el peso de esa vergüenza atávica generada en las mujeres y no es casual que en la historia de su sometimiento esclavizante, algunos mitos de la menstruación sirvieran como puntales enfatizadores de tanta culpa descargada ferozmente en su contra.
Por la menstruación las mujeres también son víctimas de chistes morbosos, de incomprensión laboral y familiar, de sospechas y menosprecios que bien merecerían poner en tela de crítica a la sociedad entera. No se admite ni respeta el impacto general que sucede mensualmente sobre al estado general del ánimo, el rendimiento, los trastornos emocionales ni las revoluciones psicofísicas originadas durante los estadios premenstruales, menstruales y postmenstruales. Aunque según algunas mujeres es mucho lo que se exagera. Publicísticamente, se ha hecho del fenómeno, deporte demagógico audiovisual que tiene como coartada cuanto estereotipo se imagine. Juegan a la suavidad más cursi, propia del engaño pudoroso que se escurre entre imágenes y frases, prudentemente atrevidas y mojigatamente aperturistas. Hacen protagonizar a la mujer el rol de esa heroína vencedora de sus vergüenza ancestrales, en favor de un "mundo feliz" e higiénico, posible sólo si se engancha mensualmente (y para siempre) con el consumo del fetiche mercantil anunciado. Se da un tratamiento histórico a ese antes y después fronterizado por el uso de una toalla que en su sequedad escurre promesas jugosas de modernidad, aceptación y discreción. Avergonzar a los demás ha sido siempre buen negocio. Pregúntese a los comerciantes del pecado y la culpa. Por si fuera poco, el microclima ideológico posicionado por la publicística para crear un círculo vicioso entre la imagen femenina aceptada, "juvenil", y "abierta", con el pasado tenebroso del estigma, genera dependencias subliminales costosísimas para la sociedad. No omitamos el problema ecológico.
A una población desinformada sexológicamente, engañada con el manual del usuario feliz para los genitales, (perpetrado por los genios del control poblacional) y asustada con el pandemónium del SIDA,- más toda la herencia culpígeno religiosa y terapéutico redencional-,. le quedan pocas escapatorias. Tiene ante sí, la inteligencia mercenaria de quienes sólo quieren vender con eficiencia a cualquier costo lo que sea. Y se enriquecen impunemente.
Cada toalla femenina es además portadora de un principio consumista perfectamente inoculado en el paquete ideológico que la soporta. La oferta y la demanda apuntaladas con mercados copados, doctrinarismo publicitario, densidad poblacional y ciclicidad orgánica son plato magnífico donde se relamen los bigotes ciertas marcas. ¿ Dónde estarán todas las alternativas ideadas para el caso y dónde las políticas sociales de quienes no pueden ignorar la dimensión del tema? El gato cuida los bifes. Si las toallas femeninas son prácticas, cómodas, y liberadoras lo son por su carácter funcional y no por el fetiche mercantil en que se han convertido. Ni agregan ni restan personalidad a la usuaria. ¿Por qué no son una prestación laboral adicional ?
Pisar con pies de plomo los temas vinculados a la intimidad, sexualidad y fisiología femenina sirve de mucho para no herir susceptibilidades. Las fronteras entre lo cierto y lo falso son frágiles, la impunidad galopante, la desinformación pan diario y la crítica paupérrima.. Lo único que no podemos hacer ante esto, es tirar la toalla.
Fernando Buen Abad Domínguez
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Comentaris
Re: Tirar la Toalla
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per Yoques yoques@gmail.com |
07 mar 2005
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Bé. He provat a comentar l'article a Barrio del Carmen, però no hi ha espai, així que només estarà aquí.
Primerament es parla de l'operturisme. Que no anem cap a una opertura, sinó cap a minimitzar la vergonya i tot això. Però parlant amb dones, la gran majoria de vegades em trobo amb que ho ocultem nosaltres mateixes, avergonyint-nos de ser dones i passar pels processos naturals d'una vida saludable. Desafortunades som aquelles que no tenim un organisme que ens funcioni tal i com correspondria.
Però malgrat això, i parlant únicament des de la realitat que conec, trobo que els homes som en part responsables d'aquesta sensació d'avergonyiment. Frases odioses com "está con el tomate" o centenars d'altres que no penso esmentar, no sols molesten, sinó que avergonyeixen a qualsevol persona amb sensibilitat que les escolta.
Però malgrat tot, potser ens caldria remarcar la nostra posició.
Les dones, si ens sentim malament, expressar-ho i fer prevaldre el nostre dret a ser ateses i compreses sense cap mena d'avergonyiment o por a que a algú se li acudeixi tirar-nos en cara ser humanes.
Els homes, replicar a aquelles frases estúpides i sexistes que no ens aporten més que tensions i sentir que actuem com agresors. Potser és bò que en parlem amb serenitat, que deixem entendre que és un fet que acceptem i coneixem mitjana o extensament, sense saber-ne més del que sen's explica, perquè òbviament no ho podrem viure.
Algunes situacions a on una persona es pot sentir molt incòmoda és en una cita o en una relació sexual. Les dones hem de saber que a alguns homes els hi fa fàstic o es senten molt incòmodes, i els homes que a algunes dones els hi succeeix igualment. Potser és el peix que es mossega la cua, però hem de provar a canviar-ho.
D'igual forma, hi ha dones que es senten amb més ganes de fer l'amor quan tenen el període, i homes als quals els passa el mateix.
En aquests casos és preciós saber que l'únic que hem de fer és llençar la tovallola, però a rentar, no pas rendir-se.
I en l'aspecte ecològic, he llegit a algunes pàgines que se'n parla. Però no crec que cap dona amb horaris rígids estigui capacitada per a canviar aquest sistema de retenció pels "paños". I molt menys encara disposada.
Finalment vull esmentar que tinc constància que hi ha gent que ha après a muscular el cos per tal de poder retindre la regla fins el moment que s'està en un lloc adient per a deixar-la anar i poder netejar-se amb comoditat. Del que no en tinc constància és que algú es dediqui a explicar com controlar-ho, però estic convençudíssim@ que seria un gran avanç cap a una acceptació positiva.
Si podeu/voleu informar-me de qualsevol punt dels que he comentat, us agraïria que ho fessiu a la meva adreça electrònica també. |
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