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Notícies :: @rtivisme |
20 lugares mágicos de utiel
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per colectivo tierra viva Correu-e: colec_tierraviva ARROBA yahoogroups.com (no verificat!) |
29 nov 2004
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20 lugares mágicos es una iniciativa del colectivo tierra viva para llenar las calles de cultura y no de coches.
para eso pegamos 20 cuentos en 20 sitios de utiel para que la gente se encontrar un regalo en las calles, al ir paseando o al comprar el pan, en lugar de un coche te encuentras un cuento.
aquà están los cuentos, (los tenÃa en powerpoint y era más chulo pero no sé o no se puede mandar):
LA VASIJA CON RAJADURAS
Cuenta la leyenda india que un hombre transportaba agua todos los dÃas a su aldea usando dos grandes vasijas, sujetas en las extremidades de un pedazo de madera que colocaba atravesado sobre sus espaldas.Una de las vasijas era más vieja que la otra, y tenÃa pequeñas rajaduras; cada vez que el hombre recorrÃa el camino hasta su casa, la mitad del agua se perdÃa.Durante dos años el hombre hizo el mismo trayecto. La vasija más joven estaba siempre muy orgullosa de su desempeño, y tenÃa la seguridad de que estaba a la altura de la misión para la cual habÃa sido creada, mientras que la otra se morÃa de vergüenza por cumplir apenas la mitad de su tarea, aun sabiendo que aquellas rajaduras eran el fruto de mucho tiempo de trabajo.Estaba tan avergonzada que un dÃa, mientras el hombre se preparaba para sacar agua del pozo, decidió hablar con él:-Quiero pedirte disculpas ya que, debido a mi largo uso, sólo consigues entregar la mitad de mi carga, y saciar la mitad de la sed que espera en tu casa.El hombre sonrió y le dijo:-Cuando regresemos, por favor observa cuidadosamente el camino.Asà lo hizo. Y la vasija notó que, por el lado donde ella iba, crecÃan muchas flores y plantas.-¿Ves como la naturaleza es más bella en el lado que tú recorres? –comentó el hombre-. Siempre supe que tú tenÃas rajaduras, y resolvà aprovechar este hecho. Sembré hortalizas, flores y legumbres, y tú las has regado siempre. Ya recogà muchas rosas para adornar mi casa, alimenté a mis hijos con lechuga, col y cebollas. Si tú no fueras como eres, ¿cómo podrÃa haberlo hecho?"Todos nosotros, en algún momento, envejecemos y pasamos a tener otras cualidades. Es siempre posible aprovechar cada una de estas nuevas cualidades para obtener un buen resultado".(Autor: Paulo Coelho. Publicado en "El Semanal", nº 729.)
EL HUEVO, LA ZANAHORIA Y EL CAFÉ
Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difÃciles. No sabÃa cómo hacer para seguir adelante y creÃa que se darÃa por vencida. Estaba cansada de luchar. ParecÃa que, cuando solucionaba un problema, aparecÃa otro.Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allà llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estarÃa haciendo su padre.A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un recipiente. Sacó los huevos y los puso en un plato. Coló el café y lo echó en una taza. Mirando a su hija le dijo:-Querida, ¿qué ves?-Zanahorias, huevos y café –contestó-.La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego, le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Al sacarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Por fin, le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.-¿Qué significa esto, papá? -humildemente preguntó la hija-.Él le explicó que los tres elementos habÃan enfrentado la misma adversidad, el agua hirviendo, pero habÃan reaccionado de forma diferente:La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero, después de pasar por el agua hirviendo, se habÃa vuelto débil, fácil de deshacer.El huevo habÃa llegado al agua frágil. Su cáscara fina protegÃa su interior lÃquido. Pero, después de estar en agua hirviendo, su interior se habÃa endurecido.Los granos de café, sin embargo, eran únicos. Después de estar en agua hirviendo habÃan cambiado al agua.-¿Cuál eres tú? –le preguntó a su hija-. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?
Y ¿cómo eres tú? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?¿Eres un huevo que comienza con un corazón maleable, un espÃritu fluido, pero después de una muerte, una separación, un despido... te has vuelto duro y rÃgido? Por fuera te ves igual pero ¿eres amargado y áspero, con un espÃritu y un corazón endurecido?¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tu reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.¿Cómo manejas la adversidad? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?
(De autor desconocido, circulaba por un foro de Internet)
DE CÓMO ACABAR CON EL HAMBRE EN EL MUNDO
OÃd que rápida solución halló Poro, rey de los persas. "Donde un pobre muera de hambre dentro de nuestros muros, tomaré por cada pobre un rico. Y en la prisión también él morirá de hambre".
Nadie murió de hambre en aquel paÃs. Y los ricos no tuvieron que pasar hambre con los pobres, sino repartir algo de su abundancia. Federico Rückert (citado por Manuel Llano)
"Las Mil y una noches" (literatura popular árabe)
"Los dientes del Sultán"
En un paÃs muy lejano, al oriente del gran desierto vivÃa un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna.        El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que habÃa perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.        - ¡Qué desgracia mi Señor! - exclamó el Sabio - Cada diente caÃdo representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.        - ¡Qué insolencia! - gritó el Sultán enfurecido - ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquÃ!        Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que habÃa soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:        - ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.        Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salÃa del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:        - ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer Sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro.        - Recuerda bien amigo mÃo --respondió el segundo Sabio-- que todo depende de la forma en que se dicen las cosas... La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado...        - No olvides mi querido amigo --continuó el sabio-- que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad".         Dice el libro de los Proverbios: "Las palabras del hombre son aguas profundas, rÃo que corre, pozo de sabidurÃa... Con sus labios, el necio se mete en lÃos; con sus palabras precipitadas se busca buenos azotes... Cada uno comerá hasta el cansancio del fruto de sus palabras. La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias".
Prov 18,4.20-21.- Uno de los grandes desafÃos de la humanidad es aprender a comunicarse.   Â
TE COMPRO UNA HORA
El niño tenÃa once años. El niño era estudioso, normal y cariñoso con sus padres. Pero el niño le daba vueltas a algo en la cabeza. Su padre trabajaba mucho, lo ganaba bien y estaba todo el dÃa en sus negocios. El hijo le admiraba porque "tenÃa un buen puesto".Cierto dÃa el niño esperó a su padre, sin dormirse, y cuando llegó a casa, le llamó desde la cama:
– Papá –le dijo- ¿cuánto ganas cada hora?.– Hijo, no sé, bastante. Pon, si quieres, dos mil pesetas. ¿Por qué?– QuerÃa saberlo.– Bueno, duerme.
Al dÃa siguiente, el niño comenzó a pedir dinero a su mamá, a sus tÃos, a sus abuelos. En una semana tenÃa mil quinientas pesetas. Y al regresar otro dÃa, de noche, su padre, le volvió a llamar el niño:
– Papá, dame quinientas pesetas que me hacen falta para una cosa muy importante...– ¿Muy importante, muy importante? Tómalas y duerme.– No, papá, espera. Mira. Tengo dos mil pesetas. Tómalas. ¡Te compro una hora! Tengo ganas de estar contigo. De hablar contigo. A veces me siento muy solo. Y tengo envidia de otros chicos que hablan con su padre...
El padre le abrazó.(Del libro "Dios de perfil y ochenta minifábulas más" de FermÃn de Mieza)
LEYENDA CHINA
Cierto dÃa, un sabio visitó el infierno. AllÃ, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenÃan cara de hambrientos y el gesto demacrado: TenÃan que comer con palillos; pero no podÃan, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguÃan llevarse nada a la boca.Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allà habÃa una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenÃa la cara desencajada; todos los presentes lucÃan un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allÃ, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenÃa enfrente.(Tomada de www.solidaridad.net)
El origen de la coca
Antiguamente vivÃa una anciana muy perezosa, permanecÃa durmiendo y no trabajaba. La comunidad la detestaba mucho.
Cuentan que un dÃa estaba durmiendo y al amanecer, de repente llegó otra anciana y le dijo: levántate que ya amaneció, deja de ser perezosa, te aconsejo que para dejar la pereza debes regar esta semilla que te regalo para que al dÃa siguiente la siembres con mucho cariño y a diario la cuides para que nazca y crezca; cuando crezca debes coger las hojas, tostarla en la candela y después la masticas. Al masticara sentirás fuerza para trabajar, además de sabiduria y poder.
Te recomiendo esta planta para que te cuides, la protejas y asà tengas valor, poder y conocimiento por siempre.
Dicho esto la anciana regresó por el camino por donde llegó.
La anciana perezosa cogió la semilla, la sembró y la cuidó conforme le ordenó la otra anciana. Con el tiempo nació y creció una planta muy hermosa y al jecharse cogió las hojas, las secó en la candela la masticó y desde ese mismo momento desapareció la pereza, se volvió trabajadora e inteligente y con muchos conocimientos de la vida.
Lo sucedido fue comunicado a la comunidad de este cambio y toda la gente fue a pedir que les regalaran de esta semilla y desde este momento la utilizaron a diario en la comunidad en los rituales.
Por eso hoy en dÃa seguimos utilizando la coca y la cuidamos por ser un valor que nos da fuerza de vida. Con esta planta la madre tierra nos regala energÃa.
Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy felices, y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con ancora de rubÃes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te ataras a la muñeca y pasearas contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo fragil y precario de tà mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgandose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerÃas, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demas relojes. No te regalan un reloj, tu eres el regalado, a tà te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Cortazar, extraÃdo de Historias de cronopios y de famas.
Instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.En la plaza del Quirinal, en Roma, hay un punto que conocÃan los iniciados hasta el siglo XIX, y desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dióscuros que luchan con sus caballos encabritados.En AmalfÃ, al terminar la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar a un perro más allá de la última farola.Un señor está extendiendo pasta dentrÃfica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas, una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.Al abrir el ropero para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la cabeza y sonrÃe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraÃdamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.
Cortazar, extraÃdo de Historias de cronopios y de famas.
La dignidad y el arte
Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué. Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibà hace años, en un teatro de Asis, en Italia. HabÃamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no habÃa nadie. Ella y yo éramos los únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla. Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala. Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.
Eduardo Galeano
Celebración de la fantasÃa
Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me habÃa despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podÃa darle la lapicera que tenÃa, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecà dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigÃan, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frÃo, pieles de cuero quemado: habÃa quien querÃa un cóndor y quién una serpiente, otros preferÃan loritos o lechuzas y no faltaba los que pedÃan un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca: -Me lo mandó un tÃo mÃo, que vive en Lima -dijo
-Y anda bien -le pregunté -Atrasa un poco -reconoció.
Eduardo Galeano
Quiero curarme de ti
Espero curarme de ti en unos dÃas. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad. ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se pueden reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están están entre dos gentes que no se dicen nada. Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú saber cómo te digo que te quiero cuando digo: "qué calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?,"se hizo de noche"... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mÃas, te he dicho "ya es tarde", y tú sabÃas que decÃa "te quiero".) Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Jaime Sabines
Historia de la pájara
Historia de la pájara
Que perdió una pata.
Ya sus hijos habÃan quebrado los huevos y asomaban chillando en el nido. La Tenquita voló a buscarles comida. Era invierno en Colchagua y la nieve le heló una pata. La pájara protestó:
-¿Por qué me has dejado coja?
Y la nieve:
-Porque el sol me derrite.
Y la Tenquita se quejó al sol, y el sol:
-Porque la niebla me tapa.
Y la niebla:
-Porque el viento me corre.
Y el viento:
-Porque la pared me tapa.
Y la pared:
-Porque el ratón me agujerea.
Y el ratón:
-Porque el gato me come.
Y el gato:
-Porque el perro me corre.
Y el perro:
-Porque el palo me pega.
Y el palo:
-Porque el fuego me quema.
Y el fuego:
-Porque el agua me apaga.
Y el agua:
-Porque la vaca me bebe.
Y la vaca:
-Porque el cuchillo me mata.
Y el cuchillo:
-Porque el hombre me afila.
Y el hombre:
-Porque Dios me hizo.
Andando a los tumbos, la Tenquita cantó en busca de Dios. Y Dios la escuchó, y entonces ella le pregunto porque hizo al hombre que afila el cuchillo que mata a la vaca que bebe el agua que apaga el fuego que quema el palo que pega al perro que corre al gato que come al ratón que agujerea la pared que ataja el viento que corre a la niebla que tapa al sol que derrite a la nieve que me ha helado la pata.
-Ay, Tenquita- dijo Dios-. Yo tuve que hacer al hombre para que el hombre me hiciera a mÃ.
Oda a la pacificación
No sé hasta donde irán los pacificadores con su ruido
Metálico de paz
Pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocan
Pólizas contra la pacificación
Y hay quienes reclaman la pena del garrote para quienes
No quieren se pacificados
Cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran
A pacificar
Y a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro
Es claro que siempre hay algún necio que se niega a ser
Pacificado por la espalda
O algún estúpido que resiste la pacificación a fuego lento
En realidad somos un paÃs tan peculiar
Que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será
Mario Benedetti
Oda a la pacificación
No sé hasta donde irán los pacificadores con su ruido
Metálico de paz
Pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocan
Pólizas contra la pacificación
Y hay quienes reclaman la pena del garrote para quienes
No quieren se pacificados
Cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran
A pacificar
Y a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro
Es claro que siempre hay algún necio que se niega a ser
Pacificado por la espalda
O algún estúpido que resiste la pacificación a fuego lento
En realidad somos un paÃs tan peculiar
Que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será
Pero si
Pese a todo
No puedes evitarlo
Y congelas el júbilo
Y quieres con desgana
Y te salvas ahora
Y te llenas de calma
Y reservas del mundo
Sólo un rincón tranquilo
Y dejas caer lo párpados
Pesados como juicios
Y te secas sin labios
Y te duermes sin sueño
Y te piensas sin sangre
Y te juzgas sin tiempo
Y te quedas inmóvil
Al borde del camino
Y te salvas
Entonces
No te quedes conmigo.
Un guerrero de la luz siempre hace algo fuera de lo común .
Puede bailar en la calle mientras se dirige al trabajo, mirar los ojos de un desconocido y hablar de amor a primera vista, defender una idea que puedu parecer ridÃcula. Los guerreros de la luz se permiten tales dÃas.
No tiene miedo de llorar antiguas penas ni de alegrarse con nuevos descubrimientos. Cuando siente que llegó el momento, lo abandona todo y parte hacia su aventura tan soñada. Cuando entiende que está en el lÃmite de su resistencia, sale del combate, sin culparse por haber hecho alguna locura inesperada.
Un guerrero no pasa sus dÃas intentando representar el papel que los otros escogierón para él.
ExtraÃdo del “Manual del guerrero de la luzâ€?, Paulo Coelho
La burocracia
Sixto MartÃnez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla.
En medio del patio de ese cuartel, habÃa un banquito. Junto al banquito, un soldado hacÃa guardia. Nadie sabÃa por qué se hacÃa la guardia del banquito. La guardia se hacÃa porque se hacÃa, noche y dÃa, todas las noches, todos los dÃa, y de generación en generación los oficiales transmitÃan la orden y los soldados la obedecÃan. Nadie nunca dudo, nadie nunca preguntó. Si asà se hacÃa, y siempre se habÃa hecho, por algo serÃa.
Y asà siguió siendo hasta que alguien, no sé que general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. HacÃa treinta y un años, dos meses y cuatro dÃas, un oficial habÃa mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca.
Eduardo Galeano.
EL JILGUERO
Cuando volvió al nido, con un gusanito en la boca, el jilguero no encontró a ninguno de sus hijitos. Alguien, durante su ausencia, se los habÃa robado. El jilguero empezó a buscarlos por todas partes, llorando y trinando; todo el bosque resonaba con sus desesperados reclamos, pero nadie respondÃa. Un dÃa dijo:
-Me parece que he visto a tus hijos en casa del campesino.
El jilguero voló lleno de esperanza, y en poco tiempo llegó a casa del campesino. Se posó en el tejado: no habÃa nadie. Bajó a la era: estaba desierta. Pero al levantar la cabeza vio una jaula en la ventana. Sus hijos estaban dentro, prisioneros. Cuando lo vieron, agarrado a los palos de la jaula, se pusieron a piar pidiéndole que los liberase. Él trató de romper con el pico y las patas los barrotes de la prisión, pero fue en vano. Entonces, llorando con desconsuelo, los dejó.
Al dÃa siguiente volvió el jilguero de nuevo ala jaula donde estaban sus hijos. Los miró. Después, a través de los barrotes, los besó uno tras otro, por última vez.
HabÃa llevado a sus crÃas una hierba venenosa, y los pajaritos murieron.
-Mejor morir -dijo- que perder la libertad.
Leonardo da Vinci
Carta al rey Melchor
Mi majestad, espero no ofenderle ni irritarle majestad , pero mi deseo es casarme con su hijita, majestad. Quizá sea una osadÃa pedir la mano de su hija, no me creais oportunista ni un playboy, mi majestad. No pretendo enriquecerme ni quiero palacios, ni pajes, ni yates, no quiero ser duque o tener chamberlanes no deseo aprovecharme ni robarles nada, es cuestión de amor. Que estoy loco de amor por la princesa, majestad. Entiéndalo rey mÃo. Por favor, compréndalo. Aunque sea soberano, supongo que será humano. Como el resto de sus siervos también tendrá sentimientos. Yo sé que vos realmente también os cagáis y folláis y sudáis como yo. Esto es real asà que présteme un poquito de atención. Le hablaré fráncamente, frente a frente, majestad. Quizá yo no sea el yerno que soñó mi majestad. Nunca tuve dinero, ni soy conde o caballero. No llego ni a hidalgo ciudadano raso. Mi estirpe no es noble pero mi nobleza me obliga a decirle la verdad. SerÃa mentirle si digo que tengo respeto por la monarquÃa. Siempre me he cagado en las dinastÃas y en las patrias putas, las banderas sucias, los reinos de mierda, y en la sangre azul. Mi majestad, ahora es el real decreto del corazón mi majestad. Que me arrastra y hace que reniegue por amor, mi majestad. Pues si la fé mueve montañas, el amor remueve el alma. Y hasta el ser más consecuente ante el amor pierde su honor. Yo por amor soy capaz de mandar a la mierda mis firmes principios de republicano, cambio de camisa y rindo peitesÃa a la monarquÃa. Que viva el amor, que me convirtió en su esbirro, majestad. Tan sólo de pensar que quisiérais ser mi suegro, majestad. Ya le adoro, le adulo y hasta le besó en el culo, le prometo ser bueno, un digno yerno, majestad. Si me caso, me transformo, como en ese cuento. Aquel sapo que por un beso se convirtió en prÃcipe encantado. Y asà por un beso de su princesita también yo me vuelvo en todo lo que usted quiera. Seré su súbdito amado, su sumiso esclvo, su obediente criado, su subordinado y devoto lacayo. Lo juro ante Dios, ante el cielo y la biblia. Que viva el rey, viva el rey, que viva la monarquÃa.
Albert Pla
Quiero
Quiero que me oigas sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confÃes en mà sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mÃ.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mÃ.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mÃ.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mÃas que más te disgusten.
Que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas...que hoy puedes contar conmigo...
Sin condiciones.
Jorge Bucay
El guerrero de la luz no cae en la trampa de la palabra “libertad� .
Cuando su pueblo está oprimido, la libertad es un concepto claro. En esos momentos, usando su espada y su escudo, lucha hasta perder el aliento o la vida. Ante la opresión, la libertad es simple de entender, es lo opuesto a la esclavitud.
Pero a veces, el guerrero escucha a los más viejos diciendo: “ cuando pueda dejar de trabajar seré libreâ€?. Y apenas transcurrido 1 año, se quejan: “ la vida es solamente tedio y rutinaâ€?. En este caso, la libertad es difÃcil de entender; significa ausencia de sentido.
Un guerrero de la luz está siempre comprometido. Es esclavo de su sueño, y libre en sus pasos.
ExtraÃdo del “Manual del guerrero de la luzâ€?,
Paulo Coelho |
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