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Notícies :: antifeixisme : criminalització i repressió : guerra
Sobre los atentados en EU. Robert Fisk, Michael Moore
11 set 2004
Por qué no voy por el Oscar. Michael Moore

No debimos permitir que 19 asesinos cambiaran el mundo. Robert Fisk
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Michael Moore

Por qué no voy por el Oscar

Hace poco cené con un conocido encuestador que había trabajado a menudo para los republicanos. Me dijo que cuando fue a ver Fahrenheit 9/11 se perturbó tanto, que dos veces tuvo que salir a dar unos pasos por el vestíbulo para tranquilizarse.

"La Casa Blanca de Bush dejó abierto un gran vacío cuando llegó el momento de explicar la guerra al pueblo estadunidense", me dijo. "Y tu película ha llenado ese vacío: ahora no hay forma de vencerla. Es la bomba atómica de esta campaña."

Me contó que había realizado una encuesta informal con el público que acudía a ver Fahrenheit 9/11 en tres ciudades diferentes y los resultados fueron siempre iguales. "En esencia, 80 por ciento de las personas que entran a ver tu película son votantes por Kerry, y la película los inflama en una forma que rara vez se ve en los demócratas.

"Pero -añadió-, he aquí la mala noticia para Bush: aunque 80 por ciento de los que entran a ver tu película son votantes de Kerry, 100 por ciento de los que salen de verla son votantes por Kerry. Nadie puede salir de esta película diciendo: 'voy a votar con convicción y entusiasmo por George W. Bush'."

Sus descubrimientos son similares a los de otras encuestas llevadas a cabo a todo lo ancho del país. En Pensilvania, un sondeo de Keystone mostró que 4 por ciento del apoyo a Kerry proviene de personas que decidieron votar por él después de ver Fahrenheit 9/11 y, en una elección que será muy cerrada, 4 por ciento es un margen amplísimo. Una encuesta de Harris encontró que 44 por ciento de republicanos que vieron el filme lo califican de "positivo". Otro sondeo, que se dará a conocer esta semana, muestra un cambio de 21 puntos en la tasa de aprobación de Bush entre públicos integrados por indecisos a quienes se exhibió la película en Ohio.

Mi amigo encuestador me dijo creer que si Kerry gana, Fahrenheit 9/11 será una de las tres principales razones de su victoria. Su único problema, añadió, es cuántas personas podrán verla antes del día de elecciones. Mientras menos la vean, mejor para Bush.

Sin embargo, ya 20 millones de personas la han visto... y la encuesta de Gallup señaló que 56 por ciento del público estadunidense ha visto o planea verla ya sea en cine o en video casero. El dvd y el video casero de nuestra película, gracias a que los distribuidores atendieron nuestras súplicas de ponerlos a la venta antes de noviembre, estarán en las tiendas el 5 de octubre. Es una muy buena noticia.

Pero ¿se podrá exhibir también en televisión? Planteé esta posibilidad en la entrevista que publicó Rolling Stone esta semana. Nuestro contrato con el distribuidor del dvd dice que no. Le pedí que deje exhibirla una sola vez, quizá la noche anterior a la elección. No hay trato hasta ahora, pero no he renunciado a intentarlo.

El único problema con mi deseo de poner esta película frente al mayor número posible de estadunidenses es que, si se exhibe en televisión, no seré elegible para someter Fahrenheit 9/11 a consideración de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas para el premio al mejor documental. Las reglas de la academia prohíben exhibir en televisión un documental en los nueve meses siguientes a su presentación en cines (las cintas de ficción no están sujetas a esa restricción).

Si bien nuestro distribuidor de video casero no me ha dado seguridades de que me permita exhibir la película una sola vez en televisión -y las probabilidades son de que no-, he decidido que es más importante correr ese riesgo y esperar, contra toda probabilidad, que pueda convencer a alguien de ponerla en tv, aunque sea la noche anterior a la elección.

Por lo tanto, he decidido no someter Fahrenheit 9/11 a consideración para el Oscar al mejor documental. Si hay la más remota posibilidad de que este filme pueda ser visto por unos cuantos millones de estadunidenses más antes de la elección, eso es más importante para mí que ganar otro Oscar por documental. Ya tengo una estatuilla en esa categoría. Sería bonito tener otra, pero no tanto como volver a poner este país en manos de la mayoría.

La fecha límite para presentar este filme a consideración para el Oscar fue el miércoles pasado. Les dije a mis colaboradores en esta cinta: dejemos que alguien más se lo lleve. Ya hemos ayudado a disparar el mejor año de la historia para las películas que no son de ficción. ¡La semana pasada, uno de cada cinco filmes que se exhibían en los cines de todo el país era un documental! Jamás se había visto algo así. Si ha habido tantas excelentes películas de este género este año, ¿por qué no hacernos a un lado y compartir con alguien más lo que tenemos? Quitemos este gorila de 400 kilos de esa categoría del Oscar y dejemos que las cinco cintas que sean postuladas obtengan toda la atención que merecen (en vez de que el enfoque se concentre en un filme que ya ha recibido más atención de la que le tocaba).

He leído mucho que Fahrenheit 9/11 es una "apuesta segura" para el Oscar al mejor documental de este año. No creo que nada sea en realidad una "apuesta segura". Y a final de cuentas, me parece que es bueno para nuestra alma renunciar a algo que alguien dice que puede ser nuestro con tanta facilidad (pregúntenle al nadador olímpico Michael Phelps por qué cedió a su puesto en la última competencia a alguien con los mismos merecimientos, y sabrán de qué hablo).

He informado a los distribuidores de mi decisión. Ellos me apoyan (de hecho, después me ofrecieron presentar nuestro filme en todas las demás categorías en las que es elegible, inclusive mejor película... así que, oigan, ¡quién sabe, tal vez llegue a completar ese discurso de aceptación del Oscar que empecé en 2003! Era broma, lo siento).

No renuncien a sus esperanzas de ver Fahrenheit 9/11 por tv antes de la elección. De hecho, yo contaría con no verla allí (ya me conocen, siempre voy tras algo que probablemente no debería). Vayan pronto al cine, si no lo han hecho ya, o cómprenla en la tienda de videos en octubre y hagan una reunión en casa para exhibirla. Compártanla con todos los que conozcan, en especial sus amigos que no votan. He incluido 100 minutos de extras en el DVD: impactantes escenas obtenidas después de que filmamos la película, y algunas cosas que van a poner a Karl Rove, el propagandista de Bush, en un estado de depresión permanente. ¡Ya les contaré de eso más tarde!

Gracias por todo su apoyo. Y vayan a ver Super size me, Control room, The corporation, Orwell Rolls over in his grave, Bush's brain, los filmes de Robert Greenwald y el próximo estreno Yes men. ¡No se arrepentirán!


Traducción: Jorge Anaya


http://www.jornada.unam.mx/2004/sep04/040911/09aa1esp.php?origen=index.h

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Robert Fisk

No debimos permitir que 19 asesinos cambiaran el mundo

Así que tres años después de los crímenes internacionales contra la humanidad en Nueva York, Washington y Pennsylvania, estamos bombardeando Fallujah. Perdón, ¿cómo dijo? Levanten la mano los que habían oído hablar de Fallujah el 11 de septiembre de 2001. O de Samarra. O de Ramadi, O de la provincia de Anbar, o de Amarah. O de Tel Afar, nuestro más reciente blanco en la "guerra contra el terror", y eso que la mayoría de nosotros encontraría muy difícil encontrar esta ciudad en el mapa (en el norte de Irak, busquen Mosul, y vá-yanse dos centímetros a la izquierda). Ay, qué telaraña tan enredada tejemos la primera vez que practicamos el engaño.

Hace tres años, el único tema era Osa-ma Bin Laden y Al Qaeda, pero luego del escándalo de Enron -un profesor de Nueva York fue quien me señaló el punto en que la retórica cambió- se empezó a hablar de Saddam Hussein, de sus armas de destrucción masiva listas en 45 minutos, de los abusos a los derechos humanos en Irak. El resto es historia. Ahora, al fin, los estadunidenses admiten que amplias zonas de Irak están fuera del control del gobierno. Ahora los vamos a tener que "liberar" otra vez.

De esa misma forma volvimos a liberar Najaf y Kufa, para "matar o capturar a Moqtada Sadr", según el general brigadista Mark Kimmet. Lo mismo hicimos durante el sito en Fallujah, en abril pasado, cuando aseveramos, o al menos lo hicieron los marines estadunidenses, que íbamos a eliminar el "terrorismo" en esa ciudad. Desde entonces, el comandante militar local fue decapitado y Fallujah sigue fuera del control del gobierno, y es por eso que seguimos ejecutando sobre esa ciudad, regularmente, sangrientos bombardeos.

Durante las últimas dos semanas he aprendido mucho sobre el odio que los iraquíes sienten hacia nosotros. Revisando mis libretas de notas de los años 90, he encontrado página tras página de evidencias que escribí a mano de la rabia iraquí, la furia por las sanciones que mataron a medio millón de niños, la indignación de los médicos ante nuestro uso de bombas de uranio empobrecido en la Guerra del Golfo de 1991 (también las empleamos el año anterior, pero analicemos una ira a la vez), y encontré también un profundo y perecedero resentimiento hacia nosotros: Occidente.

En un artículo que escribí para The Independent en 1998 me pregunté por qué los iraquíes no nos destrozaban, miembro por miembro, que fue exactamente lo que algunos iraquíes le hicieron a mercenarios estadunidenses a los que asesinaron en Fallujah, en abril pasado. Pero esperábamos ser amados, bienvenidos, saludados, agasajados y abrazados por estos pueblos. Primero bombardeamos Afganistán, país que estaba prácticamente en la edad de piedra, para proclamar que lo habíamos "liberado". Y luego invadimos Irak para "liberar" también a los iraquíes. ¿No nos iban a adorar los chiítas? ¿No nos libramos de Hussein? Bueno, la historia cuenta otra versión. Nos deshicimos de el rey musulmán sunita Feisal y de los mu-sulmanes chiítas en los años 20. Luego, los alentamos a levantarse contra Saddam en 1991 y los dejamos morir en las cámaras de tortura de ese régimen. Y ahora rehabilitamos a los viejos bandidos de Saddam; a sus torturadores, y los entronizamos de nuevo para que "combatan el terror", mientras si-tiábamos a Moqtada Sadr en Najaf.

Todos tenemos recuerdos del 11 de septiembre de 2001. Yo iba en avión hacia estados Unidos y el jefe de asuntos internacionales de The Independent me informó por teléfono satelital de cada nueva matanza en Estados Unidos. Se lo dije al capitán, y tanto la tripulación como yo revisamos el avión buscando posibles pilotos suicidas. Creo que encontramos a unos 13, pero claro, to-dos ellos eran árabes completamente inocentes. Pero esto me mostró el nuevo mundo en el que se suponía que debíamos vivir. "Ellos" y "nosotros".

En mi asiento, comencé a escribir el artículo que debía entregar al periódico esa noche. Me detuve y le pedí al despacho del diario, mientras el avión cargaba combustible en Irlanda antes de volver a Europa, que me comunicara con alguien a quien pudiera dictarle mi artículo, porque sólo "platicándole" mi historia podía encontrar las palabras que no hallaba al tratar de escribir. Así que "platiqué" mi reporte sobre la aventura, la traición y las mentiras en Medio Oriente, de injusticias, crueldad y guerras, y lo que todo esto desencadenó.

En los días que siguieron aprendí lo que esto significó. El sólo hecho de preguntarse por qué los asesinos del 11 de septiembre habían cometido sus sangrientos actos le valía a uno ser acusado de "simpatizar" con el terrorismo. Sólo preguntar qué había pasado por sus mentes era apoyarlos. Cualquier policía, ante un crimen, busca un móvil, pero ante uno internacional contra la humanidad no se nos permitía hacer lo mismo.

Las relaciones de Estados Unidos con Medio Oriente, especialmente la naturaleza de su relación con Israel, sería un tema en torno al cual no habría discusión ni cuestionamiento alguno. Tres años más tarde, he entendido lo que esto significa. No hagan preguntas. Aun cuando casi me mata un grupo de afganos, en diciembre de 2001, furiosos familiares de muertos en bombardeos de aviones B-52. El diario The Wall Street Journal anunció en un encabezado que "recibí mi merecido", por ser yo un "multiculturalista". Aún recibo cartas di-ciéndome que mi madre, Peggy, era hija del (comandante nazi) Adolf Eichmann.

Peggy estuvo en Alemania, en 1940, reparando radios en Spitfires dañados, como lo recordé en su funeral, en 1998. Durante sus servicios, en una pequeña iglesia de piedra en Kent, sugerí enojado que si Bill Clinton hubiera gastado tanto dinero en la investigación del mal de Parkinson como el que invirtió en los misiles crucero que lanzó contra Bin Laden (debe haber sido la primera vez que alguien pronunciaba ese nombre dentro de esa capilla), tal vez mi madre no estaría en un ataúd junto a mí.

Mi madre falleció tres años y un día antes del 11 de septiembre de 2001. Pero hay algo en lo que ella, estoy seguro, estaría de acuerdo conmigo: que no debíamos permitir que 19 asesinos cambiaran al mundo. George W. Bush y Tony Blair están haciendo su mejor esfuerzo para que los asesinos cambien al mundo. Por eso estamos en Irak.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

http://www.jornada.unam.mx/2004/sep04/040911/026a1mun.php?origen=index.h

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Comentaris

Re: Sobre los atentados en EU. Robert Fisk, Michael Moore
11 set 2004
que mas da que gane Kerry o Bush, son la misma mierda!
No envíen más muchachos a morir - Michael Moore
11 set 2004
No envíen más muchachos a morir


Michel Moore
USA Today/Granma


Esta noche George W. Bush tiene un show, y no puedo esperar a oír lo que tiene que decirle a la Convención Republicana.

Hasta ahora ha sido una semana emocionante y mi momento favorito fue el de las rebeldes gemelas Bush, quienes en unos pocos minutos manifestaron su promesa de recompensar a sus padres y a toda la autoridad en general. Revelaron el apodo que sus padres les daban a cada una: Bushie o Bushy. Parece que pusieron en situación difícil a su abuela con un chiste del show televisivo sobre sexo "Sex and the City". Hasta llegaron a decir que habían visto a sus padres "contonéandose como si fueran a sacar una foto en Polaroid." Eso se me quedó grabado en la mente toda la noche.

No obstante, me gustaron estas hermanas Bush: estuvieron graciosas, pícaras e independientes. En 1999 le dijeron a su padre en claros términos que no querían que se postulara a la presidencia. Lo querían en casa, querían privacidad, e ir en paz a la escuela superior. Pero ignoró él sus peticiones —y creo que el martes por la noche expresaron su manera de decir "Gracias, papá."

Y hay que agradecerlas. Tanto él como Laura han hecho un gran trabajo criando a dos muchachas brillantes e independientes. Le dio mucha importancia a su privacidad e hizo lo que pudo para protegerlas. Está claro que aman a sus padres, y cuando se observa que es así, se sabe que los Bush hicieron algo bien en su hogar. Hay que alabarlos por eso.

Otros padres y madres que aman a sus hijas e hijos en todos los Estados Unidos no pueden celebrar con ellos. Porque sus hijos están muertos en las calles y camino de Iraq, enviados allí por Bush para "defender" a la nación.

Esta semana, en una comparecencia antes de su llegada aquí el miércoles por la noche, Bush reconoció haber hecho un cálculo erróneo de lo que pasaría en Iraq después que lo invadiera. Creía que iba a ser mucho más fácil, pero resultó peor.

Eso debe consolar algo a los padres de casi 1 000 soldados valientes, que están muertos por su cálculo erróneo. Si yo hiciera un cálculo erróneo y arrollara a un niño en la calle, ¿qué cree que me pasaría? ¿Usted cree que los polizontes dirían: "Oiga, señor Moore, usted hizo lo mejor que pudo, manejando por esta calle; cometió un error, el muchacho está muerto, pero usted está tratando de salvar el mundo, así que, siga su camino". Algo me dice que esto no ocurrirá. Lo que no entiendo es que Bush comete un error y piensa que tiene derecho a continuar en su trabajo.

Esperemos que no obtenga su inspiración de Richard Nixon, el mismo que Arnold Schwarzenegger alabó la noche del martes como su razón para hacerse republicano. Hay que darle un premio a Arnold por su valor. Él sería el primer orador republicano en la Convención que menciona a Nixon desde que renunció. Nixon tomó el poder en 1968 con un plan secreto para concluir la guerra de Viet Nam.

Otro cálculo erróneo: La guerra continuó varios años, y miles murieron.

Me gustaría oír a Bush disculpándose esta noche ante los padres y seres queridos de los que cayeron en Iraq. Me gustaría oírle decir que sabe lo que significa amar a sus hijos y que él, en su mejor conciencia, no puede enviar más muchachos a perecer.

Me gustaría oírle decir esta noche "Lo siento". Que "nunca hubo armas de destrucción masiva y que nunca hubo conexión entre Saddam Hussein y el 11 de septiembre. No había amenaza inminente, nuestras vidas no estaban en peligro, ningún misil iba a caer sobre Cleveland. Dado nuestro empeño de echarle mano al segundo mayor suministrador de petróleo del mundo, sacrificamos a miles de nuestros hijos e hijas, lo que mucho lamentamos". Creo que un muchacho puede soñar.

La otra cosa que me gustaría oír esta noche es: ¿Por qué no han agarrado a Osama bin Laden? Han tenido tres años para encontrarlo. Ese hombre mató a casi 3 000 personas en nuestro propio país.

Tal vez Bush no tenga una explicación más mala por no haber podido hacerlo. Bueno, si el perrero de su ciudad no ha podido agarrar a un perro salvaje que se ha escapado, mordiendo a la gente por tres años, ¿cual sería la oportunidad de este perrero para su reelección? No muy buena.

Así también debiera ser con Bush.

A menos que tenga las respuestas esta noche. Tal vez tenga alguna razón o puede aceptar la responsabilidad por sus acciones y prometa no mandar a ningún hijo de nadie a morir por una causa que no tiene nada que ver con la defensa de su país.

Si se toma un momento para mirar los ojos de sus hijas esta noche, sabrá la respuesta y pronunciará el mejor discurso de su vida.

Michael Moore, director del polémico y crítico filme Fahrenheit 9/11, asistió como reportero a la Convención del Partido Republicano y escribió este artículo para el diario USA Today el primero de septiembre, un día antes de que Bush pronunciara su discurso de aceptación de la nominación como aspirante a la presidencia.

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