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Comentari :: laboral
Más sobre precariedad laboral
per Gloria Correu-e: aucubaca@hotmail.com (no verificat!)	20 jul 2004
Continuando con lo que expresa Yomango sobre la precariedad laboral y social ¿y también de valores?
Un artículo excelente. ¡Felicidades!. En él se explica claramente porqué no nos organizamos y nos alzamos todos los afectados por la precariedad y la pobreza. En primer lugar, el miedo a perder la miseria que tenemos, que ha sido hábilmente aprovechada por la empresa para promover el individualismo (este problema sólo me afecta a mí) y en segundo lugar, una percepción mucho más peligrosa, la de creer que la precariedad es una cosa normal y que por lo tanto hay que acatarla como un mal inevitable. De todas formas quisiera añadir un par de reflexiones a este maravilloso texto y para ello me formulo dos preguntas que yo misma, con este caos mental de trabajadora precaria, voy a responder. ¿Quién subvenciona al trabajador que no percibe un salario suficiente para la subsistencia? ¿Cómo se entiende que la precariedad haya ido acompañada de una universalización de la formación y de una mayor especialización de los trabajadores? Ante la primera pregunta, no tengo más remedio que rememorar la crisis de 1.994, en que el índice de desempleo alcanzó un nivel insostenible para cualquier economía, pero que no fue acompañada por la reivindicación social previsible de los trabajadores. ¿Y eso porqué? Pues muy sencillo. Por el apoyo de las familias, que actuaron como “almohada� a la crisis, subvencionando y protegiendo a las personas que se quedaron sin medios de subsistencia. Esta almohada es la que permite que muchas empresas abusen de los contratos temporales, de prácticas, de formación, etc.… e impiden que muchos jóvenes puedan independizarse y tener una vida propia, con el coste que esto representa para una familia y la repercusión que tiene en el ahorro futuro de la misma, afectando al bienestar futuro de los padres y las madres jubiladas. ¿Alguien se había planteado esto? Pero claro, la temporalidad también está repercutiendo en alguno de los principales miembros mayores de la familia cuando llegan a la tierna edad de 50 años y son expulsados por el mercado laboral. ¿Y entonces qué? Hasta cuándo los gobiernos pueden confiar en esta cómoda fórmula de externalizar el coste de una precariedad laboral que ellos mismos han impulsado (claro, había que reactivar la economía y toda la culpa la tenía la rigidez del mercado de trabajo), por no hablar del coste añadido que tienen la familias en la tarea no asumida por las administraciones públicas, con respecto al cuidado y atención de los más mayores. Y después de veinte años en esta carrera por la precarización, el nivel de ahorro de las familias ha descendido vertiginosamente y los índices de pobreza cada vez son más acuciantes. ¿Hasta cuando se podrá mantener un sistema basado en unos salarios que no cubren las necesidades mínimas, sustentado a su vez por los recursos de unas familias cada vez más empobrecidas? Bueno, dejo esa pregunta al aire y que cada uno se responda como pueda. Con respecto a mi segunda pregunta auto-formulada, que iba sobre la difícil combinación entre trabajos cada vez más precarios y trabajadores cada vez más preparados, debo también hacer ahora ese aburrido ejercicio mental de recordar que fue en los 70 y los 80 en los que se “universalizó� la educación y de repente se empezaron a llenar las universidades de obreros que pretendían ejercer profesiones que antaño habían sido privilegio de algunos individuos privilegiados. Pero casualidades de la vida, la masificación de la universidad vino acompañada de las políticas de flexibilización laboral y del abaratamiento de los salarios y de entre toda esa marabunta de gente que pretendía ser abogada o periodista (algunos ejemplos) se empezó a activar allá en los noventa una selección natural en las empresas que consistía en contratar al mejor estudiante de master, a poder ser, en Estados Unidos. ¿Alguien se acuerda de aquellos tiempos en los que incluso se pagaba bien los currículums sobre-cualificados? Pero claro, los padres de los obreros viendo la fórmula empezaron a hipotecarse para conseguir un post-grado para sus niñas y niños y los que no pudieron, ya se sabe, de peones de fábrica o de teleoperadores (eso se puede convertir en un síndrome, ya hablaremos) y como no podía ser de otra manera, hemos alcanzado un siglo XXI laboral en que los trabajadores sobre-cualificados trabajan gratis o semi-gratis como becarios, a condición de ejercer la anhelada profesión, aunque sea por un corto período de tiempo, con tal de evitar sumergirse en el oscuro universo del tele-pizzero o administrativo maltratado por un jefe mediocre y evitar el sentimiento de frustración que inevitablemente arrastra un trabajador sobre-cualificado y cuyas expectativas han sido mutiladas. Por último, añadir, que el sistema más extendido para encontrar un empleo gratificante y digno en estos momentos, son los contactos y las amistades. ¿Tienen muchos contactos y amistades los hijos de los obreros? Otra pregunta que dejo al aire, pero que me sirve para llegar a la conclusión de que el reparto de privilegios no ha variado tanto con respecto a aquel período en que solo unos cuantos exclusivos podían elegir y ejercer profesión. "Que todo cambie para que nada cambie". Un lema con lamentable actualidad.
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