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Notícies :: globalització neoliberal
Estados de máxima inseguridad
30 jun 2004
La crisis del welfare [estado de bienestar] está dejando detrás de sí una multitud de hombres y mujeres que no tienen nada más que vender que su propia fuerza-trabajo. Pero la cancelación de los dispositivos de protección social conduce al capitalismo sobre el abismo de una irreversible crisis social. Una entrevista con el investigador Robert Castel
http://www.ilmanifesto.it/Quotidiano-archivio/23-Giugno-2004/art93.html
il manifesto - Italia
23 de junio de 2004


ENTREVISTA
Estados de máxima inseguridad

La crisis del welfare [estado de bienestar] está dejando detrás de sí una multitud de hombres y mujeres que no tienen nada más que vender que su propia fuerza-trabajo. Pero la cancelación de los dispositivos de protección social conduce al capitalismo sobre el abismo de una irreversible crisis social. Una entrevista con el investigador Robert Castel

BENEDETTO VECCHI



Llegar al barrio de Bicocca de Milán tiene un efecto de enajenante, porque parece estar catapultados en el videojuego «SimCity». Calles iguales, así como son iguales las viviendas que han tomado el lugar de las casas del viejo barrio de obrero nacido en torno a la fábrica Pirelli a finales del 1800 y los primeros decenios del siglo XX. Construidas tipo “nido de abeja�, fluctúan alrededor de un enorme centro comercial que tiene que abastecer un poco de los servicios que está desprovisto el barrio aledaño al barrio de Sesto San Giovanni. Y precisamente como en SimCity, el polo septentrional de desarrollo urbano sólo sigue una lógica: construir casas y luego se piensa en los servicios. Quién observa todo con curiosidad es Robert Castel, invitado por el departamento de Sociología e Investigación sociológica de Bicocca para presentar su último libro -La inseguridad social, Einaudi, pp. 100- y discutirlo con Ota de Leonardis, Giovanna Procacci y Costanzo Ranci. Castel es un señor afable, con dos ojos que escudriñan la realidad a la búsqueda de fallas sobre la superficie lisa de las representaciones sociales dominantes. Habla en voz baja, marcando las palabras, porque es un especialista que ama trabajar con las contradicciones de los fenómenos sociales y las paradojas que producen. Y de una contradicción parte la entrevista.



En su último libro, Ud. sostiene que en las sociedades modernas siempre existe una contradicción: cuando estamos más seguros, más nos sentimos expuestos a la intemperies sociales. ¿Qué quiere decir?



En primer lugar, hay un elemento analítico preliminar que comprende la relación entre inseguridad y protección. Son dos expresiones que tienen una ligazón de complementariedad, porque es difícil que la manifestación de un sentimiento de inseguridad, casi siempre personal, se muestre como antagonista con respecto a un sistema de protección, casi siempre colectivo. En el pasado lejano, la protección estaba asegurada por la afiliación a una corporación o por ser súbditos de un señor local. El discurso cambia con las feroces guerras civiles del 1600. Los conceptos de soberano y de estado elaborados por Thomas Hobbes pueden ser, por lo tanto, interpretados incluso como la respuesta a la crisis de los sistemas de protección hasta entonces dominantes. El estado, entonces, se vuelve el instrumento de una nueva concepción de la protección, que fue delegada por la sociedad al soberano. Con Locke esta nueva concepción de la protección se enriquece con la sacralidad de la propiedad privada. Si se posee algo, se está menos expuestos a lo desconocido, porque se poseen los medios para afrontarlo.

Respecto a la época actual, es necesario decir que el sentimiento de inseguridad mantiene una relación atormentada, contradictoria con los sistemas de protección. En pocas palabras, diría que ya existen difundidos dispositivos de protección social, pero en lo individual frecuentemente los percibimos como incapaces de afrontar un futuro que se anuncia peor que el presente. La paradoja es que el pedido de mayor seguridad puede suceder solamente dentro de sociedades que ponen a la protección como uno de los objetivos primarios de las acciones públicas.



La protección social en las sociedades capitalistas tiene un nombre bien preciso: welfare state [estado de bienestar]. Usted ofrece una descripción lineal de su desarrollo, como si fuera la respuesta natural del estado moderno hasta que se verifica una cesura, un elemento de crisis. Esta discontinuidad está presente también en su precedente trabajo, «Métamorphos de la cuestión social». ¿Cuáles son los elementos que contribuyen a esta cesura?



El estado de bienestar es el resultado de un largo y atormentado período de modernización de la realidad europea, que tiene su ápice en el viejo continente y en los Estados Unidos durante los treinta años que siguen al final de la segunda de guerra mundial. En los años setenta, el capitalismo sin embargo tiene una crisis que no tiene nada de ocasional, ni de contingente. Desde aquel momento en adelante hemos asistido a una radical metamorfosis del capitalismo industrial que toma el nombre de mundialización. El desarrollo capitalista siempre ha tenido una vocación mundial, pero se ha manifestado principalmente dentro de un marco nacional. Quisiera, por lo tanto, subrayar que uno de los primeros efectos de la mundialización es la pérdida de soberanía de los estados nacionales. De aquí emerge la dificultad, si no es la imposibilidad, por parte de los estados-nación para establecer políticas sociales y económicas que gobiernen el desarrollo económico. Es a éste punto que el estado de bienestar está señalado como un límite al desarrollo económico. Y es aquí donde hay una cesura.



En «Métamorphos de la cuestión social» Ud. habla frecuentemente de una crisis de la sociedad salarial, ejemplificada por el crecimiento de formas «atípicas» de la relación de trabajo. Por ejemplo, Ud. escribe que la difusión de trabajo autónomo está acompañada por una contracción de los trabajadores asalariados. En cambio, me parece que más allá de la forma jurídica que asumen los contratos de trabajo, la regla dominante que permanece es el trabajo asalariado. Puede parecer una paradoja, pero de la crisis de la «sociedad salarial» se sale con la totalización de la relación salarial. ¿Usted que piensa?



Si asumimos una perspectiva global, el número de los asalariados ha crecido en vez de disminuir. A la luz de estos datos, sería impropio hablar de crisis de la sociedad salarial. Por el contrario, considero que la difusión de la relación salarial de trabajo aún no se ha completado totalmente. Esta totalización de la relación de trabajo asalariado, sin embargo, no está en contradicción con el crecimiento del trabajo autónomo. Son dos fenómenos paralelos. En aquella investigación, no obstante, quería subrayar el crecimiento de relaciones de trabajo «fluctuantes» y la consecuente fragmentación de las formas contractuales. Podemos hablar de alternancia entre trabajo y no-trabajo, de trabajo a tiempo determinado, de intermitentes, de precarios, de interinos, pero todas son figuras que tienen en común la inestabilidad de la relación de trabajo. En Métamorphos de la cuestión social escribía sobre la pérdida de consistencia del trabajo asalariado, no sobre la pérdida de relevancia estadística. El trabajo asalariado puede ser estadísticamente importante, sin que por esto sea consistente social y políticamente.



Sin embargo, podemos constatar otra paradoja: cuando el trabajo se vuelve más precario, tiene que volverse más flexible, dúctil, es decir, con capacidades innovadoras y de gestión del flujo del proceso laboral. En otros términos: precarios, pero con grandes capacidades relacionales y de gestión...



Lo que Ud. indica es la tensión constitutiva del nuevo capitalismo. La inestabilidad y la desocupación de masa son, en efecto, los elementos constitutivos del capitalismo surgido de la crisis de los años setenta. No hay duda sobre el hecho que estamos frente a una superación de una organización productiva basada sobre trabajo repetitivo y normalizado. En el pasado frecuentemente se ha hablado de organización científica del trabajo, de taylorismo: expresiones que connotaban de todos modos una dimensión colectiva de la relación de trabajo. Ahora, en cambio, asistimos a la propagación de una individualización de la relación de trabajo. Los trabajadores tienen que ser móviles, flexibles, emprendedores, polivalentes pero precarios, y con un sistema de protección social reducido a su mínima expresión. Si el capitalismo quiere sobrevivir a sí mismo, seguramente tiene que repensar los sistemas de protección social, pero de algún modo tiene que garantizarlos.



En su último libro, Ud. afirma que el estado de bienestar es en sí una instancia del colectivo que puede dar seguridad al individuo, pero que ha actuado como un potente factor de individualización. ¿Es otra paradoja del actual capitalismo?



Para los neoliberales, el individuo es un sujeto capaz de autonomía e iniciativa: factores que no pueden emerger plenamente porque el estado social pone vínculos, obligaciones que derivan del reconocimiento de algunos derechos universales. Una vez que se anulan, recitan los neoliberales, la individualidad puede manifestarse libre y plenamente . Pero yo pertenezco a otra escuela de pensamiento, a aquella veta teórica y analítica que habla de individuo solamente a partir de sus relaciones sociales. Es decir, se es individuo sólo si se vive en sociedad. Por esto considero al estado de bienestar como el reconocimiento de una dimensión colectiva del individuo que vive en sociedad. La retirada y la erosión del estado social deja detrás de sí una multitud de individuos que no tienen nada más que vender que su propia fuerza-trabajo.



No me refería solamente a la crítica neoliberal del estado de bienestar. Hay una corriente crítica que ha denunciado el carácter normativo, homogeneizante del estado social, sin que esto coincidiera con el pedido de cancelación de los derechos sociales. A lo sumo, denuncia el control social sobre los comportamientos individuales que el estado de bienestar inducía. Por otra parte, Ud. también escribe que el «estado securitario» está siempre detrás del ángulo.



Siempre hay un revés de la medalla. Es un riesgo que vale la pena correr. El estado de bienestar, evidentemente, prevee formas de control, de abstracción de las necesidades, de homogeneización de la oferta de servicios sociales. Pero la burocratización es un mal menor, un pasaje obligado, porque el estado social pone en equilibrio la ley y la afirmación de un derecho universal e incondicional. Además, el estado de bienestar preveía una posibilidad de negociación de la aplicación de la ley, garantizando así el carácter dinámico y al mismo tiempo universal de los derechos. Tomemos la salud, un derecho que el estado de bienestar garantizaba. No es cierto que esto signifique que los balnearios son un derecho que el estado garantiza. Puede ser un servicio pago, o bien puede considerarse, según el nivel de negociación de los actores sociales, entre las prestaciones previstas por el estado social. El equilibrio inestable entre la ley y el derecho preveen por lo tanto la expresión de la palabra y la negociación entre los diversos actores sociales. Por lo tanto, es mejor esta ambivalencia, que la nada.



Sin embargo, se está afirmando una concepción de la protección social que niega el carácter universal e incondicional de los derechos sociales. Me refiero a lo que viene llamado «workfare», un conjunto de políticas sociales en base a la cual se tiene derecho a algunos servicios sólo si se trabaja. En épocas de desocupación masiva y de inestabilidad difusa, ¿esto no significa una negación del carácter universal de los derechos sociales?



Sí, el workfare es un non sense [sin sentido], porque supone que se pueden garantizar un conjunto de servicios sociales mínimos sólo si quien lo necesita demuestra que puede prescindir de ellos, trabajando o poniendo en pie una pequeña empresa. Antes dije que la contradicción de este capitalismo es pedir autonomía, polivalencia e iniciativa, y ofrecer inestabilidad y ausencia de protección social. Repito: si el capitalismo quiere sobrevivir a sí mismo es necesario una pacata política reformista que garantice protección y derecho social universal. En la defensa del estado de bienestar no hay nada de revolucionario. A lo sumo, buen reformismo.



Las metamorfosis de Robert Castel

Robert Castel ha tenido un recorrido intelectual que ha tocado muchos temas, manteniendo no obstante siempre una íntima coherencia. Director de la «Ecole des Hautes en Sciences Sociales» de París, ha estudiado en los lejanos años setenta la «de-psiquiatrización» del malestar social y mental para luego arribar, dos decenios después, a hacer cuentas con la metamorfosis de las modernidades que han cambiado profundamente la formación de las identidades colectivas y la relación social. Autor lejano a los reflectores de la escena pública, se ha convertido en un de los especialistas más atentos de la realidad capitalista contemporánea. Poco traducido en Italia, se lo recuerda por «Le Psycanalisme», «Métamorphos de la question sociale», «Propriéte privéé, propriéte sociale et propriéte de soi». Recientemente, por la Einaudi, ha sido publicado su último trabajo sobre «La inseguridad social».







La red desmallada del estado de bienestar

«Las dinámicas asistenciales en Europa», un volumen a cargo de Chiara Saraceno para il Mulino

GIULIO DAL MAGRO

LUIGI SAMPAOLO



Las políticas públicas de asistencia económica hacia quien se halla en situación de pobreza ¿determinan dependencia y pereza entre los beneficiarios? ¿Tienen razón quienes sostienen (aún en la izquierda) que es necesario pasar de políticas de welfare to work (de asistencia hacia el trabajo) que obliguen a los beneficiarios a «ganarse» la asistencia recibida? Incluso Anthony Giddens, que es uno de los consejeros-inspiradores de Blair y de la izquierda liberal europea, sostiene que entre las razones que imponen la reforma del estado de bienestar existe la tendencia de medidas demasiado generosas de asistencia que crean dependencia en los asistidos... Para responder a estas preguntas y a estas tendencias, el libro Le dinamiche assistenziali in Europa [Las dinámicas asistenciales en Europa] (editado por il Mulino, serie Studi e Ricerche, pp. 280), a cargo de Chiara Saraceno en colaboración con un grupo de investigadores de diversos países europeos, compara los «sistemas nacionales y locales de combate a la pobreza», medidas políticas y modalidades operacionales de asistencia económica basándose en una investigación que comprende trece ciudades (entre las cuales Milán, Turín y Cosenza) de seis países europeos.



Es verdad, dice Sarraceno, que en las ciudades donde existen importantes fenómenos de economía informal y trabajo en negro hay riesgos de dependencia asistencial, sobre todo donde ésta no es objeto de estigmatización social. También es verdad, sin embargo, que la categoría de asistidos que ha crecido mayormente en los últimos años es aquella de los «pobres hábiles», sujetos particularmente débiles en el mercado de trabajo que se hallan en una condición de desocupación independientemente de la propia voluntad.



Para ésta, como para las otras categorías en riesgo (ancianos, madres solteras, niños) un sistema de asistencia demasiado selectivo en los criterios de acceso a los beneficios y mísero en la entidad de las prestaciones, comporta la creación de un ghetto para casos desesperados. Esperar que el individuo se encuentre casi «al límite» para brindar la asistencia, impide efectivamente intervenir cuando la situación no es todavía completamente desesperante y las posibilidades de reintegración social y laboral resultan mayores; del mismo modo, beneficios económicos de importancia ridícula (300mil liras por año en la ciudad de Cosenza, en la época de la investigación) no pueden romper la espiral de dependencia en la cual se hallan los asistidos.



Para confirmar esta tesis se analiza el caso sueco, donde con niveles de prestaciones económicas más generosos se asocian duraciones de permanencia en los programas de asistencia menores con respecto a aquellos paises con sistemas «más avaros», como Portugal.



La asistencia de todos modos, hace notar Sarraceno, no puede y no tiene que limitarse a la distribución de fondos, sino preveer medidas de reintegración social y laboral para el beneficiario. Las modalidades con las cuales se estructuran tales medidas influencian evidentemente su eficacia; está claro que si las medidas se organizan más para controlar a los beneficiarios (por ejemplo para que no trabajen en negro) que para enriquecer efectivamente el equipaje profesional y social, su utilidad se reduce enormemente y determina en los asistidos una actitud pasiva (para evitar las sanciones) antes que una auténtica activación.



Italia es un caso aparte: el 14% de los italianos son pobres, el 5% indigente y crece el fenómeno de la pobreza en menores. En la Unión Europea nuestro país es el único, juntamente con Grecia, que no tiene una medida nacional que garantice un rédito mínimo a los ciudadanos, como requiere la Recomendación 92/441/Cee [Comunidad Económica Europea].



La centroizquierda había experimentado, en escala reducida en algunas áreas del país, el «rédito mínimo de inserción» (una medida no obstante limitada, dirigida a garantizar un mínimo de hasta 270 euros al mes); el paso sucesivo preveía la extensión del beneficio a todo el territorio nacional. El costo estimado de la disposición: 2-3 mil millones de euro al año en la versión propuesta por el centroizquierda, 6 en la versión más avanzada de la propuesta de la «Campagna Sbilanciamoci» [Campaña Desbalancemonos]. El gobierno de centroderecha, con el presupuesto 2004, ha suprimido esta medida para sustituirla con una de características aún indefinidas y con un nombre de mal agüero, rédito de última instancia. En compensación el programa del Polo prevee desgravaciones fiscales que podrían comportar, sólo considerando los réditos mayores a 100mil euro, menores ingresos para el estado por más de 5 mil millones al año.

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Comentaris

Re: Estados de máxima inseguridad
30 jun 2004
Os pedrer , quin rotllo per intentar justificar que lestat del benestar s'enfonsa...el que Karl Marx no va poder ( colapse del capitalisme )i Lenin va fracassar ( internacionalizació del capital ) Total el mateix de sempre per dir que la societat democràtica liberal és l'únic sistema al món que funciona i permet als homes poder ser lliures. Pobres nois.
Re: Estados de máxima inseguridad
30 jun 2004
pensaves el mateix quan eres redactor de la revista realitat del pcc , eh jaume grau??
Re: Estados de máxima inseguridad
30 jun 2004
preguntali a ell , pots escriure al PCC i preguntar-li... a mi que cony m'expliques ?
Re: Estados de máxima inseguridad
01 jul 2004
treu-te el nivell C, garrulo
Re: Estados de máxima inseguridad
01 jul 2004
es veu que en jaim canvia de conviccions inclos mes rapid que de nick XDDD

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