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Notícies :: mitjans i manipulació : guerra |
Iraq, una guerra sin fin (y 3) |
Enviat per mtz
Publicador* Original: Robert Fisk |
La “liberaciónâ€? de Iraq llegó, tal y como los familiares dolientes de las vÃctimas de la brutalidad de Saddam no dejaron de decirnos, un poco tarde. Unos veinte años tarde, para ser exactos.
Llegamos a un paÃs dominado por el caos y la anarquÃa. No se podÃan tolerar discrepancias entre los vencedores. Cuando señalé que los “liberadoresâ€? eran “una fuerza de ocupación nueva, extranjera y todopoderosa sin una cultura, lengua, raza o religión que los uniera con Iraqâ€? fui vituperado por uno de los comentaristas de la BBC. “Mirad cómo nos quiere la genteâ€?, gritaban los occidentales; tal y como hacÃa Saddam cuando se reunÃa con sus acólitos aduladores durante sus visitas a la gente de Bagdad. HabrÃa elecciones, constituciones, consejos de gobierno, dinero... Las promesas que se hicieron a esta sociedad tribal llamada Iraq no tenÃan fin.
Luego llegaron los grandes contratistas estadounidenses, los conglomerados de empresas, los miles de mercenarios británicos, estadounidenses, sudafricanos, chilenos –muchos habÃan sido soldados con Pinochet–, nepalÃes y filipinos. Y cuando empezó la inevitable guerra contra los ocupantes, nosotros –las potencias ocupantes y, ¡ay!, la mayorÃa de los periodistas– inventamos una nueva narración para huir del castigo por nuestra invasión.
Nuestros enemigos eran “intransigentesâ€?, “vestigiosâ€? baasistas, “adictos desesperadosâ€? del régimen. Luego las fuerzas de ocupación mataron a Uday y Qusay y sacaron a Saddam de su agujero y la resistencia se tornó más violenta. De modo que nuestros enemigos ahora eran “vestigiosâ€? y “combatientes extranjerosâ€? (de Al Qaeda), ya que los iraquÃes normales no podÃan formar parte de la resistencia. TenÃamos que creernos esto: si los iraquÃes se habÃan unido a las guerrillas, ¿cómo podrÃamos explicar que no quieren a sus “liberadoresâ€??
Al principio, se alentó a los periodistas para que explicaran que los insurgentes provenÃan sólo de algunas ciudades sunÃes, “anteriormente leales a Saddamâ€?. Luego la resistencia quedó confinada, en teorÃa, al “triángulo sunÃâ€? de Iraq, pero cuando los atentados se extendieron al norte y sur hasta Nasiriya, Karbala, Mosul y Kirkuk, se convirtió en un octágono. De nuevo, se habló a los periodistas de “combatientes extranjerosâ€?; fue un error no caer en la cuenta que 120.000 de los combatientes extranjeros que habÃa en Iraq vestÃan uniforme estadounidense. Aún asà la mendacidad del “éxitoâ€? de la ocupación parecÃa no tener lÃmites. Cierto, se reconstruyeron escuelas –y, para vergüenza de los iraquÃes involucrados, algunas fueron saqueadas una segunda vez–, volvieron a funcionar los hospitales y los estudiantes regresaron a la universidad. Pero se manipularon y exageraron las cifras de extracción de petróleo y se falsearon los atentados contra los americanos.
Al principio, la potencia ocupante sólo informaba de los ataques de guerrilla en que habÃa soldados heridos o muertos. Luego, cuando nadie podÃa esconder los sesenta ataques que se producÃan cada noche, se ordenó a las tropas que no realizaran informes formales sobre atentados en los que no hubiera bajas. Pero al cumplirse el primer aniversario de la guerra, todos los extranjeros son un objetivo.
Mientras, aparecieron los terroristas suicidas. La embajada turca, la embajada jordana, la ONU, las comisarÃas de policÃa de todo el paÃs –600 policÃas iraquÃes fueron asesinados en menos de cuatro meses– y luego los santuarios de Najaf y Karbala. Los estadounidenses y los británicos advirtieron de los peligros de la guerra civil –al igual que los periodistas, por supuesto-, aunque nunca se habÃa oÃdo a ningún iraquà que exigiera entrar en conflicto con sus compatriotas. ¿Quién querÃa en realidad esta “guerra civilâ€?? ¿Por qué la minorÃa sunà iba a permitir que Al Qaeda provocara esta situación cuando no podÃan derrotar a la potencia ocupante sin, como mÃnimo, el apoyo pasivo chiita?
Mientras escribÃa esta crónica sonó mi teléfono y una voz me preguntó si querÃa reunirme con un hombre en el vestÃbulo, un iraquà de edad media y profesor del Cardiff College, que habÃa regresado hacÃa poco a su patria para darse cuenta del estado de miedo y dolor en el que vivÃa actualmente su paÃs. Su madre, me relató, acababa de recaudar un millón de dinares iraquÃes para pagar el rescate de la hija y la nuera de una amiga, que habÃan sido secuestradas por hombres armados en Bagdad en enero. Las dos chicas acababan de llamar de Yemen, donde habÃan sido vendidas como esclavas. Otro de sus vecinos acababa de reencontrarse con su hijo, de 17 años, después de pagar 5.000 dólares a unos pistoleros.
Hace pocos dÃas, unos secuestradores raptaron a otro niño, esta vez en Mansur, y exigen 200.000 dólares por su vida. Un familiar cercano del hombre que ha venido a verme –y hay que recordar que esto sólo es la experiencia de un hombre entre 26 millones de iraquÃes– acababa de sobrevivir a un sangriento ataque mientras circulaba con su coche por las afueras de Karbala. Se dirigÃa al sur, ya que habÃa conseguido un contrato para dirigir un taller en la ciudad, cuando él y sus once compañeros que iban en un vehÃculo Akea fueron adelantados por unos hombres que dispararon con pistolas contra el coche. Un hombre murió –tenÃa treinta balazos en el cuerpo– y un familiar, empapado de la sangre de sus amigos, fue el único que salió ileso.
No resulta sorprendente que las autoridades de ocupación se nieguen a mantener estadÃsticas sobre el número de iraquÃes que han muerto desde la “liberaciónâ€? –o durante la invasión, en realidad– y prefieran hablar sobre la “entrega de la soberanÃaâ€? de un grupo de iraquÃes nombrado por los norteamericanos a otro, y de la Constitución, que sólo es temporal, y bien podrÃa irse al garete antes de que se celebren las elecciones de verdad –si es que llegan a celebrarse– el año que viene.
Si pudiéramos haber previsto todo esto –haber sido pacientes y esperar a que los inspectores de armas de la ONU hubiesen acabado su trabajo en lugar de ir a la guerra y pedir paciencia luego, cuando nuestros propios inspectores no pudieron encontrar esas, oh, tan terribles armas–, ¿habrÃamos ido a la guerra tan alegremente hace un año? Porque esa guerra aún no ha finalizado. No ha habido un “fin de las principales operaciones de combateâ€?, sólo una invasión y una ocupación que se fundieron a la perfección y se transformaron en una guerra larga y feroz por la liberación de los “liberadoresâ€?.
Del mismo modo que los británicos invadieron Iraq en 1917, proclamando su determinación de liberar a los iraquÃes de sus tiranos –el general Maude utilizó esas palabras exactas–, nosotros hemos repetido exactamente la misma historia. Los británicos que murieron en la posterior guerra de resistencia iraquà yacen ahora en el cementerio de la puerta norte, en los lÃmites de Bagdad, un sÃmbolo duradero de la locura de nuestra ocupación, aunque olvidado desde hace mucho tiempo. |
Comentaris d'aquest reenviament
Re: Iraq, una guerra sin fin (y 3) |
Enviat per El último
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La guerra se acabará cuando extraer un barril de petróleo del subsuelo de Iraq cueste la energÃa que contiene un barril de petróleo. Entonces el negocio será finito y lo que quede en el paÃs si es que queda algo, será para sus habitantes si es que queda alguno con vida.
Negocio de 120.000 millones de barriles que serán disputados por todos, los bandidos, sus legÃtimos propietarios y todos los demás competidores.
Esta guerra no tendrá fin porque la civilización que la inicio, no existirá cuando se acabe.
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