Globalización neoliberal y su antitesis
(Presentación en la Conferencia “Globalización, Identidad y Justicia Social, organizada por el SIT, Valparaíso, 16 diciembre,2003)
José Cademartori I.
Rebelión
"La injusticia que caracteriza el estado actual del mundo no es una fatalidad, es la consecuencia de las políticas económicas y sociales que los dirigentes del G-8 han impuesto. El mundo no está condenado a sufrir los efectos dañinos de la mundialización neoliberal que se opone a la mundialización solidaria que nosotros reclamamos".
Declaración de ATTAC de 48 países y 4 continentes, Evian, Junio, 2003.
Acción y reacción
El modelo económico y social de von Hayek y Friedman que se estableció en el mundo a fines de los setenta, encontró ya en la década siguiente enormes dificultades para afianzarse, dada la crisis de la Deuda y el repudio popular a su aplicación por los regímenes dictatoriales. Sin embargo, tuvo un segundo aire a comienzos de los noventa, gracias a la caída del socialismo autoritario en Europa del Este.
El neoliberalismo se afianzó como pensamiento único en universidades y como ideología dominante en medios de comunicación y gobiernos. La élite capitalista mundial, portando como consigna el libre mercado y la globalización, promovió drásticas políticas en muchos estados para acceder a materias primas, mano de obra barata y mercados remotos.
Pero, desde la segunda mitad de los noventa, la resistencia a la globalización neoliberal comenzó de nuevo a activarse, como resultado de las crisis económicas o financieras. Los informes de distintas agencias de las Naciones Unidas, en claro contraste con los emanados por FMI, Banco Mundial, OMC o la OCDE, y las diferentes cumbres sobre el medio ambiente, la situación de las mujeres y la pobreza mostraron un diagnóstico alarmante. Desde el propio pensamiento liberal surgieron las voces de economistas críticos, (Sen, Stiglitz, Klugman, Sachs) y de un poderoso financista internacional (Soros) que llaman a controlar el mercado mundial, por el temor a catástrofes mundiales.
La oposición adopta variadas formas de expresión según los países y regiones: En algunos casos, protestas contra las privatizaciones de determinadas empresas o servicios públicos, contra el desempleo y la precarización, contra el desmantelamiento de conquistas sociales o laborales, por la protección del patrimonio y ambientes naturales; surgieron multitud de organizaciones sociales convergentes en movimientos masivos contra la globalización en los países industrializados, resistencia violenta en los territorios árabes o musulmanes que ven amenazada su identidad cultural (Palestina, Afganistán, Irak) creciente abstencionismo electoral en las democracias occidentales o repudio a los poderes públicos, rebeliones populares que han derribado gobiernos en América Latina. (Ecuador, Perú, Argentina, Bolivia). En nuestro continente están emergiendo regímenes políticos (Venezuela, Brasil, Argentina, Paraguay) con respaldo de sectores pobres y medios que se niegan a someterse a mayores sacrificios para asegurar los beneficios de banqueros e inversionistas, intentan dejar atrás el paradigma neoliberal y a la vez que buscan nuevas vías para afirmar su independencia estatal y nacional.
Globalización y desigualdades
En la teoría, las ventajas de la libre competencia y de la democracia se presentaron como panaceas universales, aunque la globalización ha acentuado la hegemonía de las transnacionales sobre sus competidores locales, mientras la democracia se ha hecho menos representativa, más manipulada y distanciada del ciudadano común. En vez de la era de paz que se asentaría en todo el planeta por el triunfo de la superpotencia americana, ha aumentado la frecuencia de las guerras de agresión, los bombardeos contra poblaciones civiles, las invasiones, el terrorismo y la violencia étnica o religiosa..
En materia de justicia social el balance de las dos últimas décadas ha sido desolador. En el 2002 hemos llegado a una situación en el que el 20% de los habitantes más ricos del planeta acaparan más del 80% de la riqueza creada. (1) (Ziegler 19) Bastaría el 1% del patrimonio de las 200 personas más ricas del mundo para financiar el acceso universal a la educación primaria a todos los niños del planeta, según los cálculos del Informe 1999 del PNUD. En 1971 las Naciones Unidas identificaron un grupo de países considerados los más pobres los que sumaron entonces 27 estados. En el 2002, sólo uno de ellos había salido de la lista, pero, ingresaron a ella otros veintitrés. Estos 49 estados parias del mundo totalizan 640 millones de seres humanos. Abundando en estos datos, el Informe 2003 del PNUD agrega que en la última década son 54 los países que se han empobrecido en términos absolutos; a los que hay que agregar aquellos otros donde, a pesar del crecimiento económico, la población por debajo de la línea de pobreza se ha incrementado o bien aunque ha disminuído la pobreza absoluta se ha incrementado la pobreza relativa, o sea, la desigualdad entre los de arriba y los de abajo.
Entretanto, la concentración de la riqueza en pocas manos se sigue acrecentando. El valor agregado de las cien mayores transnacionales del mundo ha crecido en los últimos años más que la suma del Producto Interno de todos los países. (Unctad, 2002) Ahora, la suma de las ventas de las doscientas compañías más poderosas del mundo es superior al producto interno bruto de más de 150 naciones y este proceso tiende a incrementarse. Hay que tener en cuenta que de las 10 primeras transnacionales del mundo, 8 son norteamericanas y de las 100 más grandes, 65 tienen su sede en EE.UU. Hay indicios que las empresas pequeñas y medianas de este país se van quedando atrás mientras las transnacionales se agigantan. La distribución de los ingresos en este país, como ha sucedido en varios industrializados, se ha hecho más desigual. Desde que asumió Reagan el poder, el 1% de la población más rica incrementó sus rentas en el 157%, mientras los trabajadores situados entre el 20% más pobre, reciben menos de lo que les pagaban entonces. (2) (Moore,52)
Junto con Africa, Europa Oriental, Rusia, y numerosas zonas de Asia, América Latina es uno de las regiones más golpeadas por la aplicación inflexible del Consenso de Washington, exigido por el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano. Según los cálculos de CEPAL (Panorama Social de América Latina 2001-2002) la proporción de pobres dentro de la población llegó al 44% en el 2002, la cifra más alta desde 1997. Siete millones se agregaron en el último año. En el último quinquenio, la economía latinoamericana se estancó en su conjunto, pero el impacto de la recesión golpeó a los más vulnerables, incrementando el desempleo, la precariedad y la exclusión de vastos sectores como los indígenas, la juventud, los niños y la tercera edad. Con razón, Latinoamérica es el continente donde más creció el descontento social, transformando las catástrofes financieras en serias crisis políticas.
La "excepcionalidad" chilena
Chile aparece en el continente como el ejemplo a seguir, el alumno aplicado que aprendió la lección y por eso se ha librado de la crisis que sacude a la región. Sin embargo, a pesar de su alto crecimiento económico hasta 1997, la desigualdad se ha incrementado. Según un estudio de la Mercer Human Resource Consulting (El Mercurio 15 de Julio, 2003) , los ejecutivos chilenos ocupan el sexto lugar en el mundo por las altas rentas que perciben. En el otro extremo, los trabajadores chilenos están sometidos a una de las jornadas de trabajo más extensas del planeta, 2.240 horas al año. Según la encuesta CASEN 2000, el 71% de los chilenos debe conformarse con 180.000 pesos al mes (menos de 300 dólares) y el 50% recibe como máximo (126.000 pesos) poco más del salario mínimo. En noviembre de 2003, la OCDE, organismo que agrupa a los países más industrializados, ha reconocido que Chile tiene uno de los índices de mayor inequidad distributiva del mundo, al establecer que el 10% de la población con mayores ingresos se apropia de una proporción del Producto Interno que es superior a la de casi todos los países emergentes, una concentración relativa de riqueza, superior a países como Estados Unidos y Japón y también superior a India y otros asiáticos. A la vez, los muy pobres, o sea el 10% de menores ingresos reciben una proporción que coloca a Chile en el penúltimo lugar de los países del mundo. La OCDE confirma también que mientras en los años sesenta ( y sin duda comienzos de los setenta) la distancia entre las capas más ricas y las más pobres era de 1 a 12; en el año 2000 esa distancia subió de 1 a 38,5. Cabe recordar que Chile es uno de los países más incorporado a la globalización, con altos niveles de inversión extranjera y elevado comercio exterior, con notable desarrollo del sistema financiero. Las ventas conjuntas de las 50 mayores multinacionales que operan en Chile equivalían en 1999 al 30% del Producto interno bruto, una proporción levemente inferior al de las 50 mayores consorcios chilenos. (CEPAL, Transnacionales en Chile). Por todo lo anterior, parece forzoso concluir que el paradigma neoliberal aún en los países donde el crecimiento es más rápido, no sólo es incapaz de atenuar las desigualdades económicas y sociales con medidas asistenciales, sino que continúa generando mayor injusticia social.
En la superficie, Chile aparece con alto grado de gobernabilidad social y bajo índice de conflictos laborales legales. De ello se deduce erróneamente que la población estaría conforme con la situación que vive, en circunstancias que proliferan los conflictos que afectan las relaciones laborales, se vive un estado de agitación en los territorios mapuche, hay reclamos estudiantiles, de funcionarios públicos, de agricultores, de vecinos por el deterioro ambiental, etc. Estudios más profundos demuestra un elevado nivel de malestar. Esto se debe no sólo al fuerte desempleo crónico, que es la primera preocupación de los chilenos, seguida de la pobreza y la delincuencia, sino también a las duras condiciones de trabajo que deben soportar, a la falta de estabilidad laboral y al difícil acceso a la salud, la jubilación y la educación. Aumentan persistentemente los indicadores de enfermedades mentales, los permisos médicos, hay consumo excesivo de tranquilizantes. Los fraudes y estafas que comprometen a políticos, funcionarios y empresarios causa fuertes daños materiales al estado. La corrupción, el incremento de la delincuencia, el narcotráfico y la mendicidad son notorios, así como la prostitución, la explotación de niños y adolescentes o el embarazo precoz, todos síntomas de descomposición familiar y social, exacerbada por el consumismo, el individualismo y el enriquecimiento como valores predominantes. Este malestar social se expresa también en las encuestas de opinión. Según constata el informe 2002 de UNCTAD, el 74% de los chilenos expresa sentimientos negativos respecto del sistema económico del país. Otras encuestas revelan que una amplia mayoría rechaza la desregulación laboral, las privatizaciones de los servicios y empresas públicas, expresa desconfianza creciente en el sistema político, en el poder judicial, en los medios de comunicación, en la policía y fuerzas armadas.
La antítesis: el movimiento contra la globalización
Las críticas teóricas a la globalización neoliberal adquirieron confirmación a partir de las primeras expresiones de rebeldía masiva. Tales fueron el levantamiento de Chiapas que tiene lugar como protesta al entrar en vigor el NAFTA ( Tratado de Libre Comercio de América del Norte) (1994) y las manifestaciones callejeras de Seattle contra el intento de una nueva ronda de negociaciones auspiciada por la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el gobierno de Clinton (1999). Chiapas anticipó la movilización indígena en Ecuador, Centroamérica, Bolivia, Chile, Brasil y otros países. La población autóctona comprendió que la globalización era una amenaza a su territorio, su cultura, su existencia. A Seattle acudieron trabajadores sindicalizados que ya habían sentido en carne propia los efectos del NAFTA, pequeños agricultores arrinconados por el agrobusiness y sus tecnologías destructoras, ecologistas que estaban chocando con la renuencia de las transnacionales a la protección del medio ambiente, organizaciones femeninas que veían cómo el capital superexplotaba a las trabajadoras, entidades religiosas, asociaciones estudiantiles que repudiaban la impunidad con que actuaban las transnacionales. La participación en Seattle de canadienses, mexicanos e inmigrantes latinoamericanos le imprimieron a esta primera cita, un carácter internacionalista que se va acentuando en las movilizaciones desplegadas en los años siguientes. La presencia de pequeños grupos partidistas contrarios a la globalización, aunque sin adquirir un papel protagónico, mostraron la coincidencia entre actores sociales y políticos que puede asumir el movimiento, sin por eso perder autonomía e independencia.
El internacionalismo, la diversidad temática que agitan los participantes, puntos de vista ideológicos variados y la convergencia de los objetivos son rasgos de este movimiento que han potenciado las fuerzas de los contestatarios. Sus ataques se concentran en las orientaciones de las cumbres de la Comunidad europea, del G-8, contra los consensos que se fraguan en las citas empresariales de Davos y del FMI-Banco Mundial, como se expresaron en los encuentros masivos de Washington, Praga, Gotenburgo, Génova y Barcelona. (3) También en Asia Pacífico, - Corea del Sur, Japón, Tailandia, India - adquieren envergadura las protestas masivas de rechazo a la globalización neoliberal. En las cumbres americanas de jefes de estado y en las de ministros de comercio, para tratar el tema del ALCA, como Quebec, Buenos Aires y Miami grandes multitudes se han concentrado para repudiar ese proyecto. En Santa Cruz, Bolivia (2003) y de forma sorpresiva, los jefes de Estado iberoamericanos tuvieron que escuchar cara a cara los planteamientos de la contracumbre de los pueblos y debieron considerar por primera vez en su declaración oficial, algunos de los planteamientos del movimiento social. Los tres Foros sociales mundiales de Porto Alegre, (2001, 2002, 2003) seguidos de los Foros sociales europeos de Florencia (2002) y Saint Denis (2003) significaron el paso del movimiento antiglobalización a otra etapa, la de la reflexión y el debate en torno a las propuestas para otra globalización, otro mundo posible. Ha surgido el término "altermundialismo" para caracterizar a este movimiento que al oponerse a la actual globalización no está propiciando el aislamiento y la autarquía, sino otra forma, voluntaria y no forzada, equitativa y no desigual para la integración de la humanidad.
Las mismas corrientes altermundialistas, más otras, herederas del histórico movimiento pacifista, protagonizaron las movilizaciones más potentes y simultáneas jamás vistas para oponerse a la invasión a Irak. También en Chile, en Febrero y Marzo 2003, el movimiento pacifista abarcó un amplio arco ideológico e influyó en la decisión gubernamental de restarle apoyo a la acción norteamericana. Se calcula que unos 60 millones de más de 200 ciudades en el mundo participaron el 15 de Febrero del 2003 en mitines y marchas, probablemente la acción más extensa de la historia. Después de las recientes y dramáticas experiencias de Yugoslavia, Afganistán e Irak, la opinión pública mayoritariamente descree de los supuestos "motivos humanitarios" con que se pretende justificar el uso de la fuerza militar de las grandes potencias. Según encuestas realizadas en varios países europeos, porcentajes sustanciales de personas declararon que la razón principal de EE.UU para ir a la guerra en Irak era " porque quiere el control del petróleo iraquí". (Centro de Estudios Pew, The New York Times) De los Foros Sociales de Porto Alegre, seguido de otros de orientación similar realizados por países y continentes, emerge un sinnúmero de propuestas de reformas al orden mundial o plataformas de lucha, que van conformando un programa común para todo el movimiento altermundialista. Sólo a modo de ilustración se pueden señalar algunas de los múltiples objetivos que se están debatiendo.
Hacia un programa altermundialista
Hay coincidencia en que lo más urgente es poner término a la escalada terrorismo-guerras estatales. El retiro de las tropas norteamericanas en Irak y la devolución de la soberanía a ese pueblo, más la solución pacífica y equitativa al conflicto palestino-israelí, son asuntos capitales. Pero, la lucha por la paz incluye además medidas concretas, como la reducción de los gastos militares, la prohibición de las armas de destrucción masiva, el acatamiento de Estados Unidos y de sus aliados a la Carta de las Naciones Unidas. En el plano económico se plantea el sometimiento de los tratados comerciales o de inversiones, a la supremacía de los derechos humanos, políticos, sociales y económicos ya consagrados; y el establecimiento de nuevos derechos de las comunidades humanas a la tierra, el agua, la atmósfera, los bosques, las semillas, la cultura. Hay coincidencia en que debe ser condonada la Deuda Externa, al menos de los países más pobres; el establecimiento de la Tasa Tobin, la supresión de los paraísos fiscales y otros controles al movimiento de capitales especulativos; la reforma profunda del FMI, el Banco Mundial y la OMC para democratizarlos y hacerlos accesibles a las naciones subdesarrolladas. En América Latina hay consenso entre los altermundialistas sobre el rechazo al ALCA. En materia medioambiental, se insiste en el cumplimiento por todos los países de convenciones como Kyoto, sobre el calentamiento global; la etiquetación y otras formas de control de los productos transgénicos; la prohibición del patentamiento comercial de los seres vivos. En el plano de la cultura hay insistentes demandas para asegurar el derecho ciudadano a la información ante la creciente monopolización privada de los medios de comunicación masiva; se reclaman resguardos contra el avallasamiento de la expresión cultural de las naciones y pueblos por parte de las "industrias culturales."
El desarrollo del movimiento altermundialista exige nuevas formas de democracia directa, haciendo hincapié en la participación no sólo en la gestión de aspectos parciales del quehacer común y cotidiano a niveles locales, sino también una participación real en las decisiones que les afectan y que hoy se adoptan en las cúpulas nacionales o internacionales. Se plantea generalizar las consultas plebiscitarias a los ciudadanos, la revocabilidad de los mandatos electivos. Se abre paso el concepto de ciudadanía global, aunque aún no se han precisado sus contenidos concretos.
Hay muchos otros temas que aún están en debate. El tiempo dirá cómo se resolverán y cómo avanzará el movimiento altermundialista. Pero, una cosa parece claro. Algunos dicen que ha nacido un nuevo actor mundial, unos lo llaman "opinión pública mundial" y otros " la ciudadanía global".
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Notas
(1) Ziegler Jean. Los nuevos amos del mundo. Ediciones Fayard-Paris, Septiembre 2002. Versión en español, fotocopia.
(2) Moore Michael. Stupid White Men. Pag 263. Citado de Alan Fram, Associated Press, May,31,2001 y The Institute for Policy Studies Report, December 200.
(3) Massiah Gustav. El G-8 ante la hegemonía estadounidense. Le Monde Diplomatic, edición chilena, Mayo 2003. |