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Anàlisi :: educació i societat |
Historia del siglo XX (Hobsbawm). 13: Los paÃses socialistas
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per (penjat per) Antoni Ferret |
02 gen 2004
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(Pasajes seleccionados)
Pero la revolución no se produjo, y la Rusia de los soviets quedó aislada, rodeada por un mundo capitalista, muchos de cuyos gobiernos más poderosos deseaban impedir la consolidación de este centro mundial de la subversión, y eliminarlo lo antes posible. El hecho de que la URSS no obtuviera el reconocimiento diplomático por parte de los EEUU hasta 1933 demuestra su condición inicial al margen de la ley. Además, incluso cuando Lenin, siempre realista, estuvo dispuesto, y hasta ansioso, para hacer las mayores concesiones imaginables a los inversores extranjeros a cambio de su contribución al desarrollo económico de Rusia, se encontró con que nadie aceptaba su oferta. (...)
No fue hasta los años 70 y 80 cuando aparecieron indicios de que el universo autónomo del «campo socialista» se estaba integrando en la economÃa mundial.
El hecho fundamental de la Rusia soviética era que sus nuevos gobernantes, el Partido Bolchevique, no esperaban que sobreviviese en el aislamiento (...) Ninguna de las condiciones que Marx y sus seguidores habÃan considerado necesarias para el establecimiento de una economÃa socialista estaban presentes en esa masa ingente de territorio (...) Para Lenin, Moscú sólo serÃa la sede temporal del socialismo, hasta que pudiera trasladarse a su capital permanente en BerlÃn. No es ninguna coincidencia que el idioma oficial de la Internacional Comunista (...) no fuese el ruso sino el alemán.
Cuando resultó evidente que la Rusia soviética iba a ser, y no por poco tiempo, el único paÃs donde habÃa triunfado la revolución proletaria, la única polÃtica lógica que podÃan hacer los bolcheviques era la de transformar su economÃa y su sociedad de atrasadas en modernas lo antes posible. (...) La fórmula soviética de desarrollo económico —una planificación estatal centralizada, encaminada a la construcción ultrarrápida de las industrias básicas y las infraestructuras esenciales para una sociedad industrial moderna— parecÃa pensada para ellos [los paÃses atrasados]. (...) En el perÃodo de entreguerras, y sobre todo durante los años 30, el ritmo de crecimiento de la economÃa soviética superó al de los demás paÃses, salvo Japón, y en los primeros 15 años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial las economÃas del «campo socialista» crecieron considerablemente más deprisa que las de Occidente (...)
(...) la masa inmóvil e inalterable del campesinado en las comunidades rurales restauradas, a quienes la Revolución (...) habÃa dado tierras, o, mejor, cuya ocupación y reparto de la tierra en 1917-1918 se habÃa aceptado como el precio necesario de la victoria y la supervivencia. (...)
Al llegar a 1926, la producción industrial soviética habÃa recuperado más o menos el nivel de antes de la guerra, aunque eso no querÃa decir mucho. [Tras la guerra civil, la economÃa habÃa quedado reducida al 10 por 100 del mencionado nivel.] (...) (p 375-379)
Stalin, que presidió la edad de hierro de la URSS que vino a continuación, fue un autócrata de una ferocidad, una crueldad y una falta de escrúpulos excepcionales o, a decir de algunos, únicas. (...) No obstante, cualquier polÃtica de modernización acelerada de la URSS, en las circunstancias de la época, habrÃa resultado forzosamente despiadada, porque habÃa que imponerla en contra de la mayorÃa de la población, a la que se condenaba a grandes sacrificios (...)
La «economÃa planificada» de los planes quinquenales (...) era un mecanismo rudimentario (...) Su tarea esencial era la de crear nuevas industrias más que gestionarlas, dando máxima prioridad a las industrias pesadas básicas y a la producción de energÃa, que eran la base de todas las grandes economÃas industriales: carbón. hierro y acero, electricidad, petróleo, etc. (...) La economÃa soviética se consolidó como una serie de procesos rutinarios, interrumpidos de vez en cuando por «esfuerzos de choque» casi institucionalizados en respuesta a las órdenes de la autoridad superior. (...)
En realidad, para un paÃs atrasado y primitivo, carente de toda asistencia exterior, la industrialización dirigida, pese a su despilfarro e ineficacia, funcionó de una forma impresionante. Convirtió a la URSS en una economÃa industrial en pocos años, capaz, a diferencia de la Rusia de los zares, de sobrevivir y ganar la guerra contra Alemania (...) Hay que añadir que en pocos regÃmenes la gente hubiera podido o querido soportar los sacrificios del esfuerzo de guerra soviético, o los de los años 30. Pero, si el sistema mantenÃa el nivel de consumo de la población bajo mÃnimos (...), les garantizaba en cambio un mÃnimo social. Les daba trabajo, comida, ropa y vivienda de acuerdo con precios y salarios controlados (esto es, subsidiados), pensiones, atención sanitaria y cierto igualitarismo, hasta que el sistema de recompensas y privilegios especiales para la «nomenklatura» se descontroló, tras la muerte de Stalin. Con mucha mayor generosidad, proporcionaba también educación. La transformación de un paÃs en buena parte analfabeto en la moderna URSS fue (...) un logro gigantesco. (...) (p 380-382)
Sin embargo, este éxito [de modernización] no se hizo extensivo a la agricultura y a quienes vivÃan de ella, ya que la industrialización se hizo a costa de la explotación del campesinado. (...) Los campesinos —la mayorÃa de la población— (...) no sólo tenÃan que pagar más impuestos a cambio de menos protección, sino que la polÃtica agrÃcola que sustituyó a la NEP [Nueva PolÃtica Económica, de los años 20, que en relación a la agricultura significó la propiedad personal de las tierras], la colectivización forzosa de la tierra en cooperativas o granjas estatales, fue entonces, y seguirÃa siéndolo más tarde, un desastre. Su efecto inmediato fue el descenso de la producción de cereales y la reducción a la mitad de la cabaña ganadera, lo que provocó una terrible hambruna en 1932-1933. (...) Después de una etapa prometedora en la posguerra, en que la economÃa soviética llegó a producir modestos excedentes de cereales (...) la agricultura soviética dejó de ser capaz de alimentar a la población. A partir de los años 70 dependió del mercado mundial de cereales para cubrir a veces hasta la cuarta parte de sus necesidades. (...) En resumen, la URSS cambió una agricultura campesina ineficiente por una agricultura colectivista ineficiente, a un precio enorme. [Pero se menciona, en una nota, el hecho de que la agricultura colectivizada húngara tenÃa un éxito superior a la agricultura francesa.] (...)
Todo intento de hacer más flexible y eficiente la Administración no hacÃa más que hincharla y hacerla aún más indispensable. (...) Poco antes de la guerra habÃa ya más de un administrador por cada dos trabajadores manuales. (...)
El tercer inconveniente del sistema, y el que acabó por hundirlo, era su inflexibilidad. Estaba concebido para generar un aumento constante de la producción de bienes cuya naturaleza y calidad habÃan sido predeterminadas, pero no estaba dotado de mecanismo externo alguno para variar la cantidad (salvo para aumentarla) ni la calidad, ni para innovar. (...) el sistema de distribución era tan malo y, sobre todo, el sistema de organización de los servicios era de una nulidad tal, que el aumento del nivel de vida en la URSS —y la mejorÃa de los años 40 a los 70 fue muy notable— sólo pudo darse con la colaboración, o tal vez gracias a la intervención, de una extensa economÃa «paralela» o «sumergida», que creció rápidamente en especial a partir de fines de los años 60. (...)
(p 382-384)
Sin embargo, la revolución soviética también desarrolló un sistema polÃtico muy especial. Los movimientos obreros y socialistas de masas que surgieron casi por doquier en Europa a finales del siglo XIX, ya en forma de partidos, sindicatos y cooperativas (...) eran profundamente democráticos, tanto en su estructura interna como en sus aspiraciones polÃticas. (...) El sistema polÃtico de la URSS, que más tarde se transferirÃa al mundo socialista, rompió abruptamente con la vertiente democrática de los movimientos socialistas (...) En resumen, del mismo modo que la economÃa soviética era una economÃa dirigida, la polÃtica soviética era también una polÃtica dirigida.
Esta evolución reflejaba, por una parte, la historia del Partido Bolchevique, por otra, las crisis y las prioridades urgentes del joven régimen soviético, y también las peculariedades de (...) Stalin. El modelo leninista de «partido de vanguardia», una organización disciplinada y eficiente de revolucionarios profesionales (...), era potencialmente autoritario (...)
Cualquiera que fuese la actitud prerrevolucionaria de los bolcheviques hacia la democracia dentro y fuera del partido, la libertad de expresión, las libertades civiles y la tolerancia, las circunstancias de los años 1917-1921 impusieron un modo de gobierno cada vez más autoritario dentro y fuera de un partido (...) En la misma lÃnea, el partido abandonó la democracia interna al prohibirse (en 1921) la discusión colectiva de polÃticas alternativas. El «centralismo democrático» por el que el partido se regÃa teóricamente se convirtió en centralismo a secas, y el partido dejó de actuar de acuerdo con sus estatutos. (...) No era esto, por supuesto, lo que habÃan planeado Marx i Engels (...)
Stalin gobernó su partido, al igual que todo lo que estaba al alcance de su poder personal, por medio del terror y del miedo. (...) AsÃ, las grandes purgas de los años 30, que, a diferencia de formas anteriores de terror [las dirigidas contra los campesinos que se resistÃan a la colectivización], estaban dirigidas contra el partido mismo, y sobre todo contra su dirección, comenzaron después de que muchos bolcheviques curtidos (...) llegaron a la conclusión de que la crueldad inmisericorde del perÃodo y los sacrificios que imponÃa eran más de lo que estaban dispuestos a aceptar. (...)
[Tras la muerte de Stalin] Mientras los gulags se vaciaban a finales de los años 50, la URSS seguÃa siendo una sociedad que trataba mal a sus ciudadanos según criterios occidentales, pero dejó de ser una sociedad que los encarcelaba y asesinaba en una escala única (...) Además, en los años 60 y 70 la URSS se convirtió en una sociedad en la que el ciudadano de a pie seguramente corrÃa menos peligro de ser asesinado por criminales, por conflictos civiles o por el Estado que en muchos paÃses de Asia, Ã?frica y América. No obstante, siguió siendo un Estado policial, una sociedad autoritaria y, de acuerdo con cualquier criterio realista, carente de libertad. (...)
Sea como fuere, en todos los cálculos, la cantidad de vÃctimas directas e indirectas debe medirse en cifras de 8, más que de 7, dÃgitos. (...) (p 385-392)
Los nuevos regÃmenes de los años 40 (...) no fueron impuestos exclusivamente por la fuerza de las armas más que en cuatro casos: Polonia, la Alemania ocupada, Rumania (...) y, en lo esencial, HungrÃa. En Yugoslavia y Albania eran, más o menos, de origen local [guerrillas antifascistas]; en Checoslovaquia, el 40 por 100 de los votos obtenidos por los comunistas en 1947 (...) y en Bulgaria la influencia comunista estaba reforzada por el sentimiento rusófilo (...) La llegada del comunismo al poder en China, Corea y la antigua Indochina (...) no debÃa nada a las armas soviéticas (...)
(...) los nuevos regÃmenes disfrutaron al principio de una legitimidad temporal y, durante cierto tiempo, de un genuino apoyo popular. (...) ¿Quién podÃa dudar de que paÃses como Yugoslavia y Bulgaria avanzaban más de prisa de lo que parecÃa probable o incluso posible antes de la guerra? (...)
En Polonia, la agricultura se descolectivizó, aunque esto no la hiciese más eficiente, y, lo que es más significativo, la fuerza polÃtica de la clase trabajadora, potenciada por la propia industrialización, recibió a partir de entonces un reconocimiento tácito. Los enfrentamientos solÃan producirse debido a los intentos periódicos del Gobierno polaco de recortar los gravosos subsidios al coste de los productos de primera necesidad (...) lo cual provocaba huelgas, seguidas (...) de una retirada. En HungrÃa, los dirigentes impuestos por los soviéticos después de la derrota de la revolución de 1956 fueron de un reformismo más auténtico y eficaz. (...) emprendieron la liberalización sistemática del régimen (...), la reconciliación con las fuerzas opositoras y, en la práctica, la consecución de los objetivos de 1956 dentro de los lÃmites que la URSS consideraba aceptables (...) En Checoslovaquia, esta demanda [de liberalización] era aún más fuerte (...) porque muchÃsimos de sus comunistas, sobre todo los intelectuales, surgidos de un partido con auténtico apoyo popular antes y después de la ocupación nazi, estaban profundamente dolidos por el contraste entre las esperanzas comunistas (...) y la realidad del régimen. (...) La «Primavera de Praga» de 1968 (...) coincidió con el estallido mundial de radicalismo estudiantil (...)
Por un lado, las economÃas desarrolladas no socialistas crecÃan y prosperaban como nunca (...) Por otro lado, el ritmo de crecimiento de las economÃas socialistas, que habÃa superado al de las economÃas occidentales hasta la segunda mitad de los años 50, empezó a flojear a ojos vista. El PNB soviético, que habÃa crecido a un ritmo anual del 5,7 por 100 en los años 50 (...), bajó al 5,2 por 100 en los años 60, al 3,7 por 100 en la primera mitad de los 70, al 2,6 por 100 en la segunda mitad de la década, y al 2 por 100 en los 5 años anteriores a Gorbachov. (...) (p 394-398) |
Comentaris
Re: Historia del siglo XX (Hobsbawm). 13: Los paÃses socialistas
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per uno del Pi CÃ dalla Italia |
05 gen 2004
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Está bien. Pero 8 dígitos contando los 25 millones que el terror nazi creó durante la Segunda Guerra Mundial. Recalco (y sin ánimo de defender a ultranza aquello). Víctimas del gulag: se estiman en 20 000. Horrible; pero no son los 20 millones que Occidente ha querido ver, como para justificarse en no se sabe qué. |
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