Anika Gil Pérez-Nievas
Hoy empezaré a escribir sobre nuestra detención ocurrida el 28 de febrero de 2002 y los duros sucesos posteriores. No sé cuándo terminaré, pero continuaré poquito a poco, por un lado porque las compañeras me han dicho que tengo que sacar lo que tengo dentro y por otro, porque quiero hacer un testimonio, porque quiero recordar lo máximo posible. Sé que se me hará muy difÃcil, ya que todavÃa no controlo muy bien la noción del tiempo, pero intentaré hacerlo lo mejor posible.
Eran las siete de la mañana cuando me despertaron los golpes. Mi compañero Eneko estaba a mi lado y lo desperté totalmente turbada. Comprendiendo qué eran aquellos golpes, abandonamos la cama de un salto. Eneko salió al pasillo e intentó que dejaran de golpear la puerta, diciéndoles que abrirÃa él. Asà lo hizo mientras yo iba a por el niño. La puerta no se abrÃa, no sabÃa lo que iba a pasar y sentà miedo con el niño en mis brazos. Eneko dijo que la puerta estaba atrancada y que no se podÃa abrir. Continuaron golpeando. Nos quedamos con el niño mientras aquellos terribles golpes destrozaban la puerta. Al ver que estaba rota empezamos a gritar “¡No disparen, hay un niño! ¡Hay un niño!â€?. Entonces escuchamos, “¡Salgan, todos al suelo!â€?. Yo dejé al niño en la cuna y salà después de Eneko, volviendo a repetir que habÃa un niño. Me ordenaron que cogiera al niño y fuera a la sala de estar. Asà lo hicimos. Una tercera persona salió de otra habitación, le pidieron la documentación y se lo llevaron enseguida. Metieron a Eneko en nuestra habitación. Le preguntaban por un Iñigo. Le pidieron la documentación, se vistió y lo sacaron de allÃ. No lo volvà a ver.
Vi poco de la entrada. Iban con linternas, miraban todas las esquinas, nos apuntaban a la cara y a los ojos. Luego los vi. Eran un montón de policÃas entrando y saliendo por todas las esquinas de la casa, apuntando hacia todos los lados. Dejaban abiertos todos los balcones y todas las puertas. Todo fue muy rápido. SeguÃan moviéndose por casa, enseñando sus armas.
Pasé un rato largo en una esquina de la sala de estar. TenÃa al niño en brazos enrollado en una manta. En cierto momento vi a una mujer vestida de paisano y sin capucha. Luego un guardia civil vestido de paisano me enseñó un papel diciéndome que era el auto judicial que autorizaba la entrada a nuestra casa. Yo lo leà rápido. Según ponÃa aquel papel, se ordenaba la detención de Eneko en base a la declaración hecha por Ainara Gorostiaga.
Escuché ruidos. Estaban hablando con Eneko. Mencionaron algo sobre alguna cosa que tuvimos en casa. Entonces me di cuenta de que estaban registrando la casa.
Me vino de nuevo el guardia civil que estaba de paisano y me enseñó otro papel. Según decÃa, yo también estaba detenida e incomunicada. Oà a Eneko preguntar a una secretaria (según parece la mujer que vi anteriormente) si podÃamos dejar al niño con la familia. Después de un rato, me preguntaron si tenÃa algún familiar al que podÃa dejar el niño. Con gran pena les di el nombre y el teléfono de una prima.
Según avanzaba el registro iban cambiando a Eneko de habitación, siempre de tal manera que yo no le pudiera ver. Luego me dijeron que habÃa llegado mi familiar. Cogà algunas cosas que le serÃan necesarias y les tuve que dar el niño. Estaba nerviosa, muy triste, me resulta imposible expresar lo que sentÃ. Le di un beso al niño y se lo entregué llorando. El corazón me hizo Krak... No podÃa pensar en otra cosa. Después de darles el niño, una mujer con capucha estuvo conmigo todo el rato. Yo oÃa ruidos, pero estaba contra la pared de la cocina y no podÃa ver nada. También oà el ruido que hacen los cristales al romperse.
Pase un buen rato asÃ. Nuestra habitación estaba patas arriba. Luego oà cómo uno de ellos le decÃa a la chica que estaba conmigo que estaba lista para que me pusiera los grilletes y me llevaran. Yo estaba en pijama y les pedà coger la ropa. Tras un largo rato, con la cabeza agachada, me llevaron a la habitación para que me pudiera vestir. Después de vestirme, me colocaron las esposas y me pusieron contra la pared de la habitación de mi hijo. Después de un rato (¿hacia las 10.30?) sacaron a Eneko. A mà me sacaron a los 5 minutos.
Me costó encontrar la ropa. Nuestra habitación estaba patas arriba. Todo lo del armario estaba fuera y tirado por el suelo. Las cosas que estaban en las baldas de la sala de estar también estaban desperdigadas. No pude ver más, pero pude oÃr cómo tiraban al suelo las cosas de la cocina.
Cuando me iban a sacar de casa, supuestamente terminado el registro, la guardia civil que me custodiaba me dijo “de aquà en adelante ni se te ocurra mirar a nadie a los ojos, es un consejo que te doy. No mires a nadie a la puta cara�. Me agacharon la cabeza, me sacaron de casa y me metieron en un coche.
En el coche también me llevaron agachada. Con la cabeza sobre las rodillas, me producÃa dolor en la espalda y en el cuello. El coche paró en algún sitio de Iruñea, (supongo que en el cuartel) y mirando para abajo, con la espalda y el cuello agachados, no sabÃa dónde andaba, tropezándome, me metieron en una celda. Era una celda pequeña. TenÃa una especie de camita con un colchón amarillo. Las paredes eran blancas, era rectangular y de una anchura de 1,30 y una largura de 2,30 m. más o menos. Me dejaron mirando contra la pared, pero después de cerrar la puerta me senté sobre el colchón. Enseguida, una brusca voz me preguntó “¿quién te ha dicho que te sientes? !Contra la pared!â€? yo, de un salto, puesto que me habÃa dado un buen susto, me puse de pie y mirando a la pared.
Después de un rato, oà el ruido de los cerrojos y entre palabras que no entendÃa, oà algún golpe y algún grito. Para no oÃr lo que estaba pasando, me tapé los oÃdos y empecé a cantar por dentro. Después, abrieron el cerrojo de mi calabozo y por lo menos entró un hombre. Me hizo preguntas. Yo le respondÃa que no o que no sabÃa. Entonces, después de darme un golpe en la cabeza, me amenazó “vale, si no quieres colaborar tengo 5 dÃas para hacerte hablar. Te querÃamos dar una oportunidad pero alguien tiene que comérselo y si no quieres colaborar lo compartiréis todos, todos iréis para dentroâ€?.
Oà ruidos. Me sacaron de la celda y me tomaron las huellas dactilares. Me pareció que pasaba más gente a sacar fotos. Entonces pensé que a lo mejor habÃa más gente detenida. De todas formas, me lo imaginaba. Hasta que pasara todo no lo sabrÃa.
Comenzamos el viaje. Me metieron en la furgoneta de la misma forma, esto es, con la cabeza agachada. HabÃa comenzado el viaje a Madrid. En el camino, no hubo golpes, eso sÃ, eso de tener que ir agachada, me producÃa un dolor espantoso, tanto en la espalda como en el cuello. De vez en cuando la mujer me hacia comentarios sobre mi hijo, no podÃa mantener el llanto, ya que se me hizo muy duro.
El furgón habÃa parado. Yo no sabia si habÃamos llegado o no. Cada vez se acercaba más gente haciendo comentarios jocosos sobre nosotros. Antes de bajar me ordenaron quitarme las cuerdas de los zapatos, luego me bajaron del furgón ordenándome cerrar los ojos. Di unos pasos y una mujer me puso un antifaz en los ojos y cogiéndome de los grilletes, empezó a tirar de mÃ. Viendo que andaba torpemente, dijo, “venga que no tenemos todo el dÃaâ€?. Me pararon y me pusieron contra la pared, diciendo que no me apoyara. La mujer que me habÃa acompañado todo el trayecto le dijo a la otra que tenia un niño, que era muy bonito, etc. HacÃan comentarios como que ellos cogerÃan al niño, que era mala madre, que era una pena, pero que no volverÃa a ver a mi hijo, que el pobre, quedarÃa en manos del Estado mientras yo estuviera en la cárcel, etc. Estaba muy asustada y muy dolida. No sabÃa qué hora era, si era de dÃa o de noche, no veÃa nada. Estaba temblando. Uno me preguntó si tenia frÃo y le contesté que no, entonces dijo “hay qué flojilla, si no nos vas a durar ni dos dÃas!â€?. TodavÃa tenÃa en mente la entrada en casa y las imágenes de mi hijo. Esa última la tengo todavÃa.
Al poco rato me llevaron tirándome de los grilletes. Agarrada del brazo bajamos por unas escaleras. No sabÃa por dónde andaba y caminaba torpemente. De pronto paramos, me quitaron los grilletes (los que llevaba puestos desde que salimos de casa) y me dijo que me quitase el antifaz. Me ordenó que mantuviera los ojos cerrados y que no me moviera del sitio donde me habÃa dejado hasta que me lo dijeran. Cerró la puerta y me dio permiso para que abriera los ojos. Temblando de miedo, me acordaba una y otra vez de los afganos que estaban en Guantánamo, “ahora ya sé lo que se siente en una situación semejanteâ€? pensé. Al abrir los ojos vi la pared amarilla de frente. Sin moverme durante un rato (tenÃa mucho miedo), movà la cabeza hacia los lados. A la derecha estaba la misma pared, haciendo esquina, y a la izquierda habÃa una cama de cemento, y encima un colchón de goma espuma cubierto con dos mantas. Estaba en un calabozo. No me atrevà a mirar atrás. Lo harÃa más adelante, tenÃa un miedo espantoso, tenÃa dudas de si podrÃa volver a ver. La habitación era rectangular. TendrÃa unos 4 m de largo y tres de ancho. Mientras tanto podÃa oÃr el ruido metálico de otras cerraduras.
También abrieron la cerradura de mi calabozo, de repente entró un hombre, se colocó detrás de mà y empezó a decirme cuáles eran las reglas “en este sitio se responde a todas las preguntas. Cuando alguien te pregunte algo responde sà o no, pero responde. ¿Has entendido? ¿HAS ENTENDIDO?â€?. Yo movà la cabeza afirmándolo, y él: “¿SÃ? O NO? ¡RESPONDE!â€?. Le conteste que sÃ. Entonces me nombró las siguientes reglas: No podÃa mirar para atrás, tampoco hacia la puerta del calabozo. No debÃa de mirar a nadie a la cara y mucho menos a los ojos. DebÃa estar de pie, mirando a la pared mientras él no me dijera otra cosa. Cuando ellos dijeran algo desde el otro lado de la puerta o dieran dos porrazos a la puerta, debÃa dar un salto, como si tuviera un muelle en el culo y colocarme contra la pared. Si querÃa algo, debÃa llegar hasta la puerta caminando hacia atrás y dar unos golpecitos a la puerta, siempre manteniendo la mirada hacia delante y debÃa esperar a que alguno de ellos me diera instrucciones. Me dijo que me podÃa sentar.
A los 5 minutos (asà me lo pareció) oà un ruido en la puerta y “!EN PIE!â€?. Me puse en pie, contra la pared de un salto. Entró el hombre y me preguntó sobre la regla, esto es, “¿Estás con la regla?â€? yo le respondà que no, me dijo que en caso de necesitar compresas las pidiera “en este sitio pasan cosas que no son normales, cambia el metabolismo asà que no te extrañes si empiezas a mancharâ€?. Durante los siguientes dÃas, como una obsesión, me volvieron a preguntar una y otra vez “¿Qué, ya has manchado? ¡Ya mancharás, ya!â€?.
No sé cuántas veces entró. HabÃa aprendido bien o en ello estaba por lo menos, pero cuando oÃa ruido en la puerta me entraba miedo. Era como si estuviera en una dinámica militar, en una dinámica vista en tantas pelÃculas. Pero esto no era una pelÃcula, ni yo un soldado
En una de estas, volvieron a entrar, se acercaron y me dieron el antifaz “toma, ponte estoâ€?. Me agarraron de los brazos y me sacaron del calabozo. Escaleras arriba me llevaron donde el forense. Siempre que me llevaban donde él, me quitaban el antifaz para entrar y luego, a la vuelta, al doblar una esquina, me lo volvÃan a poner. Era un hombre mayor y tras identificarse (me enseñó un carné) me dijo que era el forense de la Audiencia. Me preguntó si querÃa que me reconocieran. Yo le dije que sà y después de levantarme la camiseta, me bajó los pantalones y me dijo que no tenÃa marcas en el cuerpo. También me preguntó si estaba tomando medicación. Me tomó la tensión y el pulso. Me dijo que aparte de estar muy nerviosa, no tenÃa nada. Que me tranquilizara, que me darÃan de cenar y que luego debÃa de dormir, que me verÃa al dÃa siguiente. Al salir me volvieron a poner el antifaz, me llevaron al calabozo y después de colocarme contra la pared me preguntaron qué le habÃa dicho al forense. Aparte de eso, me hicieron innumerables preguntas sobre mi salud, también si tomaba PROZAC. También me preguntó sobre la maternidad y el parto. Todo aquello tuvo gran influencia psicológica. TenÃa que repetir todo lo que le habÃa dicho al forense, ¿qué le iba a contar?. Estaba en sus manos.
De aquà en adelante no pude medir el tiempo, cuando me llevaron donde el forense miraba la hora y suponÃa que habÃa pasado otro dÃa, pero aqeullo no me ayudaba mucho, puesto que venia en horas diferentes, algunas veces por la mañana, otras al mediodÃa... rompiendo completamente mis cálculos.
Aquella noche no hubo cena como habÃa dicho el forense. Cuando estaba en el calabozo, entraron 3 ó 4 hombres y comenzaron a hacerme preguntas. Yo les respondÃa, pero mis respuestas no les gustaban. Se enfadaron mucho, y comenzaron a insultarme “¡lista, zorra, hija de puta, te vamos a matar!â€?. Me preguntaban sobre mi hijo haciendo comentarios muy duros sobre su situación. También me empujaron, golpeándome contra la pared. Yo estaba llorando y temblando, diciéndoles que les decÃa la verdad una y otra vez. Me ordenaron que hiciera flexiones, de arriba abajo, hasta que me caÃ. Y comenzaba otra vez la misma dinámica. No sé cuánto tiempo pasó, pero luego, cuando se fueron, me dijeron que me darÃan tiempo para pensar y que serÃa mejor si hablaba, que si no ellos me harÃan hablar.
No pasó mucho tiempo y volvieron a entrar “¿YA HAS PENSADO?â€? Empecé a temblar nada mas oÃr aquello, porque no sabÃa lo que querÃan que dijera. Estaba atemorizada. Esta vez me pusieron el antifaz y me sacaron del calabozo, después de andar un poco subimos las escaleras hasta el piso de arriba, metiéndome en una habitación, me pusieron contra la pared y me quitaron el antifaz. No veÃa más que la pared, era blanca. Volvieron a empezar con el primer interrogatorio y no creÃan lo que yo les decÃa. Cada vez se ponÃan más violentos. Otra vez golpes en la cabeza, empujones, gritos, flexiones hasta que las piernas no pudieron aguantar más... De pronto uno me ordenó que me desnudara. Yo, asustada y temblando, les dije que no me desnudarÃa, que no me quitarÃa la ropa. En la habitación habÃa unos 3 ó 4 hombres y uno de ellos me dijo “¿Qué no? ¡Ya te la quito yo!â€? comenzó a quitarme el jersey, luego la camiseta y al final me quitó el sujetador.
Otra vez preguntas. Cuando respondÃa que no o que no sabia, me golpeaban en la cabeza con la mano abierta, tirándome del pelo me llevaban la cabeza hacia atrás manteniéndomela asà mientras me amenazaban o me insultaban, más empujones... Lloraba y me temblaba todo el cuerpo... Me dijeron que me vistiera y me bajaron al calabozo.
Estuve todo el rato de pie y mirando contra la pared y comencé a sentirme cansada, la espalda, el cuello y las piernas las tenia doloridas.
Volvieron a entrar en el calabozo y comenzaron con el interrogatorio allà mismo. Yo seguÃa diciendo lo mismo. Uno dijo “hay que cambiar de método, ¡QUE SE DESNUDE, QUE SOLO SE QUEDE CON LOS CALCETINES!â€?. Me entro un escalofrÃo y me desnudé entre llantos y temblores, siempre mirando contra la pared, dejando la ropa en el suelo. En sus manos me sentÃa desnuda tanto por fuera como por dentro, entre las preguntas, me repetÃan una y otra vez “¡FIRMES!â€?, cuando llevaba las manos a cubrir la tripa o la cara. Mientras tanto me daban golpes en la cabeza, me sobaban el cuerpo, más empujones y tirones de pelo. En un momento uno de ellos me dijo que estirara el brazo hacia atrás. Entonces me colocó lo que identifique por el tacto como una pistola y me ordeno que lo cogiera. Me dijo que aquella pistola habÃa sido utilizada para asesinar a un concejal de Zaragoza
No puedo decir cuantas veces (quizás unas 2-3) me interrogaron de forma similar, desnuda, hasta que me caÃa haciendo flexiones. Entonces me ordenaban que permaneciera un rato de pie, para volver a empezar mas tarde. Tenia las piernas muy pesadas y doloridas. Tocamientos en la tripa, pechos, culo... estaba muy mal, me sentÃa muy mal...
Volvieron a abrir la puerta del calabozo y me pusieron el antifaz (siempre me lo ponÃan si me movÃan de él) y en vez de llevarme a una habitación, me volvieron a llevar al forense. Como la vez anterior vino hacia las 8h, el pensar que habÃa pasado todo un dÃa me alegro, pero no fue asÃ, eran las 12 de la mañana. Me hundà en un agujero negro. Al forense le dije que tenia un miedo espantoso. TEMBLABA AL HABLAR, sentada en la silla, parecÃa que estuviera saltando. Le dije que si le decÃa algo me matarÃan, pero él me contestó que lo que le dijese, solo lo leerÃa el juez. Entonces, muy rápidamente (el tiempo iba pasando y pensaba que cuanto más tiempo pasara peor seria para mÃ, el tener que contarles a ellos mas tarde me atemorizaba), le conté lo del desnudarme, el no dormir, los golpes, el tener que permanecer de pie y no sé que más. Al verme tan nerviosa me ofreció tranquilizantes. Yo no los acepte. Sin terminar todavÃa de escribir (escribÃa muy despacio) con mucho miedo le dije que me sacara. Al sacarme me volvieron a llevar abajo.
Volvieron al calabozo. Cualquier ruido me producÃa temblores, el corazón me daba un vuelco y comenzaba a temblar. Otra vez el infierno. Desnudarme, tocamientos, flexiones, movimientos obscenos por detrás, golpes en la cabeza... Estaban enfadados y yo no podÃa hacer nada. Entonces me dijeron que me iban a violar con un vibrador o con un palo. “¿Te has follado a Benganito? ¿Te lo has hecho con fulanito?â€?, “¿Has probado alguna vez por detrás?â€? me preguntaban. Entonces uno de ellos me empezó a dar un gel o algo parecido en la parte superior del culo, diciendo que servirÃa de ayuda. Otro le decÃa que no pusiera nada, “para que se rompa por dentroâ€?. Noté un palo o algo parecido bajando de la espalda hacia el culo. Me dio un ataque de nervios, me ahogaba y tenia que respirar muy rápidamente, mis pies no aguantaron mi peso y me desplomé. Antes de llegar al suelo me agarraron por detrás. Estaba como enloquecida. Entonces, siempre mirando para abajo, agachada, me sentaron un momento. Estaba destrozada, temblando, llorando y respirando con dificultad. No sé cuanto tiempo pase asà (¿5 o 10 minutos?). Después me dijeron que me vistiera y se marcharon. Después de pasar un minuto, desde la puerta me ordenaron que me pusiera de pie contra la pared. No puedo describir como estaba. Totalmente destrozada.
En aquella situación, me decÃan cosas como “llevo mucho tiempo sin estar con una mujer, que deje de temblarte ese culo, que parece que está incitandoâ€?.
En otro de los interrogatorios después de desnudarme, haciendo flexiones, recibiendo golpes en la cabeza, insultos, gritos etc. me dijeron que me iban a poner los electrodos. A la pregunta de dónde me los iban a colocar, respondieron con “¿Quieres tener más hijos?â€?. Entonces, me echaron agua en la parte inferior del culo. Me hizo una gran impresión y pegué un salto. Se me aceleró el corazón, noté algo, me habÃan tocado con algo. Me volvió a dar otro ataque, respiraba muy rápido, me faltaba el aire, me temblaba todo el cuerpo... me dejaron en paz.
En todo aquel tiempo me dieron 2 bocadillos y dos piezas de fruta, pero no comÃ. Por un lado tenia miedo de comer, por otro, tenia mala el estómago. Muchas veces tenia náuseas y en dos ocasiones pedà ir al servicio a devolver la bilis. Al principio no bebÃa agua, pero al volver del interrogatorio, tenia la boca seca, no podÃa ni tragar la saliva, tuve que beber agua.
En otro de aquellos interrogatorios, me enseñaron un papel y me dijeron que lo leyera en voz alta. Era el auto que aceptaba la prórroga de mi incomunicación. Estaban muy contentos puesto que tenÃan dos dÃas mas para hacer lo que quisieran conmigo. Yo sin embargo, estaba hundida porque lo que le habÃa dicho al forense no habÃa tenido ninguna trascendencia.
Cuando me llevaban de vuelta al calabozo, me hicieron parar. Oà una respiración fuerte y rápida, dijeron “escucha, escucha, je, je, je, parece un orgasmo, eh?â€?. Entonces me di cuenta que le habÃan puesto a alguien la bolsa. Me puse muy mal.
Me volvieron a llevar donde el forense. Esta vez le dije que me querÃa ir, por una parte porque tenia miedo y por otra porque la prórroga de la incomunicación me habÃa desmoralizado. Se sorprendieron mucho al verme salir tan rápidamente. Me dolÃa la cabeza, como si tuviera una herida en la coronilla, pero aunque al tocar me produjera dolor, me percaté que no habÃa ninguna marca. Tenia miedo y no confiaba en él. Para entonces ya habÃa transcurrido tres dÃas de pie, contra una pared mientras no habÃa interrogatorios y sin dormir. Una vez les pregunte en la celda si me podÃa sentar, porque a parte de tener dolor en la espalda y en el cuello, estaba muy cansada. Uno me respondió “no te puedes imaginar lo que una persona puede aguantar de pieâ€?.
Fue mas o menos en esa época cuando comencé a tener alucinaciones. Al principio fueron las manchas negras que habÃa en la pared, comenzaban a moverse delante de mÃ. Mas adelante, comenzaron a tomar forma, forma de mujer, de un piojo, de un pastor etc... Luego empezaron a crecer y a coger formas de pupilas de una cara, la puerta de una casa etc. Yo cerraba los ojos y me los frotaba, pero seguÃan igual
Según pasaba el tiempo, la influencia iba aumentando. En la pared de enfrente, podÃa ver dibujos de algunos cuentos (como los de Walt Disney) todos juntos, brujas y brujos, reyes y reinas, gnomos, soldados, hadas etc. Dependiendo del momento, cambiaban de imagen. Sobre la cama vi la ropa de un recién nacido, una pequeña camisa, chaquetas con lazo incluido, pantaloncitos. Al principio pensé que los habÃan colocado ellos, con la intención de hacerme daño e intentaba no mirar para no sufrir. Pero al volver del interrogatorio la cosa empeoró, comenzaron a coger volumen, hasta que los veÃa en tres dimensiones, como si salieran de la pared. Comencé a tocar la pared dándome cuenta que no tenÃan volumen. Empecé a pensar que habÃa empezado a desplomarme. Después de un rato, sobre las ropas de bebe, comenzaron a aparecer imágenes de bebes. Al principio uno y cuando comenzaba a moverse, cambiaba y aparecÃa la imagen de otro bebe. Era muy agobiante, mucho. Intentaba mirar de frente, para no hacer caso a las alucinaciones, pero entonces, la sombra que hacia mi cuerpo en la pared, se convirtió en un espejo y a través del espejo pude ver imágenes, a veces eran como anuncios de la televisión, muy cortos. Otras veces, eran imágenes tranquilas y largas (dos personas desconocidas sobre un bote en un amplio lago, pescando...). En un momento les pregunte si habÃan puesto algo en el agua, que tenia alucinaciones, veÃa cosas raras. Entonces me metieron en la celda y comenzaron a reÃrse de mÃ, diciendo cosas como “que, ¿te has tomado un tripi o que?â€?. Era una situación muy agobiante, no sabia donde mirar, el espacio era muy pequeño para mirar y todo estaba ocupado!. Entonces comencé a mirar hacia arriba, fue peor. Comenzaron a salir los volúmenes de la pared, dándole una imagen de colmena a la celda. En esta situación hasta agradecÃa que me sacaran del calabozo.
Mientras seguÃan los interrogatorios. Algunas veces en el mismo calabozo, otras en una habitación o en los váteres. Entonces comenzaron a utilizar otros métodos. Me tenÃan en una habitación de arriba, a parte de las dos personas que me interrogaban generalmente, habÃa otros. Uno de ellos daba las ordenes y muy enfadado, les decÃa a los otros que conmigo habÃa que actuar con mayor agresividad, que querÃan resultados y que me darÃa una ultima oportunidad antes de actuar mas fuertemente conmigo. Siguió el interrogatorio. Me dijeron que habÃan comenzado a perder la paciencia. Yo les pregunte qué querÃan que les respondiera, añadiendo que firmarÃa un papel. En balde. No me hacÃan caso ni aun cuando les decÃa que no sabia nada. Me pusieron una bolsa en la mano y me ordenaron que me la colocara. Yo lo hice, estaba destrozada, querÃa que todo terminara de una vez. Estaba muy nerviosa, cuándo vieron que me estaba quedando sin respiración, me quitaron la bolsa.
Habitualmente antes de venir donde mi, le hacÃan una visita a mi compañero. Le sacaban entre ruidos y golpes, diciéndole cosas como “te vas a cagar, ven aquà majeteâ€?, para que yo las oyera. También oÃa las visitas de otras personas, muy parecidas. No paraban los movimientos de las puertas. Siempre esperando a que yo fuera la siguiente, esperando tensamente. Aquello me influÃa mucho, me producÃa temblores y lloraba. Era un terrible sufrimiento.
A parte de eso, cuando me llevaban a una habitación, intentaban poner a Eneko o a algún otro en la habitación de al lado, para que yo oyera los golpes, ruidos y gritos. No podÃa hacer caso a sus preguntas, estaba histérica, me llevaba las manos a los ojos y a los oÃdos. Para terminar con todo aquello, suplicaba entre temblores y lloros. Aquello si que era insoportable. Entonces se enfadaban mucho, “¿porque tiemblas? ¡DEJA DE TEMBLAR! ¡¡QUE DEJES DE TEMBLAR AHORA MISMO!!â€? no podÃa, no podÃa controlar la reacción de mi cuerpo. Algunas veces me decÃan que no era Eneko, que estaban golpeando a algún otro. Pero yo oÃa como le hacÃan comentarios sobre nuestro hijo, comentarios como “y ahora que va a pasar con Tomax? ¿no has pensado en el pobre Tomaxico?...â€?
En los interrogatorios a parte de hacer flexiones, me ordenaban que levantara los brazos, para mantenerlos en esa posición durante largos periodos de tiempo. SentÃa un gran dolor y cuando se me bajan solos, me gritaban “¡QUE SUBAS LAS MANOS!â€?. No tenÃa otra cosa en la cabeza que el dolor de brazos.
Una vez, en el interrogatorio, uno de ellos, muy enfadado, me dijo que no estaba colaborando y que me daba a elegir entre la puerta de salida (esto es el simulacro de una fuga) y la bolsa. Yo les conteste que si pretendÃan matarme, preferÃa lo de la puerta. Estaba muy mal. Entonces, no se después de cuantas vueltas (por el recinto, por los pasillos, siempre con el antifaz y agarrada por los brazos), oà el ruido metálico de una puerta y dándome un gran empujón, me gritaron “¡¡CORRE, CORRE!!â€?. Yo con el antifaz puesto, sin ver nada, con los cordones de los zapatos sueltos, de alguna forma comencé a correr, gritando y llorando. De repente, uno me paró por detrás. Cuando volvà a la realidad me di cuenta que estaba en una sala grande. No habÃa aire, los ruidos producÃan un pequeño eco y el suelo parecÃa fino. Estaba en el infierno. En el mismo sitio estaban golpeando a unos compañeros. OÃa golpes fuertes, terribles, ruido de palos, gritos espantosos, insultos y gritos de dolor.
Me volvieron a llevar a la celda haber si me tranquilizaba. Pero sin embargo no me dieron tiempo, puesto que volvieron enseguida. Esta vez me sacaron de la celda (como siempre con el antifaz) y me llevaron a otra habitación. AllÃ, me daba la impresión de que habÃa muchos hombres, aunque el interrogatorio lo llevaran entre los mismos de siempre. De vez en cuando, cuando no les gustaba mis respuestas, “más duro que aquà se necesita mano dura, si no hablas, te vamos a llevar a donde los otros y esos no tienen nuestra paciencia ni son tan buenos como nosotros, te vamos a mandar con fulanito, que hace tiempo que no está con una mujer...â€?. Volvió a aparecer el hombre que daba las ordenes “¡BASTA YA DE TONTERÃ?AS, ENSEÑADLE LA BOLSAâ€?, me colocaban la bolsa en la cabeza y comenzaban a interrogarme. Yo al principio podÃa respirar, no me asusté demasiado, (aparte de la situación en la que estaba) pero después, me apretaban. Me ahogaba. Me volvÃan a poner la bolsa mientras me interrogaban una y otra vez. Una vez uno me cerró la boca y la nariz mientras me decÃa “¡QUE NO MUERDAS LA BOLSA!â€?. Las piernas me fallaron, perdà la fuerza y lo veÃa todo negro (la bolsa era de plástico duro, transparente y con letras. A través de ella no podÃa ver nada especial, pero todo estaba negro). Los temblores eran menores y más seguidos y no oÃa mas que voces. Sentà pinchazos como los de una aguja a lo largo de todo el cuerpo... me quitaron la bolsa y mientras me volvÃa la conciencia, me di cuenta que me habÃa caÃdo para atrás, que uno de ellos me sujetaba por detrás, por debajo de los brazos y otros dos colocados uno a cada lado, me controlaban las pulsaciones y los latidos del corazón. Luego, me sacaron de allÃ, y me llevaron donde estaban golpeando a otro, me arrodillaron y me obligaron a gritar “¡GRITA, GRITA!â€?, mientras me daban duros golpes en la cabeza. Yo comencé a llorar mientras gritaba, mientras me percataba que mis gritos eran para asustar y hacer sufrir a Eneko.
Otra vez, hicieron lo mismo, mientras me llevaron a un sitio y me golpeaban, me obligaron a gritar “¡NO ME PEGUES MAS, NO ME PEGUES MAS!â€? (los golpes eran en la cabeza, con las manos abiertas, pero luego, los demás ruidos que yo podÃa oÃr eran como los de un palo golpeando algo como de cuero, junto a mÃ, para que pensaran, los que estaban siendo golpeados allÃ, que me estaban golpeando con un palo). Yo intentaba gritar lo mas bajo posible, pero mis gritos se oÃan mucho. Cuando me subieron estaba destrozada porque también me habÃan utilizado para hacerle sufrir a Eneko.
Otra vez el ruido de la puerta y de la cerradura. Tenia los pies como piedras. De vez en cuando me decÃan que me sentara cinco minutos, pero luego, otra vez me ponÃan de pie, me dolÃa mucho y tenia que hacer un gran esfuerzo, tenia muchas agujetas. Me pusieron el antifaz y me movieron. Cuando llegamos a algún lugar, me dijeron que me sentara y sin quitarme el antifaz me dijeron “vamos a leer tu declaración y luego vas a aprenderla de memoria, subiremos arriba y la repetirás ante un abogado de oficioâ€?. Y comenzaron a hacer preguntas que yo tenia que responder. Mis respuestas no eran de su gusto y entonces diciéndome que no debÃa de decir eso, me decÃan lo que tenia que decir. En un principio protesté, pero luego diciéndome cosas como “¿QUIERES QUE TE PONGAMOS LA BOLSA? TODAVÃ?A NO HAS PROBADO LA BAÑERA NI OTRAS COSAS PEORES. TENEMOS A TU HERMANO LOCALIZADO, ¿QUIERES QUE LO TRAIGAMOS AQUÃ?? ¿QUIERES ABRAZAR A TU HIJO?â€? me hicieron pensar que no habÃa nada que hacer, estaba en sus manos y podÃan hacer lo que quisieran.
Estuvimos un largo rato repitiendo la declaración una y otra vez, hasta que me la aprendà de memoria. Después me dijeron que lo que habÃa aprendido lo tenia que repetir arriba, que harÃan unas pruebas y que no podrÃa saber cuál era la verdadera. Que si decÃa algo diferente, entrarÃan y entonces lo pasarÃa muy mal, puesto que me quedaban otros dos o tres dÃas más. AsÃ, me subieron arriba y en una oficina me pusieron frente a dos funcionarios. El abogado debió de entrar después, yo no podÃa mirar para atrás, (me lo habÃan ordenado ellos) y no vi ni a personas ni documentos. Dije lo que ellos me habÃan enseñado, y una vez habÃa salido la abogada, me sacaron a mÃ, me volviera a poner el antifaz, (me lo habÃan quitado delante de los dos funcionarios) y me bajaron a la celda. Les notaba contentos. Me dijeron que todo habÃa terminado, pero no era verdad.
Mientras estaba en el calabozo, me ofrecieron un cigarro. Yo pensaba que todo habÃa terminado les dije que si y con el cigarro encendido entraron en la celda. Pensaba que me dejarÃan fumar el cigarro a solas, pero no fue asÃ, comenzaron otra vez a hacerme preguntas aunque en un tono más tranquilo. Yo les dije que me dejaran sola, que ya habÃa hecho la declaración que ellos querÃan, que me dejaran sola. Se enfadaron mucho. Comenzaron a insultarme, me dieron alguna ostia en la cabeza, empujones, tirones de pelo y gritos “¡LISTA, ZORRA, ESTO SE ACABARÃ? CUANDO NOSOTROS QUERAMOS Y VAS A HACER LAS DECLARACIONES QUE TE DIGAMOS! ¿DÓNDE TE CREES QUE ESTÃ?S, EN UN HOTEL? ESTO ES UNA INSTITUCIÓN MILITAR! ¡¡FIRMES!!â€? y siguieron con las preguntas. Yo estaba hundida.
Otra vez, me sacaron del calabozo y me llevaron a otra habitación. Hablaban tranquilamente, como si fueran amigos. Entonces me dijeron que me iban a presentar a un amigo de nombre “Bestiaâ€?, el guardia civil que golpeaba fuertemente a los detenidos. Oà el ruido de la puerta y una fuerte voz me saludo y me contó algunos pasajes de mi vida. Luego me pidió que colaborara si no querÃa caer en sus manos, mientras tanto me dijo que debÃa contar mi vida a los otros y que luego vendrÃa él a comprobarlo. Se fue y los otros comenzaron a interrogarme. Pero cuando se fue, en la habitación de al lado, comencé a oÃr espantosos ruidos, golpes, y gritos de sufrimiento mezclados con la voz de esa “Bestiaâ€?. Me puse muy nerviosa, llorando y temblando, con las manos me tapaba los ojos y los oÃdos. Aunque yo les suplicaba que terminaran con todo aquello, no me hacÃan caso. No sé cuanto tiempo pasó. Entonces comenzaron a decir que aunque Eneko ya habÃa prestado declaración, creÃan que sabÃa mas y haber si le dirÃa yo por nuestro hijo y por mÃ, que hablara, y que entonces todo terminarÃa. La situación era muy fuerte, yo estaba destrozada y tenia el corazón roto... Les dije que si, que pararan todo. Cuando me iban a meter sin embargo, les dije que no lo podÃa hacer, llorando, que aquello no era justo, que no era ético, y que por favor, me dejaran en paz. Me volviera a llevar a la celda, y allà me quedé, llorando, destrozada tanto psicológica como fÃsicamente.
Me volvieron a llevar donde el forense. Era el cuarto dÃa, pero aun tenia que pasar el dÃa y la noche con ellos. Con gran temor, pero pensando que era la ultima oportunidad, le conté rápidamente lo del no dormir, estar de pie, las torturas fÃsicas, psicológicas y sexuales que habÃa sufrido. Le dije que también me mirara los ojos, después de comentarle lo de las alucinaciones. Tras acercar y alejar su dedo de mis ojos, me dijo que los tenia bien. También le comenté el dolor de cabeza, pero después de mirarme me dijo que no tenÃa nada. Otra vez me dijo que el informe solo lo leerÃa el juez, nadie más. Yo le suplique que no se enteraran, que todavÃa me quedaba el dÃa y la noche y que si se enteraran de algo me matarÃan. Cuando salà de ahà me di cuenta que tenia otro gran peso, la filtración de la declaración que le habÃa hecho al juez.
Me metieron en el calabozo y me sacaron con los ojos cerrados. Me llevaron a una habitación, les notaba mas relajados, supongo que al verme destrozada. En aquella habitación, aparte de los que me hacÃan preguntas habÃa otros hombres. De vez en cuando me hacÃan preguntas y entre tanto, me decÃan cosas como que se iban a acostar conmigo, que preferÃa si con uno o dos... y cosas por el estilo. Luego me llevaron a otra habitación (siempre con los ojos tapados). Allà no se oÃa ningún ruido. ParecÃa que estuviera sola con los dos que siempre me interrogaban. Entonces me dijeron que me iban a violar, que me dejarÃan embarazada, etc. Mientras tanto, oÃa el ruido del cambio de ropa y uno me hablaba como si estuviera tumbado. Se volvieron a repetir los movimientos y tocamientos. De repente, me ordenaron que cantara el “Eusko Gudariakâ€?, incluso con el puño en alto y después, repitiendo lo que me decÃa uno, me hicieron cantar el himno de la Guardia Civil. Antes de llevarme a la celda, me dijeron que en aquel lugar habÃa muchas habitaciones y que en cada una de ellas habÃa algo para hacer daño, que todavÃa no me habÃan enseñado todo.
La siguiente vez, vinieron a buscarme y me llevaron a otra habitación, me sentaron en una esquina y me quitaron el antifaz. Me entraron temblores cuando al ver los azulejos marrones, pensé que estábamos en unos váteres. Mientras me hacÃan preguntas, me contaban los métodos de la bañera o el de los electrodos, me preguntaron si los conocÃa y me dijeron que me los aplicarÃan. Entonces abrieron un grifo entre risas, haciendo referencia a la porquerÃa que se puede encontrar en una bañera (caca, orina, vómitos, saliva...). Yo estaba otra vez temblando, temblando y llorando y sin poder respirar. La situación empeoró cuando me echaron agua por el cuello, luego también me mojaron las muñecas. Cuando me esperaba cualquier cosa me quitaron el antifaz y pusieron contra la pared del calabozo.
Otra vez el ruido metálico que me espantaba y me hacia saltar. Con los ojos cubiertos me llevaron a otra habitación. Yo no entendÃa nada, solo que estaba en sus manos. En aquella situación no habÃa reivindicaciones, ni quejas, no habÃa derechos, tampoco seres humanos. Me pusieron contra otra pared y me dijeron que tenia que escribir. Yo les pregunté si aquello no lo debÃa hacer delante del juez, entonces comenzaron a golpearme a insultarme y a gritarme otra vez. Estaba muy nerviosa, los temblores eran notables, como si estuviera saltando en la silla. “¡¡QUE NO TIEMBLES!!â€? chillaban. En esta situación tras dos minutos para tranquilizarme, me dijeron que me darÃan un folio y un bolÃgrafo para que escribiera lo que quisiera. Me pasaron una bandeja de madera, un bolÃgrafo y me ordenaron que comenzara a escribir Mientras tanto oÃa como estaban golpeando a mi compañero en la celda de al lado. Estaba muy mal y no podÃa escribir nada, puesto que mi mano no podÃa parar. Los golpes me los daban contra la pared y con un periódico o con algo parecido, hacÃan mucho ruido, uno me cogió por los brazos y me zarandeó bruscamente “¿QUÉ TE PASA? ¡ESCRIBE!â€?. Yo le respondà que no podÃa hacer nada con tantos ruidos y golpes (no creÃa que no fuera Eneko). Uno salió de la habitación y al poco rato cesaron los ruidos. Aun asà estaba tan nerviosa que me costo mucho incluso escribir media pagina. Tuve que repetir dos o tres veces lo escrito. Luego me enseñaron fotos y me dijeron que tenia que nombrar a la gente que estaba en ellas. De nuevo al calabozo.
Mientras estaba en ello, se volvió a abrir la puerta y a parte de los dos que me interrogaban usualmente entró por lo menos una persona más. Hablaba rápido y parecÃa que tenia un grado superior a los demás. Me pusieron muchas fotografÃas en la mano, primero de chicos y luego de chicas. DebÃa nombrar a la gente que conocÃa y también de que les conocÃa. Después de repetir dos o tres veces, se fueron.
Al poco rato, volvieron a aparecer. Me dijeron que me subÃan para que repitiera las mismas pruebas delante del abogado. Como anteriormente me dijeron que me harÃan varias pruebas para que no supiera cuál era la verdadera y que si la hacia mal... asà que lo hice. Para entonces estaba destrozada moralmente y si no fuera por la tensión, (los temblores no cesaban), cualquiera podrÃa pensar que era un autómata. Sin verle al abogado no podÃa saber si era de verdad o era falso. De vuelta en la celda y mientras estaba mirando contra la pared, uno me dijo, “bien Ana, pronto volverás a abrazar a quien tú ya sabesâ€?. A solas, empecé a llorar.
ParecÃa que estaban más tranquilos. Me dieron permiso para sentarme, para dormir, aunque no lo conseguÃ. No tenia apetito, tenia el estomago destrozado. Todo lo que me traÃan, se lo llevaban tal cual. Pase mucho tiempo asà (3 o 4 horas)
De pronto pararon enfrente de mi celda. Mi corazón salto. Mientras daba el golpe y me ponÃa de pie, diciendo “¡ANIKA QUE LE HAS DICHO AL FORENSE!â€? abrieron la puerta y entraron. Estaba muy asustada, aterrorizada. Comencé a temblar pensando que me matarÃan allà mismo. Estaban muy enfadados, me dieron algún golpe y tirón de pelo, pero lo peor fueron las amenazas y coacciones que me hicieron respecto a mi declaración . Me repetÃan una y otra vez lo que debÃa hacer delante del juez. Esto es, afirmar la declaración hecha en comisarÃa y calificar el trato recibido como correcto. Entonces me dijeron que tenia un hermano detenido y que el niño estaba en sus manos. Que después de hacer la declaración, ellos se enterarÃan a los pocos minutos y dependiendo de ello dejarÃan a mi hermano libre. A parte de eso, que debÃa de andar con cuidado, que me harÃan diferentes pruebas y que yo no sabrÃa cuál era la verdadera.
Estuvieron un buen rato asÃ. Después me sacaron del calabozo y diciéndome que me iban a hacer diferentes pruebas, me metieron sola en un furgón. Yo estaba convencida de que darÃan vueltas y me volverÃa a llevar al mismo lugar y que me harÃan las pruebas.
Paró el furgón. Con la cabeza baja, no viendo mas que mis zapatos, me bajaron del furgón. Me metieron en una celda. Estaba destrozada, agachada, no me atrevÃa a mirar a ningún lado. Estaba convencida de que seguÃa en manos de la Guardia Civil. asà encontré a otras tres chicas, que entraron mas tarde. Una de ellas era Vasca y ella me ayudo creer que estaba en la Audiencia Nacional y que no habÃa mas detenciones. Mi hermano no estaba detenido y mi hijo no estaba en sus manos.
Estaba muy mal tanto fÃsica como psicológicamente. Mientras estuve en manos de la Guardia Civil utilizaron una y otra vez la situación de mi hijo, para hacerme sufrir. Yo no habÃa visto a mi prima, y como el hijo se lo di a ella, no podÃa saber dónde estaba. Me repetÃan una y otra vez que era una mala madre, que no le volverÃa a ver, que ellos lo educarÃan, que de verle, seria su novia. Luego me hacÃan comentarios sobre él, que era muy bonito, que sabia bien hacer la gracia...
Me obligaron a hacer la declaración contra mi compañero. Las situaciones generales, lo de no haber visto nada, lo de estar de pie, los golpes y demás torturas, las alucinaciones... Me dejaban totalmente desorientada. En un momento comencé a golpearme contra la pared, casi cogÃa daño, pero pare enseguida, mi cuerpo habÃa sufrido una gran tensión, sobre todo al oÃr los gritos y palizas.
TodavÃa duermo mal, tengo pesadillas y el dolor de las piernas no me permiten descansar bien. Tengo la vista muy cansada. A menudo tengo dolores de cabeza. No me concentro bien, difÃcilmente leer y escribir. Me ha costado toda una semana escribir esto, lo he tenido que hacer poquito a poco.
Cuando estaba ante el juez, me pregunto si querÃa declarar o no. Yo le pregunte que querÃa decir con eso, y él me volvió a preguntar si querÃa declarar. El despacho era muy grande, él estaba al otro lado de la mesa y a mi lado, uno a cada lado estaban el fiscal y el abogado. No tuve oportunidad de hablar con el abogado, menos aun con un abogado de mi confianza. Me sentÃa totalmente perdida. Le pedà al juez que me ayudara, que nunca habÃa estado en una situación parecida y que me explicara. Yo no sabia como empezar la declaración. Entonces comenzó a hacer las preguntas de la declaración policial, y yo le dije entonces que no querÃa declarar. Entonces, sin saber si lo que estaba haciendo estaba bien, (nadie, ni siquiera mi abogado me lo habÃan aconsejado), dije que no ratificarÃa declaración que habÃa hecho a la guardia civil y que esta habÃa sido obtenida bajo torturas fÃsicas, psicológicas y sexuales. Aparte de eso, añadÃ, que no era miembro de ETA, ni tampoco colaboradora. Después de apuntar, le pregunte si podÃa nombrar lo que me habÃan hecho para torturarme, pero el juez en mal tono me pregunto “¿ Qué va a declarar solo lo que usted quiera?â€?.Me sentà mal, intimidada y no dije nada más. Entonces los tres comenzaron a hablar sobre mi libertad. Yo le dije al que se suponÃa era mi abogado, que tenia un niño de 6 meses, y él me contesta “eso haberlo dicho antesâ€?. Ahà termino todo. Salà desmoralizada de la sala, sintiendo que no-tenia ninguna protección.
Lo escrito aquà no es suficiente para poder explicarlo. No se pueden nombrar todas las cosas, porque siempre queda algo sin poner. Lo peor, es el terror que se siente y no se puede describir, solo se puede vivir. |