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Antes de «Matrix»
20 oct 2025
Casi siempre los mafiosos son los buenos de la película. «Lazos ardientes», de los hermanos Wachowski, se inscribe contra esa corriente hegemónica. Las dos protagonistas son antagonistas, incluso en la sexualidad, al mundo de la mafia. Y traman un plan para huir muy lejos. Las cosas, como suele pasar, se complican, pero al final ellas se salen con la suya.

ANTES DE «MATRIX»

    Para la mayoría, los hermanos Wachowski aparecieron de golpe en 1998 con «Matrix», de su vida anterior en saben nada. Ahora bien, antes de «Matrix» habían rodado una cinta excelente. Pasó casi inadvertida y sólo se menciona de vez en cuando para hablar de las cargas y descargas de electricidad sexual entre Gina Gershon y Jennifer Tilly.
    En 1996, le dediqué una crítica que ahora he reciclado y actualizado. Es una película excelente, sí. ¿Mejor que «Matrix»? No lo sé. No he visto el superéxito de 1998. Y quizá esas comparaciones no tengan ningún sentido.

ADIÓS AL MACHO
    Mientras que en inglés el título de la película se limita a «Bound», en castellano se han sacado de la manga el adjetivo que designa un alto grado de calor o de pasión. El resultado: «Lazos ardientes». Dicho título y la propaganda ofrecen una imagen limitada de la película. La presentan como si el atractivo principal fueran los números lésbicos. En realidad, se trata de cine negro, con la particularidad de que tiene como protagonistas a una pareja femenina.
    Tras la obligada presentación de los personajes y dos tórridas escenas entre Corky y Violet, entramos de lleno en el meollo de la película. Violet vive con un elemento de la mafia, Caesar, pero quiere salir de ese mundo, quiere decir adiós a la mafia y a Caesar. Él tiene bajo su custodia una maleta llena de dinero que ha de entregar al «capo», Gino Marzone. Corky —el cerebro de la pareja femenina— trama la manera de hacerse con la pasta. Luego los acontecimientos se encargan de desbaratar los planes. Ya se sabe: es imposible programarlo todo.
    Lo esencial de la acción transcurre en dos pisos, prácticamente en uno. Ello confiere una gran intensidad a cada escena, a cada minuto, aunque, en un ambiente tan cargado, no faltan las pinceladas de humor (Caesar lava, tiende y plancha los billetes como una buena ama de casa). El enfrentamiento entre los personajes desemboca en una carnicería. Y nada puede evitarla, ni siquiera la invocación a los valores tradicionales. Al contrario, la desencadena. «Somos una familia», le susurra Gino Marzone a Caesar antes de que este apriete el gatillo. Caesar al final repite un número parecido con Violet, con idéntico resultado.

LESBIANISMO CONTRA GANSTERISMO
    Se han hecho muchas películas que tienen a mafiosos como protagonistas. Constituyen una categoría que podemos considerar la variante italiana del cine de gánsteres, ya que los personajes son de origen italiano. Lo peor es que los mafiosos (y los gánsteres en general) son, casi siempre, los buenos de la película. Los actores de Hollywood los llenan de glamur y ofrecen una imagen idealizada de unos individuos criminales, la quinta esencia del capitalismo. Lo ha captado muy bien Barry Norman: «[“El padrino”] resulta moralmente inquietante por su presentación de la mafia, si no exactamente como el bando de los buenos, por lo menos como merecedora de nuestra admiración» («Las 100 mejores películas del siglo», Libros Cúpula, p. 204). La frase «si no exactamente como el bando de los buenos» no es coherente, desentona. ¿Cómo pueden suscitar los gánsteres la admiración del espectador si no son los buenos de la película?
    En un curso de inglés, practicábamos el vocabulario con esas frases: «I’m fed up with gangsters movies»: «Estoy harto de las películas de gánsteres». «Robert de Niro makes me puke»: «Robert de Niro me hace vomitar». Sí, es un cine que hace vomitar, tanto si se trata de productos fabricados por Scorsese como por Coppola o por quien sea.
    «Lazos ardientes» combina el género lésbico con el cine de gánsteres. Las escenas lésbicas predominan en la primera parte, cuando las dos mujeres se conocen. La atracción mutua que sienten funciona como un revulsivo contra la mafia. Vemos la acción a través de su mirada antagónica, de ese modo se evita todo tipo de fascinación o admiración. A medida que avanza la película, los dos ingredientes que combina entran en conflicto, y al final el lesbianismo supera y elimina al gansterismo. Teniendo en cuenta esta metamorfosis, podemos calificar «Lazos ardientes» de cine negro.
    Violet experimenta una evolución inversa a la de Michael Corleone (Al Pacino) en «El padrino», de Coppola. El héroe de guerra al que se quería mantener al margen de la mafia acaba engullido por la Honorable Sociedad, se convierte en la perfecta reencarnación de su padre. Violet, en cambio, a pesar de la aparente integración inicial, conseguirá liberarse de los lazos mafiosos. Caesar es un fanfarrón, prisionero de la mitología machista. Precisamente el machismo le pierde. Como siempre ha despreciado la inteligencia del género femenino, no prevé las reacciones de Violet. Y cuando Violet, que hasta entonces ha interpretado el papel de «esposa sumisa», pone fin al teatro conyugal, Caesar, atónito, no da crédito a sus ojos.
    En la última escena, Violet y Corky se largan para iniciar una nueva vida. Sin machos y sin mafiosos. Y se llevan el botín. Como decía un maestro de la dialéctica, refiriéndose a nuestra sociedad: «La única libertad que me falta no es una libertad: es el dinero».
    Si bien las heroínas son dos mujeres, hay que subrayar la excelente interpretación de Joe Pantoliano y, en general, de todos los actores. Los hermanos Wachowski han filmado con cierto esteticismo: abundan los picados y los contrapicados; Caesar, cuando es eliminado, se desploma a cámara lenta; el cromatismo está muy trabajado. Los colores se han restringido, fundamentalmente, al negro y al blanco, y a su mezcla, el gris, sobre todo el gris azulado. Salpicados por el rojo de la sangre. El piso de Caesar y Violet ilustra a la perfección esa gama cromática.
    «Lazos ardientes» constituye, pues, una agradable sorpresa. Buen cine negro. Y con happy end. ¿Por qué no?

Josep Alemany

«Lazos ardientes». Estados Unidos, 1996. Título original: «Bound». Dirección y guion: Larry y Andy Wachowski. Interpretación: Gina Gershon (Corky), Jennifer Tilly (Violet), Joe Pantoliano (Caesar), Christopher Meloni (Johnnie Marzone), Richard C. Sarafian (Gino Marzone), John P. Ryan (Mickey Malnato).

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