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Notícies :: xarxa i llibertat
¿Cómo suicidar a un Papa?
29 abr 2025
Porque igual a lo que le pasó a Juan Pablo II tenía que pasar por este viacrucis hasta morir crucificado ¡aleluya!
El Papa Francisco ya estaba en las últimas; desde hace tiempo rengueaba, cojeaba no podía mantenerse en pie, realmente era un enfermo terminal que sufría lo indecible, necesitaba ayuda para desenvolverse en su vida cotidiana. Y lo peor de todo manipularlo, lavarle el cerebro con versos teológicos y aprovecharse de su estado de indefensión. Y a repetir el mantra una y otra vez con las mismas idénticas palabras: el Papa es el vicario de Cristo, el sucesor de Pedro, su palabra es infalible, él es único que puede hablar con Dios. Alabado seas, bendito seas, señor. Y se lo creyó, se creyó que podía obrar prodigios; curar a los enfermos, traer la paz en el mundo, erradicar las guerras, la miseria, el hambre o el cambio climático. Porque el imperio católico, apostólico y romano es el poseedor de la verdad y no hay nada ni nadie que lo contradiga. El Papa es el mayor benefactor del universo, el Papa bueno de los pobres y los menesterosos, que lucha contra el capitalismo salvaje. Esa era su carta de presentación del santo padre protector de los indígenas, de los inmigrantes, de los travestis, de los transexuales, de los homosexuales.

¿Quién podrá reemplazar a tan carismático gurú? El más famosos superstar de todos los tiempos que como un imán atraía al Vaticano a todos los políticos, personajes famosos, cantantes, actores, banqueros, que cual peregrinos llegaban a rendirle pleitesía y hacerse un selfie con su santidad. Por allí pasaron representantes de las extrema derecha hasta la extrema izquierda, primeros ministros, presidentes, reyes, príncipes, califas, emires no importa si eran musulmanes, hindúes, protestantes, coptos, ortodoxos, budistas, ateos o agnósticos. Todos querían arrodillarse ante el tótem y recibir sus bienaventuranzas.

El Sumo Pontífice estuvo ingresado por neumonía doble durante cinco semanas en la unidad de cuidados intensivos del hospital policlínico Gemelli. Se temía lo peor, pero sobrevivió gracias a los esfuerzos del personal sanitario y un equipo de los mejores médicos y especialistas italianos, -aunque quieran atribuirlo a las cadenas de oración que se convocaron en todas las parroquias del planeta. Porque igual a lo que le pasó a Juan Pablo II tenía que pasar por este viacrucis hasta morir crucificado ¡aleluya!

“Aunque lo peor de la neumonía bilateral ha sido superado tomará mucho tiempo para que su cuerpo envejecido sane completamente” -Así que los médicos le recomendaron mínimo dos meses de reposo; que descanse, que se dedique a la oración, la vida contemplativa y se olvide de sus obligaciones. Necesitaba incluso volver a aprender a hablar y recuperar como es natural las funciones vitales. O sea, que lo más lógico y prudente es que presentara su renuncia pues ni física ni mentalmente estaba en condiciones de ocupar el cargo de líder espiritual de 1.400 millones de fieles. Pero esto no podía ser, tamaña humillación no entraba en el guion de un héroe sacrosanto; él se negaba a renunciar pues tenía que inmolare para iniciar su proceso de beatificación. No le quedaba otra que resistir hasta el último aliento pues el obedecía las órdenes del supremo hacedor. El muy porfiado no quiso tirar la toalla y pasar el testigo a alguien con mayor vitalidad; tal vez un cardenal más joven y vigoroso pero le ganó el egoísmo pues se creía irremplazable.

Como es habitual en el mes de abril se presenta un acontecimiento impostergable para la santa madre iglesia católica: la Semana Santa y especialmente se aguardaba un gran tsunami de turismo religioso con la llegada de miles y miles de peregrinos del mundo entero que habían agotado las reservas de todos los hoteles y residencias del Vaticano y de Roma. Y desde luego que el ídolo de este gran espectáculo lúdico-bíblico era nada menos y nada más que el Papa Francisco que difícilmente podía permanecer en el ostracismo

Se puso en marcha toda esa parafernalia teatral vaticanista más propia de un auto de fe. La prioridad era mantener vivo sea como sea a la gallinita de los huevos de oro que producía inmensos beneficios económicos. El Papa Francisco es el mejor reclamo publicitario para recoger las infinitas donaciones en especias y en metálico de aquellos que de rodillas rogaban el perdón para sus almas. Esos pecadores arrepentidos depositaban un sustancioso óbolo destinado a redimir a los miserables, a los hambrientos y las enfermos. La mejor táctica es utilizar ese chantaje emocional y sentimental con la foto del niño africano cadavérico que está a punto de ser devorado por los buitres. Y hoy con Internet todo es más fácil y eficiente pues desde cualquier parte del mundo se remiten donaciones vía PayPal, Bizum, pagos con tarjetas crédito, transferencias bancarias y otros métodos como criptomonedas. Porque el sueño de estos usureros es llenar hasta los topes el Óbolo de San Pedro. Con razón poseen nada menos y nada más que 60.350 toneladas de oro, que es la mayor reserva del mundo -como decían los indígenas americanos ese dios de los castellanos se alimenta de oro. Sus inconmensurables tesoros superan a los del mismísimo rey Salomón. ¿cómo mantener entonces este ejercito católico, apostólico y romano compuesto por 341 cardenales, 6340, obispos 507.872 sacerdotes y 55.000 diáconos?. El Banco Vaticano administra las obras religiosas y caritativas del Papa y sus fondos superan los 7.000 millones de euros. Estas sumas multimillonarias son toda una tentación para esos sacerdotes y prelados corruptos dedicados al latrocinio y expertos en finanzas que desvían los fondos a los paraísos fiscales para su lucro personal. Pertenecen al cartel o la mafia al estilo Cosa Nostra infiltrada en las entrañas de la Santa Sede. El bufón del circo, el Limosnero del Papa repite afligido: “una iglesia pobre para los pobres” Aunque las arcas hoy se hallan muy mermadas por culpa de las millonarias indemnizaciones que han tenido que pagar a las víctimas de pedofilia y abusos sexuales cometidos por altos jerarcas y curas. Escándalos que han manchado la reputación del catolicismo y que inútilmente ha tratado el Papa Francisco de ocultarlos tras un tupido velo.

El Papa no se merecía un castigo tan severo, Dios no fue clemente y misericordioso con él, padeció una larga agonía; no podía caminar, no podía respirar y encima estaba rodeado las 24 horas por una corte de aduladores que no hacían más que idolatrarlo. Lo atendían tres sacerdotes, secretarios, enfermeros, médicos, un equipo de asistentes personales además de las monjas Vicencianas que gestionan el dispensario de Santa Marta, la casa en la que Francisco eligió vivir durante todos los 12 años de pontificado. Y para mayor descaro nadie se puso una mascarilla a sabiendas que había sobrevivido a una grave infección en las vías respiratorias y posiblemente podría sufrir una recaída.

Ellos eran los responsables de complacer todos sus caprichos especialmente en el tema gastronómico porque el santo padre como buen porteño era muy aficionado a los asados regados con el mejor vino Abbé Cotes du Rhone. Seamos comprensivos pues el sibaritismo es un placer que remplazaba su estado célibe.

Inducido por su corte de aduladores se presentó por sorpresa en el Jubileo de los Enfermos; estrechó las manos de los fieles y los bendijo para demostrar que estaba junto a su pueblo. Como guerrero espiritual no podía dar una imagen de abatimiento y debilidad. Aunque se le notaba alicaído; el rostro hinchado, la voz débil y deprimido por la fatiga. Muchos se preguntaban ¿qué le habrán inyectado? ¿Lo habrán dopado? Por favor, debe cumplir los compromisos de su agenda: los encuentros de trabajo con la Curia Vaticana, la Audiencia General, los ejercicios espirituales, la organización del Año Santo 2025, el jubileo, el Viacrucis en el Coliseo… y, sobre todo, la cita más importante el Domingo de Resurrección. (que iba a ser transmitida por TV a nivel mundial)

Ese día sus colaboradores desde tempranas horas lo prepararon; lo bañaron con agua bendita, las monjitas lo maquillaron primorosamente, lo vistieron con su purísimo simar color marfil de 33 botones (que lavaba diariamente la comunidad de Egidio) y le colocaron en el pecho el crucifijo de plata (amuleto que lo protegía de todos los males) Acto seguido empujado por varios palafreneros lo condujeron en una silla de ruedas hasta la logia central de la Basílica de San Pedro para realizar la clásica bendición Urbi et Orbi. Allí lo colocaron en primera línea de fuego sin que él supiera de qué se trataba esa comedia, impresionaban sus facciones inexpresivas y ese rostro abotargado que más bien parecía una máscara mortuoria. Tremenda falta de respeto sacar así en público a tan alta dignidad momificada. Definitivamente ya estaba más muerto que vivo y tenía que ganarse la palma del martirio. ¿Acaso el cristianismo no predica el amor, la caridad, la compasión con el prójimo? ¿Qué hacen torturando a un anciano agonizante? Esta es una prueba más del alto grado de sadomasoquismo de que hace gala la iglesia católica a imitación de Santa Teresa de Jesús que se sometía a mortificaciones y autoflagelaciones. Porque para alcanzar la gloria hay que sufrir, el sufrimiento es bueno a los ojos de Dios.

Los miles de fieles que abarrotaban la plaza de San Pedro esperaban con ansias la aparición de su santidad para hacerle una foto con sus teléfonos celulares. Y Francisco tras el sonar de las fanfarrias de la banda musical Gendarmería de Castel Gandolfo a duras penas lanzaba bendiciones a diestra y siniestra y sacando fuerzas de flaqueza pronunció su postrer despedida: Cari fratelli e sorelle, ¡buona pasqua! mientras la multitud enfervorizada gritaba ¡Viva el Papa! Seguida de una salva de aplausos del circo romano. Lo cierto es que estábamos contemplando en vivo y en directo un auténtico suicidio asistido. Y luego para rematar la faena lo montaron en el papamóvil descapotable para sacarlo a pasear por la plaza de San Pedro donde las legiones histéricas lo aclamaban igual que Jesucristo cuando entró en Jerusalén. Él como representante de Dios en la tierra los bendecía, les estrechaba las manos, hasta las familias le traían niños enfermos con la esperanza de que al tocarlos se produjera un milagro- ¡bendito el que viene en nombre del señor! Pero este acto tan irracional lo debilitó aún más; se sintió sofocado, mareado, realmente lo reventaron con tantas idas y venidas. Ya le habían prevenido los médicos: Santo Padre reposo, reposo absoluto, por Dios bendito, es obligatorio “Piano, piano si va lontano” Pero él los desobedeció, claro, si él era el Papa de Roma engendrado y no creado de la misma naturaleza que el padre, y encima azuzado por sus más cercanos consejeros, acólitos, sacerdotes y monjitas que insistían en que su presencia era imprescindible para concelebrar estos megalomaníacos autos sacramentales. Sin importarles un bledo poner en peligro la vida de un enfermo convaleciente que transmitía preocupantes signos de angustia. El pueblo de Dios así lo exigía, sus incondicionales presas de los delirios místicos lo vitoreaban y aplaudían. En ese Domingo de Resurrección, en la pascua florida, de veras que el Papa había resucitado.

Con premeditación y alevosía la Curia Romana decidió deshacerse del Papa Francisco. Lo cierto es que ya era una carga insoportable, un juguete inservible pues no podía valerse por sí mismo. La monarquía absoluta del Vaticano decidió poner fin a una agonía tan morbosa que se transmitía en vivo y en directo al mundo entero a través de los mass media o las redes sociales.

Cansado, agotado, muy enfermo, apenas balbuceaba palabras ininteligibles. No importa, métale estimulantes, dópenlo, inyéctele midazolam con morfina para que aguante el trance. Y así el “deep state” sin medida ni clemencia desahució a un viejo que se había convertido en un obstáculo por sus polémicas decisiones anticatólicas. Como olvidar que el santo padre encargó a sor Genevieve Jeanningros que abriera el Vaticano a los pobres, a los migrantes, a los sin techo, a los homosexuales y transexuales. Algo imperdonable para el clero más reaccionario encabezado por el Opus Dei

Fue el 1 de abril a las 7:35 horas que el Papa Francisco víctima de un ictus fulminante entregó su alma al santísimo. Allí quedó fiambre en su cama sin pronunciar palabra alguna con los ojos abiertos de par en par como pidiendo explicaciones al Todopoderoso ya que él se creía inmortal.

Doblaron las campanas del Vaticano y todas las iglesias y catedrales de los cinco continentes ¡El Papa ha muerto! ¡Albricias! ha llegado la hora de recoger el maná bendito que llueve del cielo en forma de euros, dólares, oro, plata, joyas, piedras preciosas, una asombrosa bonanza, el superávit de limosnas, dadivas, donaciones ¡bienaventurados, hijos míos, la Santa Sede os da la bienvenida! La muerte del Papa es un milagro económico de primer orden porque los dolientes son grandes consumidores de recuerdos, de souvenirs, postales, estampitas, llaveros chinos o sufragios.

El ritual de las pompas fúnebres es una procesión de miles y miles de fieles enlutados y llorosos, sin que falte el dramático el lamento de las plañideras. Una marea humana desconsolada proveniente de los cinco continentes que rosario en mano ora por el descanso eterno del Santo Padre. Que no decaiga el espectáculo las misas corpore in sepulto, jaculatorias, salmos responsoriales, los misterios del santo rosario que recitan los beatos y beatas por el eterno descanso del alma de Francisco, los coros celestiales; los ángeles y los arcángeles, más golpes en el pecho y a rasgarse las vestiduras ante la posible ascensión al trono de un Papa negro.

La verdadera multiplicación de los panes y de los peces se da gracias a los óbolos depositados por los adeptos en las urnas y cajas fuertes custodiadas por la Guardia Suiza. Un magnifico botín en el nombre del Papa más revolucionario de la historia. A pesar de que esta sea una coyuntura muy dolorosa promete ser todo un éxito financiero.

Carlos de Urabá 2025

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