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Cultura e identidad nacional
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12 gen 2025
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Cultura e identidad nacional
En las últimas décadas dentro de ciertos espacios del movimiento anarquista hay un rechazo frontal a toda la cuestión cultural, sobre todo cuando hablamos de pueblos europeos. Incluso se ha vuelto un tema tabú y dogmático: cuestionarlo te convierte, casi, en un enemigo. Entendiendo que una ideología política no se puede generar a base de dogmatismos, escribimos este breve texto. Replanteando elementos que, lejos de ser nuevos, son elementos olvidados que fueron (y, para nosotros, siguen siendo) base del anarquismo. Con esto también queremos animar a volver a abrir debates, volver a la formación política más allá de repetir los eslóganes que empezamos a escuchar a los catorce años con grupos de punk, dejando vacía la palabra anarquía. Animamos a recoger este texto para dar paso a debates dentro de círculos anarquistas.
Antes de esbozar las primeras líneas de análisis, es necesario establecer una definición de cultura. Cultura, desde el punto antropológico, la entendemos como una agrupación de símbolos y simbologías, de creencias y de valores que nos marcan como personas, marcan nuestra cotidianidad y la manera como vemos el mundo. También es la base de la convivencia en una sociedad, gracias a estos pactos entorno a los valores compartidos podemos convivir unos con otros sin estar en un estado de guerra constante. Utilizando profesionales de la academia que, en algunos casos, llegan a concretar mejor, recogemos la definición que propone Clifford Geertz: «El concepto de cultura al cual me adhiero (…) denota una norma de significados transmitidos históricamente, personificados en símbolos, un sistema de concepciones heredadas expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento de la vida y sus actitudes con respecto a ésta»1.
Entendemos, pues, que el elemento cultural es una construcción social, pero no por ende debe ser considerado como algo a ser eliminado. Las comunidades humanas se forman de forma espontánea y natural, a la vez que por necesidad, luego, toda comunidad humana acaba teniendo estos rasgos: unas costumbres, unos valores compartidos, un lenguaje común, una historia propia…. Todos estos elementos, como ya hemos dicho, no son otra cosa que la cultura, por lo tanto podemos establecer que la humanidad es un ente cultural, luchar contra la cultura comportaría luchar contra la misma naturaleza humana. Para nosotros, nuestra lucha contra el capitalismo y por la anarquía, la entendemos también como la lucha hacía lo natural, una lucha contra todo aquello artificial e impuesto. La cultura no la entendemos como un elemento impuesto desde arriba, sino que es un elemento que entre todos ayudamos a conformar y que perpetuamos. Se trata de una consecuencia inevitable de la convivencia. Por lo tanto, no vemos la lucha contra la cultura como un elemento necesario (ni tampoco útil). Resulta absurdo el rechazo frontal a la cultura, asumiendo que este es un elemento inherente respecto al ser humano, y la absurdez es un mal enemigo a la hora de generar un movimiento revolucionario serio con intención real en causar alguna influencia en la sociedad.
Los diferentes territorios culturales existentes vendrían a ser lo que se comúnmente se conoce como una nación. Una nación no puede reducirse ni a una noción jurídica, ni a un espacio limitado ni, mucho menos, a un Estado. Vincular dichos conceptos vendría a ser caer, de forma bastante patosa, en las falacias y mentiras generadas de la mano de la Ilustración durante todo el periodo de la Revolución Francesa. La nación es simplemente un conjunto de personas que se reconocen como pertenecientes a ella y, a menudo, este sentido de pertenencia no aparece hasta que este está siendo atacado o negado.
Siempre suele haber una gran confusión entre nación y estado. Para ayudar a entender esta diferencia vamos a explicar cómo se generaron las estructuras de Estado existentes hoy en día. Durante el periodo proto-capitalista del siglo XVII en la mayoría de territorios europeos (donde los diferentes territorios culturales convivan) empieza a haber una necesidad de generar un mercado nacional que ayudase a centralizar todos los circuitos mercantiles, que en ese entonces aún tenían una relativa autonomía. Esta centralización no llegó de forma espontaneo ni natural, un buen ejemplo es el territorio español. La formación del estado centralista que tenemos hoy en día empieza con el conde duque Olivares (1587-1645), anterior a la llegada de la burguesía al poder. Con todo este proyecto unificador, homogeneizador y centralizador se empieza a dibujar la España de hoy en día, pero en territorios donde había /y hay) identidades culturales fuertes se acabaron generando ciertas resistencias (los hechos del Corpus de Sang de 1640 son un buen ejemplo2). Aun con estas resistencias, se consigue generar un sentimiento nacional nuevo para dar apoyo a la creación de estos nuevos Estados modernos (ya sea a través de las escuelas, la propaganda, la represión y un largo etcétera). El culmen de este proceso llega ya en el siglo XIX. Los mismos paralelismos se pueden hacer en el actual Estado francés, nosotros nos centramos en el territorio español que es el que más conocemos y del que podemos hablar con más precisión.
Y justo aquí podemos ver la gran diferencia entre Estado y nación. Los Estados modernos son estructuras artificiales establecidas únicamente con el propósito de construir el proyecto capitalista y hacerlo funcionar. El sentido de pertenencia a la cultura catalana (por poner un ejemplo), es mucho más antigua que la creación de los Estado naciones modernos y es un sentimiento que prevalece aun no teniendo estas estructuras hoy en día. La mayoría (por no decir todas) las regiones culturales que se encuentran hoy en día en España ya quedaban dibujadas en el mapa de Iberia del siglo IV a.C (solo hace falta revisar los libros de historia, un buen ejemplo serían los pueblos pre-romanos en la península del año 200 a.C.). Obviamente algunas de estas fronteras se han redibujado a causa de las diferentes influencias que cada territorio ha ido teniendo. Pero lo importante es desvincular esta identidad nacional (o cultural) de la estructura de Estado-nación.
Lo que estamos aquí exponiendo no es nada nuevo, ni dentro de las ideologías políticas ni aun menos dentro de entornos anarquistas. El mismo Bakunin ya lo decía en sus escritos en el siglo XIX: “El Estado no es la patria; es la abstracción, la ficción metafísica, mística, política y jurídica de la patria. La gente sencilla de todos los países ama profundamente a su patria; pero éste es un amor natural y real. El patriotismo del pueblo no es sólo una idea, es un hecho; pero el patriotismo político, el amor al Estado, no es la expresión fiel de este hecho: es una expresión distorsionada por medio de una falsa abstracción, siempre en beneficio de una minoría explotadora”3. En otro pasaje del mismo autor podemos leer: “cada persona, por pequeña que sea, posee su propio carácter, su propia forma particular de vivir, hablar, sentir, pensar y trabajar, y ese personaje, su modo especficio de existencia, es precisamente la base de su nacionalidad. Es el resultado de toda la vida histórica y de todas las condiciones del entorno de esa gente, un fenómeno puramente natural y espontaneo4”.
Por lo tanto podemos establecer la identidad cultural como una necesidad vital, ¿por que como anarquistas deberíamos ir en contra de elementos naturales y espontáneos? Históricamente se ha intentado suplantar este sentimiento de identidad nacional y cultural con un movimiento obrero enfocado a la pertenencia universal de clase, que evidentemente no ha dado ningún tipo de fruto. ¿Por qué seguir dándonos cabezazos con este tema? Y ya no es solo darse contra un muro una y otra vez, es no ser conscientes de la construcción de las identidades individuales y colectivas. Y aquí volvemos al tema de la Ilustración, ya que esta idea de universalización es claramente una réplica del hombre universal planteada en la Europa de 1789. No deja de ser un modelo totalitario de homogeneización, y siguiendo este tipo de discursos no hacemos más que ayudar a las estructuras de poder actuales hacía el camino de la globalización.
El internacionalismo difundido por el movimiento obrero ha sido negador del hecho nacional (ya solo hace falta ver las caras cuando intentas hablar de nación o identidad cultural con algunos). La negación del hecho nacional en dichos discursos suele esconder, de forma bastante torpe, el imperialismo mismo de una nación. Esto lejos de ser casualidad o de ser una mala decisión política es fruto, de nuevo, de la impregnación de un pensamiento profundamente burgués que vuelve a recoger la idea del hombre universal, que actualmente se ha ido transformando y camuflando llegando a ser una de las bases del progresismo-izquierdista que debemos combatir.
A parte de Bakunin, Bonanno5 también comenta esta cuestión y su análisis nos parece acertado para exponerlo aquí. Hace una crítica a la gran influencia que el marxismo tiene en las posiciones anarquistas y expone que “deberíamos ser capaces de identificar factores relevantes como, por ejemplo, las particularidades nacionales y culturales o étnicas”. Expone que, como anarquistas, deberíamos dar apoyo a los movimientos y a las luchas de liberación nacional, las cuales nunca deben olvidarse de la cuestión de clase. Recogemos aquí también la crítica que hace del “universalismo pretendido como valor absoluto”, que lo considera un elemento idealizado. En este caso no lo acarrea al idealismo y propaganda burguesa de finales del siglo XIX, sino que expone que es herencia de la influencia de la religión cristiana.
Una de las críticas que hace Bonanno, y que muchos que se dicen llamar anarquistas también usan para poner fin al debate de forma rápida y absoluta es la cuestión de clase. Pero la existencia de unos intereses comunes de clase no contradice ni hace desaparecer los rasgos identitarios que conforman cada una de las culturas existentes. A la hora de plantear un movimiento revolucionario debemos ser consciente de todo los factores que dibujan la realidad, y el factor cultural no debe ser menospreciado.
Y es que en la mayoría de teorías anarquistas, una vez el proceso revolucionario ha llegado a su fin, los límites que se establecen hacen referencia a estos territorios culturales de los que estamos hablando hasta ahora. Seguimos con el mismo Bonanno: “la división étnica tomara el lugar de la política deformante. Los elementos cohesivos de la dimensión étnica son precisamente aquellos que ayudan a identificar la nacionalidad”. La mayoría de anarquistas proponen un modelo federalista (el más conocido quizás sería el de Kropotkin) de estos territorios culturales. De momento no nos interesa entrar en esta cuestión y se aleja del tema actual.
De nuevo, a aquellas personas que rechazan estas estructuras culturales, ¿de que manera van a querer organizar los territorios después de una revolución? Las fronteras siempre han existido, no en forma de Estados nación, pero si en forma de entidades de diferentes culturas y valores. Construir una ideología desde el infantilismo de pensar que estas diferencias naturales van a desaparecer por arte de magia no hace ningún bien si se quiere generar un movimiento revolucionario serio. A parte del sin-sentido que supone ignorar estas cuestiones, también nos hace perder apoyos y oportunidades. Por un lado, generar un discurso político basado en la negación de sentimientos naturales e identidades invidiuales hace que muchas personas se alejen. Por otro lado, el hecho de no apoyar cierto tipo de movimientos porque los consideramos “identitarios” y/o “nacionalistas” nos hace perder también muchas oportunidades para atacar a nuestro enemigo. Cuando un movimiento nacionalista triunfa genera una gran inestabilidad en el Estado, periodo fructífero para generar movimientos revolucionarios.
Y sí, estamos hablando también de la identidad de las culturas europeas, aunque esto de nuevo crea rechazo. Suele pasar que si ciertos tipos de discursos identitarios son aplicados a territorios que sufrieron un proceso de imperialismo o colonialismo moderno, entonces no son cuestionados. Ahora, sí estos se aplican a territorios europeos surge gran revuelo. El problema, de nuevo, es que estas críticas pasan por alto que los mismos Estados que ocuparon territorios en Sud-América (para poner un ejmplo), son los mismos Estados que procuraron homogeneizar también el continente europeo y eliminar las culturas autóctonas de cada territorio. Defender lo segundo no implica minimizar lo primero ni negarlo.
Nuestra posición ha quedado clara, pero hacemos un resumen muy muy breve. Ya sea por el rechazo de elementos naturales que nos constituyen, como por nuestra atadura a nuestra cultura, nos resulta absurdo negar los sentimientos nacionalistas y culturales de las personas. Si hacemos un análisis medio-profundo del la sociedad, no podemos relegar el elemento cultural a una segunda posición. Y ya que forma parte de nuestra individualidad y de nuestra manera de ser, tampoco queremos. Esta defensa de lo cultural no vendría a ser lo mismo que el nacionalismo moderno, ya que no creemos que los territorios culturales se formaron con la Revolución Francesa y el nacimiento de los estados-nación.
Es imperante que des del movimiento anarquista, desde un movimiento político que quiera generar un movimiento revolucionario de peso, se vuelvan a retomar estos temas de debate. Es importante salir de tabús, a la vez que sacarnos de encima propaganda que viene desde la izquierda. Propaganda que, disfrazada de progresismo, acaba legitimando los discursos burgueses que decimos querer destruir. Es importante tener en cuenta que el anarquismo, como cualquier teoría política, tiene unas bases que se plantearon hace ya mucho tiempo. Aunque es cierto que pueden y deben ser revisadas y entendidas en el contexto actual, las bases ya están marcadas. Es importante remarcar esto ya que a veces a los anarquistas se nos olvida leer y dentro de un movimiento anarquista nos acabamos juntando gentes que poco tenemos en común y esto, para construir un movimiento revolucionario contundente, es problemático. El anarquismo no es un todo vale, es una ideología donde ha habido pensadores que han hecho un esfuerzo intelectual de dejar escritas las bases para el futuro. Y este rechazo a lo cultural y natural no es un elemento que haya marcado la historia del anarquismo.
De aquí se abren nuevos debates que también tienen que darse lugar, y que de nuevo las respuestas pueden resultar problemáticas des de una posición izquierdista. Nosotros planteamos un par:
• ¿Cómo se mantienen estas estructuras? ¿De qué manera nos aseguramos de que cada territorio cultural puede tener su propio espacio geográfico para desarrollarse y evitar tendencias imperialistas y colonialistas? Aquí sería bueno afrontar el tema de la autoprotección de cada territorio, del tema militar y bélico.
• ¿Qué relación tienen estas estructuras culturales mencionadas repetidamente en este texto, con el elemento étnico? ¿Hasta qué punto lo cultural y lo étnico están relacionados y vinculados?
1Dicha definición puede ser encontrada en el libro The Interpretation of Cultures, publicado en 1973. Aunque dentro de la misma obra hay posiciones con las cuales no acabamos estando desacuerdo, nos parece una buena definición y un buen punto de inicio para el resto del texto.
2A lo largo del texto hemos intentado ir exponiendo ejemplos históricos que de alguna manera intentamos que sirvan para ejemplificar lo que estamos diciendo a la vez que darle una consistencia al texto. El uso de ejemplos catalanes es por el simple hecho de que es nuestra historia, la que nos queda más cerca y en la que más hemos indagado. La mayoría de estos procesos, pero, pueden ser observados, con sus propias características, en otros países europeos en las mismas fechas.
3 Extraido del texto Patria y nacionalidad, escrito por Bakunin (1814-1876).
4 De nuevo esta referencia proviene del anterior texto. No sabemos si por cuestiones de traducción, en algunos textos donde se escribe cada persona, se puede leer cada pueblo y hasta la más pequeña unidad étnica o tradicional.
5Cada referencia de Bonanno que se haga en este texto vendrá a referir el texto publicado bajo el nombre El anarquismo y la lucha de liberación nacional. |
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