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La culpa es de las víctimas
17 des 2018
La culpa siempre es de las víctimas, cuando los jueces son los verdugos.
Si las mujeres no pueden ir por la calle sin que las molesten de palabra u obra, la culpa es de ellas por vestir de forma provocativa.

Si los machos iberos matan a sus parejas o exparejas a razón de una a la semana, la culpa es de ellas por no ser lo suficientemente sumisas.

Si una manada de bestias inmundas viola brutal y repetidamente a una joven indefensa, la culpa es de ella por no ofrecer suficiente resistencia.

Si otra manada de bestias inmundas apalea a la población indefensa, la culpa es de quienes se atreven a votar sin permiso.

Si en la Guerra de los Diez Días murieron 74 personas, la culpa es de los eslovenos que se atrevieron a votar sin permiso.

Si en las cárceles españolas hay cientos de presos políticos, la culpa es de ellos por rechazar la España de Franco y los Reyes Católicos, de los Borbones y el Ibex 35.

Si la extrema derecha se desmelena y gana votos, la culpa es de los independentistas por despertar al fantasma del fascismo.

Si se explota y criminaliza a los inmigrantes, la culpa es de ellos por venir a quitarnos el trabajo y las mujeres.

Si los homosexuales son vejados y maltratados, la culpa es de ellos por no ocultar su orientación sexual.

Si los jubilados no llegan a fin de mes, la culpa es de ellos por no morirse antes.

Si en el Estado español hay más de diez millones de personas por debajo del umbral de la pobreza, la culpa es de ellas por no esforzarse lo suficiente.

Si la justicia española condena a cantantes y periodistas, la culpa es de ellos por cantar y contar todo lo anterior.

La culpa siempre es de las víctimas, cuando los jueces son los verdugos.

Carlo Frabetti - La Haine

https://www.lahaine.org/est_espanol.php/la-culpa-es-de-las

This work is in the public domain

Comentaris

Re: La culpa es de las víctimas
18 des 2018
https://es.thefreedictionary.com/mixtificaciones
https://es.thefreedictionary.com/sin%C3%A9cdoque

CARLO FRABETTI. “Ser o no ser (Un Corpus). A propósito del último libro de Santiago Alba Rico”
29/03/2017




Santiago Alba Rico es uno de los hombres más inteligentes y con la cabeza mejor amueblada que conozco. Y además es, o era hasta hace poco, uno de nuestros intelectuales más combativos. Hemos estado juntos en Iraq, Líbano, Cuba, Venezuela…, y durante más de treinta años hemos compartido trincheras político-culturales en muchos y muy diversos frentes, desde La bola de cristal hasta la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas, pasando por las páginas de opinión de Gara y la trastienda de Rebelión. He leído casi todo lo que ha escrito, casi siempre con gran interés y provecho, y he dicho en más de una ocasión que no siempre estoy de acuerdo con lo que dice, pero sí con lo que es. Sin embargo, esta última afirmación no es aplicable a su último libro, con respecto al cual me ocurre justo lo contrario: estoy de acuerdo con casi todo lo que dice Ser o no ser (un cuerpo), pero no con lo que el libro es (o no es), y a continuación intentaré aclarar esta paradoja.

Mientras leía SONSUC, no podía dejar de pensar en Leer con niños (seguramente lo mejor que ha escrito Alba Rico), y de pronto me di cuenta de algo cuando menos desconcertante: hay en LCN bastantes cosas que me parecen confusas, arbitrarias o incluso erróneas, y sin embargo creo que es un libro excelente, lleno de aciertos, sugerencias y estimulantes provocaciones (a la vez “delicado y brutal”, como ha dicho Belén Gopegui). Por el contrario, SONSUC me parece un libro menos objetable y más riguroso, pero fallido, en la medida en que no va mucho más allá de lo descriptivo (o lo metadescriptivo, ya que la propia descripción/clasificación es un objeto central de sus dilatadas descripciones). Y excesivamente prolijo (tanto en el buen como en el mal sentido de la palabra), hasta el extremo de volverse tedioso, algo que hasta ahora nunca podía decirse del autor (varias docenas de páginas de SONSUC podrían sustituirse por una conocida boutade de Umberto Eco: “De la Edad Media tengo un conocimiento directo, mientras que la actualidad solo la conozco por la televisión”; y la insistencia en la necesidad de “volver al cuerpo” es una extensa glosa de la vieja consigna budista de “estar presente”). Mientras se lamenta, con sobrada razón, de que huimos de nuestro cuerpo, el autor permanece atrapado en su corpus, pues el libro es poco más que una vasta bibliografía comentada (o “caprichosamente razonada”, como reza el epílogo).

Los circunloquios y los excursos, que Alba Rico solía utilizar con singular destreza para conducirnos a parajes insospechados, en SONSUC llevan a lugares comunes, o a ninguna parte (o a otros libros, lo cual está muy bien, pero es insuficiente). Como alguien dijo de Donizetti: “En su última obra hay cosas nuevas y cosas bellas; pero las nuevas no son bellas y las bellas no son nuevas”. Y como suele suceder en estos casos, el empobrecimiento conceptual va acompañado de un exceso de retórica (paja, para decirlo llanamente) y de un cansino amaneramiento estilístico. La sutil coquetería intelectual a la que nos tiene acostumbrados Alba Rico, nunca enojosa y a menudo encantadora, se vuelve, en esta ocasión, empalagosa y un tanto patética, como la de esas personas que intentan ocultar los primeros signos de envejecimiento bajo un exceso de maquillaje. Un envejecimiento al que el propio autor, rizando el rizo de la coquetería, alude en algún momento, y que por suerte solo es, creo, impostado o coyuntural. Alba Rico solo parece viejo por contraste con la falsa juventud de los miembros de la deslavazada “tribu” con la que erróneamente -acaso desesperadamente- se identifica en estos confusos momentos; pero en el fondo -y también en la forma- es mucho más joven y vigoroso (o lo era hasta hace poco y por tanto puede volver a serlo) que los domesticados Rendueles y los tristes Alegres de su nueva pandilla político-cultural, vinculada a la impostura de Podemos y, por ende, agostada antes de madurar. Santiago Alba Rico lo tiene todo para ser el nuevo filósofo español, por más que parezca empeñado en convertirse en un “nuevo filósofo” francés; esperemos, por su bien y el de nuestra cultura, que vuelva a ser algo más que un corpus y algo menos que un corps.



Nota 1: En la faja del libro se destaca la consigna política que el autor viene repitiendo últimamente: la de que hay que ser revolucionario en lo económico, reformista en lo institucional y conservador en lo antropológico; pero, afortunadamente, ese no es el tema central de SONSUC (una crítica a dicha consigna se puede leer en mi artículo De damas, putas, cocineras y pollos http://2014.kaosenlared.net/kaos-tv/97292-de-damas,-putas,-cocineras-y-p).

Nota 2: No es casual que el libro termine con una cita del inevitable Chesterton tan sugerente como falaz, por no decir reaccionaria. “Porque una niña debe tener el pelo largo…” es el argumento basal -y banal- de la reflexión chestertoniana, que, al dar por supuesto que las niñas han de lucir abundantes melenas (tan incómodas y tan ligadas a la cosificación de la mujer), se inscribe en ese “conservadurismo antropológico” que acaba -o empieza- siendo conservadurismo a secas.

Nota 3: Mención aparte (tal vez un artículo aparte) merece la dedicatoria del libro (“A mi tribu”) y su cumplida amenaza de autobombo. Uno de los mal disimulados propósitos de SONSUC es el de promocionar a la cuadra (cuadrilla todavía, pero en rápido ascenso) de intelectuales afines a Podemos, dispuesta a sustituir a la envejecida y desprestigiada cuadra de Prisa, que en su día desempeñó el mismo papel con el PSOE. La historia no se repite, pero la histeria sí (de hecho, es pura repetición de gestos teatrales).
Re: La culpa es de las víctimas
20 des 2018
Sr "progre trasnochado", por una vez y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con usted. Santiago Alba Rico es un "progre trasnochado"
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