Entrañables
compatriotas; Distinguidos invitados:
Parece algo irreal
estar aquí en este mismo sitio 50 años después de
los acontecimientos que conmemoramos hoy, ocurridos
aquella mañana del 26 de julio de 1953. Yo tenía
entonces 26 años; hoy, han pasado sobre mi vida 50
años más de lucha.
No podía en aquel
lejano instante pensar por un segundo que esta noche
seríamos convocados los pocos participantes en
aquella acción que aún sobrevivimos, junto a los
que, reunidos aquí o que escuchan en todo el país,
fueron influidos o actuaron
activamente en la
Revolución; junto a los que en aquella fecha eran
niños, adolescentes o jóvenes; a los que aún no
habían nacido y hoy son padres e incluso abuelos; a
contingentes enteros de hombres y mujeres hechos y
derechos, llenos de gloria e historia revolucionaria
e internacionalista, soldados y oficiales en activo
o en reserva, civiles que realizaron verdaderas
proezas; a un número que parece infinito de
jóvenes combatientes; a trabajadores laboriosos o
entusiastas estudiantes, o ambas cosas a la vez, y a
millones de pioneros que colman nuestra imaginación
de eternos soñadores. Y de nuevo la vida me impone
el singular privilegio de dirigirles la
palabra.
No hablo aquí a
título personal. Lo hago en nombre de los heroicos
esfuerzos de nuestro pueblo y de los miles de
combatientes que dieron sus vidas a lo largo de
medio siglo. Lo hago, además, con orgullo por la
grandiosa obra que fueron
capaces de llevar a
cabo, los obstáculos que vencieron y los imposibles
que hicieron posibles.
En los días
terriblemente tristes que siguieron a la acción,
expliqué ante el tribunal que me juzgó cuáles
fueron las causas que nos llevaron a esa lucha.
Cuba contaba con
una población que no llegaba a seis millones de
habitantes. Por los datos que entonces se conocían,
expresé con crudeza, en cifras aproximadas, la
situación de nuestro pueblo 55 años después de la
intervención norteamericana contra una España ya
militarmente derrotada por la tenacidad y el
heroísmo
de los patriotas
cubanos, frustrando los objetivos de nuestra larga
guerra por la independencia y estableciendo en 1902
un dominio político y económico total sobre Cuba.
La imposición a
viva fuerza en nuestra primera Constitución del
derecho del gobierno de Estados Unidos a intervenir
en Cuba y la ocupación del territorio nacional para
bases militares, unidas al dominio total de nuestra
economía y de sus recursos naturales, redujeron
prácticamente a cero nuestra soberanía nacional.
Citaré sólo
frases y muy breves párrafos de mis
pronunciamientos en el juicio que tuvo lugar el 16
de octubre de 1953: «600 mil cubanos están sin
trabajo.» «500 mil obreros del campo trabajan 4
meses al año y pasan hambre el resto.» «400 mil
obreros industriales y braceros cuyos retiros están
desfalcados, cuyas viviendas son las infernales
habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios
pasan de las manos del patrón a las del garrotero,
cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es
la
tumba.» «10 mil
profesionales jóvenes: médicos, ingenieros,
abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas,
farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores,
etcétera, salen de las aulas con sus títulos
deseosos de lucha y llenos de esperanza para
encontrarse en un callejón sin salida, cerradas
todas las puertas.»
«El 85 por ciento
de los pequeños agricultores cubanos está pagando
renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de
sus parcelas.» «200 mil familias campesinas no
tienen una vara de tierra donde sembrar alimentos
para sus hambrientos hijos.» «Más de la mitad de
las mejores tierras de producción cultivadas está
en manos extranjeras.» «Cerca de 300 mil
caballerías (más de tres millones de hectáreas)
permanecen sin cultivar.» «Dos millones 200 mil
personas de nuestra población
urbana pagan
alquileres que absorben entre un quinto y un tercio
de sus ingresos.» «Dos millones 800 mil personas
de nuestra población rural y suburbana carecen de
luz eléctrica.» «A las escuelitas públicas
del campo asisten descalzos, semidesnudos y
desnutridos, menos de la mitad de los
niños en edad escolar.»
«El 90 por ciento de los niños del campo está
devorado por parásitos.» «La sociedad permanece
indiferente ante el asesinato en masa que se comete
con tantos miles y miles de
niños que mueren
todos los años por falta de recursos.» «Desde el
mes de mayo hasta el de diciembre un millón de
personas se encuentran sin trabajo en Cuba, con una
población de cinco millones y medio de
habitantes.» «Cuando un padre de familia
trabaja cuatro
meses al año, ¿con qué puede comprar ropas y
medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los
30 años no tendrán una pieza sana en la boca,
habrán oído diez millones de discursos, y morirán
al fin de miseria y decepción. El acceso a
los hospitales del
Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante
la recomendación de un magnate político, que le
exigirá al desdichado su voto y el de toda su
familia para que Cuba siga siempre igual o peor.»
Quizás lo más
importante de lo que dije sobre el tema económico y
social fue lo siguiente: «El porvenir de la nación
y la solución de sus problemas no pueden seguir
dependiendo del interés egoísta de una docena de
financieros, de los fríos cálculos sobre ganancias
que tracen en sus despachos de aire acondicionado
diez o doce magnates. El país no puede seguir de
rodillas implorando los milagros de unos cuantos
becerros de oro que, como aquel del Antiguo
Testamento que derribó la ira del profeta, no hacen
milagros de ninguna clase. ...¡ Y no es con
estadistas cuyo estadismo consiste en dejarlo todo
tal cual está y pasarse la vida farfullando
sandeces sobre la "libertad absoluta de
empresa", "garantías al capital de
inversión" y la "ley de la oferta y la
demanda" como habrán de resolverse tales
problemas.» «En el mundo actual ningún problema
social se resuelve por generación espontánea.»
Estas frases e
ideas describían todo un pensamiento subyacente
sobre el sistema económico y social capitalista que
debía ser sencillamente eliminado. Expresaban, en
esencia, la idea de un nuevo sistema político y
social para Cuba, aunque resultase
riesgoso plantearlo
en medio del océano de prejuicios y de todo el
veneno ideológico sembrado por las clases
dominantes aliadas al imperio, vertidos sobre una
población donde el 90 por ciento era analfabeta o
semianalfabeta que no alcanzaba el sexto grado;
inconforme, combativa y rebelde, pero incapaz de
discernir un problema tan agudo y profundo. Desde
entonces yo albergaba la más sólida y firme
convicción de que la ignorancia ha sido el arma
más poderosa y terrible de los explotadores a lo
largo de la historia.
Educar al pueblo en
la verdad, con palabras y con hechos irrebatibles,
ha sido quizás el factor fundamental de la
grandiosa proeza que éste ha realizado.
Aquellas
humillantes realidades han sido aplastadas, a pesar
de bloqueos, amenazas, agresiones, terrorismo masivo
y el empleo ad libitum de los más poderosos medios
de divulgación que han existido jamás contra
nuestra Revolución.
Las cifras no
admiten réplica. Se ha podido conocer con más
exactitud que la población real de Cuba en 1953, de
acuerdo con el censo realizado ese año, ascendía a
5 millones 820 mil habitantes. La actual, de acuerdo
con el censo de septiembre del 2002, ya en su fase
final de procesamiento de datos, se eleva a 11
millones 177 mil 743 personas.
Los índices nos
señalan que en 1953 existían 807 mil 700 personas
analfabetas, para un 22,3 por ciento, cifra que sin
duda se elevó después durante los siete años de
la tiranía batistiana; en el año 2002 había
sólo 38 mil 183, para un 0,5 por
ciento. El Ministerio de Educación
estima que esta cifra es aún menor, pues
en su búsqueda minuciosa de personas no
alfabetizadas a nivel de sectores y de barrios,
visitando casas, encuentran muy difícil
localizarlas. Sus cálculos, ajustados a medidas de
indagación individualizadas aún más precisas que
un censo de población, arrojan 18 mil, para el
equivalente al 0,2 por ciento. Ambos datos, por
supuesto, excluyen a personas que por causas
mentales o físicas sea imposible alfabetizarlas.
En 1953 el número
de personas con nivel medio superior y bachillerato
aprobado ascendía a 139 mil 984, un 3,2 por ciento
de la población con diez años y más. En el 2002
ascendía a 5 millones 733 mil 243, es decir 41
veces más, equivalente al 58,9
por ciento de la
población de similar edad. Los graduados
universitarios han pasado de 53 mil 490 en 1953 a
712 mil 672 en el año 2002.
El desempleo, a
pesar de que el censo de 1953 se llevó a cabo en
pleno período de zafra azucarera, una etapa de
máxima demanda de fuerza de trabajo, arrojó un 8,4
por ciento de la población económicamente activa.
El censo del 2002, realizado en
septiembre, revela
que éste asciende hoy en Cuba a sólo el 3,1 por
ciento, a pesar de que la fuerza laboral activa, que
en 1953 ascendía solamente a 2 millones 59 mil 659
personas, se elevaba el pasado año a 4 millones 427
mil 28.
Lo más contundente
es que el próximo año, al reducirse el desempleo
por debajo del 3 por ciento, Cuba pasará a la
categoría de país con pleno empleo, algo que en
medio de la situación económica mundial no es
concebible en ningún otro de América Latina o de
los llamados países económicamente desarrollados.
Sin entrar en otras
áreas de notables avances sociales, añadiré
solamente que entre 1953 y el 2002 la población
casi se duplicó, el número de viviendas se
triplicó y el número de personas por viviendas se
redujo de 4,64 en 1953 a 3,16 en el 2002. El 75,4
por ciento de éstas fueron construidas después del
triunfo de la Revolución.
El 85 por ciento de
la población es dueña de la vivienda que ocupa. No
paga impuesto. El 15 por ciento restante paga un
alquiler meramente simbólico.
De la totalidad de
las viviendas con que cuenta el país, el porcentaje
de bohíos disminuyó de 33,3 por ciento en 1953 a
5,7 en el 2002, y la electrificación de las mismas
pasó de 55,6 por ciento en 1953 al 95,5 en el 2002.
Las cifras, sin
embargo, no lo dicen todo. La calidad no aparece en
los fríos números, y en ella está lo
verdaderamente espectacular de los avances
alcanzados por Cuba.
Nuestro país ocupa
hoy, por amplio margen, el primer lugar del mundo en
el número de maestros, profesores y educadores per
cápita. El personal docente en su conjunto alcanza
la altísima cifra de 290 mil 574 personas en
activo.
En indagaciones
realizadas sobre un grupo de los principales
índices educacionales, Cuba ocupa también el
primer lugar y por encima de los países
desarrollados. Un máximo de 20 alumnos por maestro
en la primaria ya logrado, y el de un profesor por
cada 15 alumnos de secundaria básica —séptimo,
octavo y noveno grados—, que alcanzaremos en el
próximo curso escolar, es algo que ni siquiera
puede soñarse entre los países más ricos del
planeta. Los médicos ascienden a 67 mil 79. De
ellos, 45 mil 599 especialistas y 8 mil 858 en
proceso de formación. El personal de enfermería
asciende a 81 mil 459 y el de técnicos de la salud
a 66 mil 339 para un total de 214 mil 877 médicos,
personal de enfermería y técnicos dedicados a los
servicios de salud.
La perspectiva de
vida es de 76,15 años; la mortalidad infantil, 6,5
por cada mil nacidos vivos en el primer año de
vida, la más baja entre todos los países del
Tercer Mundo y varios de los países desarrollados.
Los profesores de
educación física, deportes y recreación son 35
mil 902, mucho más que el número total de maestros
y profesores dedicados a la educación antes de la
Revolución. Cuba se encuentra en plena tarea de
transformación de sus propios sistemas de
educación, cultura y salud con los que tantos
éxitos alcanzó, para llevarlos, a partir de la
experiencia alcanzada y las nuevas posibilidades
técnicas, a
niveles de
excelencia jamás soñados.
Ya en plena marcha
estos programas, se estima que los actuales
conocimientos que adquieren los niños, adolescentes
y jóvenes se triplicarán en cada curso, a la vez
que en un período no mayor de cinco años la
perspectiva de vida debe elevarse a 80 años de
edad. Los países más desarrollados y ricos jamás
lograrán los 20 alumnos por maestro en la primaria,
ni un profesor por cada 15 de ellos en la
secundaria, ni llevar la enseñanza universitaria a
los municipios de todo el país para ponerla al
alcance de todo el pueblo, ni ofrecer gratuitamente
servicios de excelencia en educación y salud a
todos los ciudadanos. Sus sistemas económicos y
políticos no están diseñados para eso.
En Cuba, la
pesadilla social y humana denunciada en 1953, que
dio origen a nuestra lucha, había quedado atrás
pocos años después del triunfo de 1959. Pronto no
hubo campesinos sin tierras, ni precaristas, ni
aparceros, ni pago de rentas; todos eran dueños de
las parcelas que ocupaban; ni hubo niños
desnutridos, descalzos y llenos de parásitos, sin
escuelas o maestros aunque fuese debajo de un
árbol; ya no se producían entre ellos las muertes
masivas por hambre, enfermedades o falta de recursos
o de atención médica; los largos meses sin
ocupación laboral desaparecieron; no se volvieron a
ver hombres y mujeres en las áreas rurales sin
trabajo.
Se iniciaba una
etapa de creación y construcción de instituciones
educacionales, médicas, habitacionales, deportivas
y otras de carácter social junto a miles de
kilómetros de carreteras, presas, canales de riego,
instalaciones agrícolas, centros de generación
eléctrica y sus líneas transmisoras de energía;
industrias agrícolas, mecánicas, de materiales de
construcción y todo lo indispensable para el
desarrollo
sostenido del
país.
Fue tanta la
demanda de fuerza de trabajo, que de las ciudades
fue necesario movilizar durante muchos años
contingentes considerables de hombres y mujeres
hacia las actividades agrícolas, constructivas y de
producción industrial, que sentaron las bases del
extraordinario desarrollo social alcanzado por
nuestra Patria al que me referí antes.
Hablo como si el
país hubiese sido un remanso de idílica paz, como
si no se hubiesen producido más de cuatro décadas
de riguroso bloqueo y guerra económica, agresiones
de todo tipo, cifras masivas de sabotajes, actos de
terrorismo, planes de
asesinato y una
interminable lista de hechos hostiles contra nuestra
Patria en los que no quise poner el acento principal
de este discurso para concentrarme en ideas
esenciales de la actualidad.
Baste decir que
sólo las tareas de la defensa requirieron el empleo
permanente de cientos de miles de hombres y
cuantiosos recursos materiales. La durísima batalla
fue curtiendo a nuestro pueblo, le enseñó a luchar
simultáneamente en muchos difíciles frentes, a
hacer mucho con muy poco y a no desalentarse nunca
ante las dificultades.
Prueba decisiva fue
su conducta heroica, su tenacidad y su inconmovible
firmeza cuando el campo socialista desapareció y la
URSS se desintegró. La página que entonces
escribió, cuando nadie en el mundo habría apostado
un centavo por la
supervivencia de la
Revolución, pasará a la historia como una de las
más grandes proezas que se haya realizado nunca. Lo
hizo sin haber violado uno solo de los principios
éticos y humanitarios de la Revolución, pese a los
alaridos y calumnias de nuestros enemigos.
El Programa del
Moncada se cumplió y sobrecumplió. Hace rato que
vamos en pro de sueños mucho más elevados e
inimaginables. Hoy se libran grandes batallas en el
campo de las ideas y nos enfrentamos a problemas
asociados a la situación mundial, quizás la más
crítica que haya vivido la humanidad. A ello debo
dedicar ineludiblemente una parte de mi discurso.
Hace varias
semanas, a principios de junio, la Unión Europea
aprobó una infame resolución, elaborada por un
grupito de burócratas, sin análisis previo de los
propios Ministros de Relaciones Exteriores, e
impulsada por un personaje de estirpe e
ideología
fascistas: José María Aznar. La misma constituyó
un acto cobarde y repugnante, que se sumaba a la
hostilidad, las amenazas y peligros que implica para
Cuba la política agresiva de la superpotencia
hegemónica.
Decidieron suprimir
o disminuir al mínimo lo que califican de
"ayuda humanitaria" a Cuba. ¿Cuál ha
sido esta ayuda en los últimos años, que fueron
muy duros para la economía de nuestro país? En el
2000 la llamada ayuda humanitaria recibida de la
Unión Europea ascendió a 3,6 millones de dólares;
en el 2001, a 8,5 millones; en el 2002, a 0,6
millones. No se habían aplicado todavía las justas
medidas que Cuba adoptó, sobre bases absolutamente
legales, para defender la seguridad de nuestro
pueblo frente a graves peligros de agresión
imperialista, algo que nadie ignora.
Como puede
apreciarse, la suma arroja un promedio de 4,2
millones de dólares anuales, que en el 2002 se
redujo a menos de un millón.
¿Qué significa
realmente esta cifra para un país que entre
noviembre del 2001 y octubre del 2002 sufrió el
impacto de tres huracanes que afectaron el país en
2 mil 500 millones de dólares, a los que se unieron
los efectos devastadores para
nuestros ingresos
de la caída del turismo a causa de los actos
terroristas del 11 de septiembre del 2001 contra
Estados Unidos, la de los precios del azúcar y el
níquel por la crisis económica internacional y la
subida considerable de los precios del
petróleo por
diversos factores? ¿Qué significan comparados con
los 72 mil millones que ha costado el bloqueo
económico impuesto por los gobiernos de Estados
Unidos durante más de cuatro décadas y frente al
cual, con motivo de una ley extraterritorial
y cruel como la
Helms-Burton, que afectaba los propios intereses
económicos de la Unión Europea, ésta llegó
a un bochornoso entendimiento mediante el
cual se comprometió a no apoyar a
sus empresarios cuando hicieran negocios
con Cuba, a cambio de vagas promesas de que
no aplicarían esa ley a sus
inversiones en
Estados Unidos?
Con los subsidios
al azúcar, los países de la Unión Europea
afectaron en miles de millones de dólares los
ingresos de Cuba a lo largo de todo el tiempo que ha
durado el bloqueo de Estados Unidos.
Los pagos de Cuba a
los países de la Unión Europea por concepto de
importaciones de mercancías en los últimos 5 años
alcanzaron 7 mil 500 millones de dólares, un
promedio aproximado de mil 500 millones anuales. En
cambio, esos países sólo adquieren productos de
Cuba por un valor promedio, en los últimos cinco
años, de 571 millones anuales. ¿Quién realmente
está ayudando a quién?
Además, la famosa
ayuda humanitaria usualmente va acompañada de
retrasos burocráticos y condiciones inadmisibles,
como por ejemplo crear fondos de contravalor en
moneda nacional, a la tasa de nuestras casas de
cambio, para financiar en moneda nacional otros
proyectos en los cuales las decisiones deberían
tomarse con la participación de terceros. Esto
quiere decir que si la Comisión Europea entregaba
un millón de dólares, pretendía que la parte
cubana pagara, por ese millón, 27 millones de pesos
cubanos para financiar otros proyectos en moneda
nacional por esa magnitud, y para cuya ejecución se
debería contar con la participación en la toma de
decisiones de Organizaciones No Gubernamentales
europeas. Esta absurda condición, que nunca fue
aceptada, paralizó prácticamente el flujo de ayuda
para un grupo de proyectos por tres años, y con
posterioridad lo limitó considerablemente. Entre
octubre del año 2000 y diciembre del 2002 la
Comisión Europea aprobó formalmente cuatro
proyectos por un monto aproximado de 10,6 millones
de dólares (casi todos para asistencia técnica en
temas administrativos, jurídicos y económicos) y
sólo 1,9 millones de dólares para seguridad
alimentaria. Nada de esto se ha ejecutado debido a
la lentitud de los mecanismos burocráticos de esa
institución. Sin embargo, en todos los informes de
la Unión Europea estos montos aparecen como
"aprobados para Cuba", pero la realidad es
que hasta la fecha a nuestro país no ha entrado un
centavo de estos fondos.
Debe tenerse en
cuenta que adicionalmente, en todos sus informes
sobre ayuda a Cuba, la Comisión Europea y los
países miembros incluyen los llamados costos
indirectos, tales como pasaje en sus propias líneas
aéreas, hospedaje, viáticos, salarios y lujos a
niveles de primer mundo. La presunta ayuda
desembolsada que
incide directamente
en el proyecto se ve menguada por estos gastos, que
al final no constituyen un beneficio para el país,
pero que con fines claramente publicitarios la
computan como parte de su "generosidad".
Es verdaderamente
indignante pretender presionar e intimidar a Cuba
con esas medidas. Cuba, país pequeño, asediado y
bloqueado, no sólo ha sido capaz de sobrevivir,
sino también de ayudar a muchos países del Tercer
Mundo, explotados durante siglos por metrópolis
europeas.
Durante 40 años se
graduaron en Cuba más de 40 mil jóvenes de más de
100 países del Tercer Mundo como profesionales
universitarios y técnicos calificados sin costo
alguno, 30 mil de ellos procedentes de África, sin
que nuestro país les robara uno solo, como hacen
los países de la Unión Europea con muchos de los
mejores talentos. A lo largo de ese tiempo, por otro
lado, más de 52 mil médicos y trabajadores de la
salud cubanos, que han salvado millones de vidas,
prestaron servicios voluntaria y gratuitamente en 93
países.
Aun sin haber
salido totalmente del período especial, el pasado
año 2002 había ya más de 16 mil jóvenes del
Tercer Mundo cursando estudios superiores
gratuitamente en nuestro país, entre ellos más de
8 mil que se forman como médicos. Si se hace un
cálculo de lo que tendrían que pagar en Estados
Unidos y Europa, equivale a una donación de más de
450 millones de dólares cada año. Si se suman los
3 mil 700 médicos que prestan servicios en el
exterior en los sitios más apartados y difíciles,
habría que añadir casi 200 millones más, si se
toma como base el costo del salario que paga la OMS
por un médico anualmente.
En conjunto, un
valor aproximado de 700 millones de dólares. Esto
que nuestro país puede hacer, no a partir de sus
recursos financieros sino del extraordinario capital
humano que ha creado la Revolución, debiera servir
de ejemplo a la Unión Europea y
hacerla
avergonzarse de la mísera e ineficaz ayuda que
presta a esos países.
Mientras
combatientes cubanos derramaban su sangre luchando
contra los soldados del apartheid, los países de la
Unión Europea intercambiaban miles de millones de
dólares cada año en mercancías con los racistas
sudafricanos y, a través de sus
inversiones, se
beneficiaban del trabajo semiesclavo y barato de los
nativos sudafricanos. El pasado 20 de julio, hace
menos de una semana, la Unión Europea, en una
cacareada reunión para revisar su vergonzosa
Posición Común, ratificó las infames medidas
adoptadas contra Cuba el 5 de junio y declaró que
consideraba que debe continuarse el diálogo
político, "a fin de promover una búsqueda
más eficiente del objetivo de la Posición
Común".
El gobierno de
Cuba, por elemental sentido de dignidad, renuncia a
cualquier ayuda o resto de ayuda humanitaria que
pueda ofrecer la Comisión y los gobiernos de la
Unión Europea. Nuestro país sólo aceptaría
este tipo de ayuda, por modesta que fuese,
de las autonomías regionales o
locales, de las Organizaciones No
Gubernamentales y movimientos de
solidaridad, que no imponen a Cuba condicionamientos
políticos. La Unión Europea se hace ilusiones
cuando afirma que el diálogo político debe
proseguirse. La soberanía y la dignidad de un
pueblo no se discuten con nadie, mucho menos con un
grupo de antiguas potencias coloniales
responsabilizadas históricamente con el tráfico de
esclavos, el saqueo e incluso exterminio de pueblos
enteros; que son culpables del subdesarrollo y la
pobreza en que hoy viven miles de millones de seres
humanos a los que siguen saqueando mediante el
intercambio desigual, la explotación y
dilapidación de sus recursos naturales, una
impagable deuda externa, el robo de sus mejores
cerebros y otros
procedimientos.
La Unión Europea
carece de suficiente libertad para dialogar con
plena independencia. Sus compromisos con la OTAN y
Estados Unidos, su conducta en Ginebra, donde actúa
junto a los que quieren destruir a Cuba, la
incapacitan para un intercambio constructivo. A ella
se unirán pronto países procedentes de la antigua
comunidad socialista. Los gobernantes oportunistas
que los dirigen, más fieles a los intereses de
Estados Unidos que a los de Europa, serán caballos
de Troya de la superpotencia en el seno de la Unión
Europea. Están llenos de odio contra Cuba, a la
que dejaron sola y
no le perdonan haber resistido y haber demostrado
que el socialismo es capaz de alcanzar una sociedad
mil veces más justa y humana que el podrido sistema
que ellos adoptaron.
Cuando la Unión
Europea se creó, lo aplaudimos, porque era lo
único inteligente y útil que podían hacer como
contrapeso ante el hegemonismo de su poderoso aliado
militar y competidor económico. También aplaudimos
el euro como algo conveniente para la economía
mundial frente al poder asfixiante y casi absoluto
del dólar.
Cuando en cambio,
arrogante y calculadora, en busca de reconciliación
con los amos del mundo, ofende a Cuba, no merece de
nuestro pueblo la menor consideración y respeto. El
diálogo debe ser público en los foros
internacionales y para discutir los graves problemas
que amenazan al mundo. No intentaremos discutir los
principios de la Unión o Desunión Europea. En Cuba
encontrarán un país que no acata amos, ni
acepta amenazas, ni
pide limosnas, ni carece de valor para decir la
verdad.
Ustedes necesitan
que alguien les diga un poco de verdades, ya que
muchos los adulan por interés o simplemente
embelesados por las pompas de las glorias pasadas de
Europa. ¿Por qué no critican o ayudan a España a
mejorar el desastroso estado de su educación, que a
nivel de república bananera es una vergüenza para
Europa? ¿Por qué no socorren a Gran Bretaña para
impedir que las drogas eliminen la orgullosa raza?
¿Por qué no se analizan y se ayudan a sí mismos
que tanto lo necesitan?
La Unión Europea
haría bien en hablar menos y hacer más por los
verdaderos derechos humanos de la inmensa mayoría
de los pueblos del mundo; actuar con inteligencia y
dignidad frente a los que no desean dejarle ni las
migajas de los recursos del planeta que aspiran a
conquistar; defender su identidad cultural frente a
la invasión y penetración de las poderosas
transnacionales de la industria de la recreación
norteamericana; ocuparse de sus desempleados, que
suman decenas de millones; educar a sus analfabetos
funcionales; dar un trato humano a los inmigrantes;
garantizar una verdadera seguridad social y
atención médica a todos sus ciudadanos como hace
Cuba; moderar sus hábitos consumistas y
despilfarradores; garantizar que todos sus miembros
aporten el uno por ciento del PIB como hacen ya
algunos para apoyar el desarrollo del Tercer Mundo o
al menos aliviar sin burocratismo ni demagogia su
terrible situación de pobreza, insalubridad y
analfabetismo; indemnizar al Africa y otras regiones
por el daño que les ocasionaron durante siglos por
la esclavitud y el coloniaje; otorgar la
independencia a los enclaves coloniales que aún
mantienen en este hemisferio, desde el Caribe hasta
las Malvinas, sin privarlos de la ayuda económica a
que son acreedores por el daño histórico y la
explotación colonial sufrida.
A una lista que
sería interminable podría añadirse: Llevar a cabo
una verdadera política de apoyo a los derechos
humanos con hechos y no palabrería hueca;
investigar lo que realmente sucedió con los vascos
asesinados por los GAL y exigir
responsabilidades;
informar al mundo cómo fue brutalmente asesinado el
científico David Kelly o de qué forma lo llevaron
al suicidio; responder alguna vez a las preguntas
que les hice en Río de Janeiro sobre la nueva
concepción estratégica de la
OTAN con relación
a los países de América Latina; oponerse
resueltamente y con firmeza a la doctrina del ataque
sorpresivo y preventivo contra cualquier país del
mundo, proclamada por la potencia militar más
poderosa que jamás ha existido, cuyas consecuencias
para la humanidad ustedes saben a dónde conducen.
Calumniar y
sancionar a Cuba, además de injusto y cobarde, es
ridículo. A partir del grandioso y abnegado capital
humano que ha creado y con el que ustedes no
cuentan, Cuba no necesita de la Unión Europea para
sobrevivir, desarrollarse y alcanzar lo
que ustedes no
podrán jamás alcanzar.
La Unión Europea
debe moderar su arrogancia y prepotencia. Nuevas
fuerzas emergen por todas partes con gran pujanza.
Los pueblos están cansados de tutelajes,
injerencias y saqueos, impuestos a través de
mecanismos que privilegian a los más
desarrollados y
ricos a costa de la creciente pobreza y la ruina de
los demás. Una parte de esos pueblos avanza ya con
fuerza incontenible. Otros se sumarán. Entre ellos
hay gigantes que despiertan. A esos pueblos
pertenece el futuro.
En nombre de 50
años de resistencia y lucha sin tregua frente a una
fuerza varias veces superior a la de ustedes, y de
los éxitos sociales y humanos alcanzados por Cuba
sin ayuda alguna de los países de la Unión
Europea, los invito a reflexionar
serenamente sobre
sus errores sin dejarse llevar por excesos de ira o
embriaguez euronarcisista. ¡Ni Europa ni Estados
Unidos dirán la última palabra sobre los
destinos de la
humanidad!
Deseo asegurarles
algo parecido a lo que dije ante el tribunal espurio
que me juzgó y condenó por la lucha que iniciamos
hace hoy cinco décadas, pero esta vez no seré yo
quien lo diga; lo afirma y augura un pueblo que
llevó a cabo una Revolución
profunda,
trascendente e histórica, y supo defenderla:
¡Condenadme, no importa! ¡Los pueblos dirán la
última palabra! ¡Gloria eterna a los caídos
durante 50 años de lucha! ¡Gloria eterna al pueblo
que convirtió sus sueños en realidades!
¡Venceremos!
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