Aunque por la velocidad a la que discurren los acontecimientos
políticos podría decirse que las elecciones municipales
y forales pertenecen ya al pasado, apenas ha transcurrido mes y medio
desde aquel 25 de mayo. Arnaldo Otegi se muestra satisfecho por el
nivel de voto alcanzado por las plataformas de la izquierda
abertzale, que «se jugaba mucho en esas elecciones».
«Nosotros apunta no tenemos duda de que el Estado y
sectores autonomistas esperaban un descalabro, que no se ha
producido. Se lo tenemos que agradecer a la gente que ha confiado en
nosotros». A esto añade que en los comicios «se ha
producido un golpe democrático contra la voluntad popular.
Desgraciadamente hay partidos que están gestionando las
consecuencias de este golpe»
¿Esperaban otra cosa?
A veces la cuestión no es si se espera una cosa o no, sino el
hacer pedagogía política. Poca autoridad moral pueden
tener algunos partidos que son capaces de gestionar esa
situación en contra de lo que han votado sus ciudadanos. Eso se
podría y debería corregir. Ahora que hay una
apelación constante al diálogo entre abertzales, para
nosotros respetar la voluntad de la ciudadanía es
condición para que el nivel de confianza pueda aumentar.
Sea como fuere, están fuera de las juntas
generales, de la mayoría de los ayuntamientos y del Parlamento
foral. ¿Cómo se gestiona esa situación?
En primer lugar entendiendo que estamos en una fase política
en la que el Estado ha decidido que también la lucha
institucional de la izquierda abertzale es peligrosa para sus
intereses. En la izquierda abertzale siempre ha habido un debate sobre
la lucha institucional, y el Estado lo ha despejado finamente. Por eso
quiero hacer un homenaje a los miles de concejales, alcaldes, junteros
y parlamentarios que ha habido en los 25 años de la unidad
popular, porque han conseguido que un instrumento que podía
dispersar y asimilar la línea política de la izquierda
abertzale se haya convertido en inasimilable para el Estado. Pero
ésta es la situación en estos momentos
¿Y qué van a hacer?
El reto fundamental es mantener la referencialidad política y
la capacidad de interlocución, organizando la izquierda
abertzale en pueblos y barrios y trabajando en ellos con los sectores
populares que están en clave de cambiar las cosas.
Hay quien considera que la izquierda abertzale hizo
un perfecto diseño de las elecciones hasta la noche de las
votaciones y después se ha quedado despistada o paralizada...
En los próximos meses demostraremos que eso no es cierto.
Para nosotros era prioritario mantener unida nuestra base social. El
Estado y las formaciones autonomistas buscaban dispersar nuestra base
social. Ese es el objetivo que hemos conseguido derrotar. Tenemos un
diseño muy claro de a dónde vamos y de qué
queremos hacer, y les quiero decir a los 165.000 votantes que no se van
a sentir defraudados.
¿Qué proponen?
Cualquier diagnóstico objetivo de la situación nos
lleva a la conclusión de que las cosas tienen que cambiar y de
raíz Nuestra participación electoral y los votos
alcanzados han hecho evidente que la situación es insostenible.
Ya no sólo es el marco el que está agotado, sino que
todas las instituciones del país son absolutamente
antidemocráticas. Para ese cambio hay que hacer un plan que lo
permita. El foro de debate nacional puesto en marcha por los electos es
un instrumento adecuado para hacer un diagnóstico de la
situación y, si es posible, llegar a acuerdos que permitan hacer
un diseño de cambio político.
Parece que la izquierda abertzale es una maquina de
hacer foros, debates y procesos, que luego se acaban en sí
mismos...
A veces puede dar esa impresión. Pero es que gracias a esa
tenacidad una vez una iniciativa cuajó en el Acuerdo de
Lizarra-Garazi, en la creación de Udalbiltza y en la tregua.
Estamos convencidos de que el proceso que se inició entonces no
está parado y ha llegado el momento de dar un nuevo paso
profundizando en él. Por eso nos sumamos a una iniciativa de los
electos que nos parece de sentido común, articular un foro de
debate sin exclusiones, abierto, en el que cada cual pueda defender sus
propuestas y en el que vamos a hacer todos un intento real por llegar a
acuerdos que permitan el cambio político que demanda la
sociedad. En la búsqueda de ese acuerdo estamos dispuestos a
actuar con todo el nivel de cintura política que sea exigible.
¿Cómo influye la ilegalización en
su actividad política?
Estamos en una situación de excepcionalidad que condiciona la
vida política de cualquiera. Pero en la preparación de
las elecciones y en sus resultados se ha demostrado que nuestra
capacidad de hacer política y de tener iniciativa siguen
intactas. Tenemos más dificultades, pero quien va a remover el
patio político en este país es la izquierda abertzale.
¿Cuál es la posición ante el
debate del plan Ibarretxe?
Primero es preciso definir qué es el plan Ibarretxe, y quien
lo ha hecho a la perfección ha sido Txema Montero en una
entrevista: es la reordenación del Estado, español por
supuesto, con la incorporación de tres provincias con un nuevo
estatus.
En segundo lugar hay que ver qué se pretendía.
Sectores del PNV preveían que iba a haber un descalabro de la
izquierda abertzale en las elecciones de mayo y el plan Ibarretxe
debía ser la puntilla, con una votación en la que se
pretendía visualizar a una izquierda abertzale votando
conjuntamente con el PP y el PSE. Acto seguido se convocarían
elecciones, logrando expulsar a la izquierda abertzale también de
este Parlamento. Por lo que sabemos, parece que no va haber
votación del texto articulado, sino que se va a abrir un proceso
de aportaciones a futuro, etcétera. Eso se debe a que hemos
conseguido 165.000 votos.
Y, en tercer lugar, cuando se nos pregunta por qué estamos en
contra del plan de Ibarretxe, respondemos que precisamente por ser el
plan de Ibarretxe. Porque este país no necesita ni el plan de
Ibarretxe, ni el plan de Otegi, ni el plan de ETA, ni el de EA. Este
país necesita un plan elaborado por todos que garantice la
resolución del conflicto.
Dice Juan José Ibarretxe que mientras la
izquierda abertzale no rompa con ETA no hay nada que hacer y que si
rompe «todo es posible» ¿Le cree?
Esa es la gran mentira de Ibarretxe. En 1998 nosotros no rompimos
con ETA en los términos que plantea Ibarretxe y el acuerdo fue
posible. Además, es curioso que con nosotros no se puede hablar
mientras no rompamos con ETA y, sin embargo, en próximas fechas
la vicelehendakari se va a reunir con Cristóbal Montoro para
hablar de dinero. Ibarretxe está dispuesto a hablar con Aznar,
que desprecia al pueblo, que cercena nuestras libertades, que nos
amenaza; está dispuesto ha hablar con quien plantea la mayor de
las violencias estructurales, y no está dispuesto a hablar con
nosotros que hemos dicho mil y una veces que no somos ETA. Está
mintiendo.
Hay más agentes que sostienen que no se puede
hablar mientras ETA actúe y otros les responde que si no se
habla ETA seguirá actuando. ¿Cómo se rompe ese
círculo vicioso?
Haciendo todos al mismo tiempo la misma cosa. Unos nos dicen que
mientras no haya un acuerdo de mínimos no habrá una
iniciativa de ETA entendida en términos de tregua y otros que si
no hay tregua no hay acuerdo. Si todo el mundo tiene que tomar
decisiones en una misma dirección, lo que hay que hacer es
tomarlas al mismo tiempo. Es la única solución. Y quiero
plantear una segunda reflexión. Independientemente de las
valoraciones sobre la actividad armada de ETA, que también
dentro de la izquierda abertzale son plurales y divergentes, lo que hay
que determinar es cuál es el proyecto que necesita este
país. La tregua no soluciona por sí sola nada, como se
demostró en el 98. Lo que decimos es que debemos ponernos de
acuerdo en un proyecto que garantice el cambio político en este
país en términos de paz, democracia y
autodeterminación. Y a partir de ahí, si alguien
considera legítimamente que para que ese proyecto sea viable, sea
más eficaz o acumule más fuerza, es necesario que ETA
reconsidere su campaña militar, ésa será una
reflexión en segundo término. Y ETA, por lo que dice en
sus comunicados, está absolutamente abierta a su debate.
Entonces, vamos a hacer las cosas de manera lógica.
Agentes tan importantes como ELA no parecen verlo con la
misma lógica y claridad.
¿Por qué hay que sumarse a un acuerdo en clave de
proyecto nacional? ¿Porque eso garantiza una tregua o porque es
lo que nos exige el país? Nuestra respuesta es que es lo que
demanda el país, que necesita una universidad nacional y un
marco de relaciones laborales, independientemente de que exista ETA o
no. Y si ésa es la voluntad de inicio de todo el mundo, es
legítimo después plantear que sería más
eficaz plantear esa estrategia desde una nueva iniciativa de ETA. La
izquierda abertzale está abierta a ese debate y ETA, según
se puede leer en sus escritos públicos, también.
Jaime Mayor Oreja acaba de decir que el PNV no es un
partido democrático ¿Qué cree que hay
detrás de esas palabras?
Unos y otros están en una estrategia de negociación.
El Estado está convencido de que el PNV puede llegar a un pacto
en términos que le interesan al Estado y el PNV está
convencido de que al final el Estado le va a abrir la puerta.
Ahí mantienen un pulso, en ocasiones más mediático
que real, en el que el PNV adquiere centralidad política. Hoy,
para el Estado cualquier iniciativa política que ponga en
cuestión su autoridad es peligrosa, porque una vez puesto en
marcha ese proceso puede llegar a cuajar el proyecto táctico y
estratégico de la izquierda abertzale. Ya es peligroso para el
Estado hasta que se hable de cosoberanía. Eso es lo que hemos
avanzado. El PNV ha sido inteligente. Sabe ya que no puede vender
autonomía. Cuando la izquierda abertzale genera las condiciones
para que se hable de autodeterminación, el PNV presenta un nuevo
plan que no pretende solucionar el conflicto, sino que es gasolina
política para su propio proyecto para otros veinticinco
años. La izquierda abertzale, con una mano tendida y otra firme,
le dice que ha llegado el momento de diseñar el salto, de
consensuar los ritmos y los contenidos, pero de dar el salto.
Ustedes puede que tengan la razón, pero tienen
165.000 votos y el PNV, tres veces más.
Así es. Esa es la teoría de que unos sacuden el
árbol y otros recogen las nueces.
¿Y cómo se resuelve eso?
Poniendo un cesto común junto con otros sectores. Pero no
para que la izquierda abertzale recoja más nueces que el PNV,
sino para solucionar el pro- blema.
¿Qué pasos prevén que dé el
Estado?
La situación política está al límite. La
autonomía ya no frena a la soberanía. Por lo tanto, tiene
que destruir a la izquierda abertzale. Lo que hará es apretar el
acelerador en todos los sentidos. El Estado ya no tiene alternativa ni
capacidad de convicción, sólo tiene la capacidad que le
da su fuerza.
¿Se puede concluir que Euskal Herria está
peor que nunca?
En absoluto. Cualquier observador vería que los niveles de
conciencia nacional, en torno a la territorialidad o al derecho de
autodeterminación, están más altos que nunca. Desde
un punto de vista de proyecto nacional, como pueblo nunca hemos estado
tan sólidos. Otra cosa es que a esta situación la
izquierda abertzale llega con sus estructuras ilegalizadas, con una
represión muy fuerte... Pero si hace veinticinco años a
la izquierda abertzale le hubieran dicho que en ese plazo iba a
desactivar la autonomía, llevar al PNV a remodelar su discurso
en términos de soberanía, de siete territorios... nos
hubiéramos dado con un canto en los dientes. El problema es que
frente a la realidad objetiva está la percepción de que
el Estado viene a por todas y lo vamos a pasar, y lo estamos pasando,
muy mal. Hay que mantener un equilibrio. Si la izquierda abertzale es
capaz de, junto a otros sectores, plantear a este país una
alternativa real, creíble, que sea factible y que proyecte
nuevos avances en el proceso iniciado en 1998, habremos dado un gran
paso. Y eso es lo que vamos a hacer. -
En el pulso Mesa-Supremo, no hay desobediencia
Otegi señala que en el pulso que mantiene la Mesa del
Parlamento con el Supremo no hay una estrategia de desobediencia, sino
un choque de lecturas de una misma legalidad. Sin quitar hierro al
enfrentamiento, apunta que «PNV y EA están dando la
batalla porque aceptar la orden sería reconocer que esta
Cámara es como la de Murcia, una cámara del sistema
autonómico español que el Estado puede anular como
puede anular la autonomía». -
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