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Sobre El Cuerpo de Oscar Portela por Alejandro Drewes
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per Oscar Portela |
30 abr 2009
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"El poema es imponente, por la conjugación del motivo y tu fraseo, esa musicalidad tan fluida y natural, esa cadencia entre versos que ya uno ha aprendido a reconocer como una nota característica de tu escritura". Alejandro Drewes |
Sobre El Cuerpo de Oscar Portela
por Alejandro Drewes
El poema es imponente, por la conjugación del motivo y tu fraseo, esa musicalidad tan fluida y natural, esa cadencia entre versos que ya uno ha aprendido a reconocer como una nota característica de tu escritura.
Rescataría cantidad de elementos de la composición; pero por ahora te digo que lo primero que llama la atención del lector es la reemisión al yermo, al desierto metafísico, imagen de la desolación del espíritu ante este tiempo terminal, quemado, de este tristísimo presente. Como Kavafis esperando a los bárbaros.
O aquellos insignes versos de Eliot
the wind crosses the brown land, unheard
desde tu propia tierra baldía, con los dioses ausentes o vueltos de espaldas al mortal.
Y los versos finales
Ya no hay inviernos para mí. Ya no hay derivas.
Mas tengo la certidumbre de que solo
Una caricia tuya podría destruirme..
en su doliente paisaje de otredad; en esa imagen que perfectamente lleva al frágil equilibrio entre Tiempo y Belleza, entre amor y utopía. Leyendo este poema, si se quisiera llevarlo a imágenes, yo elegiría una pequeña figura vista desde muy lejos, en una vasta escollera, de espaldas contemplando el mar.
Es la imagen con que por ahora me quedo de este magnífico texto tuyo, que te agradezco por el raro privilegio de haberlo recibido como primer lector.
EL CUERPO
poema de Oscar Portela
a Miro Moreira.
Cuando la luz del día corre hacia la noche y la casa yace
Deshabitada entre las ruinas. Cuando el desierto crece
Y sangra el corazón sobre las dunas.
Cuando el cactus florece. Cuando la yerma inhabitud
Se expande como buba en la axila.
Y cuando la intemperie hace gemir abetos estos ojos vacíos y
Extraviados se encarnan en la mirada que da vida.
Son los Dioses que vuelven a la tierra
O que nunca se han ido.
Ignorantes de sí y oscurecidos a mirada mortal.
Se han extraviado.
Más desnudos que el alba amanecieron
Entre espejos y luces prometidas.
He aquí el Asilo que buscaba. La fe en un mundo
Que encarnado vibra con la pasión del mediodía.
Solo creo en los Dioses de la danza.
Esa es la casa que he buscado siempre. La perfección.
La perfección que ignora el habla del mortal y de sus signos.
Entre tus muslos nazco nuevamente.
Y en la entrega . La mutua entrega consentida siempre.
La mirada se llena de osadías que no comprendería
El corazón del hombre.
El dolor dice pasa pero la eternidad requiere
El goce que se rinde ante el tiempo
Y vuelve eternamente al ser.
Indefinidamente.
Te miro y se que estoy aquí. Esta es mi casa.
No existe genio alguno de la raza que en arte convirtiera
Tu belleza. La torción de los músculos.
La exacta cuadratura de los ángulos
Que bajan desde la frente hasta a la cintura
Y de aquí hasta el vientre torneado
Siempre bajo un tórax de medidas augustas
Y líneas algorítmicas.
Más abajo el poniente que es aurora.
Las piernas torneadas que Praxisteles intento
Vanamente y entre sueños tornear
En sus bronces vespertinos.
Nadie puede alcanzar a un Dios.
El nos alcanza
Con su belleza y muda con las áureas
Medidas de la esfinge carnal con que se inviste
El ser para decir y el decir para “ser” otros.
Dignos de Eros que nos protege siempre.
Ya no hay inviernos para mí. Ya no hay derivas.
Mas tengo la certidumbre de que solo
Una caricia tuya podría destruirme.
Oscar Portela |
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