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Mano abierta de la vida
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per Mariano Cabrero Bárcena Correu-e: pedrocruel2005@yahoo.es |
06 nov 2008
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Mariano Cabrero:Nos falta comunicación abierta y sana entre nuestros corazones–hoy piedras muertas que producen soledad–, que de hecho emanan cantidades ingentes de seres humanos que viven solos |
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“La humanidad es la única virtud verdaderamente sublime del hombre: es la primera, y tal vez la única que las religiones deben inspirar a los hombres, porque encierra en sà todas las demás.�
HELVETIUS, De l’homme, I ,14.
Se pregunta uno, muchas veces, qué espera el mundo de nosotros. Y mi corazón al pronto me responde: humanidad, más humanidad con nuestros semejantes. Y es que el mundo en que vivimos se nos está viniendo abajo, económica y moralmente hablando. Nos falta esa necesaria humanidad de respeto y cariño para con los demás. Nos falta espiritualidad en nuestros corazones–y no me importa, o no nos debe importar que cada cual practique “la religión� que le enseñaron sus progenitores, pues todos tenemos el mismo Dios: el Dios de todas las religiones.
Nos falta amor..., que es entrega y muchas veces sufrimiento al mismo tiempo. Somos seres vivos mientras pernoctamos en este valle de lágrimas, y por esto, sencillamente, hemos de motivar nuestra libido–deseo sexual propio de cada uno de nosotros–, para que dos seres humanos se amen, se quieran, se deseen... Y tanto es asà que mi corazón–que emana amor por los cuatro costados–, me dijo: “La vi solo unos instantes, sola, sobre la quieta nieve emanando dulzura, quietud, belleza...eternidad. Desnuda estaba decúbito prono, pero enseñando nada en su desnudo cuerpo. Escuche voces, divinas palabras...Su cuerpo emanaba olor puro rosas, no concupiscencia; allà donde los ojos admiraban sin clavar dardos venenosos, allà donde pensamientos se sumaban en el olvido, allà donde el hombre contemplaba en ella a su Dios Creador�.
Nos falta comunicación abierta y sana entre nuestros corazones–hoy piedras muertas que producen soledad–, que de hecho emanan cantidades ingentes de seres humanos que viven solos, o, de otro modo, en compañÃa de perritos de compañÃa. Nos sentimos solos y distantes, voluntaria o involuntariamente, pero solos...al fin y a la postre. Muchas veces nos encontramos solos a pesar de estar rodeados de personas a nuestro alrededor, y asÃ, sin duda, se bloquea nuestra vida afectiva y de relación. Generamos sentimientos y emociones negativas, que nos conducen a la creación de seres solitarios, muchos seres solitarios que pululan por esos mundos de Dios. Si me siento triste, si me siento abandonado, si siento angustia en mi corazón–mano abierta a la vida es el último, y triste pero noble es reconocerlo–, me transforma en un hombre solitario parcial y/o temporal hablando. Entonces surge la historia–triste, verdadera, inventada, quizá fue un sueño... de “Las_mil_y_una_nochesâ€?,… y qué se yo–, que describo a continuación:
...Era tarde y tenÃa mucha prisa. Poca gente circulaba por la calle; sólo un hombre sentado sobre las escaleras de un portal, quien me dijo: “¡Eh!, escuche...â€?. Paré mis pasos, preguntándole: “¿Le ocurre algo?â€?. Cruzamos nuestras miradas, mientras sostenÃa en sus dedos un cigarrillo apagado, diciéndome: “¿Me da fuego?â€?. Yo no fumo, le contesté.
¿Quién serÃa aquel personaje? VestÃa ropas cansadas por el tiempo, sin afeitar, y tendrÃa sobre setenta y siete años. Volviendo sobre lo andado, le dije: “Tome, tome...cien pesetasâ€?. No pido limosna y nunca la he pedido, me contestó. Para enmendar mi anterior error, continué diciéndole: “¿Quiere tomar un vino?â€?. Al instante, respondió: “Poco bebo y cuando lo hago me lo pago yoâ€?.
Por mi cabeza circulaban mil y una preguntas, y le interpelé: “¿Qué desea entonces?â€?. Al momento, contestó: “¡Hablar!, hace más de un siglo que no hablo con nadieâ€?. Le sonsaqué si contaba con familia y contestó que tenÃa tres hijos y cuatro nietos. “Más vale no hablar...; y, con la vejez, pierde uno hasta los buenos amigosâ€?, concluyó diciendo.
He leÃdo poco y me han contado algunas cosas sobre los ancianos. Allà se encontraba una de esas criaturas solitarias, un semejante que sólo solicitaba “hablarâ€?...y una cerilla que no se la pude dar. Verdaderamente era alguien que estaba mendigando humanidad; bueno..., sà era realmente un ser que estaba solo.
Me arrepentà después de no haber estado más tiempo con él-ahora que está de moda no arrepentirse de nada1 (ni los polÃticos cuando mienten o se equivocan, ni los economistas cuando yerran en sus pronósticos...)-, con su soledad y sus miedos, su aislamiento..., que será el que uno tendrá a pocos años vista, si la sociedad en la que estamos inmersos no cambia sus costumbres deshumanizadas.
Cuando viejos comienzan nuestras grandes limitaciones fÃsicas e intelectuales y entonces el afecto, la comprensión, el cariño...suplen unas y otras. El último recorrido de mi corta o larga vida la veo más llevadera dentro de la convivencia familiar y no aislada en tristes residencias que, aunque bien atendidas y limpias, son paredes muertas de mi propia soledad. Hay un antiguo proverbio chino que dice: “De jóvenes somos hombres, de viejos, niñosâ€?. Pues bien, ¡cuidemos a los niños!
Nuestra actual sociedad se ha olvidado de nuestros niños y ancianos, ignorando que los últimos han sido ya los primeros y, si Dios quiere, los primeros serán los últimos. Y es que nuestras universidades utilizan medios educativos trasnochados, que imparten conocimientos pero se olvidan de forman personas- jóvenes-, que son los verdaderos motores para construir un mundo mejor que el nuestros. La historia asà nos lo enseña, y Rubén DarÃoo también en su maravillosa Canción de primavera: “¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! (...)â€?.
Hemos de salir de este profundo y triste rió que recorre nuestras venas llamado soledad: cuando se decaen nuestras fuerzas internas del sentimiento, es fácil caer en una depresión afectiva–que hiere nuestros sentimientos–, y, que, posiblemente nos llevará a un estado de animo muy común en nuestra sociedad actual: la depresión. Ésta es la tan temida y común enfermedad del sigloXXI, que puede degenerar inexorablemente en el suicidio: enemigo público número de nuestra actual juventud. Nacer es una alegrÃa y morir es una tristeza..., mas sabio, prudente y bueno es vivir el dÃa a dÃa: recordando alegrÃas y olvidando las tristezas.
La Coruña, 7 de noviembre de 2008
© Mariano Cabrero Bárcena es escritor |
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