|
|
Notícies :: corrupció i poder : criminalització i repressió : amèrica llatina : pobles i cultures vs poder i estats : dones |
Carta de América del Valle a los Hermanos de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos
|
|
per América del Valle |
20 feb 2008
|
Hermanos de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos: |
Aún tengo sin colgar aquella llamada que, a alguno de ustedes pude hacer para denunciar pedacitos del 3 y 4 de mayo del 2006 y digo "pedacitos", porque todo lo que rompieron los verdugos en nuestro pueblo, en nuestras vidas, aún no lo acabo de juntar.
Entonces, como si todo este tiempo se comprimiera para volver a esa noche, donde, del otro lado alguien me escuchaba, aprovecharé esta oportunidad para continuar denunciando, hablando y también compartiendo.
Ahora tengo 27 años. La estancia que me acoge, más temprano que tarde se convirtió en una trinchera de lucha. Nunca imaginé que los dÃas, semanas, meses y pronto, dos años, tendrÃa que estar exiliada de mi pueblo y de mi sangre. Pero cuando repaso los últimos siete años, caigo en cuenta que no ha sido poco lo que he aprendido junto a mi pueblo, mis padres y hermanos, como no ha sido poco lo que hemos logrado. Y recuerdo infinidad de pláticas sobre la lucha de los pueblos con mi papá, incontables lecciones que sólo son posibles cuando se es parte de algo que se construye en colectivo, y me siento tan afortunada de tener al padre que tengo, de tener a la madre que tengo, de tener a los hermanos que tengo y toda mi familia que no acaba y llega a todas las orillas de los pueblos y sólo asÃ, en esta trinchera, me convenzo que no tenerlos cerca, no quiere decir que no los tengo.
2 de mayo de 2006. Junto con varios compañeros de distintas comunidades del FPDT, acudimos a la convocatoria que los universitarios nos hicieron, para estar presentes en el acto que se efectuarÃa en la Universidad Nacional Autónoma de México, en el marco de La Otra Campaña (LOC); además de que tenÃamos que cumplir con el compromiso de ser parte de la comisión de seguridad. Desde Atenco, decidimos que por esta ocasión, debÃamos dividir los esfuerzos y tan sólo una comisión acudirÃa a dicho evento y la mayorÃa se quedarÃa para acompañar a los floristas hasta la subprocuradurÃa de Texcoco, para buscar un acuerdo entre las autoridades estatales, municipales y estos, que a lo inmediato sólo querÃan que se les dejase trabajar, en las fechas importantes para sus ventas (3, lo y 15 de mayo).
Durante el acto, pude informar de manera breve el por qué de la ausencia del grueso del FPDT.
Al término de nuestras tareas, hablé con mi madre para avisarle que por esa ocasión me quedarÃa con mis amigos en la capital y le pedà que nos mantuviéramos en comunicación, a sabiendas de que se estaba llevando a cabo la "negociación" con los floristas.
Por la noche hice una llamada a mi madre y me contestó que, prácticamente se habÃa llegado a un acuerdo para que pudieran trabajar los compañeros, aunque las autoridades no dejaron de mostrarse reticentes.
3 de mayo. Me despertó una llamada de mi celular. Era mi padre quien me ponÃa al tanto de lo que estaba ocurriendo. De inmediato comencé a llamar a compañeros de mi pueblo y me di cuenta que todos estaban enterados de lo ocurrido. Enseguida Nacho, mi papá, me volvió a hablar para decirme que no me regresara -a Atenco- y que mejor hiciera la denuncia con las organizaciones hermanas. ObedecÃ, sus indicaciones y me apresuré como pude para dirigirme vÃa telefónica a algunos medios de comunicación y explicar el origen de las agresiones de la fuerza publica contra los floristas. Más tarde me dirigà hasta donde estaba el compañero Marcos. Le amplié lo que ocurrÃa. Mientras en mi pueblo, la tensión crecÃa desde que la fuerza publica llegaba a golpear y balear a la gente, para disolver el bloqueo carretero, que se realizó como una forma para presionar al gobierno estatal, establecer una "mesa de diálogo" urgente y retirar al cerco policÃaco en el que ya tenÃan a los floristas y compañeros del FPDT, en una casa, al costado del mercado de Texcoco.
En el acto público que se efectuó en la Plaza de las Tres Culturas, dieron prioridad para que informara del avasallamiento que ya empezaba contra nuestros pueblos y organización. Iban a ser o tal vez ya pasaban de las tres de la tarde, cuando recibà la llamada de una compañera, con su voz quebrada y desesperada, donde me dijo que, "ya habÃan matado a un niño". Fue un golpe duro. Conforme pasaban los minutos mi pensamiento se alejaba del lugar donde estaba. Se aferraba a las calles de mi pueblo, a todos los rostros de mi pueblo, a otros momentos crÃticos de mi pueblo, a la tenacidad de mi pueblo... pero debÃa hacer todos los esfuerzos para mantenerme serena y también tuve que seguir escuchando las lecciones de mi padre, Siempre que nos hemos encontrado en dificultades.
La noticia encendió mi coraje, mi rabia y sólo podÃa canalizarla en mi voz. Me apresuré a confirmar con precisión el asesinato y lo denuncié. Como ecos escuchaba voces que me decÃan, "NO ESTÃ?N
SOLOS, VAMOS A VOLVERA VENCER, AMERICA ESTAMOS CONTIGO... ".
Comencé a dudar dónde debÃa estar, ¿en mi pueblo o lejos de él? Marcos y otros compañeros, Siempre trataron de ayudarme para tomar la mejor decisión. TodavÃa no entraban por mi padre, todavÃa no. Eso, y saber que la mayorÃa de mis compañeros estaba en mi pueblo, me volvió a convencer de que debÃa seguir en la trinchera que estaba. Pero no pasó mucho tiempo para sentir como me desgarraban por dentro.
Pasaban las cinco de la tarde y escuché lo que serÃa la última llamada de mi padre. Entre otras cosas me dijo: “...cuÃdate, cuÃdate, estamos bien, te quiero mucho... ". No querÃa que me dejara de hablar, no querÃa quedarme sólo con la colilla de sus palabras, de su voz, porque entonces lo siguiente serÃa comprender que en adelante todo serÃa incertidumbre.
Pasaron por mà todos los escenarios: la tortura, el asesinato, la desaparición, la cárcel y todas juntas. No sabÃa con quien estar rabiada. No acepté ya no tenerlo. No acepté que nos lo hubieran arrebatado y hoy, todavÃa no lo acepto.
Escondà el desgarre, me lo tuve que tragar, para poder continuar. El también lo hubiera hecho asÃ. Tuve que volver a mÃ, auque la duda volvió y me convencà que de debÃa estar en Atenco.
En adelante las llamadas se volvieron más tensas. Básicamente eran intercambio de informaciones. Comuniqué a los que tenÃa cerca, la decisión de retornar a mi pueblo. Otra vez volvieron las sugerencias. Pude hablar con mi madre y un par de compañeros y coincidieron en que me debÃa quedar. Alguien a quien quiero mucho, me dijo que "debÃa pensar que era lo mejor en ese momento y para el movimiento, estar allá o acá". Creo que desde ahÃ, tuve que asumir que no podÃa actuar en función de mis sentimientos y dolor, sino en función de lo razonable e inteligencia.
La convocatoria de solidaridad que hice, tuvo una respuesta irrefutable. El anuncio de Marcos, de
"Alerta roja" del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y tantas muestras de indignación de la gente que podÃa ver y escuchar, me levantó, me devolvió cierta confianza para no decaer y estar a la altura de las circunstancias.
Toda la tarde estuve recibiendo llamadas de los medios de comunicación. Muchos sinceros, pero la mayorÃa en tono de escarmiento y descalificadores, me cuestionaban sobre lo ocurrido. "Que la famosa patada fue un acto inhumano... que qué tenÃamos que hacer en un conflicto que no nos competÃa... que si la ley, el Estado Derecho que si Marcos... etc.". Pocos fueron inteligentes y sensibles. A los que más se desgarraban sus vestiduras, les devolvÃa sus cuestionamientos señalando el papel tan nefasto que juegan, a la hora de enjuiciar a los que ellos acusan a priori como culpables y califican como delincuentes, como si el resto de los actores no existiera, como si los enfrentamientos entre el pueblo y la fuerza represiva, fuera por generación espontánea.
Las "informaciones" iban y venÃan. Se estaba montando el escenario para una represión inimaginable. En la televisión, la misma imagen de "la patada". En la radio, locutores analÃticos de la morbosidad, ocultando y distorsionando -con su cinismo particular- a la verdad. Todos los medios oficiales, en un coro al unÃsono: “macheteros violentosâ€?, “macheteros fuera de la leyâ€?, “macheteros, macheteros, que les caiga todo el peso de la ley...â€?. Tarde y noche fue asÃ.
Tal como se convocó, muchos acudieron a la Universidad de Chapingo, ubicada en Texcoco (a poco de 2 kilómetros de Atenco) y otros al "Puente de Fierro", un lugar de la orilla del municipio de Ecatepec. Ambos, por ser sitios conocidos y viables para aproximarse a nuestro Atenco ya cercado, a la gente solidaria se le facilitarÃa concentrarse y en determinado momento llegar directamente para formar un cinturón de solidaridad y cese de la represión.
Prácticamente a las 9 de la noche, la Universidad de Chapingo, se empezaba a convertir en una
concentración alistada para que en el momento que se conviniese, partiera hasta Atenco. Se hicieron las valoraciones, para evitar nuevas confrontaciones entre la multitud solidaria y los cuerpos represivos.
Desde el celular -que por varios dÃas, fue mi única forma de comunicarme directamente con los más cercanos- pedà a la concentración que "guardara calma y que organizáramos bien, antes de salir... que primero los de Atenco, nos debÃamos coordinar para recibirlos y asà evitar mas represión". De alguna manera, lo coordinamos y cerca de las 11 de la noche o más tarde, en conjunto llegarÃan.
Escuché que mis compañeros leyeron un comunicado, donde reiteraron al gobierno estatal las principales demandas:
- Alto a la represión,
- Retiro de la Fuerza Pública
- Mesa de Diálogo (con carácter urgente)
- Libertad a los Presos PolÃticos
Nadie quiso escuchar e igual como en la tarde, la omisión de los verdugos, nos mandaba el mensaje que Humberto BenÃtez Treviño (secretario de gobierno, del represor Enrique Pena Nieto) le restregó a mi madre: "no es nuestro problema y háganle como quieran".
Siempre traté de no perder comunicación, pero conforme pasaba el tiempo, ni unos ni otros tenÃan señal en los teléfonos. Pude comunicarme con algunas organizaciones hermanas para seguir pidiendo solidaridad, pensando que si librábamos la noche y madrugada, al dÃa siguiente debÃamos conjuntar una movilización y las acciones necesarias para exigir la inmediata liberación de los presos polÃticos.
No hubo nadie que se negara y era claro que desde sus lugares no perdÃan atención. Se supo que Enrique Pena Nieto estaba en Texcoco concertando el operativo represivo, junto con Nazario Gutiérrez y altos mandos policÃacos. Rumor o no, lo cierto es que hubo notas periodÃsticas que desde el dÃa siguiente lo confirmaron.
Con el "problema" de la comunicación vÃa telefónica, decidimos comunicarnos con dos 0 tres enlaces, cada medÃa hora y sólo para informar lo relevante.
1, 2, 3 de la mañana. 4... de la mañana. Una compañera me sugirió que descansara, en una modesta colchoneta que la solidaridad nos ofreció. Cerré los ojos. Sólo podÃa pensar en mi padre, en mis compañeros presos, en mi madre, mis hermanos y todo mi pueblo. QuerÃa correr hacia ellos. Muy en el fondo oraba, pedÃa que cesara todo, que la bestia no siguiera despertándose, que los represores se arrepintieran y que Javier sólo durmiera y que todo fuera un mal sueno mÃo, que me despertara en la misma casa, junto a los mÃos.
No me podÃa concentrar en otra cosa que no fuera mi pueblo. No daba crédito a lo que estaba pasando. Habrá sido medÃa hora más o menos, cuando una de las llamadas me dio registro de andaban las cosas por allá. ParecÃa que la Ãbamos a librar.
Pero en otro momento un reportero, al cual apreciamos, me llamó para decirme lo que él percibÃa definitivamente con todo y su experiencia. Me dijo que habÃa mucho silencio, que eso le hacÃa más ruido, que parecÃa que a todas las hileras de uniformados se los habÃa tragado la tierra y que eso no era buena señal. Tomé mucho en cuenta su llamada y como si me hubiera leÃdo una predicción, llamé para alertar por cualquier cosa y que nadie se confiara, e incluso que en determinado momento se replegaran.
El la radio, tampoco se escuchaba nada, más que los comentarios de escasÃsimos reporteros que parecÃa que sacaban de los escombros de ese tres de mayo.
Traté de pensar en lo que debÃamos hacer en las siguientes horas. Una marcha, una reunión urgente para hacer un plan de acción entre las organizaciones más posibles, adherentes y no adherentes a la
Otra Campaña. Comunicados de denuncia y solidaridad al interior y exterior del paÃs, romper el cerco de la fuerza represiva con una acción pacÃfica... todo lo que se nos ocurriese para arrancar a los presos de las garras.
El compañero Marcos convocó a realizar acciones de protesta y apoyo, en todo el paÃs y desde el dÃa anterior, decenas de organizaciones nacionales y extranjeras comenzaron a trabajar para que fuera posible.
6 de la mañana... cuando todo parecÃa que ya no se atreverÃan a entrar, dadas otras experiencias, donde ellos eligen la oscuridad para asaltar de manera desprevenida, empezó a ocurrir todo lo contrario. El silencio se rompió y como si se soltase a una bestia hambrienta de venganza, ésta, no tuvo piedad con nadie. La última llamada, de aquellas frecuentes, confirmó que ya estaban avanzando. Le pedà que si no habÃa forma de resistir que se replegara, que no se expusiera y que pasara la voz a los que más se pudiera.
Los celulares del resto de contactos en Atenco, dejaron de funcionar. Hice llamadas a cuanto pude, incluyendo algunos periodistas que estaban cubriendo. Uno de ellos, desde lo que podÃa ver, me dijo que eran centenas de uniformados y que estaban golpeando y amedrentando con armas de fuego. En otra llamada me dijo que a ellos como prensa, también los estaban reprimiendo y los habÃan sacado por la fuerza del hotel que está a la entrada del pueblo y no les permitÃan tomar fotos y registrar con las cámaras de vÃdeo la represión. En mi desesperación de no hallar más comunicación con nadie de mis compañeros, Le pedà que no dejara de decirme lo que ocurrÃa.
AsÃ, dos periodistas, que fuera de su profesión, se volvieron compañeros, me estuvieron poniendo al tanto de lo que pasaba.
Sitiar a Atenco con un operativo de la magnitud de más de 3 mil uniformados, incluidas las corporaciones especializadas en disolver y cazar a las organizaciones, les tomó menos de dos horas. Sin embargo, la pesadilla no concluyó ahÃ, porque todo el tiempo que invadieron nuestro pueblo y allanaron las casas que se le antojaba, asà como las precisas para aprehender a los que integramos el FPDT, además de sembrar terror y cometer violaciones sexuales contra varias mujeres, saquearon y continuaron las golpizas.
Uno de los periodistas que daba seguimiento a la represión, me habló en el momento que un grupo especializado de la PFP, cercó varios metros antes de llegar a mi casa y entró para desvalijarla y sacar ensangrentados a dos jóvenes y un señor que seguramente se estaban refugiando. Él pidió que lo dejaran hacer su trabajo, pero se lo impidieron y como todos los vecinos, pudo ver cómo descendÃa un helicóptero dentro del terreno.
Se le acababa el crédito y yo aproveché para pedirle que, “si veÃa a mi madre o a algún familiar, los sacara del pueblo y que les dijera que yo iba a seguir luchandoâ€?.
Creo que estaba en shock, como me suele pasar cada vez que lo recuerdo.
Quise desaparecer de la faz de la tierra, quise hacerme una piedra para no pensar, no sentir…
Pero una y otra vez, me jaló con tanta fuerza, hasta estremecerme, el coraje y todos los rostros que conozco y todos los que aún no conozco.
Con el apoyo de varios corazones que junto a mÃ, nunca dejaron de palpitar, me mojé la cara, vi en un espejo unos ojos avivados y le dije: “no te rindas, no te rindas, ellos te esperanâ€?.
Mis puños se fueron tras mi garganta para evitar que saliera un grito. Exprimà mis ojos para que no salivaran.
Traté de recuperar toda la cordura posible y empezar a hacer lo que en esos casos, los hombres y mujeres a los que admiro, harÃan.
Por varias horas, las llamadas ya sólo serÃan de compañeros que estaban en la ciudad atentos y con disposición para hacer lo necesario, y de toda la avalancha de los medios de comunicación, que entonces, ya habÃan tenido que cambiar sus tonos, aunque muchos no serÃan menos nefastos.
Hubo una llamada que me avisaba de la disposición para que entrara una ambulancia, pero debÃan contar con “mi consentimientoâ€?. Acepté inmediatamente y pronto se encontrarÃa “negociandoâ€? con algún retén de la PFP o de la ASE para que hiciera su trabajo. Aunque tardó, lo consiguió y tratamos de no perder el enlace. “Me dicen que la gente que se atreve a salir de sus casas, es contada y los que más abundan son los uniformados, quienes no dejan de cuestionar su presenciaâ€?. Casi en paralelo, recibo una llamada de no recuerdo quién, y me detalla rápidamente que hay un estudiante herido de gravedad en la cabeza, que están refugiados y que no pueden salir porque justo afuera de la casa hay uniformados resguardando. Vuelvo al enlace con los de la ambulancia y les doy dicha información, pero sin poder decir con precisión el lugar, porque yo tampoco lo sabÃa.
No sólo la policÃa tenÃa desconfianza hasta de sus sombras, también la gente desconfiaba de la presencia de la ambulancia, siendo que habÃan estado solicitando todo el tiempo sin obtener respuesta, porque los heridos abundaban escondidos.
Sólo hasta que alguien tomó el teléfono del enlace y escuchó mi voz, se convenció de que eran personas solidarias. Aquella compañera, los fue guiando con discreción por donde pudo. Asà varios refugiados pudieron salir ese mismo dÃa del pueblo, pero fue imposible repetir la hazaña, porque les prohibieron volver a entrar al pueblo y lo único que les quedó, fue estacionarse lo más cerca del lugar.
Las llamadas de auxilio para el estudiante herido fueron sólo una o dos veces más. Tiempo después, cuando he venido armando la historia, comprendo que ya no pudieron comunicarse casi con nadie y que se tuvieron que esperar el resto del dÃa, escondidos.
Mediante correos electrónicos y las entrevistas con los medios de comunicación, hacia las denuncias y extendÃa las negras noticias que me llegaban, también se pudo convocar a una reunión urgente en la ciudad de México, con las organizaciones mas posibles.
De a poco en poco, comenzaban a fluir contadas llamadas y susurros de mis compañeras del pueblo. Lo único que les alcanzaba a contestar era, que "no me iba a rendir, que estaba de pie, que lucharÃa hasta las últimas consecuencias y que los que corrieran más riesgos, hicieran lo posible para salirse del pueblo, en tanto se calmaban las cosas... ".
Intercambiar palabras contadas, apenas el susurro de nuestras voces, era reconfortante. Sabernos que tenemos coraje para levantarnos después del avasallamiento y todo el dolor, nos hacia sentir vivos y con cierta confianza de que la calma regresarÃa.
Por más que preguntaba por mi madre y hermanos, nadie sabÃa donde estaban. Era como si nos hubieran roto en cachitos a cada uno y a cada familia. Todos tenÃamos por quién preguntar.
En medio de toda la organización que comenzaba a caminar poco a poco, no dejaba de imaginarme que lo peor habÃa alcanzado a toda mi familia.
Las horas pasaban lentas, pesadas. El dÃa se nubló como si se aguantara las ganas de llorar, como si también se hubiera entristecido por toda la sangre que vio correr.
Las preguntas de los conductores periodistas, ya incluÃan la pregunta de que, "si tenÃa delitos por los cuáles se me persiguiera", "que qué iba a hacer, porque ya estaba girada la orden de captura en mi contra... ". Era de esperarse que la infamia no terminarÃa, que el gobierno echarÃa a andar la persecución en contra de todo el FPDT, que empezó por la mañana. Poca cabeza tenÃa para estar pensando en eso. Mi mayor preocupación era mi familia y muchos mas compañeras que empezaron a reportar como desaparecidos.
Era un hecho que no podrÃa regresar a mi pueblo hasta que se valorara el momento conveniente. Todas las manos se ofrecieron incondicionales y tuve que asumir que no verÃa más a los mÃos por mucho tiempo.
Hice lo posible para estar presente en la reunión citada, pues se tomarÃan decisiones importantes y sólo yo estarÃa representando la voz de mi pueblo, en un momento, donde lo principal era unificar esfuerzos para sacar a todos los presos.
Fue a las 6 de la tarde y pude llegar desde su inicio. HabÃa organizaciones hermanas; unas adherentes a LOC y otras no, compañeros que habÃan presenciado el salvajismo, prensa alternativa.
Siempre siguiendo las enseñanzas de mi pueblo, hice un llamado de unidad sin importar las posiciones polÃticas, porque el momento requerÃa -y requiere- de todos los esfuerzos.
Todos querÃan hablar, muchos para denunciar e informar y otros para exponer las propuestas del plan de acción. Dado que el tiempo era poco priorizamos lo segundo y a sabiendas de que las discusiones suelen convertirse en discusiones de "diferencias de fondo", rescatamos las propuestas más viables y las conjuntamos con otras que hice a nombre del FPDT, de lo que surgieron las que mas tengo presentes:
Sábado 6 de mayo: marcha (para romper el cerco policiaco), de la Universidad de Chapingo a Atenco
Domingo 7 de mayo: Asamblea Nacional contra la represión
Lunes 8 de mayo: acciones dislocadas a nivel nacional…
Durante la reunión, se daban espacios para las denuncias. Todos tenÃan una historia de dolor que contar.
Una joven de mi edad se acercó, tomo mi mano y llorando me dijo que su padre era Jorge Salinas, que no sabÃa nada de él. Me enseñó una foto que llevaba y me suplico que la ayudara. La abracé y le prometà que no iba a parar de luchar y que su padre y todos, estarÃan de vuelta con nosotros. Le pedà que fuera fuerte y que me creyera, que no perdiera confianza y que su padre quisiera que se mantuviera de pie.
Decirle eso, me hizo caer en una contradicción. Yo tampoco sabÃa nada de los mÃos y era incierto volverlos a ver.
Otros jóvenes más, me preguntaban que si no habÃa visto a sus amigos, a su prima y asÃ. Trataba de explicar que yo no habÃa estado en Atenco y mejor pedà ayuda para que se fuera haciendo un registro de todas las personas que habÃan ido a Atenco y todas de las que no se sabÃa su paradero.
Una nota de la abogada, Bárbara Zamora, que me hicieron llegar, denunciaba que habÃa habido violaciones sexuales a mujeres y que todos los presos polÃticos estaban incomunicados, que ni a ella, la dejaban pasar a verlos. Esto, lo hice público y la indignación de todos creció, creció.
Alguien se me acercó y me dijo al oÃdo: "Trini esta bien, yo la vi". Ese susurro me devolvió un pedazo de mi vida y quise pensar más en positivo sobre el resto.
Terminada la reunión, me tuve que marchar inmediatamente. Antes, alcancé a abrazar a un gran, gran compañero que no me dijo nada y yo tampoco, pero nos dijimos todo.
Desde entonces, me puse a vivir aquÃ.
Dos dÃas mas tarde, mediante las notas de la prensa, supe que mi hermano menor, mi César, estaba preso junto con dos primos y más de 200 hermanos de lucha y sangre. También, por la prensa me enteré que no habÃa desaparecidos.
Por la misma prensa empecé a desempolvar y di con la gente que conocÃa, los vecinos que iban pasando, las mujeres que estaban preparando a sus hijos para la escuela, los jóvenes y niños que estaban durmiendo y que fueron sacados de sus camas. Escuche con más estruendor los gritos de horror y súplica, que a la fecha todavÃa alcanzo a oÃr. De Alexis que yacÃa en estado de coma, los viejitos que tuvieron el valor y coraje para adoptar a algún muchacho y llevarlo de la mano, como levaban sus canastas en el mayo de las cruces, a saludar a sus compadres.
Por la prensa me he seguido enterando del mayo rojo, por algunas letras que suelen volar hasta esta trinchera que las atrapa. Pero es la fecha que no termino de completar esos dÃas de amor, de guerra, de noche, de espera.
Entonces y en tanto pego mis piezas y una parte de mà se sigue completando mediante mi hermano mayor Ulises, y mi madre, Trinita y todos los compañeros que han venciendo la cárcel y el exilio, aquà sigo, con letras, con voz, con firmeza y disposición para luchar, para resistir y construir, porque al final, la victoria, la justicia, la libertad, nos va a abrazar.
Busco como llenar el silencio, las ausencias y las distancias. Me alimento de las dignidades que crecen por todos lados, desde mis hermanos que tienen que cruzar fronteras, la del norte y la del sur, desde nuestra hermana Oaxaca que no para de encender la esperanza, hasta mis compañeros maestros que juntos vamos a tumbar las reformas del despojo.
Me mantengo firme, porque todos los dÃas recibo el ejemplo de mis hermanos zapatistas, de mis hermanos mineros, obreros, estudiantes, campesinos, mujeres... me mantengo firme porque el veneno de la bestia no debe asesinar nuestras luchas.
Porque nuestro México y toda nuestra gran pradera, de América Latina, nos convoca a defenderla, hasta con la vida si es preciso.
Me mantengo en pie de lucha porque no queremos vivir bajo las botas de reformas judiciales, carcelarias, perseguidoras, asesinas, violadoras... Porque la libertad no es un privilegio ni una dádiva, la libertad es nuestra y es nuestro derecho.
No me rindo, porque sigo el ejemplo de Nachito, mi padre, de mi Cesar, de Felipe, de cada nombre de todos los presos polÃticos de mi patria, de cada desaparecido por los verdugos, de cada nombre de los perseguidos y perseguidas como yo...
Estoy de pie, desde este refugio que es más una trinchera de lucha y dignidad.
¡PRESOS POL�TICOS, LIBERTAD!
¡ATENCO, EN PIE DE LUCHA!
¡HASTA LA VICTORIA, SIEMPRE!
¡VENCENCEREMOS!
América del Valle
Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra
En la lucha, febrero 2008
Comisión Civil Internacional de Observacion
de los Derechos Humanos
P R E S E N T E
Antes de pasar a la relatorÃa que preparamos en el marco de su visita a nuestro paÃs, todos los que integramos el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, todos nuestros compañeros perseguidos y presos polÃticos, sus familiares, todos los que tuvieron que renacer desde el 3 y 4 de mayo del 2006, el pueblo en general, les reiteramos nuestro más sincero agradecimiento por acercarnos sus manos que todo este tiempo nos siguen abrigando de esperanza y dignidad, para conseguir justicia, libertad y respeto.
La lucha y resistencia de los pueblos, la dignidad, el dolor, la esperanza, la indignación, la solidaridad, nos encontró y allà nos hemos ido reconociendo.
Atenco, ya es su pueblo, ustedes son ya nuestros hermanos.
GRACIAS |
Mira també:
http://cciodh.pangea.org |
 This work is in the public domain |
Comentaris
Re: Carta de América del Valle a los Hermanos de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos
|
per Acrata |
20 feb 2008
|
También es absolutamente necesaria la presión que desde los países europeos se presione a las instituciones para que dejen de legitimar a esos fascistas, violadores y torturadores, dado que es nuestro capital el que subvenciona su represión.
Salud y mucho ánimo. |
|
|