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21 set 2007
Consideramos la afinidad de forma integral, no reducida a intereses prácticos.
TENDENCIAS

Consideramos la afinidad de forma integral, no reducida a intereses prácticos.
La F.O.R.A. del V Congreso, símbolo y expresión del movimiento obrero de finalidad anarquista, mantenía, por esa concepción finalista, un enfrentamiento crítico ante otras definiciones y movimientos sostenidos por anarquistas que, en las primeras décadas del s.XX, eran mayoritarios en Europa y que en Argentina eran minoritarios, hasta que fueron creciendo, ente otros motivos, por la influencia de la revolución rusa.
Parte de la crítica de los anarquistas de la FORA era hacia el llamado especifismo y al sindicalismo puro, corrientes éstas estrechamente vinculadas. Estas dos posturas convergían en la pretensión de vaciar al movimiento obrero de cualquier definición ideológica que, según su decir, era un atentado a la unidad obrera, unidad determinada por la comunión de intereses en tanto clase. Ante esto decía la FORA: «Hemos dicho y repetido que no vemos en el proletariado una clase social subordinada enteramente a sus necesidades económicas y, en consecuencia, consciente de su inferioridad como clase y dispuesta a reivindicar sus derechos. Aún existiendo en una parte del proletariado esa ‘conciencia de clase’, únicamente sirve como elemento de juicio para combatir a la burguesía, para inmediatas reivindicaciones económicas, quedando todo el problema social subordinado a las diversas interpretaciones ideológicas. El odio común al burgués y las comunes necesidades del asalariado pueden determinar en un momento dado esa ‘unidad de clase’. Pero en cuanto se pone en el tapete el problema social, surgen los antagonismos y sobreviene la división. ¿Cómo armonizar, en una huelga, a los que sostienen la necesidad de someter sus exigencias a un tribunal arbitral y los que se oponen a toda medida de conciliación basando su triunfo en una acción directa y revolucionaria? Y en el supuesto de que los trabajadores se encuentren frente a la realidad de una revolución triunfante, ¿acaso conservan por ello ‘su unidad de clase’? ¿No surge de inmediato el problema ideológico, determinando el choque entre los partidarios de las diferentes teorías de reconstrucción social?» (La Organización Obrera; 1924).
La unidad práctica ubicada por sobre las diferencias ideológicas redundaba en anular la posición de los anarquistas. Fue por esta misma razón que Bakunin y otros compañeros priorizaron la posición antiestatista y antipolítica en la primera Internacional dividiendo al movimiento obrero entre los partidarios de tomar el Estado y quienes apuntaban a su supresión. Es en la división y no en la unidad orgánica donde el anarquismo como movimiento encuentra su origen y constitución. La unidad de la Internacional no tenía validez si ello implicaba la convivencia forzada de tendencias antagónicas. Eran las ideas, las cuales le daban la finalidad revolucionaria a la lucha, más importantes que la unidad y la organización misma. Por ello, una vez fragmentada, las secciones de tendencia anarquista afirmaban sin transigencias: «que toda organización política no puede ser más que la organización del poder en provecho de una clase y en detrimento de las masas, y que si el proletariado quisiera apoderarse del poder se convertiría en una clase dominante y explotadora,
el Congreso reunido en Saint-Imier: declara:
1° Que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado;
2° Que toda organización de poder político -aunque se suponga que es provisional y revolucionaria- destinada a efectuar esa destrucción, no puede ser más que un engaño y sería tan peligrosa para el proletariado como todos los gobiernos existentes hoy en día...»
Se sentaron las bases de lo que desde la FORA se identificó posteriormente como escuela de divisionismo, es decir, que las antagónicas tendencias manifiestas entre los oprimidos se conformen en respectivas organizaciones.
Contrariamente a lo que significaba la FORA, en pos de la unidad que disolvía el criterio ideológico la corriente que propugnaba el aglutinamiento específico de los anarquistas, por fuera del movimiento obrero, de forma directriz -como es característica de los partidos políticos-, argüía que las discusiones referentes al anarquismo debían tener su coto de ubicación en las agrupaciones específicas, mientras que en el sindicato se debía reducir la cosa a lo que determinaba el interés económico común de los obreros. Argüían, para ello, un desdoblamiento entre lo que llamaban hombre económico y hombre político; es decir, se debía ser anarquista en un lado y ser sindicalista en el otro. Semejante concepción y accionar devenía en ocultar las ideas que eran presentadas como obstaculizadoras de la unidad y, con eso, el consecuente fomento de actitudes acorde a aquello. Este solapamiento -insistentemente presentado como estratégico- colaboró activamente en producir la progresiva renuncia de la finalidad revolucionaria del movimiento obrero, convirtiéndolo en institución reformista a merced de los dirigentes de turno.
La reducción de las relaciones a cuestiones de afinidades mínimas eran suscriptas por la supuesta necesidad de conveniencias prácticas y, lo opuesto, rechazado como propio de disquisiciones teóricas, relegadas a un ostracismo tangencial.
Las afinidades mínimas -en términos políticos, programa mínimo-, eventuales y circunstanciales, independientemente de que adquieran carácter formal o informal, argüidas en pos de necesidades prácticas o actividades concretas, implican el mismo desdoblamiento ideológico, con el consecuente manejo utilitarista, cuando se hace de la reducción la condición. La relación establecida en base a alianzas temporales y efímeras, donde las cuestiones ideológicas son confinadas a planos secundarios como intrascendentes para la ocasión, induce a la omisión de las divergencias que, de otra forma, menguarían asa afinidad eventual, y predispone al pragmatismo como valor.
La afinidad integral es presentada como quimérica, definiéndola peyorativamente como absoluta, con lo cual se la anula como tendencia perseguible. Es decir que una cosa son las diferencias mínimas o afinidades máximas con las cuales la convivencia o conexión no se niega como posibilidad, sino todo lo contrario, y otra es plantear el nucleamiento, el vínculo o la coordinación determinada por afinidades mínimas y diferencias máximas. Decíamos en el 1° de Mayo: “los ecos que rezumban dicen de aunarse según acuerdos mínimos, dejando de lado supuestos detalles, puntos quisquillosos que, por exagerados, sobredimensionaríamos. Y decimos que no es cosa de mala voluntad, que tenemos fundamentos y razones, y no caprichos. Que la ideología anarquista no se subdivide en cuestiones principales y secundarias, porque no nos subdividimos quienes la sostenemos. Aquello es pretender que en la pluralidad el criterio no se disuelve, que las relaciones creadas mantienen independencia con respecto al ser, que la concesión no es el comienzo de un arrastre que busca anularnos como posición revolucionaria.�

En el devenir todo es tender. La finalidad está en lo “imposible�, para que lo posible tienda y tenga sentido.

A.G.

Publicado en ¡LIBERTAD! Nº 44, septiembre-octubre/07.

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