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Notícies :: antifeixisme |
De un atentado hegemónico
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per Azazel |
07 nov 2006
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Un continuo de desastres ecológicos y humanos es el hilo negro que recorre cuarto y mitad del siglo XX y principios de éste. |
Un continuo de desastres ecológicos y humanos es el hilo negro que recorre cuarto y mitad del siglo XX y principios de éste.
Como advierte Christian Ferrer en Mal de ojo, crítica de la violencia técnica: "el campo se desplaza por los planes maestros de la ciudad, por los organigramas estatales y empresariales, por los sistemas de circulación de mensajes y de personas (...) Pero en el centro de gravedad de la metáfora del campo se percibe de manera alarmante una potencia latente: el autentico campo de concentración -la máquina letal-, si las circunstancias lo permitieran, puede recomponer sus partes constitutivas y ensamblarlas en cualquier momento (...) Allí están todavía los planes arquitectónicos del campo, allí están los saberes técnicos sobre la muerte, todavía vivimos en la época regida por la voluntad de exterminio: las tecnologías fanáticas no han hecho otra cosa que perfeccionarse a lo largo de medio siglo".
No estamos en época de imperialismos ni nada por el estilo. No hay afuera. El único imperio que asedia, el imperio de la Máquina (omnipresente), se ha derramado como una mancha de aceite sobre lo que ha sido y lo que podría ser y los ha condensado, el pasado y el futuro, en un presente continuo caracterizado por la amenaza aterradora de los Bárbaros.
El aparato del Estado, cada vez menos nacional y mucho más universal y homogeneizado (el mercado se erige como regulador de las relaciones económicas y la democracia como reguladora de las relaciones de Poder), actúa, como pudimos ver por ejemplo durante la invasión de Irak de 2003 o el intento más cercano de Israel en el Líbano, al margen de la Ley... la pone en suspenso con el propósito de preservar la Paz, la Libertad y el sacrosanto orden democráticos: la excepción es hoy la norma; el estado de sitio puede decretarse en cualquier lugar y en cualquier momento.
Un Presidente, el Pueblo, la guerra y la muerte (elementos del fascismo clásico) es a lo que nos viene acostumbrando ya el soberano: el Capital y su Estado; ¿quién decide sino las guerras?
Con la teoría del Choque de Civilizaciones de Samuel Huntington, profesor de Ciencias políticas en la Universidad de Hardvar y antiguo miembro del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, la teología vuelve hoy al papel central que ya orquestara durante la Edad Media: "Dios me dijo ve a combatir a esos terroristas... Y así lo hice" (George W. Bush).
Las vigas desnudas de Timisoara (1989), Chernobyl (1986), Villa Grimaldi (1974-1975), Hiroshima (1945), Auswitch (1940-1943) o los campos de concentración franquistas (1936-1947) son hoy, en democracia, la matriz oculta del espacio político en el que vivimos: macrocárcel de Zuera, Topas o Puerto 3; los regímenes FIES; el miedo jadeado a través de los media y legitimador de la "tolerancia cero", la normativa "cívica" o la "guerra global contra el terrorismo"; las calles infestadas de videocámaras; las tecnologías del control y del autocontrol; la subordinación de todos los ámbitos de la vida o, mejor, de todas las capacidades y pasiones humanas, a la cadena del mercado; las biotecnologías; la reforma y endurecimiento del Código Penal, la Ley del Poder judicial, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, la Ley del menor, la Ley de Extranjería; los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE); Guantánamo... Inmigrante y terrorista son las dos figuras fantasmagóricas que lo transitan.
Más sencillo: la cara más acabada del capitalismo es por hechos consumados el fascismo o el nazismo. Condición sine qua non que productos-espectáculo como la película Salvador o el antifascismo que congrega bajo un mismo techo ideológico a militantes y simpatizantes de la izquierda de partidos y sindical, y a altermundistas de los varios y muy apaciguados Foros Sociales, movilizaciones contra la guerra (de Afganistán al Líbano) o contra la manipulación mediática y política del 11M, se encargan de enmascarar reclamando más democracia y una mejor gestión de la miseria ingénita al Capital. |
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