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Jugar la baza del racismo- Phyllis Chesler
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11 gen 2006
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En estos tiempos polémicos, el debate sobre Oriente Medio y el Islam es fácilmente sofocable. Todo lo que se necesita son algunos árabes contrariados, preferiblemente palestinos, o un puñado de izquierdistas occidentales que lancen una acusación de "racismo". Entonces el presunto ofensor, ya sea un autor judÃo, un profesor cristiano o un disidente musulmán, es silenciado y evitado. De este modo, la acusación de "racismo" es similar a la de "capitalista burgués" en tiempos de Stalin.
El pretendido crimen es de orden esencial. Pretende cancelar la humanidad del acusado, asà como los hechos reales del caso; y funciona. AsÃ, el miedo a que uno pueda ser acusado de "racista", ya sea por musulmanes o por izquierdistas occidentales, es tan grande que la mayor parte de la gente o se une al coro de chacales orwellianos o rechaza "implicarse".
He aquà las normas de Alicia en el PaÃs de las Maravillas: no se permite que nadie, occidentales en especial y judÃos en particular, acuse a los musulmanes de ser "racistas". Este mandamiento está en vigor incluso cuando los gobiernos musulmanes niegan la ciudadanÃa a judÃos, emprenden el genocidio contra cristianos o negros, difunden la propaganda de odio más enfermiza contra los infieles o amenazan con "eliminar" a Israel con armas nucleares. Ni los izquierdistas occidentales polÃticamente correctos ni los lÃderes musulmanes llaman a eso "racismo".
La difamación se reserva, en cambio, para aquellos que documentan y desafÃan las barbaridades racistas perpetradas en nombre del Islam. Por consiguiente, dos de los pensadores más brillantes y apasionados de Europa, el francés Alain Finkielkraut y la italiana Oriana Fallaci, han sido condenados recientemente como "racistas" por decir la verdad sobre el Islam y sobre Israel. Pero hay otros muchos ejemplos. He aquà tres de América del Norte.
Considérese primero el caso de Howard Rotberg. En 2003 Rotberg, escritor y abogado canadiense, publicó su primera novela, una encantadora y desgarradora historia proisraelà titulada La segunda catástrofe: una novela acerca de un libro y su autor. Frecuentemente la vida imita al arte, y Rotberg pronto sufrió parte del destino de su personaje de ficción, el profesor Norman Rosenfeld.
Rotberg dio su primera conferencia en una librerÃa Chapters en Waterloo, Ontario. De repente, dos musulmanes interrumpieron su discurso. El primer alborotador, que se identificó como palestino, le acusó de decir, o de pensar quizá, que "todos los musulmanes son terroristas". El alborotador admitió que no habÃa leÃdo el libro. Un segundo hombre, que se identificó como kurdo iraquÃ, comenzó a "lanzar diatribas acerca de cómo los americanos y los israelÃes son los verdaderos terroristas, y de que la democracia es verdaderamente fascista". No permitieron que Rotberg hablara. Según éste, utilizaron "tácticas de la Gestapo para interrumpir por completo [la] conferencia". Uno llamó a Rotberg, hijo de superviviente del Holocausto, "jodido judÃo".
Nadie del personal de la librerÃa les detuvo; es decir, hasta que Rotberg respondió que "no iba a ser llamado jodido judÃo". En ese momento, un gerente del establecimiento apareció para decirle a Rotberg que dejara de jurar. Rotberg exigió que la tienda llamase a la policÃa. Según él, finalmente lo hicieron, pero muy a regañadientes. La policÃa, a su vez, rehusó arrestar a nadie por perturbar la paz: simplemente pidió a los molestadores de Rotberg que se mantuvieran lejos de la tienda. Asimismo, rehusó escoltar a Rotberg hasta su coche.
La editorial de Rotberg, Mantua Books (propiedad del propio autor), publicó una nota de prensa en la que anunciaba que anulaba sus próximas conferencias en las librerÃas Chapters/Indigo, dado que la seguridad no era apropiada. Según Rotberg, la directora de publicidad de Chapters "se subió por las paredes". Afirmó que habÃa escuchado a Rotberg decir que "todos los musulmanes son terroristas". Incluso difundió una nota de prensa en la que se disculpaba por "cualquier comportamiento inapropiado o comentario racista tanto del autor invitado como de algunos de los asistentes al acto". Para dejar las cosas claras, Rotberg reunió declaraciones juradas de testigos presenciales que confirman su versión de los hechos. Y presentó una demanda para exigir que la tienda se retractase por haber caracterización a Rotberg como un "racista".
Al emprender la defensa de su reputación, Rotberg libra una batalla en solitario: me dijo que ninguna organización canadiense judÃa o literaria está dispuesta a defender su causa.
¿Cuál fue el crimen de Rotberg? En primer lugar, no demonizó a Israel. En segundo lugar, no eligió una postura "neutral", en algún punto entre Hamas y los colonos desahuciados de Gaza. Se atrevió a hablar positivamente de Israel, veraz y apasionadamente. Pero, sobre todo, se atrevió a contar la verdad sobre el terrorismo palestino e islámico contra Israel. No merecÃa ser etiquetado como "racista" por nada de esto, ni ser tachado de "judÃo asqueroso". Lo que todo esto demuestra es la determinación de los islamistas radicales y sus apologistas a silenciar las voces crÃticas.
Hay también aquà un doble rasero. Rotberg leÃa en voz alta un trabajo de ficción. Normalmente, esto significa que a su protagonista se le deberÃa haber permitido decir o hacer cualquier cosa. Por ejemplo, los crÃticos occidentales insisten, aun orgullosamente, en que las opiniones de los terroristas suicidas en Paradise Now no pueden ser confundidas con las del creador palestino de la pelÃcula, que, después de todo, se sumergió en una representación "ficticia" de realidad psicológica. A los judÃos proisraelÃes y a sus aliados no se les permite la misma distinción. AsÃ, Howard Rotberg puede ser atacado verbalmente, y tachado de "racista", por crear un personaje ficticio que se atreve a cuestionar los motivos y las acciones de los terroristas palestinos y musulmanes.
A continuación está el caso, en 2004, del profesor Thomas Klocek, de la Universidad De Paul. El profesor Klocek, que habÃa dado clase en esa universidad durante quince años, acudió a un acto estudiantil en el campus y se puso a conversar con algunos estudiantes musulmanes partidarios de Hamas y la YiJad Islámica.
Defendió a Israel. Se preguntó si Rachel Corrie habÃa sido asesinada a sangre frÃa o si los israelÃes estaban realmente tratando a los palestinos del mismo modo en que Hitler trataba a los judÃos, como afirmaban la literatura y los carteles de los estudiantes musulmanes. Insistió en que las fuerzas armadas israelÃes "han ejercido una contención muy cuidadosa en su respuesta a lo que han sido atentados suicidas casi a diario".
Ocho estudiantes cayeron sobre el único profesor. Sobrevino un combate verbal. A pesar de su clara superioridad numérica, los estudiantes se colocaron el traje de vÃctimas y se quejaron de estar siendo "acosados" y "amenazados". Alegaron, además, que Klocek habÃa hecho "observaciones racistas".
Los estudiantes se reunieron con sus consejeros, que alertaron a varios decanos administrativos. Éstos no perdieron tiempo a la hora de capitular ante los agitadores estudiantiles. Se disculparon ante los estudiantes ofendidos y suspendieron al profesor Klocek. A fecha de este escrito sigue en curso la demanda.
Por último, están mis propias experiencias. El pasado 14 de octubre pronuncié un discurso en el CUNY Graduate Center for the National Organization for Women of New York State (NOW-NYC). Para protestar por mi presencia, destacadas feministas de izquierdas –entre ellas Katha Pollitt, de la revista Nation, y la agitadora de NOW-NYC Pam Martens– redactaron una serie de cartas con las que humillar e intimidar tanto a NOW como al Graduate Center. El crimen que habÃan perpetrado era invitar a una oradora "pro Bush, pro guerra, neoconservadora" (esa soy yo, amigas).
Después, ellas o sus secuaces se las arreglaron para que WBAI, una emisora de odio patrocinada por los oyentes, acudiera y grabase el acto. En diciembre, el espacio de WBAI ‘El gozo de la resistencia’ difundÃa un programa "feminista" de una hora de duración en el que se emitió una versión cortada al milÃmetro de mi conferencia, con el propósito de denunciarme como "racista".
Estos crÃticos me caracterizaron correctamente como "el Christopher Hitchens del movimiento feminista", pero interpretaron incorrectamente mi oposición al relativismo multicultural como "racismo". Mi denuncia de las atrocidades perpetradas contra hombres y mujeres judÃas, musulmanas y cristianas de cualquier color era ofrecida como prueba de que soy "racista", en lo que constituÃa otra muestra más de que una no puede contar la verdad sobre el racismo (o el machismo, o la homofobia) musulmán sin ser etiquetada con la marca del racismo.
Estas feministas de izquierdas, o sus peones, prosiguieron con su vendetta. Alguien logró cancelar una entrevista que habÃa concedido un año atrás, acerca de otra materia, con el argumento de que un entrevistador de NOW-New Jersey no deberÃa otorgar crédito a una conocida "racista" y "homófoba" (de nuevo, como era de prever, ¡esa soy yo!). El entrevistador luchando, y espera emitir ese programa en el futuro.
Finalmente, una seguidora de mi obra intentó muy obstinadamente interesar a un programa de la NPR en que se me entrevistase en diciembre. Tras varias conversaciones, se le dijo que "no podÃan permitirse el grave problema y el castigo que tendrÃan que aguantar si se [me] permitÃa el acceso a sus ondas".
Mi trabajo ha tenido una acogida muy distinta entre las reformistas musulmanas. Cuando di testimonio ante el Senado sobre el apartheid islámico de género, una feminista iranà declaró: "¡Por fin! Una lÃder feminista americana que no está dispuesta a abandonarnos en aras de sus teorÃas de la relatividad cultural". Ella lo entiende. Mis detractoras feministas izquierdistas no.
Una no puede comprender por qué tantos musulmanes (pero no todos) hablan acaloradamente de racismo incluso donde no existe. Los cristianos caucásicos occidentales han sostenido opiniones "racistas" sobre gente que no era ni cristiana ni caucásica, y en el pasado colonizaron el inmediato mundo conocido. Algunos izquierdistas han argumentado que Francia ha provocado su propia intifada al continuar sosteniendo opiniones "racistas" respecto de su población inmigrante musulmana.
Pero otras fuentes de hostilidad musulmana son más difÃciles de justificar. Desde un punto de vista cultural y religioso, a muchos musulmanes se les ha lavado incesantemente el cerebro contra todos los no musulmanes, y se les ha instado a expresarse, a menudo violentamente, cuando se sienten avergonzados o deshonrados. El abuso infantil sistemático, normalizado pero enérgicamente negado, en el seno de las familias árabes y musulmanas también puede llevar a una visión del mundo "paranoica", en la que el Otro siempre tiene la culpa del sufrimiento propio.
Desde un punto de vista psicológico, la mayor parte de los musulmanes ha crecido en sociedades de vergüenza y honor en las que han aprendido a culpar a otros, preferiblemente extranjeros, nunca a ellos mismos. En consecuencia, su pelaje cultural es muy delgado; carecen del hábito de la introspección y están poco dispuestos a asumir la responsabilidad individual por sus propios errores. Por encima de todo, nunca han sido entrenados sino para no criticar jamás a sus propios lideres, para utilizar a judÃos y occidentales como chivos expiatorios del sufrimiento árabe y musulmán.
Esta tendencia hace que muchos árabes y musulmanes no sean dados a escuchar –o, a estos efectos, a contar– la verdad. Las benditas excepciones son normalmente encarceladas, torturadas y asesinadas, ya sea por sus propias familias o por el Estado.
Por último, demasiados musulmanes han sido profundamente "palestinizados", es decir, autorizados a desatar intifadas psicológicas y verbales, asà como disturbios reales o terrorismo suicida, por una causa presumiblemente noble.
AsÃ, responden a la crÃtica honesta cuestionando sin motivo las motivaciones de los crÃticos. Sirva de ejemplo tÃpico una (antigua) amiga mÃa musulmana. Tras echar un vistazo a la lista de nombres de aquellos que recomendadan mi libro –una lista que incluÃa a Robert Spencer, a Daniel Pipes, a Alan Dershowitz, a David Horowitz, a Amir Taheri, a Ibn Warraq y Bat Ye'or– exclamó: "No quiero leer esto. Estás trabajando con racistas".
Si las reacciones de algunos musulmanes y árabes pueden explicarse asÃ, ¿qué podemos decir de los izquierdistas, feministas incluidas, que también hablan de "racismo" donde no existe? Recientemente tuve una maravillosa charla con dos pioneras de segunda generación feminista que puede arrojar algo de luz sobre la cuestión. Ambas habÃan abandonado el movimiento a comienzos de los años 70, tras observar y experimentar el estilo abusivo y destructivo con que las feministas se trataban mutuamente. Una continúa siendo izquierdista, la otra no.
Una decÃa: "Tengo una amiga que es feminista de izquierdas. Es inocente, no es perversa en sentido alguno, pero es simplemente incapaz de cambiar su opinión, ni siquiera tras el 11 de Septiembre. Psicológicamente, empezar a pensar ‘a contracorriente’ es demasiado para ella. Está tan habituada a culpar a América de todo que necesita seguir culpándola, incluso del 11 de Septiembre. Hasta la fecha, ha sido incapaz de culpar a los yijadistas". La otra ofrecÃa el siguiente análisis del pensamiento de las feministas de izquierdas: "Algunas personas no pueden vivir con la ambigüedad, sin dudas; con argumentos en competencia, con lo desconocido. Necesitan Respuestas Absolutas, incluso cuando ese refrito no encaja en la realidad de ninguna maneraâ€?. Creo que ambas tienen razón.
Los terroristas que empotraron los aviones contra el World Trade Center el 11 de Septiembre eran todos árabes musulmanes. Decirlo no le convierte a una en "racista", sino en relatora objetiva de los hechos. La red terrorista de Al Qaeda está compuesta únicamente de musulmanes. Decirlo no te convierte en "racista". Culpar del 11 de Septiembre al Mossad o a la CIA, como hacen muchos islamistas e izquierdistas radicales, es un ejemplo de pensamiento paranoide culturalmente autorizado. Decir que los palestinos se involucran sistemáticamente en comportamientos bárbaros, como los linchamientos, los crÃmenes de honor, los bailes en las calles o el reparto de pasteles y caramelos tanto con motivo del 11-S como, más recientemente, cuando supieron que el primer ministro Sharon habÃa sufrido un infarto, no te convierte en "racista".
Los apologistas que argumentan de otro modo suscriben un disparatado abanico de ideologÃas polÃticas y credos religiosos, pero siempre tienen esto en común: todos están decididos a hacer de la verdad un rehén de la acusación de "racismo".
Nota: La autora es psiquiatra. Autora de trece libros, entre los que se cuentan el reciente The death of feminism: what's next in the struggle for women's freedom y The new anti-semitism: the current crisis and waht we must do about it.
Tomado de Libertad Digital
http://www.es-israel.org/modules.php?name=News&file=article&sid=3017 |
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Comentaris
Re: Jugar la baza del racismo- Phyllis Chesler
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per ? |
11 gen 2006
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Això noés cert, és el que agradaria a molts. Aquí els únics que sempre califiqueu qualsevol suport a Palestina d'islàmicofeixista sou vosaltres. Tots sabem de quin peu calcen molts sonats islamistes, i no per això disminueix el nostre suport a la causa Palestina i el nostre més profund desacord amb l'existència d'Ä°srael.
Que no, que és argument vell, que no podeu anar desprestigiasnt els opÄŸositors a Ä°srael dient simplement que som uns stalinistes. NO cola.
Fora Ä°srael del mapa! |
Re: Jugar la baza del racismo- Phyllis Chesler
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per Boicot a Israel |
11 gen 2006
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Al troll sionista ni PUTO cas |
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