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Notícies :: corrupció i poder : criminalització i repressió |
aqui se tortura, como en la dictadura
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per stop tortura |
28 des 2004
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Testimonio de una joven detenida y torturada en dependencias policiales. (También en PDF) |
a.urizaresp.pdf (45,48 KiB) |
" Me detuvieron el 29 de octubre, viernes, a las tres de la mañana, estando en casa de mis padres. En el momento de la detención mis padres se encontraban en casa. Golpearon la puerta, mientras gritaban que era la Guardia Civil y que abriésemos la puerta. Me puse muy nerviosa y me entró el pánico, asà que fui corriendo a la habitación de mis padres buscando resguardo.
Fue mi madre quien abrió la puerta, y nada más hacerlo entraron en casa muchos agentes de la Guardia Civil en tropel, con las armas en las manos, apuntando hacia todas partes y preguntando por mÃ. En aquel momentote di cuenta que no habÃa escapatoria y se me cayó el mundo a los pies… me presenté ante ellos y les dije que yo era Amaia.
Me obligaron a sentarme en una silla de la entrada de casa, una mujer guardia civil me leyó la orden de detención en presencia de mis padres, mientras me decÃa que se me detenÃa por mi colaboración con ETA.
Al principio empezaron a gritarme, pero se fueron tranquilizando. Yo tenÃa miedo por mis padres, puesto que ellos suponÃan lo que me iban a hacer durante aquellos cinco dÃas... y en aquel momento me mareé, creo que a causa de lo fuerte que era la situación.
Me dijeron que me llevaban a mi habitación para comenzar con el registro. Una vez allÃ, desmontaron todos los armarios, sacaron toda la ropa, movieron los libros de su sitio… mientras tanto, iban cogiendo las cosas que ellos creÃan que eran importantes: cartas de presos y presas, cuadernos de estudio, fotografÃas de amigos y familiares, mapas, agenda de teléfonos… Estaban unos seis guardias civiles haciendo el registro, los demás estaban con mis padres en la puerta y también habÃa más en las escaleras del edificio. Dejaron mi habitación patas arriba, todo fuera de su sitio. Cuando acabaron, entraron en la habitación de mi hermano mayor, que se encuentra en prisión, y la miraron por encima. Yo les dije que no tenÃan derecho a registrar su habitación porque era la habitación de mi hermano y que allà solo habÃa cosas suyas, que no era un habitáculo común del domicilio. No se llevaron nada de allÃ. Después me llevaron al salón. Mientras lo registraban todo, se me hacÃa imposible controlar lo que cogÃan puesto que estaban los seis agentes por todas partes registrando y moviendo todo a la vez.
Me encontraba nerviosa, pero a la vez estaba tranquila, estaba completamente aterrorizada porque me impresionaba mucho ver a todos aquellos agentes de la Guardia Civil encapuchados y armados, en la casa de mis padres. De vez en cuando les miraba a mis padres, igual era para que me viesen tranquila y a la vez para comprobar que el trato hacia ellos era correcto.
Cuando acabaron en la sala, me llevaron a la habitación de mis padres, les dije lo mismo que cuando me habÃan llevado al cuarto de mi hermano, pero me di cuenta que cuando entraron en casa me habÃan visto salir de allÃ. Registraron toda la habitación, todos los rincones y todos los armarios, y se llevaron algunos papeles.
Mientras estaban registrando el domicilio sufrà un pequeño mareo, y la mujer guardia civil que he comentado me llevó a la cocina para que tomase un poco de azúcar. Cuando me encontré mejor, me llevaron a mi habitación. Me obligaron a vestirme y a coger algo de ropa en una bolsa (bragas, camiseta, pantalones y unos támpax). Estaba muy nerviosa y no sabÃa muy bien qué coger, no querÃa salir de casa, no querÃa quedarme sola con ellos…
Me llevaron a la puerta y me colocaron unas esposas de metal a la espalda. Mientras me decÃan que estuviese tranquila, me bajaron por las escaleras. Antes de llegar al portal me ordenaron bajar la cabeza y mientras me decÃan que ni se me ocurriese mirar, me dejaron en manos de otros dos hombres. Me agarraron de los brazos, me dijeron “ahora calladitaâ€? y me sacaron del portal y me metieron en un coche oscuro. Oà los gritos de mi madre dándome ánimos, estaba aterrorizada, me encontraba en sus manos y no podÃa hacer nada para salir de aquella situación. No podÃa creer que fuese cierto, aquello tenÃa que ser una pesadilla…
En el coche iba en medio de dos hombres, llevaba la cabeza agachada. Nada más entrar en el coche, el que iba a mi derecha me quitó las esposas y me esposó las manos adelante. Me empezó a hablar “has caÃdo Amallita y eso lo tienes que asimilar; a nosotros nos da igual porque sabemos todo pero ten claro que nos lo tienes que contar tú, y tienes dos formas de hacerlo, por las buenas o por las malas y creo que esto no te lo tengo que explicar, no?!! Asà que ahora piénsatelo porque te voy a dar la oportunidad de que empieces a hablar ahora, si no, me quedo dormido todo el viaje y cuando lleguemos ya estaré descansado y entonces como no hayas dicho nada te vas a cagar…â€?. Estaba temblando y me mareé, le pedà azúcar porque ya sabÃa que la mujer que habÃa estado en casa le habÃa dado un par de sobres. Empezaron a reÃrse los cuatro agentes que iban en el coche y uno de ellos me enseñó el paquetito de azúcar y me dijo que habÃa abierto la ventanilla y que lo habÃa tirado.
Una y otra vez me repetÃan lo mismo, que empezase a hablar o que si no él mismo tomarÃa la decisión de empezar a golpearme, que iba a permanecer durante cinco dÃas en sus manos y que aquello no tenÃa vuelta atrás… Estaba perdida, no sabÃa qué era lo que ellos querÃan oÃr y decidà permanecer en silencio, porque suponÃa que me iban a golpear lo mismo tomase la decisión que tomase.
Les decÃa que yo no sabÃa nada y ellos me decÃan que de aquella forma empezaba mal, siempre que se dirigÃa a mà me llamaba Amallita, como lo hace la gente cercana a mÃ. Aquello me dolÃa, porque me hablaba con confianza, y que jugase como si fuese una persona cercana y con confianza me dejaba fuera de lugar.
Como el viaje fue largo y como la persona que habÃan detenido anteriormente habÃa sido trasladada a Madrid, pensé que a mi me llevarÃan también allÃ. Y asà fue. Estaba convencida que estábamos en Madrid cuando se paró el coche por segunda vez. Anteriormente se habÃan parado en una gasolinera, lo sé por el olor que allà habÃa.
Nada más llegar a las dependencias de la Guardia Civil en Madrid, y antes de bajarme del coche, me cubrieron los ojos con un antifaz. El que durante el trayecto me fue hablando me dijo “ya hemos llegado puta, y no nos has dicho nadaâ€?, mientras me dejaba en manos de otros guardias civiles. Estos, entre ellos habÃa una mujer, me llevaron aun baño que estaba bajando unas escaleras; me dijeron que me quitase la ropa y me ordenaron ponerme bajo una ducha que allà habÃa. Me mojaron entera con agua frÃa, después me devolvieron el tanga y el sujetador mientras me ordenaban que me los pusiera. Me quitaron los pendientes, las pulseras, los anillos etc.
De nuevo me cubrieron los ojos y me metieron en un calabozo, entonces la mujer me explicó cómo tenÃa que actuar cada vez que ellos tocasen la puerta (al oÃr su voz me di cuenta que era la misma mujer que habÃa estado en casa durante mi detención y el registro): tenÃa que permanecer en la pared opuesta a la puerta, dando en todo momento la espalda a la puerta, con las piernas un poco flexionadas y los brazos detrás. Me dijo esto y cerró la puerta del calabozo. El calabozo tendrÃa las medidas más o menos iguales a la celda de aquÃ, de Soto, estaba pintado de blanco, habÃa una cama con dos sucias mantas y habÃa una luz que estaba incrustada en la pared dentro de una rejilla metálica. La puerta tenÃa una ventana pequeña que ellos abrÃan y cerraban constantemente. Por decirlo de alguna manera, me encontraba tranquila, aterrorizada por lo que pasarÃa durante los siguientes dÃas, pero tranquila. En la cabeza me rondaba el momento de la detención, la preocupación por cómo se encontrarÃan mis padres…
Al cabo de unos diez minutos de que me hubieran metido en el calabozo, golpearon en dos ocasiones en la puerta, e hice lo que ellos me habÃan ordenado; me puse de espalda a la puerta contra la pared, me temblaba todo el cuerpo del miedo que tenÃa. Nada más se abrió la puerta oÃa la voz del guardia civil que habÃa ido en el coche hasta Madrid, diciéndole a otro, al que llamó Garmendia, que hiciese lo que tenÃa que hacer. Se tiró sobre mÃ, me echó a la cama y me agarro muy fuerte de los brazos. Empecé a gritar que me dejase y ellos me gritaban “¡cállate puta!â€?. Entonces les vi, estaban encapuchados y el que habÃa ido en el coche tenÃa bajados los pantalones y los calzoncillos, y venÃa hacia mà mientras me decÃa entre risas “nos vamos a follar a la novia del jefeâ€?. Se tiró sobre mà mientras restregaba su cuerpo contra el mÃo. Notaba su pene entre mis piernas, yo estaba llorando y forcejeaba para quitármelo de encima mientras ellos me gritaban que me iban a violar. La puerta del calabozo estaba abierta y allà habÃa no sé cuantos guardias civiles más que gritaban, entre carcajadas, que ellos serÃan los siguientes. Yo les gritaba, estaba llorando, pero les daba igual. El que estaba sobre mÃ, me sobaba todo el cuerpo con sus manos y cada vez se apretaba con mas fuerza contra mi entrepierna mientras me gritaba “¡Qué te dice tu pareja mientras te folla, gora ETA? Seguro que estás poniendo cachonda, puta, te vamos a follar todos y le vas a dar asco porque nos lo vamos a pasar muy bien contigo…!â€?. Los que estaban en la puerta estaban pidiendo su turno y entre risas me decÃan “te va a follar hasta la tÃa que está aquà con nosotrosâ€?. Siguieron durante bastante tiempo asÃ, yo me encontraba completamente perdida, porque aquello solo era el principio y tenÃan cinco dÃas para tener aquella actitud conmigo. Estaba completamente aterrorizada, estaba sola en sus manos…
Cuando se fueron tenÃa todo el cuerpo completamente dolorido, me sentÃa ya sin fuerzas y estaba llorando sin parar, estaba completamente mojada y tirada en una esquina tapada con una manta.
No sé el tiempo que transcurrió hasta que de nuevo golpearon la puerta del calabozo; estaba temblando, completamente aterrorizada, no tenÃa ni fuerzas para levantarme y empezaron a gritarme “¡Levántate zorra que ahora es la buena, ponte en tu posición!â€?. Cuando hice lo que me ordenaron se abrió la puerta y, entre risas, me cubrieron los ojos. Me sacaron del calabozo, esposada y con la cabeza agachada. Bajamos unas escaleras, subimos más escaleras, dimos vueltas hacia un lado, al otro y me metieron en una habitación, poniéndome en una esquina contra la pared. Me empezó a hablar un hombre cuya voz no habÃa oÃdo hasta aquel momento. Me dijo que ya sabÃa que hasta aquel momento no habÃa dicho nada interesante y que a partir de aquel momento comenzaba el infierno para mÃ; que tenÃa dos opciones y que al parecer habÃa aceptado la más dura, que todo lo que me harÃan a partir de aquel momento serÃa culpa mÃa… mientras me preguntaba si querÃa cambiar de idea. Yo no podÃa dejar de llorar, estaba temblando y le dije que no sabÃa nada, que no sabÃa porqué motivo me habÃan detenido. Entonces aquel hombre me dijo “tú has elegidoâ€? y diciéndome que se iba y me dejaba en manos de sus hombres, que a ver si cuando volviese tendrÃa valor para seguir diciendo lo mismo. Acto seguido otro me agarró del brazo y me sacándome de allà me llevó a otra habitación. Esta habitación era toda de baldosas. Cuando me metieron allà me quitaron el antifaz y pude ver que habÃa cinco hombres, todos encapuchados. La luz que habÃa era blanca y me producÃa dolor. Me sentaron en una silla y me enseñaron un paquete de bolsas de basura, mientras me preguntaban si sabÃa para qué eran. Les dije que sÃ, y me obligaron a explicarles para qué las utilizaban. Estaban venga reÃrse hasta que uno de ellos golpeó la silla con la mano. Me dijeron que habÃa perdido toda oportunidad y que de allà en adelante conocerÃa lo que ellos llaman tortura. Me gritaban los nombres de amigos y conocidos y querÃan que les dijese de qué les conocÃa y en qué trabajaban. Les decÃa que a muchos les conocÃa pero que no tenÃan ninguna relación con la organización, por lo menos que yo supiera; en aquellos momentos me gritaban y me insultaban puta, zorra, mentirosa, y me colocaban una bolsa por la cabeza mientras me la apretaban por detrás. Al principio sentÃa calor, tenÃa la cara empapada en sudor, intentaba moverme cuando la bolsa me tapaba la boca, no podÃa respirar y comenzaba a marearme; conseguÃa romper la bolsa con los dientes, y en aquellos momentos, cuando empezaba a respirar de nuevo, me golpeaban en los oÃdos sopapos con la mano abierta. La cabeza me daba vueltas, casi no les oÃa, me encontraba completamente perdida, pero de nuevo me gritaban nombres y como mis respuestas eran las mismas me ponÃan otra bolsa nueva por la cabeza.
No sé cuántas veces me la hicieron durante esta primera sesión de tortura. En una ocasión me caà con la silla y todo al suelo medio mareada y entre carcajadas me decÃan “levántate puta, ¿Eso es lo que aguantas?â€?, mientras tanto pegaban patadas al respaldo de la silla… Me obligaban a beber agua continuamente, diciéndome que eran botellas que las habÃan abierto expresamente para mÃ.
Cuando veÃan que me encontraba algo mejor comenzaban de nuevo con el interrogatorio, gritándome una y otra vez nombres y más nombres, golpeándome con las manos abiertas en los oÃdos y poniéndome bolsa tras bolsa. De repente pararon, me soltaron las esposas y de nuevo me levantaron a la vez que me cubrÃan los ojos. OÃa la puerta y agarrándome de los brazos de nuevo me llevaron al calabozo.
Cuando estaba en el calabozo, como sentÃa mucho frÃo, me tapaba con una manta de las que allà habÃa. Yo estaba en tanga y en sujetador. OÃa golpes contra la pared asà como golpes contra la puerta, y temblando, me colocaba en la posición que me habÃan ordenado pensando que iban a entrar, pero no entraban y cuando de nuevo iba a sentarme, otra vez comenzaban a golpear…
Estaba cansada, asustada, temiendo lo que me irÃan a hacer, tenÃa ganas de devolver, asà que una de las veces que abrieron la ventanilla de la puerta aproveché para pedirles ir al baño. Entonces uno de ellos me respondió “si vomitas, te jodes, y como se te ocurra te lo comesâ€?. Al cabo de poco tiempo de nuevo golpearon la puerta, me puse en mi posición, y entró la mujer que me dio un botellÃn de agua a la mano para que bebiese, cerrando la puerta. No sé cuanto tiempo pasó hasta que de nuevo vinieron a por mi, pero estaban constantemente golpeando la puerta, la ventanilla estaba abierta, de forma que no podÃa tranquilizarme.
De nuevo me sacaron del calabozo y me llevaron a la sala de interrogatorios. Allà estaba el guardia civil que habÃa ido en el coche hasta Madrid, me empezó a hablar. Estaba muy nerviosa, porque no podÃa olvidar lo que me habÃa hecho nada más llegar, su voz, su olor… todo aquello me recordaba lo que habÃa ocurrido anteriormente. Me pusieron contra una esquina dándoles la espalda, me obligaban a tener las piernas un poco flexionadas. Notaba un gran cansancio, como me mareaba me caÃa hacia atrás, en aquellos momentos el que estaba detrás de mà me empujaba hacia la pared. Las preguntas me las hacÃa el del coche. Me dijo que hasta aquel momento no habÃa dicho nada y que supiese que aparte de la bolsa, tenÃan otros métodos para hacerme hablar, que si decÃa lo que ellos querÃan, no me pondrÃan una mano encima que era decisión mÃa pero que no me iba a dar ninguna otra oportunidad. Me decÃan que el anterior detenido no se habÃa comportado como yo, que habÃa hablado y que por aquella razón estaba yo allÃ, porque me habÃa vendido y que yo tenÃa que actuar de la misma manera para aguantar bien aquellos dÃas, que todo el mundo hacÃa lo mismo, pero, para que fuera la gente no se enterase, denunciaban torturas, que solamente tenÃa que declarar todo lo que ellos me dijesen, que fuese lista o que, si no saldrÃa de allà a cuatro patas. Que llevaba mucho tiempo sin dormir y que no habÃa conseguido nada, que empezase a asumirlo todo. HacÃan muchas veces comentarios acerca de mi compañero, que si yo sabÃa que andaba con otras mientras yo estaba como una tonta esperándole… me decÃan los nombres de amigas diciéndome que habÃan mantenido relaciones sexuales con mi compañero, estaban muy pesados con este tema, querÃan hacerme daño. En este interrogatorio solo me decÃan cosas del estilo, echando la culpa de que yo estuviese allà a mi compañero. Estuvieron durante mucho tiempo asÃ, yo ya no me podÃa sostener en aquella postura, estaba temblando, llorando y sudando. Me decÃan que les gustaba mi cuerpo, no sé cuántos estarÃan, tres o asÃ, me decÃan que me quedaba muy bien el tanga, que estarÃa mejor sin el sujetador. Empecé a llorar de nuevo porque tenÃa miedo de que me hiciesen lo mismo que anteriormente me habÃan hecho, o que fuesen aún más allá. Intentaba mantener el cuerpo firme pero no me dejaban y me obligaban a seguir en la misma postura en que me habÃan obligado a permanecer. De nuevo me llevaron al calabozo.
Las paredes del calabozo eran de “goteléâ€? y no sé cual serÃa la razón, pero veÃa dibujos en ella, y éstos se movÃan. TenÃa miedo de salir de allà loca, el calabozo se hacÃa grande y se empequeñecÃa, la puerta se me acercaba y se me alejaba, el suelo también se movÃa… No sabÃa (no sé) si era mi cabeza o era porque me habÃan obligado a beber e igual me habrÃan dado algo en el agua… me encontraba muy mal… notaba que se me iba la cabeza y si cerraba los ojos, me mareaba. De nuevo abrieron la ventanita y uno que llevaba una capucha blanca comenzó a gritarme que no podÃa mirar hacia allà y que si volvÃa a hacerlo me iba a dar una paliza. Me dijo que iba a entrar y me coloqué en mi sitio. Pensaba que me iba a dar una paliza, y yo, no podÃa dejar de llorar. Me cubrió los ojos y me llevaron de nuevo a la habitación de baldosas blancas. Al entrar allà oà ruido de agua, era como si estuviesen llenando algo, y ellos se reÃan mientras me susurraban al oÃdo, “Amallita, Amallitaâ€?. No sé si fue a causa del terror o porqué razón, pero en aquellos momentos me oriné encima. Algunos comenzaron a reÃrse de mÃ, en cambio otros se enfadaron y me dijeron que tendrÃa que limpiar toda la habitación con la lengua. Se cortó el chorro de agua, me obligaron a dar un par de pasos hacia delante y a ponerme de rodillas. Me quitaron el antifaz. Me apretaron las esposas, estaba esposada a la espalda. Ante mi estaba la bañera… me puse muy nerviosa e intentaba echarme para atrás, pero no habÃa escapatoria, estaba rodeada. Ya sabÃa lo que me iban a hacer, uno de ellos me gritaba nombres que iba atando con “taldesâ€? diferentes; solo querÃan que asumiese lo que me decÃan, que asumiese que aquella gente hacÃa lo que ellos me decÃan. Yo les repetÃa que no sabÃa nada, que era verdad que no lo sabÃa, que solo eran amigos o gente conocida, y que lo que ellos me estaban diciendo no era verdad, o por lo menos que yo no lo sabÃa. Entonces entre dos hombres, uno agarrándome del cuerpo y el otro estirándome del pelo, me metÃan la cabeza en la bañera muy bruscamente, de forma que me golpeaba el pecho contra la bañera: sentÃa que me ahogaba, intentaba echarme para atrás con las piernas, a los lados, pero no podÃa; movÃa la cabeza con todas mis fuerzas para sacarla del agua pero era imposible mientras ellos no querÃan. Tragué demasiada agua, tanto por la boca como por la nariz, tenÃa la cabeza mareada, estaba sin fuerzas, pero a ellos les daba igual y seguÃan gritando y diciendo nombres y más nombres, que lo asumiera, que lo asumiera. El llanto no me dejaba decir nada y me metÃan la cabeza una y otra vez en el agua. Ya no esperaban ninguna respuesta puesto que no daban opción a responder entre una y otra vez, solo me daban tiempo a que respirase un momento. No podÃa más, en aquellos momentos pensaba que no iba a salir viva de allÃ, que no podÃa hacer nada, y dejé mi cuerpo como si se tratase de una marioneta. No hacÃa fuerza en contra de lo que me estaban haciendo, solo querÃa que aquello se acabase, si su objetivo era matarme, que lo hiciesen cuanto antes… Pero controlaban muy bien lo que hacÃan porque me dejaban el tiempo justo para que pudiese respirar, no querÃan tener ningún susto, y aquello, en aquellos momentos, me tranquilizaba. Para salir de allÃ, asumà lo que ellos quisieron, les dije que sÃ, que lo iba a asumir, y me llevaron al calabozo. No tenÃa fuerzas ni para andar, estaba reventada y me llevaron a rastras. Me dejaron bastante tiempo allÃ, envuelta en una manta porque tenÃa frÃo y estaba mojada. Me quedé encima de la cama, en una esquina, llorando.
De repente golpearon de nuevo la puerta y me puse en mi posición, nerviosa. Pero ellos estaban tranquilos, me taparon los ojos y me dijeron que me iban a llevar a la sala de interrogatorios, para que me tranquilizase. Cuando llegamos a la sala aquella, me pusieron contra la pared, en una esquina, con las manos sin esposar (estaba casi todo el tiempo esposada). Entonces oà la voz del guardia civil del coche, estaba tranquilo y me dio opción a sentarme, pero me negué porque no querÃa que pensase que le daba algo de confianza, porque no querÃa que pensasen que hacÃa “diferenciasâ€? entre ellos. Me decÃa que era muy lista, un poco cabezota, pero que al final, aunque fuese entre golpes, aprenderÃa a tener buena actitud, que sus hombres le habÃan dicho que tenÃa noticias buenas para él y que aquello significaba que iba a asumirlo todo, que empezase a hablar. Me quedé callada, estaba temblando. Entonces me dijo que me iba a decir qué era lo que tenÃa que repetir arriba, y que si no aparecÃan en la declaración las cosas tal y como me las habÃa dicho, ya sabÃa lo que me esperarÃa a la vuelta mientras me decÃa que lo aprendiese bien. Después, comenzaron a leerme las preguntas que me iban a hacer en la declaración y lo que yo tenÃa que contestar. Asà estuvieron durante mucho tiempo hasta que aprendà de memoria las respuestas.
Me dieron los pantalones y el jersey para que me los pusiera, y una toalla para que me secara la cabeza. Me dijeron que en la declaración también iban a estar ellos oyendo, y que si no les gustaban mis respuestas, ya sabÃa la que me esperaba. También me dijeron que iba a estar con el forense pero que no le podÃa decir nada de las torturas, que si no, si que sufrirÃa torturas y mucho más duras. De nuevo me cubrieron los ojos y me llevaron “arribaâ€?, a una sala pequeña. Allà habÃa tres personas; una estaba delante del ordenador escribiendo, otro me hacÃa las preguntas y detrás estaba la persona que cumplÃa el papel del abogado de oficio. Nada más entrar, uno me leyó mis derechos, me dijo que la persona que estaba sentada detrás de mà era el abogado de oficio y que no podÃa ni mirarle ni hablar con él. Me di la vuelta y vi que era una mujer sentada en una esquina de la sala. Vi que detrás habÃa un espejo y nada mas mirar, oà dos golpes desde la parte de atrás del espejo. TenÃa claro que mis torturadores se encontraban detrás del espejo oyendo mi declaración. El que me leyó los derechos tenÃa unos folios entre sus manos en los que aparecÃan las preguntas y las respuestas. Estaba completamente aterrorizada, tenÃa mucho miedo de que si no decÃa lo que me habÃan dicho me volviesen a torturar. Ya sabÃa que aunque dijese lo que ellos me habÃan ordenado decir, no me dejarÃan en paz, pero pudo el miedo, e intenté contestar a las preguntas. Estaba muy nerviosa, y no querÃa denunciar a mis amigos y conocidos, siendo además todo aquello mentira. Me trababa al contestar en casi todas las preguntas, no podÃa soportar el pensar que aquella gente serÃa torturada como lo estaba siendo yo, y empezaba a llorar. En aquellos momentos de nuevo oÃa los golpes del otro lado del espejo. Los dos hombres que estaban en la sala hacÃan como que no oÃan los golpes, y me ofrecÃan agua y tabaco, pero yo no los cogÃa. Cuando acabaron con las preguntas imprimieron la declaración y me la dieron para que la leyese y firmase. En aquella declaración aparecÃa todo, incluso cosas que se me habÃan olvidado decir. Entonces me di cuenta que tenÃan la declaración preparada desde antes, porque allà estaba lo que ellos querÃan que dijese, porque aparecÃan cosas que no las habÃa dicho en aquellos momentos. Firmé la declaración.
Me dijeron que me levantase y me cubrieron de nuevo los ojos mientras me decÃan que me llevaban donde el forense. De allà me llevaron a otra habitación, donde nada más entrar me quitaron el antifaz. Esta habitación era muy pequeña, en la pared habÃa un botiquÃn de la cruz roja y también habÃa una mesa. Allà habÃa un hombre, me enseñó el carné un momento, y yo le notaba como con desconfianza. Lo primero que me preguntó fue si habÃa sufrido malos tratos, y yo entre sollozos le contesté que no, me preguntó si estaba con el periodo, si me dolÃa el cuerpo y yo le dije que me mirase los ojos, porque tenÃa hinchado y rojo el ojo izquierdo. Me echó un vistazo y me dijo que aquello no era nada, que seguramente se me habrÃa infectado al hacerme la bañera y me preguntó si querÃa un colirio. No me lo podÃa creer, me preguntó si habÃa sufrido malos tratos y luego él me dijo lo de la bañera... no quise el colirio, querÃa seguir teniendo el ojo rojo cuando me pusiesen a disposición judicial. Me tomó la tensión porque los guardias civiles le habÃan dicho que tenÃa bajadas de azúcar. Me preguntó qué dÃa era, donde estábamos, le contesté que no lo sabÃa; aparte de comentarme lo del agua, a la pregunta de si me habÃan dado de comer y de beber también le respondà que no. Nada más acabar, un guardia civil me cubrió de nuevo los ojos con el antifaz y mientras me llevaba al calabozo me dijo que habÃa hecho muy bien tanto la declaración policial, como la visita del forense.
De nuevo me llevaron al calabozo. Me dijeron que aprovechase para dormir algo, pero en pocos minutos volvieron a golpear la puerta. Me puse en mi sitio y entraron dos agentes encapuchados. Me dijeron que me acercase a donde habÃa luz, que me iban a echar colirio al ojo, mientras me enseñaban un frasco grande. Les dije que no querÃa que me echasen nada al ojo, pero uno de ellos me contestó que le daba igual lo que yo quisiera, que de todas formas me lo iban a echar, que decidiese si serÃa por las buenas o por las malas. No sé qué era aquel lÃquido, pero me echaron un chorro en cada ojo, y se fueron. Estuve durante bastante tiempo en el calabozo, mientras ellos encendÃan y apagaban la luz y golpeaban la puerta. No me podÃa tranquilizar y me daban pequeños mareos. Pero no querÃa que entrasen de nuevo y permanecà sentada en el suelo con la cabeza entre las piernas, hasta que de nuevo vinieron en mi busca.
Y otra vez me sacaron del calabozo con los ojos tapados y me llevaron a la sala de interrogatorios. Me pusieron en el sitio de siempre y uno de ellos comenzó a hablarme. Me dijo que en la declaración policial me habÃa portado bien, pero que como en otra ocasión se me ocurriese mirarle al abogado de oficio, sabrÃa lo que me acarrearÃa el no hacerles caso. Aunque al principio me hablaba con un tono tranquilo, iba poniéndose más nervioso cada vez. Me dijo que me iban a enseñar unas fotografÃas y que les tenÃa que dar los nombres y apellidos de la gente que en ellas aparecÃan, asà como las direcciones de sus puestos de trabajo y de sus domicilios, y que como se iba a prolongar en el tiempo, me obligaron a sentarme en una silla. TenÃa los brazos atados al respaldo de la silla, y los tobillos me los sujetaron a las patas de la silla con una especie de esposas de cuerda. En aquella posición, me sentÃa aún más débil porque no tenÃa ninguna oportunidad de moverme, y aquello me asustó. Uno de ellos me quitó el antifaz, estaba contra la pared, en aquel momento uno que estaba encapuchado me puso delante un folio donde habÃa una fotografÃa, no sé cuántas fotografÃas me enseñaron… pero cuando les respondÃa algo que no les gustaba me amenazaban con la bolsa y la bañera, y en ocasiones me golpeaban en los oÃdos con las manos abiertas, dejándome medio mareada. Casi toda la gente que aparecÃa en las fotografÃas les dije que era gente que conocÃa del bar, pero que no sabÃa ni por donde andaban ni donde vivÃan. De esta forma, enseñándome fotografÃas y más fotografÃas, estuvieron hasta que se cansaron, y en aquel momento el que hacÃa el papel de jefe empezó a gritarme “¡Puta zorra, si no has aprendido nada estos dÃas lo vas a aprender!â€? y cosas del estilo. Me dijo que en aquel momento le daba igual pegarme dos tiros, y me puso de nuevo el antifaz. Me preguntó si lo que les habÃa dicho sobre la gente que aparecÃa en las fotografÃas era verdad y si les habÃa dicho todo lo que sabÃa. Le respondà que sÃ, que no sabÃa nada más sobre ellos. Estaba completamente aterrorizada, llorando… me gritó que no llorase que él lo sabÃa todo y que aún no le habÃa dicho ni la mitad, y que serÃa mucho peor para mà si lo decÃa él en vez de ser yo quien lo dijese. Que el juego se habÃa acabado. Me levantó un poco el antifaz, me enseño una pistola, era de metal. Yo intenté revolverme, estaba aterrorizada pensando que me iban a pegar dos tiros… Entre risas me preguntaron si la querÃa coger con las manos, a ver si tenÃa “cojonesâ€? como mi hermano y mi compañero para dispararles; yo les decÃa que no, entre sollozos, temblando y ellos entre risas me decÃan cosas del estilo de “puta traidoraâ€?. Entonces sentà el metal entre mis piernas y un guardia civil me susurró que no me moviese, yo lloraba, y empecé a gritar como una loca, mientras hacÃa fuerzas por juntar mis piernas, pero no podÃa porque tenÃa atados los tobillos a las patas de la silla… Me puso la pistola entre las piernas y con su mano me apartó el tanga, yo le gritaba que me dejase en paz, pero él comenzó a golpearme en los oÃdos con las manos abiertas a la vez que me gritaba que estuviese quieta o que se le iba a escapar un tiro porque la pistola estaba cargada. OÃa las carcajadas de los demás diciendo cosas del estilo de “zorra, guarra, puta, si te va a gustar…â€?. Me introdujo el cañón de la pistola en la vagina mientras me gritaba al oÃdo una y otra vez “Que te dice (por mi pareja) cuando te folla? Gora ETA?!!â€? no podÃa parar de llorar y ya no tenÃa fuerzas para gritar. Empezó a introducirme y a sacarme la pistola de forma más violenta, lo que me provocaba dolor, mientras el que me estaba violando me susurraba “si te gusta putaâ€?, “no vas a tener un hijo de puta porque te voy a pegar dos tirosâ€?; su olor se me metÃa hasta dentro, me daba asco, no sé si alguna vez se me irá ese olor de la cabeza… Todos estaban riéndose, uno me sujetaba por el cuello mientras el otro una y otra vez me metÃa y me sacaba el cañón de la pistola en la vagina y me sobaba el pecho de forma muy brusca, apretándome el pecho con las manos. Notaba dentro de mà el frÃo del metal, ellos me repetÃan que la pistola estaba cargada y que si disparaban serÃa mi culpa… No sé durante cuanto tiempo se prolongó la violación, pero me quedé muda, estaba como perdida; en aquella habitación estaban violando mi cuerpo pero por un momento yo conseguà huir de allÃ, entre sollozos, pero conseguà huir de allÃ; me acordaba de la gente de mi entorno, estaba con ellos y con ellas, estaba protegida… De repente sacó muy bruscamente el cañón de la pistola de dentro de mÃ, mientras les decÃa a los demás “mirar si se ha corrido la puta estaâ€?, “habrá que repetir que a la guarra le ha gustado…â€?. Volvà a la realidad, me encontraba completamente dolida… De nuevo me enseñaron las fotografÃas, de una en una y me decÃan respecto de cada persona lo que yo les habÃa dicho (el pueblo del que eran…) más lo que ellos les querÃan imputar; me decÃan que tenÃa que aprenderlo todo de memoria para repetirlo todo, cuando me subiesen a declarar… Lo repitieron en muchas ocasiones, yo tenÃa que repetirlo todo una y otra vez, y si me confundÃa en algo, de nuevo empezaban a golpearme en los oÃdos con las manos abiertas y a amenazarme diciéndome que iban a violarme de nuevo.
Me llevaron otra vez al calabozo. Me echaron aquel “suero� en los ojos y me dejaron allà un rato hasta que de nuevo golpearon la puerta; me coloqué en mi lugar y me dieron los pantalones y el jersey para llevarme a realizar la declaración policial.
Estaba en la misma habitación que antes, con los mismos agentes, pero en esta ocasión el “abogadoâ€? era un hombre (no le vi pero oà su voz). En esta ocasión me enseñaban fotografÃas, en cada folio habÃa seis o siete fotos, y tenÃa que firmar sobre las fotografÃas que conocÃa, y decir de qué les conocÃa. Estaba muy nerviosa no recordaba la mayorÃa de los datos, cada vez que me trababa oÃa los golpes desde el otro lado del espejo, como en la declaración anterior, para presionarme. Asà estuve hasta que repasamos todas las fotografÃas; cuando acabamos, me dijeron que me iban a hacer la prueba del ADN, a ver si les daba permiso. Como estaba aterrorizada y no tenÃa ya fuerzas para negarme, dije que sÃ. Me hicieron eso que se llama frotis, metiéndome en la boca un par de bastoncillos de esos para limpiarse los oÃdos. Para sacarme de allà me taparon de nuevo los ojos, y me llevaron al forense, que me hizo las mismas preguntas que me habÃa anteriormente, si estaba con el periodo, si habÃa sufrido malos tratos, etc.… Pero como anteriormente, no escribió nada en su cuaderno.
De nuevo me sacaron de allÃ, con los ojos tapados, y me llevaron al calabozo. Allà permanecà durante unas horas, dirÃa que “tranquilaâ€?, aunque golpeaban la puerta y abrÃan la ventanilla que esta tenÃa, pero no entraban en mi busca. No podÃa conciliar el sueño porque estaba aterrorizada y nerviosa, sin poder quitarme de la cabeza lo que me habÃan hecho antes… habÃan llegado incluso a violarme, no podÃa pasar nada peor, me sentÃa sucia, me daba asco el mero hecho de pensarlo, no sabÃa la razón por la cual me habÃan violado y no podÃa dejar de llorar. Cuando entraron a buscarme me dio un pequeño mareo, seguramente a causa del miedo que tenÃa, y antes de que me llevasen de nuevo a la sala de interrogatorios les pedà que me dejasen ir al baño. La voz de una mujer me dijo que me diese prisa, nada más entrar en el baño me quité el tanga para comprobar si me habÃan causado un desgarro o algo del estilo, porque me dolÃa mucho, pero estaba “bienâ€?… En la placa de metal que tenÃa la calefacción de agua, me miré el ojo, pero ya no lo tenÃa rojo, no tenÃa más que lágrimas que me caÃan, pero lo tenÃa mejor que antes…
Me dijeron que me llevaban a la sala de interrogatorios, me pusieron en el mismo sitio de siempre. El mismo agente me decÃa que llevaba ya dos dÃas allà y que como tenÃa que saber, mis compañeros ya habÃan tenido tiempo para huir, que ya sabÃa lo que eran capaces de hacer, que empezase ya a hablar… Les repetÃa, entre sollozos, que no sabÃa nada, y él empezaba a gritarme; me hablaban de cualquier cosa, de mi compañero, de la familia, del trabajo, de los estudios… Hasta que se cansaban y me amenazaban con que me iban a volver a violar, también que me iban a pisar la cabeza…
De aquà en adelante de alguna manera todo fue algo más tranquilo; me pusieron la bolsa por la cabeza en dos ocasiones, como si de un juego se tratase, cuando no me lo esperaba y aquello me asustaba más aún… Me llevaron una vez más a la habitación donde tenÃan la bañera, introduciéndome la cabeza una vez más. Lo que más padecà fueron amenazas, con la violación, con la bolsa, la bañera etc. diciéndome tanto que me lo harÃan a mÃ, como que a mis familiares les harÃan lo mismo. Estaban muy pesados con mi compañero, y mientras tanto me hacÃan muchas preguntas. Me dijeron que tenÃa que hacer una nueva declaración y que en ella me harÃan preguntas solamente sobre mi compañero. Las que hicieron en un corto espacio de tiempo.
Me llevaron al calabozo de nuevo con los ojos tapados. Al entrar en él comencé a llorar… De repente oÃa la voz del guardia civil de siempre, diciéndome que me colocase contra la pared. Estaba temblando, aterrorizada, no me podÃa quitar de la cabeza lo que aquel tipo me habÃa hecho al entrar en el calabozo… Pensaba que me iba a hacer lo mismo. Cuando hice lo que me ordenó, entró en el calabozo, y abriendo la puerta comenzó a hablarme… que aprovechase para dormir, que pensase bien lo que iba a decir delante del juez y que fuese lista, porque tenÃa que saber que si no decÃa todo lo que habÃa declarado allÃ, iba a volver a estar con él y que entonces no saldrÃa viva de allÃ. Que no le podÃa decir a nadie lo que allà habÃa ocurrido, por un lado porque ellos lo sabrÃan, y por otro, porque si no le darÃa asco a la gente de fuera, sobre todo a mi compañero, porque, según él, ya no tendrÃa ganas de estar más conmigo. Después de decirme aquello, cerró la puerta y se fue.
Al poco rato la mujer guardia civil me ordenó que me pusiese contra la pared, porque me iba a dejar un bocadillo y un botellÃn de agua sobre la cama. Hice lo que me ordenó y cuando cerró la puerta, vi el bocadillo sobre la cama; no probé ni la comida ni el agua porque tenÃa miedo de que le hubiesen puesto algo (alguna droga) y de nuevo entró a recogerlo.
En aquellos momentos, intentaba tranquilizarme pensando en los de casa, me repetÃa a mi misma, que estaban a mi lado, puesto que sentÃa una soledad muy profunda… no sabÃa cuantos dÃas llevaba allà en manos de mis torturadores y tenÃa miedo de que fuese mentira que me llevarÃan pronto ante el juez… De repente golpearon la puerta violentamente y me puse contra la pared, aterrorizada, porque los golpes habÃan sido muy violentos. Cuando oà que se abrÃa la puerta dos hombres se me tiraron encima mientras que, entre risas, me decÃan que en esta ocasión la violación iba a ser de verdad… Al principio utilicé todas mis fuerzas para liberarme de ellos, pero era imposible y uno de ellos me daba sopapos en la cara para que parase. La puerta estaba abierta y en la puerta habÃa otro mirando hacia afuera. Los que estaban dentro, uno de ellos me obligaba a permanecer sobre la cama mientras me agarraba de los brazos y se bajaba los pantalones; yo estaba llorando, desesperada, pero me quedé completamente quieta, porque ya no tenÃa fuerzas para hacerles frente, “Que te creÃas, ¿que ibas a librarte?â€? me decÃa el que tenÃa los pantalones bajados, cuando se me echó encima ni me movÃ, le miraba a los ojos con odio, y mientras tanto, no podÃa dejar de llorar. Restregaba su cuerpo contra el mÃo y me decÃa guarradas, pero de repente empezaron todos a reÃr, y se fueron dejándome en una esquina de la cama, echa un nudo, mientras me decÃan que les daba asco. Para entonces estaba ya desfasada, no podÃa aguantar más, querÃa estar con mi familia, salir de allÃ, que acabase aquella pesadilla…
Cuando vinieron de nuevo a buscarme, habÃa pasado mucho tiempo, vino la mujer y me llevaron al baño, con los ojos tapados, me obligaron a ducharme y me dieron ropa limpia para que me la pusiera. Cuando acabé me pusieron de nuevo el antifaz y me sacaron del baño y permanecimos allà durante unos minutos, quietas, hasta que vino el coche de la Guardia Civil. Me dijeron que ante el juez tenÃa que ratificar las declaraciones allà realizadas, que si no ya sabÃa lo que me esperaba, y que no le dijese nada sobre las torturas si no querÃa volver allÃ… Cuando me dijo esto se fue. Después me metieron en un furgón quitándome el antifaz, me llevaban a la Audiencia Nacional, empecé a llorar, por fin estaba fuera de aquel infierno"… |
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