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Inteligencia colectiva e izquierda torpe
per Jaime Richart	01 des 2004
No hace falta tener muchos estudios para distinguir en la especie humana dos clases de inteligencia: la personal y la colectiva.
La del individuo y la de la colmena. La colectiva puede comprender desde la que atiende genética y prioritariamente a los intereses de la familia, pasando por los del clan, del grupo y más tarde del partido, hasta la que abarca los de toda una sociedad identificada bajo los mismos o aproximados principios y valores... España siempre brilló por sus inteligencias individuales, pero su inteligencia colectiva dejó mucho que desear. Por eso sigue estando demasiado estancada aún en lo grupuscular, en el clan, en el partido. Carece de amplitud de miras más allá de sus intereses de clase. La derecha se limita a rebuscar un remedo de sus pasadas grandezas en las fechorías de la administración estadounidense; pero, unida directamente por el dinero, no tiene demasiados problemas operativos en una democracia inventada para ella: el dinero es capaz por sí mismo para cohesionarlo todo y salvar las diferencias ocasionales. Los problemas empiezan cuando hay tensión entre los valores morales y políticos frente al dinero o irrumpe la rivalidad por el protagonismo... Y si la izquierda radical es un montón de talentos individuales incapaces de renunciarse en la medida que ello permita reforzar la “inteligencia� del grupo político para hacer frente a sus rivales, la izquierda moderada sigue siendo demasiado débil psicológicamente para hacer frente a lo que ya son auténticos energúmenos políticos sólo atentos a desestabilizar cuando no gobiernan y a mandar absolutamente cuando se adueñan del Congreso. Si la izquierda en su conjunto no se reencuentra a sí misma o no se une bajo la bandera de la inteligencia colectiva, enérgica y contundente imprescindible para enfrentarse a esta derecha montaraz, fascista o fascistoide, terminaremos en una dictadura real, redoblada y mucho más insufrible de lo que ha sido hasta ahora en los últimos cuatro años de su legislatura. Una dictadura disfrazada de democracia y amparada en ese tipo de legalidad sólo apta para leguleyos de medio pelo. Eso, o volveremos al año 36. A veces eso es lo que parece están buscando...
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