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Notícies :: amèrica llatina : guerra |
Cumple 21 años el EZLN: de la insurrección al gobierno autónomo
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per HERMANN BELLINGHAUSEN. La Jornada, 17/11/2004 |
19 nov 2004
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Con una "fiesta de civiles" comienzan las celebraciones en territorio zapatista |
Oventic, Chis. 16 de noviembre. Con celebraciones en los cinco caracoles y en otras comunidades de los Altos, la zona norte y la selva lacandona, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) comenzó a cumplir 21 años esta noche. "Vamos a hacer la fiesta con las bases de apoyo, una fiesta de civiles", comenta un miembro de la comisión de vigilancia de la junta de buen gobierno (JBG).
"La verdad estamos muy contentos de tener nuestra fiesta una vez más", dice el hombre con una profunda sonrisa en los ojos que asoman tras el pasamontañas negro. En especial cuando, literalmente, se saca del pasamontañas sus lentes de aro dorado. Y conforme habla, se va entusiasmando más.
"Este cumpleaños nos lo merecemos todos", agrega. Su estatura, aun para un tzotzil, es realmente baja. Tiene edad para ser abuelo. Pertenece, de hecho, a la generación de los fundadores del zapatismo civil. Esos indígenas que en algún momento de los años ochenta decidieron apoyar a un ejército rebelde que había anidado en las montañas de Chiapas el 17 de noviembre de 1983, con una idea insurreccional más o menos clásica que habría de experimentar transformaciones notables en las dos décadas siguientes.
El grupo inicial de insurgentes, ya entonces indígenas en su mayoría, estableció contacto con las comunidades de los Altos, una parte de la zona norte y las cañadas de Ocosingo. Fueron hombres como este viejo quienes convirtieron al EZLN en un ejército campesino e indígena subordinado al mando civil del Comité Clandestino Revolucionario Indígena.
Los orígenes del grupo armado han sido narrados de diversos modos por el subcomandante Marcos en comunicados y entrevistas. Aquella historia precaria sucedía en estos rumbos, más lejos de la "civilización" entonces que ahora, mientras México ingresaba formalmente al neoliberalismo bajo el gobierno priísta de Miguel de la Madrid. En un momento en que las aguas del descontento social parecían más calmadas que nunca, cuando el país despertaba del boom petrolero y la fallida nacionalización del capital financiero. Parecía una época improbable para la gestación de un levantamiento armado.
Los indígenas eran invisibles y sus muertes incontables; en todo caso nadie las contaba. La fiesta en el caracol Resistencia y rebeldía por la humanidad, que se inicia esta tarde con torneos de basquetbol y volibol bajo una atronador fondo musical a base de cumbias interpretadas en vivo, es un indicador del largo viaje que han hecho los pueblos en los pasados 21 años. Siguen llegando por centenares hombres y mujeres de los municipios de los Altos que conmemorarán jugando, bailando y comiendo tamales el hecho de seguir vivos.
"Antes no pensamos que viviríamos tanto", dice el miembro de la comisión de vigilancia de la JBG. "Por eso, muy contentos, sí, nosotros".
En la plancha de cemento, al final de la calzada del caracol, el equipo de la Clínica Guadalupana va perdiendo contra un conjunto de San Juan de la Libertad. Ambas escuadras visten uniformes en regla. Los primeros de color morado; los segundos, en negro. Los jugadores de la clínica llevan escrito "Caracol" en sus shorts, donde los profesionales llevarían escritas palabras como Adidas, Telmex o Resistol.
La guerra que se gestó entre 1983 y 1993, para estallarle al gobierno de Carlos Salinas de Gortari el primero de enero de 1994, ha recorrido direcciones inesperadas. Bajo un constante acoso militar y contrainsurgente, que para ojos no avisados pareciera hoy integrado al paisaje, las comunidades zapatistas construyen un gobierno alternativo, autónomo y pacífico. Las muertes de indígenas por la guerra y sus consecuencias, que no han sido pocas (Acteal, Unión Progreso, Chavajeval, Tila, Morelia, Ocosingo), ya cuentan.
Los "tres o cuatro municipios" reconocidos por el discurso salinista hoy son cerca de 40, y sólo en esta región tzotzil suman una quincena. Con la aplicación práctica de los acuerdos de San Andrés (incumplidos por los poderes de la República durante el zedillismo y lo que va del foxismo), lejos de parecer una suerte de realidad paralela prueban ser indispensables para la gobernabilidad del estado. Y, sobre todo, muestran ser viables.
En las tiendas y posadas del caracol suena Radio Amanecer de los Pueblos. Música, recados en tzotzil, insólitos mensajes en castellano a las tropas federales que los rodean para que "dejen de servir a los patrones" y se pasen a las filas de pueblo. Se trata de otra Radio Insurgente, que transmite desde San Andrés Sakamch'en de los Pobres, se escucha hasta cerca de las cabeceras de El Bosque y San Juan Chamula, y se suma en los Altos a la emisora rebelde de Polhó.
Al anochecer, pese al frío casi invernal, comienza el baile de los civiles zapatistas en honor a sus tropas combatientes, que allí siguen, en las montañas, en guardia para cuidar la paz de esta guerra paradójica, en la cual los vivos que la pelean ya no piensan en la muerte. |
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