|
Más justicia, menos caridad
|
|
per YA! |
15 nov 2004
|
Más justicia, menos caridad |
Rosa Regà s
El Periódico
Nos parece una ficción que el 80% de la humanidad viva en la miseria, y aún nos creemos solidarios
Desde la bonanza de la vida en estas latitudes la miseria en la que viven el 80% de los habitantes del mundo nos parece una ficción, aunque queramos tomar conciencia de la magnitud del problema, para lo cual disponemos de toda clase de informaciones, cifras, estadÃsticas e imágenes.
Asà debe ser porque si se nos humedecen los ojos a la vista de la depauperación en la que vive un pariente o un amigo que la sociedad ha expulsado de su seno, ¿no deberÃamos llorar lágrimas amargas hasta la desesperación si fuéramos de verdad conscientes no sólo con la certeza intelectual con que conocemos las profundidades del mar o el perÃmetro de la Tierra, de lo que supone para los 831 millones de seres humanos desnutridos que hay en el mundo, o para los 1.100 millones que viven con menos de un euro al dÃa, la lucha diaria por una vida que de todos modos tienen perdida?
¿SE NOS ocurre pensar alguna vez que con lo que tiramos a la basura podrÃan vivir familias enteras de miserables, o que con el agua que desperdiciamos dejando abierto el grifo a todas horas o regando campos de golf para solaz de unos pocos, muchas mujeres que viven en zonas desérticas no tendrÃan que caminar varias horas para cargar con un cubo de agua con que solventar un dÃa entero las mÃseras necesidades del consumo familiar? SÃ, ya sé, se me dirá que estoy haciendo demagogia, pero no es cierto, lo único que hago es poner dos ejemplos que marcan las más profundas diferencias en el cumplimiento de las necesidades vitales entre los que tenemos un nivel de vida aceptable y la mayorÃa de los humanos, los miserables.
Y sin embargo somos muchos los que nos consideramos solidarios. ¿En qué consiste pues nuestra solidaridad? Las instancias superiores que tienen como misión velar por el bien de todos los ciudadanos, intentan hacernos tomar conciencia del problema con mil recordatorios y celebraciones del dÃa de la pobreza, de la vacunación, de la desigualdad. Un dÃa más para nosotros, que justificamos nuestra falta de sensibilidad por la magnitud de las múltiples carencias que tiene el mundo que se nos cuentan cada dÃa y damos la situación por hecha, o por perdida, porque nos parece, y con razón, que una limosna se pierde en el marasmo del dolor del mundo.
Otra cosa es nuestra reacción frente a un desastre natural --terremotos, inundaciones, desmoronamientos de tierras o de edificios-- cuyas imágenes en la televisión conmueven nuestra sensibilidad y enviamos una aportación a una cuenta bancaria cuyo número viene en la pantalla. O colaboramos con una ONG que se ha movilizado para asistir en la medida de sus posibilidades a los supervivientes. O nos apuntamos como voluntarios a una asociación cuyos miembros se trasladan al lugar del desastre y le ofrecemos nuestro tiempo y nuestro trabajo.
Pero la miseria la consideramos endémica e irremediable hasta el punto de vivir con ella como un mal inevitable. La miseria de los paÃses menos desarrollados, es cierto, pero también la de los nuestros, los llamados paÃses ricos, que mantienen una población que vive por debajo del nivel de la pobreza. Es inevitable, nos decimos, son perezosos, no quieren trabajar, les falta imaginación o se han dado a la droga o a la delincuencia. Pero al fin, pobres son también como los de Guinea Bissau, Burundi, MalÃ, NÃger o Sierra Leona. No olvidemos que, según un estudio realizado por la OCDE, España tiene un Ãndice de pobreza del 11%, y en EEUU la cifra alcanza el 15,8%, tanto más vergonzoso por cobijar también fortunas inmorales tan desmesuradas que con ellas podrÃan arreglarse de una vez las miserables economÃas de unos cuantos paÃses pobres.
SÃ?, TODO LO QUE hacemos está bien, no digo que no. Pero no se trata de caridad sino de justicia. Es la aplicación de la justicia la que ha de solucionar los problemas de la miseria del planeta que ahora, en lugar de disminuir, como dicen los que defienden las polÃticas neoliberales que hoy invaden el mundo, va en aumento.
Pero cuando se habla de justicia ya no pensamos en los miserables ni nos abocamos a la solidaridad. ¿Acaso no protestamos cuando nuestros ministros y ministras no consiguen que la Unión Europea imponga a los productos que nos pueden hacer la competencia unos aranceles tan elevados como para que ni Sudán pueda entrar cacao, ni Argentina carne, ni Colombia café? Y al mismo tiempo defendemos, como hacen los neoconservadores, una globalización que sólo lo es para los que disponen de los elementos para llevarla a cabo en beneficio propio. ¿De qué globalización podemos hablar a los paÃses pobres que carecen de los sistemas financieros y de las nuevas tecnologÃas que les permitirÃan transacciones en tiempo real de un paÃs a otro, especulaciones financieras como las que hacemos nosotros? ¿De una globalización que nos les autoriza a montar sus negocios en otros paÃses, ni su residencia, ni vender sus productos, cuando nosotros podemos instalarnos de por vida donde y cuando queramos?
La miseria es la legalización de la injusticia entre paÃses y entre individuos y los ciudadanos nos escudamos en que no comprendemos esos procesos económicos de los que nace la injusticia planetaria, aunque sà entendemos que un paÃs no crezca por el aumento del precio del petróleo. En cualquier caso no hemos sido los ciudadanos sino el Gobierno socialista el que ha aumentado el gasto en cooperación hacia el 0,7 del PIB, en lo cual se acerca a una justicia que tantas iglesias, tantas morales trasnochadas y tantos paÃses quieren sustituir por la caridad.
¿Cómo negar que nos deja indiferente la pobreza que nos rodea, si aceptamos los bloqueos económicos sabiendo que sólo empobrecen a la población y no a los lÃderes que se pretende castigar? ¿No es asà en los casos de Cuba y de Irak, castigados por no ser democráticos mientras se da estatuto preferencial a las relaciones económicas con China, cuya falta de democracia y libertad y cuya aplicación de la pena de muerte por delitos polÃticos no parecen impresionar a nadie?
La miseria, además de ser la legalización de la injusticia, es el castigo que los paÃses ricos aplican sin ninguna mala conciencia a miles, a millones de seres inocentes. Asà es este mundo nuestro. Asà somos nosotros.
Rosa Regàs es escritora y directora de la Biblioteca Nacional |
 This work is in the public domain |
Re: Más justicia, menos caridad
|
per cigro |
15 nov 2004
|
Completament d'acord, la caritat nomes serveix per apuntalar el sistema capitalista explotador.
Aquesta es l'arrel del problema i es el que cal canviar. La caritat es momentanea, el canvi de sistema permanent. |
Re: Más justicia, menos caridad
|
per Magaledro |
16 nov 2004
|
Vendrá la hora en que el ejército de "socialbuenistas" se atrevan, ni que sea por supervivencia, a superar su acoquinamiento pequeñoburgués y se pongan del lado de la revolución. Pero tardará. |