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Notícies :: corrupció i poder : laboral |
Para la que no la conozca esta es la historia d Pablo Diez.
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per Un@ |
04 oct 2004
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Me cago en Dios!! |
Qué difÃcil es ser feliz! O quizá habrÃa que precisarlo más y decir: ¡Qué difÃcil es que te dejen ser feliz! Ésta es la historia de un hombre que fabricó su ruina sin pretender otra cosa que alcanzar un poco más de la felicidad doméstica que ya tenÃa. Quizá debÃa de haber pensado que cuando alguien es dichoso y la vida le rueda, aunque sea a trompicones y rodeado de gentes al acecho para joderte la existencia, lo mejor es disimular y que no se note. Pablo DÃez Cuesta, conductor de autobús de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), hubiera cumplido el próximo miércoles 48 años de no ser porque querÃa tener más tiempo para dedicarlo a los de su casa y, sobre todo, poder asistir a los partidos de fútbol de su hijo José Luis, que por cierto no era suyo, sino de un anterior matrimonio de su mujer, pero como si lo fuera. Y por supuesto hubiera cumplido años si eso que se da en llamar ser humano no fuera un animal despreciable al que ponen galones de mando. ¿Cuántos hijos de perra se pueden cruzar en tu camino dispuestos a hundirte la vida de tal modo que sólo te queden dos opciones, la humillación o la muerte?
Ésta es una historia muy sencilla que nadie se ha molestado en contar porque hace ya muchos años que la gente de por acá se olvidó de cuando se emocionaba con los tÃtulos de las novelas de Paco Candel, Ha muerto un hombre, se ha roto un paisaje. ¿Quién, fuera de los suyos, va a preocuparse por Pablo DÃez Cuesta, natural de Castrillo de Rucios –un pueblo difÃcil de encontrar hasta en el mapa, allá en la linde norte de la provincia de Burgos a la vera del páramo de Masa–, hijo menor de siete hermanos, emigrantes a Barcelona en los tiempos del cólera, que llevaba trabajando un buen pico de años de conductor en los autobuses del Ayuntamiento? ¿Quién va a dedicar un reportaje a un empleado de ese ayuntamiento modélico, observatorio del mundo mundial, que ha tenido la mala fortuna de matarse cuando apenas se inaguraba el Fòrum de les Cultures, donde iban a tratarse a fondo y con brillantez los males que nos aquejan, ¡ay!, ahora que hemos engordado tanto?
Pablo DÃez Cuesta, natural de Castrillo de Rucios, llevaba diecisiete años conduciendo un autobús urbano en Barcelona y aunque la vida no le habÃa sido fácil, un matrimonio fallido, una hija por criar, al final la casualidad le abrió una luz en el túnel y encontró una mujer, que hasta en el nombre daba suerte, Maravillas –para que luego digan que el destino no juega con los nombres– ocho años más joven y con otro matrimonio errado que le dejó dos hijos. La cosa funcionó y pasados un par de años de boda y convivencia se decidieron a tener uno más, que salió niña, y que hoy es una huérfana de diez añitos, demasiado taciturna para su edad, y que se llama Miriam. Cumpliendo a rajatabla con el horario y añadiendo otros cuarenta y cinco minutos extra todos los dÃas y no pasándose un pelo en los gastos, la vida podÃa seguir hacia delante. Pero la ruta que hacÃa quedaba tan lejos de su casa en l'Hospitalet que eso incomodaba, y además estaban los partidos de fútbol del chaval, que no era suyo pero como si lo fuera, y asà que se decidió a cambiarse de zona y agarrar otra lÃnea más cercana a casa; el relevo lo podÃa hacer en la plaza Espanya, casi a tiro de piedra. Le costó pero al fin pudo hacerlo. Lo que no sabÃa es que iba a durar apenas tres meses llevando el autobús por la nueva lÃnea de la Zona Franca.
La cosa empezó a torcerse con el responsable de la zona, porque hacÃa y deshacÃa los turnos de fin de semana como le salÃa “de la punta el capulloâ€?, que para eso era el jefe y a él nadie le tosÃa; siempre a los mismos y por las mismas espléndidas razones vinculadas a lo testicular. Pablo DÃez Cuesta protestó, porque ya no podÃa hacer lo mismo que antes y no podÃa acompañar a su hijo en los partidos. La queja sólo sirvió para que le anotara en el libro del te vas a enterar y en la página el próximo marrón te lo vas a comer entero, bravucón. Más tarde o más temprano tenÃa que ocurrir y el dÃa aciago fue el 21 de enero. Hizo el arqueo en el mismo rollo de los billetes, como hacen todos los conductores de autobús, y cortó y lo tiró o Dios sabe lo que debió de hacer con aquel maldito papel, y empezó a despachar billetes. Pero aquel dÃa estaba llamado a ser un dÃa aciago. Subieron un par de inspectores y una señora enseñó el papelito del arqueo, que muy bien podÃa haberlo recogido del suelo, y aseguró que aquella especie de billete se lo habÃa vendido el conductor.
Los inspectores hicieron el parte de incidencias y empezó la tragedia anunciada para Pablo DÃez Cuesta, acusado de quedarse con un euro y diez céntimos. El expediente siguió su curso. Nunca habÃa tenido enfermedad alguna digna de mención fuera de una tendinitis, por práctica de deportes. Su historial clÃnico es impecable, ni una depresión ni un tratamiento especial. El matrimonio iba como una balsa. Pero a partir de aquel 21 de enero y el expediente algo le hacÃa temer lo peor, y empezó a dormir mal. Posiblemente no conocÃa el famoso principio según el cual si algo es susceptible de empeorar, lo más probable es que empeore. Y asà ocurrió a los dos meses casi exactos. El martes del pasado 30 de marzo le comunicaron que estaba despedido. Pero las empresas, ya se sabe, no son desalmadas, tienen su corazoncito, aunque sea vil y ratonero, pero para que no se diga le hicieron una suntuosa oferta.
Como seguir negando que él se hubiera quedado con el euro y los diez céntimos de la empresa no les parecÃa razonable, debÃa aceptar que se los habÃa embolsado, y si reconocÃa el hurto, la empresa le readmitirÃa en seis meses, aunque, eso sÃ, le retirarÃa la antigüedad y las antiguas condiciones económicas.
La foto fija es ésa. Un hombre de 47 años, conductor de la empresa municipal de transportes de Barcelona desde hace 17, padre responsable de cuatro hijos, casado y feliz con Maravillas, ha de asumir que robó un euro y diez céntimos si quiere sobrevivir a la selva laboral y a la hipoteca. El teléfono móvil de Pablo DÃez Cuesta es azul y cuando se enciende salta un mensaje que dice: “¡Aúpa, Burgos!â€?. Llamó a su mujer a las dos de la tarde del martes 30 de marzo para decirle que acababan de darle la carta de despido y también le contó que le ofrecÃan readmitirle a los seis meses si aceptaba que era un ladrón, que se habÃa quedado con el dinero. Con una voz calma le explicó a ella que no se preocupara, pero que no querÃa ir a casa, que querÃa pensar, que querÃa estar solo para pensar. Transcurrieron tres horas, que Maravillas se pasó mandándole mensajes al móvil, diciendo todas esas palabras que puede imaginar una mujer enamorada que otea un peligro inminente: que todo podÃa superarse, que seis meses pasan en seguida, que ella sabÃa muy bien de su honradez, que los hijos no dudarÃan jamás de él, en fin, esas cosas que se dicen cuando se tiene el corazón roto y la sensación de que ya nada será igual pero que hay que intentarlo. A las cinco volvió a llamar él. Dijo que estaba bien, pero que no querÃa volver a casa porque deseaba seguir pensando, y sobre todo que no se preocupara, que cualquier cosa que hiciera siempre serÃa pensando en ella y en los hijos, en los cuatro. A partir de aquà ya no se sabe más, al menos, yo no sé nada más, aunque no es difÃcil imaginarlo.
Un hombre vestido con el traje de chófer de los autobuses de Barcelona –pantalón gris, camisa a rayas blancas y rojas–, reforzado con un anorak, camina tratando de encontrar una salida a una situación donde inevitablemente sólo hay dos puertas: o la humillación o la muerte. Ese hombre escoge la muerte porque es la única manera que tiene de demostrar la tropelÃa que se ha cometido con él y devolver la dignidad a los suyos. No hay otro medio. ¿Pleitear? Eso lo pueden hacer los ayuntamientos, los sindicatos, los entes que parecen siempre anónimos porque nunca nadie se da por aludido. Pero la carta de despido lo dice bien claro, lo único que dice bien claro es que está dirigida a Pablo DÃez Cuesta. Y decide morir. No nos detengamos ahÃ. Ayudémosle en el gesto. Un hombre espera a la noche para ahorcarse, porque nadie puede morir asà en pleno dÃa, rodeado de mirones. Hay que esperar a la noche, pero antes, escoger el sitio, y hay que ir a comprar la cuerda, porque nadie guarda una cuerda en un almacén para el momento supremo, y porque no se venden cuerdas para suicidas, hay que medirla bien y decidir que tiene el grosor adecuado y que se va a deslizar sin que haga un daño excesivo, porque nadie tiene experiencia de aquello que sólo se puede hacer una vez en la vida. O fue de otro modo. Aún es el dÃa que nadie de los suyos sabe ni los resultados de la autopsia.
BastarÃa el alegato de este hombre ahorcado junto al PolvorÃ, en Montjuïc, para echar por tierra todas las paparruchas sobre las culturas, los foros, los fantasmas, los brillantes discursos multilingües. Pablo DÃez Cuesta no tuvo tiempo de pensar –él, que pasó una tarde tan larga que sólo de imaginarla me estremezco–, no tuvo tiempo de pensar que su muerte coincidÃa con el Fòrum y que apenas serÃa un recuadro insólito en página par entre las glorias de los fastos. La Guardia Urbana de Hostafrancs le dio a la viuda las pertenencias del muerto: la cartera, el móvil azul que dispara un “¡Aúpa, Burgos!â€?, el anillo, una cadena, la gafas de sol y la carta de despido. Se ahorcó vestido de conductor del Ayuntamiento. Cuentan que su entierro se celebró en Collserola, un sábado, y que se desbordaron las dos salas de compañeros que fueron a llorarle. Afirman que no fue ni un solo fotógrafo. El Fòrum de les Cultures acaparó todos los profesionales de guardia aquel fin de semana. La verdad es que hubiera servido de poco, pero al menos la familia tendrÃa una gesta para enmarcar y sentirse orgullosa cada vez que la contempla. |
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Comentaris
Re: Para la que no la conozca esta es la historia d Pablo Diez.
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per un |
04 oct 2004
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on anirem a parar
deixar que algú es mati per culpa del zel del bon funcionari cabró
i mentrestant, en clos i la demés colla de xoriços que en sa vida donaran explicacions ni es deixaran linxar moralment |
Muerte a los encargaos pelotas
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per capaencargaos |
05 oct 2004
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que capen al encargadillo ya! |
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