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MEDIOS PÚBLICOS, CHOLLOS PRIVADOS... tve
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per Rafael Cid |
23 set 2004
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MEDIOS PÚBLICOS, CHOLLOS PRIVADOS,
Empiezan a poder verse los informativos de TVE sin vomitar. TodavÃa es sólo un leve soplo de aire fresco, apenas una brizna de decencia. Pero de momento ya no tenemos que resignarnos a contemplar el más repugnante espectáculo del mundo mientras zappeamos. Algo, allá a lo lejos, está cambiando en la polÃtica informativa de la televisión estatal. Lo que no quiere decir que la cosa se mantenga y, muchos menos, que avance siempre en la buena dirección. No ha nacido un gobierno que no manipule a su favor los medios públicos. De hecho, las nuevas parrillas de las tertulias de Radio Nacional de España no anuncian nada bueno. Al contrario. La novedad es que directivos de empresas privadas de comunicación van a copar los espacios de debate de la radio pública. Sólo en dos de esas tertulias radiofónicas , “24 horasâ€? y “Buenos dÃasâ€? participaran 4 representantes del grupo Prisa, 3 de Zeta. 2 de La Vanguardia, 2 de El Mundo y otros 2 de La Razón. Y lo mismo en las de la TVE. Un rancio aroma de “cartel de mediollinâ€?, si se me permite la licencia, persiste.
Parece que ahora se impusiera el modelo ministras-Vogue, como una doble representación endogámica, pública y privada. En vez de obrar en recto y abrir la cadena de emisoras a la sociedad civil, RodrÃguez Zapatero ha entregado las tertulias a la eterna escuderÃa de los todólogos, los inevitables periodistas estrella. Esa es la manera en que el PSOE entiende la pluralidad informativa. Nada nuevo bajo el sol. Salvo que en vez del monolÃtico rodillo aznarista, con los acostumbrados comunicadores de corte y cabecera controlando los medios, el actual Gobierno ha ampliado el abanico fichando a gran parte de los persuasores privados.
El tema es especialmente grave porque, en la continua reivindicación que el presidente del Gobierno hace de la democracia deliberativa como ideal hoja de ruta, se da por sabido que sin información veraz y participación ciudadana es imposible arbitrar una democracia que resulte minimamente habitable. Para deliberar, aserto que es la base de la democracia participativa o deliberativa, es preciso que los deliberantes tengan antes materia sobre qué deliberar, y no humo virtual. O sea, información veraz, plural y medios independientes.
Algo que por definición sólo es potencialmente posible entre los medios públicos. Y esa perspectiva queda totalmente arrumbada –por más que se maquille de espurio pluralismo- cuando se deja que sean portavoces de los medios públicos los directivos de los privados. El eterno negocio de los vicios privados segregando virtudes públicas.
De esta manera, lo que se presenta como una apertura progresista de los medios deviene en una vulgar y rancia estafa. Si no bastará ya con la posición dominante que los grandes empresas multimedia tienen en España respecto a la formación pública, con profesionales que suelen ejercer por duplicado en la prensa y la radio de la casa, y en ocasiones por triplicado cuando el medio tiene también su canal de televisión amigo, viene el Gobierno y les ofrece las micrófonos públicos para que expandan también allà la ideologÃa e intereses de sus empresas. ¡Verde y con asas! Y además, a la consabida concentración mediática se añade una centripetación profesional, retribuida generosamente a costa del dinero de los contribuyentes con cifras que superan el salario mÃnimo interprofesional por emisión, en un sector diezmado por el paro y la exploración laboral.
De esta curiosa forma, en los próximos meses podremos oÃr en la radio pública a tertulianos que, además de soportar garbosamente un lucrativo pluriempleo, se han distinguido por haber sido aguerridos denunciadores del despilfarro de TVE en sus medios de origen. Eso sin tener en cuenta que, en no contados casos, nuestros todólogos cooptados a las tertulias de la radio pública encubren intereses directos, indirectos o transversales en algunos de los miles lobbys, y gabinetes de influencia y relaciones públicas que minan la vida económica y polÃtica del paÃs. Buena parte de estos lÃderes de opinión, predicadores mass-mediáticos desde los púlpitos públicos, serán los llamados a comernos el coco gracias al nuevo talante sin talento del poder polÃtico.
Como, por ejemplo, ese sicario informativo de Mario Conde ahora doblado en analista de postÃn. En términos de pura teorÃa de la comunicación hablamos de diferencia de conocimientos (knowledge gap), construcción del temario (agenda-setting) y espiral del silencio (spiral of silence).
La dinámica que ahora recobra nuevos brÃos en el elegante estuchado pluralista confeccionado por los fontaneros de Moncloa tiene no obstante largo aliento. Responde en último extremo a una concepción elitista de la democracia (todo para el pueblo pero sin el pueblo), que se ejecuta mediante una rigurosa polÃtica de cuotas en lo referente a la participación en la cosa pública. Es la consabida tentación oligopolista de los partidos polÃticos. El modelo tándem de dos partidos polÃticos, o triciclo a lo sumo –siempre que el tercero en discordia salve el escollo de ese cinco por ciento de votos para entrar en el parlamento-, que luego irradia a todos los demás poderes, desde la judicatura a los medios de comunicación. Una técnica de jibarización social que da como resultado sumario una servidumbre voluntaria total y absolutamente irrepresentativa.
Eso sobre el papel, que lo aguanta todo. Porque la realidad es otra. Si los partidos parlamentarios no están suficientemente identificados con la causa del sistema dominante, existen cribas, trincheras, sentinas, pasos a nivel, exclusas y barreras suficientes para hacer aún más invisible su ya difÃcil parpadeo social. ¿Alguien sabe de algún medio de comunicación que represente los intereses de Izquierda Unida, los verdes o los republicanos, por hablar sólo de formaciones homologadas? ¿Por qué la opinión públicada, que debe ser causa y efecto de la opinión pública, extirpa este reflejo de la estructura polÃtica realmente existente? ¿Cómo es posible que incluso en los medios públicos se reincida en la misma interesada aberración de soslayar lo evidente y mayoritario? ¿A dónde conduce que las televisiones privadas, que son concesiones estatales sometidas al principio de “especial interés socialâ€?, se hayan convertido en los principales púlpitos de sumisión y encanallamiento colectivo? ¿No serÃa lógico que en vez de tertulianos simbióticos y empotrados, las tertulias de los medios públicos acogieran a verdaderos representantes de la sociedad civil: intelectuales independientes, miembros destacados de ONG´s, periodistas solventes en paro, integrantes de movimientos sociales, representantes de la emigración, etc.?
Porque semejante tobogán de concentración elitista incuba una especie de “cartel de mediollinâ€? de consecuencias perversas. Los medios privados son los principales hacedores de la opinión pública, mientras los públicos son denostados por socialmente improductivos. Los medios públicos resultan fagocitados y suplantados por los propios ejecutivos fichados como estrellas de sus espacios informativos. Los profesionales de los medios privados, en acrobático ejercicio de cleptomanÃa salarial copando las tribunas públicas, inundan foros y cursos de verano para exponer su mercancÃa doctrinal durante el estÃo. Y, finalmente, estos mismos periodistas de fortuna acceden a la mayorÃa de las plazas en la universidad gracias a su bien dotado currÃculum laboral (para entrar en el escalón docente más inferior la universidad pública exige disponer estar en una o varias nóminas).
Este proceso que, según el jurista Hans Kelsen puede prefigurar una democracia orgánica “allà donde los grupos económicos o profesionales forman los cuerpos electoralesâ€?, tiene su hito más cochambroso en la moda que hace de polÃticos en activo redundantes lÃderes de opinión, algunos después de haber sido derrotados en las urnas. Gentes como Juan Alberto Belloch, JoaquÃn Leguina, José Barrionuevo o Rafael Vera, por aludir sobre todo al banquillo de la izquierda sillar, han trabajo y trabajan como tertulianos y opinadores espléndidamente retribuidos en emisoras públicas y privadas. Sin desmerecer del reciente fichaje del lÃder de la oposición Marino Rajoy como comentarista radiofónico en ciclismo. Es decir que gobierno y oposición son dimensiones enfrentadas que siempre convergen en algún medio de comunicación. Y como la función crea el órgano, con esos mimbres de democracia de karaoke y ventrÃlocuos de crecida autoridad, no es extraño que las listas de best-seller en España a menudo sean un monumento al esperpento. El verano de 2004 el ránking de libros más vendidos lo encabezaban tres incunables: la autobiografÃa de Aznar, las memorias de MarÃa Teresa Campos y un texto con las Mil mejores recetas del Themomix.
Si Tocqueville veÃa en la pluralidad de medios y en los mecanismos para limar la desigualdad de oportunidades la esencia de la democracia, doscientos y pico años después precisamente los medios parecen concitarse para agrandar esas mismas desigualdades de partida. Al ponerse el sector público al servicio del privado, el resultado no es una discriminación positiva sino una concentración oligárquica de poderes que sirve para someter a la opinión pública s sus exclusivos intereses. A la brecha económica y polÃtica se suma ahora la mediática. Somos lo que conocemos. Por eso cada vez parecemos más autistas sociales.
EL VAIVEN DE RAFAEL CID |
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