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La "normalidad cultural"
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per jr |
20 ago 2004
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La "normalidad cultural"
JR
A no ser en los periódicos y con alguna excepción, leo muy poco a mis contemporáneos. Creo que es una buena medida para no perder el tiempo. Lo que diga y piense la mayorÃa de ellos está ya dicho, y mucho más atinada y beÂllamente, en el pasado. Los asuntos que parecen novÃsimos son reiteraciones de lo ya sucedido, con aspecto diferente. Spengler trata esto en su obra cumbre “La decadencia de Occidenteâ€? -“épocas coÂrrespondientesâ€?. Nietzsche, en su “eterno retornoâ€?...Si acaso, lo que está pendiente y piÂdiendo a gritos el análisis de la actuaÂlidad, es que el escritor se sitúe mentalmente en la luna para contemplar los aconÂtecimientos del ser humano como si fueran aventuras de hormigas fuera del hormiguero. No nos creamos nosotros muy diferentes ni más inteligentes que las hormigas. Si viéÂramos de lo que son capaces las hormigas (Meternick) ... En el fondo y para lo que son nuestros respectivos destinos, nos ganan en todo. Nuestra inteligencia sólo está orientada a la comodidad de los desplazamientos y al ahorro de la energÃa vital... para perderla a la postre después y debiliÂtarÂnos, permiÂtiendo la Medicina que vivamos quizá un poco más pero a meÂnudo arrastrándonos. Viajar por el espacio o ver imágenes a distanÂcia -siempre la distancia- no es más que una mÃnima ventaja al lado de lo que seres de otros mundos tan hipotéticos como a buen seguro reales, pueden realizar sin ufanarse de ello y sin que su soberbia asociada a la estupidez den al traste con la vocación de perfección o de sinergia universal...
Lo primero que tiene que hacer el ser humano es abandoÂnar precisamente su fatuidad. Después, tratar cada uno a sus seÂmejantes como a sà mismo, y a partir de ahà ya poÂdrÃamos emÂpezar a llenarnos la boca de la palabra progreso y de otras zaÂrandajas que tanto nos asombran.
Leer a los pensadores consagrados, ya cribados por el tiempo, es garantÃa de enriquecimiento intelectivo y espiriÂtual. Además sus ideas rara vez están comprometidas; zigÂzaguean en diferentes direcciones porque el pensamiento no obedece a leyes geométricas. El pensamiento puro no tiene en cuenta modas, ideologÃas, editoriales, ni presiones sociales.
Por esto, no recuerdo a ninguno de los escritores-pensaÂdores de la postmodernidad que no haya terminado decepÂcionánÂdome y además gravemente. De casi todos me ha bastado leer uno cualquiera de sus libros, para dejarlo enÂseguida o por la mitad. En el caso de Salvador Pániker ha sido diferente. He leÃdo sus obras principales, “FilosofÃa y mÃsticaâ€?, Variaciones 95, Primer testamento y ConversacioÂnes en Madrid, hasta lleÂgar a "Cuaderno amarillo". Ahà lo dejé, en la página 158. PaÂrece como si el pensamiento anteÂrior de Pániker le hubiera juÂgado una mala pasada haciénÂdole perÂder el norte. El sistema se le antoja inevitable, no se rebela frente a él y acepta como premisa mayor que los eventos de los últimos tiempos en los que la polÃtica norÂteamericana es decisiva son exactamente como se nos han hecho creer que han sucedido “oficialmenteâ€?, y de ello saca conclusiones. Para nada se cuestiona la cosmoÂvisión de la “otra historiaâ€?, esa que aparece siempre pasados treinta o cuaÂrenta años; cuando lo que ahora se llama "docuÂmentos desÂclasificadosâ€? nos permitirán conocer la otra verdad. AunÂque luego ésta sea tan falsa, la mayorÃa de las veces, como la que esos documenÂtos desmienten... Imperdonable en un penÂsador de altura, como parece serlo Salvador Pániker. En defiÂnitiva, aparte cientÃficos como Sánchez Ron y WagensÂberg y el filósofo por antonomasia, Jesús MosterÃn, prefiero ideas jugosas y refrescantes de colaboÂradores tan anóniÂmos o marginales como yo, que no pretenÂdemos vender a nadie idea alguna...
Porque hoy dÃa las ideas, las pocas ideas nuevas que floreÂcen y circulan, giran y giran en torno a un eje común, una idea central, fundamentalista y única: el libre mercado. Parece que fuera del libre mercado no hay salvación. No sólo en lo ecoÂnómico; también en lo social. Una campaña sostenida por un par de individuos ramplones aunque muy ruidosos en su resÂpectivo campo, en lo polÃtico y en lo cultuÂral, Aznar y Vargas Llosa, aparecen de un tiempo a esta parte en las esferas hisÂpánicas con una cruzada particular pero intensa contra lo que llaman de manera altisonante: "la excepción cultural".
Dicen que Vargas Llosa es un buen novelista. No lo sé. En este caso no he empezado siquiera a leer ni uno solo de sus liÂbros. Pero he leÃdo unos cuantos artÃculos suyos en El PaÃs a lo largo de estos últimos cuatro años y alguna de sus cróÂnicas como corresponsal de guerra en Irak poco después del finis belli dictatum de la hiena yanqui. Con eso tengo bastante para saber con quién nos las vemos en materia de pensamiento y de ¿cultura?. En realidad, en marzo del año 2000, en un acto en el CÃrculo de Bellas Artes de Madrid -un frente a frente de “capitalismo versus socialdemocraciaâ€? con JoaquÃn EstefanÃa y Vicente Verdú-, Vargas Llosa se retrató de cuerpo entero y lo dijo todo tanto sobre el asunto en sà como sobre su propia perÂsona e ideario...
Ahora vuelve en su papel de campeonÃsimo del neoliberaÂlismo rabioso con un artÃculo también en El PaÃs sobre la diÂchosa cuestión de la excepción cultural, a la que ya hizo refeÂrencia el despejado Aznar en alguna de sus interesantÃÂsimas declaraciones públicas. Está claro de dónde le viene a Aznar la ocurrencia... Vargas Llosa canta a la libertad (como si los deÂmás, los que desconfiamos del uso que los que nos la admiÂnistran hacen de ella en su exclusivo proveÂcho, no la deseáÂramos porque somos unos menguados) y propone el libre mercado que a él tanto encadila, para arrinÂconar a la excepÂción cultural desde la concurrencia de fuerÂzas del mercado que imagina libres. Rechaza el dirigismo de los funcionarios (sic) que determinen qué cultura es buena y cuál mala; qué debe prosperar y qué debe abortar en materia de las artes de repreÂsentación, literarias e inteÂlectuales, y se lo confÃa a la confluenÂcia de productos y caliÂdades. Si algo es bueno -dice o viene a decir-, que lo diga el consumidor. Si vale la pena, se impondrá al resto por su propio peso. Si no lo es, no despuntará... ¿Lo cree verdadeÂramente asÃ? ¿Es asà de ingenuo, o ha enconÂtrado en esa idea su religión? ¿Cree en el mercado libre, como creen en él todos esos pandilleros metidos a polÃticos que hoy vienen sobresaliendo gracias precisamente al mercado negro de las verdades ficticias?
Sin embargo, en principio la teorÃa puede valer. Sobre todo para quienes están encantados ya de antemano con el merÂcado libre sin haber reflexionado sobre él lo suficiente para darse cuenta de que la libre concurrencia no es libre y un criÂmen contra el bien común abandonarla a su suerte por su naÂturaleza radicalmente injusta. Hormiguero repleto de horÂmigas pero sin la solidaridad y solicitud de las hormigas... Pero ¿qué le alcanzará a su miserable intelecto a quien se ha arrancado de él la noción de justicia distributiva?
Veamos, excepción ¿respecto a qué? Para hablar de “exÂcepÂciónâ€?, hay que haber fijado antes la regla general. Poner el caÂrro antes que los bueyes es mal asunto si deseamos que el caÂrro se mueva. Excepción ¿respecto a qué regla? Puesto que el antónimo de excepción es “normalâ€? y “normaâ€?, la pregunta obliÂgada es ¿cuál es la norma cultural opuesta a la excepción culÂtural? ¿La cultura anglosajona de la coloniÂzación y depredaÂción permanente bajo cuya dirección están dispuestos a entreÂgarse como una mereÂtriz del alma? ¿La cultura hispana que a duras penas sobrevive entre esos ciudadanos prestados al imÂperio? ¿Qué nos proÂpone VarÂgas Llosa? ¿Adherirnos sin conÂdiciones a la civilizaÂción –la última fase, la decadente, de una cultura- estadouniÂdense, tirando por la borda las culturas exÂcepcionales que es tanto como decir la cultura con mayúscuÂlas?
Mercado. Vargas Llosa no quiere a funcionarios dirigiendo los criterios de calidad, y pone la responsabilidad en manos de la libre concurrencia y lo “bueno� decidido por la cantidad que demanda el producto cultural.
¿Acaso cree él que es libre el mercado? ¿No se ha dado cuenta de que en unos casos no hay más que intervencioÂnismo puro, y en otros la publicidad y el protagonismo de los grupos de presión lo atenazan? ¿No ve que nada que no sea superfluo y de interés secundario queda sustraÃdo al control del mercado? Que o lo decide la polÃtica económica que al final es la polÃtica a secas, o lo decide la publicidad que a su vez está condicionada y manejada por la polÃtica como tal o convertida en propaganda. Asà es el mercado. No un zoco donde todos pujan y el mejor y menos caro de los productos se impone a sus competidores legÃtimamente. La pujanza no viene del merÂcado, sino de las constantes maniÂpulaciones a las que los poÂderosos y los que lo defienden someten al mercado para emÂpobrecer a los más poÂbres...
Varga Llosa quiere que los productos intelectuales como el cine y el teatro, la literatura y en general la letra impresa sea tenidos como una mercaderÃa más cuya elección sea deciÂdida en función de la demanda. Pero no quiere saber nada de que la demanda es generada, percutida y potenciada desde la oferta por la propaganda...
No es mala cosa abandonarlo todo al mercado y privatiÂzarlo todo. Ese es el camino que lleva la maltrecha econoÂmÃa estaÂdounidense. No es mala cosa si pensamos restrinÂgir la alta demografÃa del planeta. Pero un crimen si teneÂmos en cuenta que es la mejor manera de ir abriendo más la brecha de las desigualÂdades hasta la eliminación progreÂsiva de los más déÂbiles. En literatura, en cine, en teatro, en pintura, en música también...
Vargas Llosa es otro necio más de los miles que ha dado a luz este par de últimos siglos... y da la impresión de que, bien afortunaÂdamente, la exÂcepción cultural se reduce a unos poÂcos: precisaÂmente él, a Bush, Aznar, cada uno con su resÂpecÂtiva coÂhorte, y todos giÂrando en torno a los FriedÂmann, Kaplan y deÂmás teóricos del neoliberalismo criminal.
Desármese el imperio del poder militar y arránquese su voÂluntad de poder nietzscheana, y luego hablamos sobre qué es preferible, si la excepción o la normalidad cultural... |
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