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Confesiones y memorias
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per Antonio García Trevijano |
20 ago 2004
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yo seguiré escribiendo, sin esperanza de ser oído, la simple verdad. Aunque se sonrían con aires de superioridad los escépticos que no quieren ver más allá de donde les permite su inseguridad vital; aunque mis relatos fidedignos se tomen como una opinión más, entre otras; aunque me ignoren o maldigan los numerosos partidarios de la traición victoriosa, yo continuaré diciendo la verdad de los hechos en que participé como actor principal, y poniendo en solía las falsas opiniones sobre la historia de la Transición. |
CONFESIONES Y MEMORIAS
OTRAS RAZONES.
Lunes 11 de septiembre de 2000
ANTONIO GARCÃ?A-TREVIJANO
Mientras duren los efectos de la traición de los partidos a la democracia, y no se reconozca que ésta era algo realizable de modo pacÃfico a la muerte del dictador; mientras continúe la propaganda universal de que esta MonarquÃa es una democracia y no una oligarquÃa consitituida en un Estado de Partidos; mientras se siga mintiendo sobre los hechos históricos verificables, que determinaron el secreto consenso monárquico predeterminado por el dictador y la renuncia de los partidos a su compromiso por la apertura de un perÃodo constituyente de la libertad; mientras se persista en considerar «legÃtimo» que unas Cortes legislativas se hicieran constituyentes por decreto de la Autoridad; mientras se afirme como verdad inconcusa la estupidez metafÃsica de que solamente era posible, entonces, lo que se ha realizado después (cuestión a la que, por su importancia mental, dedicaré otros espacios), yo seguiré escribiendo, sin esperanza de ser oÃdo, la simple verdad. Aunque se sonrÃan con aires de superioridad los escépticos que no quieren ver más allá de donde les permite su inseguridad vital; aunque mis relatos fidedignos se tomen como una opinión más, entre otras; aunque me ignoren o maldigan los numerosos partidarios de la traición victoriosa, yo continuaré diciendo la verdad de los hechos en que participé como actor principal, y poniendo en solÃa las falsas opiniones sobre la historia de la Transición.
Durante mucho tiempo me abstuve de escribir sobre unos hechos tan decisivos para la historia de la libertad y la dignidad nacional, como sin duda lo fueron la Junta Democrática y la Platajunta, a causa del papel relevante que desempeñé en aquella prefiguración popular de la democracia bajo la dictadura. Y no porque temiera caer en los subjetivismos y parcialidades que acechan a las Memorias o Confesiones de los que han sido actores o testigos de acontecimientos históricos. Eso lo puede superar el rigor en la narración de hechos, la objetividad en el planteamiento de los intereses en conflicto y de las ideas enfrentadas, y la fidelidad en el recuerdo de los sentimientos colectivos y personales. Pues como dijo justamente Goethe, «¿por qué el historiador no habrÃa de hacer consigo mismo lo que hace con los demás?».
Lo que me atenazaba el ánimo de escribir el relato de mi acción polÃtica bajo la última fase de la dictadura era otra clase de temor. TemÃa que la mera constancia de los hechos protagonizados por la Junta Democrática fuera, o pareciera, una adulación a mà mismo. TemÃa que el reconocimiento sincero de los errores de la Platajunta pudiera ser considerado como una confesión de culpa, que es una forma sutil y perversa de la vanidad. Las Confesiones, incluso las de San AgustÃn y Rousseau, pueden estar justificadas como literatura reflexiva, pero son escabrosas como fuente de información. No me parece justo, ni digno, dar valor de juicio universal a lo que pertgenece a la esfera de la sensibilidad.
Pese a ser consciente de que la verdad de los hechos históricos habÃa sido sacrificada a la mentirosa propaganda del sistema de poder de la Transición, y pese a que nadie parece tener algún interés en sacarla a la luz, yo estaba dominado por el prejuicio de no escribir mis Memorias, inbuido por la idea de que en este género literario no se espera encontrar la verdad de los hechos, sino la maledicencia, pocas veces irónica, sobre personajes públicos con los que ha tratado el cronista de su propia vida. Pero al releer la «Contribución a la crÃtica de mà mismo» de B. Croce, me pareció exagerado el prejuicio absoluto contra las Memorias. Que llegan a ser un deber, como lo expresó el pensador italiano, cuando «se cree poder conservar para la posteridad algunas importantes noticias que de otro modo podrÃan perderse». Y eso es lo que estoy haciendo ahora en esta serie de artÃculos. Cumplir con un deber.
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yo seguiré escribiendo, sin esperanza de ser oÃdo, la simple verdad. Aunque se sonrÃan con aires de superioridad los escépticos que no quieren ver más allá de donde les permite su inseguridad vital; aunque mis relatos fidedignos se tomen como una opinión más, entre otras; aunque me ignoren o maldigan los numerosos partidarios de la traición victoriosa, yo continuaré diciendo la verdad de los hechos en que participé como actor principal, y poniendo en solÃa las falsas opiniones sobre la historia de la Transición. |
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