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Melody y Albert
MELODY Y ALBERT
LA RAZÓN. S�BADO 8 DE MAYO DE 2004
PALOMA PEDRERO
Otra vez la triste noticia de una muerte anunciada. Otra vez tengo que escribir desde el dolor porque desde la rabia no llegan los mensajes. Y me como la rabia. Y digo: Albert, de dieciocho años, mató a Melody, de quince, con un disparo en la boca. Después, se suicidó. Estaba desesperado, no hay duda, pero no tanto como para quitarse de en medio sin llevarse por delante el objeto de su necio sufrir, de su maleducada cabecita de macho posesivo. Ella, la niña bonita, no sería de ningún otro. Antes de poner el cañón sobre su propia boca se aseguraría de que el corazón de la muchacha en flor estuviese más silencioso que un muerto. Constataría que su fuerza muscular había logrado acabar con la melodía de la niña, que ya nunca hablaría con ninguno en la escuela. ¿Pensó en el cielo? Porque si creías en el cielo, Albert, tal vez haya muchachos por allí.
No están locos. No son dementes los hombres que matan a la mujeres que un día se les entregaron. Que un día les dijeron te amo como a nadie en el mundo, me derrito en ti, te doy mis ojos, te ofrezco mis pechos para que descanse tu cabeza, mis manos para que tengas guantes en invierno, mi palabra para que sepas explicar un dolor, mi inteligencia para que construyamos juntos la canoa del río. Ella se dio y él, desde ese día, pensó que ella era suya. No, Albert, las mujeres nos damos al amor, como los hombres, sin que eso signifique que no amanezca; que hay entonces que levantarse de la cama y mirar. Y trabajar y cuidar que la existencia tenga un plato de sopa. Las mujeres nos entregamos al amor, como los hombres, sin renunciar por ello a nuestra libertad. Melody, sin duda, había descubierto tu obsesión por una exclusividad violenta. De ahí vino su condena. Pero ¿quién daba puñetazos en la mesa de tu infancia, Albert? ¿Quién te engañó haciéndote creer que a los pájaros, cuando los agarras del cuello, te cantan, te respetan, te adoran? ¿Quién te compró la primera escopeta y te dijo que los hombres más hombres han de saber lo que es una bala? ¿Quién puso en el escaparate de esa juguetería un disfraz pavoroso y un tanque de la guerra? ¿Quién te dijo que las niñas son mariposas tontas a las que hay que levantar la falda? ¿Quién te enseñó a mandar cuando ni siquiera sabías hacerte un huevo frito? Ay, Albert, cómo me duele que haya tantos Alberts en este mundo de valores extraviados. En una de mis obras un personaje de tu edad también se apoda Albert y es cabeza rapada. Y él también se dejó comer la suya con tanto juguete bélico, con tanto padre bruto, con esa maldición que llevamos los humanos de no saber ceder un privilegio o quitarnos la violencia de encima, que es lo que nos distingue de los animales, Albert. De los peores.
Pero Melody, que quería vivir, ya no está.
No, no eran Romeo y Julieta. Su historia era vulgar y horripilante. Fue otra triste historia de violencia machista.

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