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CARTAS INSÓLITAS

LA RAZÓN. VIERNES 2 DE ABRIL DE 2004
ANTONIO GARCÃ?A TREVIJANO

No estamos habituados a ver los actos de los gobernantes al desnudo, sin el ropaje mediático que los decora conforme a los deseos ideológicos de los consumidores de mercancías políticas. Los comentarios sobre las cartas de Zapatero y Aznar, referentes al relevo de las tropas, ponen de relieve que, a diferencia de los ideales derivados de la realidad, las ideologías se muestran en las distintas reacciones sentimentales que, sin fundamento racional en los hechos, la sociedad civil manifiesta frente a situaciones escandalosas o confusas en la sociedad política.
Basta leer los opuestos titulares de prensa sobre esta correspondencia para comprobar que la torpe malicia de los gobernantes nunca prosperaría si no estuviera siempre disimulada y casi siempre cubierta por la culta mendacidad de la sociedad mediática. Entre el hecho político y su percepción no solo se interpone la aptitud personal, sino sobre todo la mediación de la propaganda ideológica.
Ambas cartas acusan la falta de mundo y de elegancia epistolar en que jamás incurren los hombres de espíritu. La misiva de Zapatero parece la de un coronel emplazado por un co-mandante renuente al cumplimiento de su deber y la asunción de responsabilidades. Tiene el tono de la comunicación, sin ironía ni humor, de un superior a su inferior. Se nota la mano de un mentor desaforado. Pero la severidad del estilo imperativo, al expresar un fondo cristalino de corrección y veracidad, excluye la descortesía.
La carta de Aznar revela defectos de una persona aviesa y de un gobernante irresponsable. Su enrevesado argumento obedece a la mala fe con que tergiversa los hechos. 1° Miente cuando afirma que Zapatero le ha comunicado que «es partidario del relevo». 2° Ofende cuando celebra que Zapatero «haya decidido» fijar su posición de manera inequívoca, como si esperara lo contrario. 3° Se contradice cuando reconoce que el PSOE había manifestado «con toda claridad» una posición de fondo divergente de la gubernamental. 4° Enreda cuando, en un asunto de trámite, se remite al traspaso de poderes con abstención de cualquier decisión unilateral. 5° Falsea cuando dice que ha ordenado el relevo «conforme a la voluntad política expresada» por Zapatero. 6° Difama cuando lamenta que los perjuicios ocasionados «solo son achacables a la tardanza» de Zapatero en fijar su criterio. 7° Injuria cuando aprovecha la ocasión para señalar a Zapatero, como si éste no lo sintiera, el máximo respeto y admiración por la misión militar. En suma, una carta falsa, impertinente y rebuscada.
Aznar tendió una burda trampa a Zapatero, pidiéndole que se comprometiera por escrito sobre el relevo de las tropas. Éste la soslayó, no pronunciándose sobre un tema que era de la competencia exclusiva del Gobierno. Pero cayó en la pre-potencia que ha prometido evitar, al no tener aún la potencia oficial que avalaría su conminación al todavía Presidente. Un ridículo vicio de soberbia en quien se cree humilde y en modo alguno una digna manifestación de orgullo personal. Los medios que le son favorables han pasado la esponja sobre este síntoma, tan despectivo para su adversario como inquietante para los ciudadanos.
La escandalosa y confusa respuesta de Aznar no traduce la mentalidad de un Presidente en funciones, sino la de un alférez provisional preconstituyendo el pliego de descargo. Su carta manifiesta la abundante malicia, pobre inteligencia y nula sutileza de quien nos ha gobernado con tesón en un error patriótico sustancial. Se comprende que la prensa conservadora haya sostenido su política económica y quiera salvar su imagen. Pero no que este diario cometa la temeraria imprudencia de publicar el texto de las cartas con estos titulares: «Aznar obligó a Zapatero a autorizar por escrito el relevo de las tropas» y «Trillo retrasó el relevo hasta que Zapatero dio el visto bueno por escrito, como le exigió Aznar».


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