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Mas Allá del SiNdiCaTo y del ParTido
16 jun 2004
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¿Clase obrera o multitud? ¿Hay un nuevo sujeto histórico? ¿Poder o antipoder? ¿Ocupar el estado o extinguirlo? ¿O para abolirlo hay que tomarlo? ¿Organizarse es desautonomizarse? ¿Contrapoder, insurrección y okupación ? ¿Toda institución es estatista? ¿El poder constituyente deviene en constituido? ¿Adiós a los sindicatos y partidos? ¿Fraternidad o complacencia? ¿Debate o simulacro? ¿Fue cooptada la autonomía por Kirchner? ¿Puede haber anticapitalismo en el capitalismo? ¿El dinero hace falta en todo tipo de sociedad?

 

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico (NPH)
htpp://nuevproyhist.tripod.com.ar
nuevproyhist@hotmail.com

 

Novena parte: Mas allá del sindicato y del partido

Parte del material: "La organización autónoma del trabajo" 

 

 

"No podemos recurrir al método de esconder nuestros desaciertos para que no los vean. Eso no sería honrado ni sería revolucionario. De nuestros errores se aprende también. De nuestros errores aprenderán los compañeros de América y de otros países".

Ernesto "Che" Guevara.

"No será el miedo a la locura lo que nos obligue
a bajar la bandera de la imaginación".

André Breton.

"La acumulación de «trabajo muerto» como capital, representado en la forma-dinero, es el único «sentido» que el sistema productor de mercancías conoce".

Grupo Krisis.

"Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra".

Walter Benjamin.

 

Nota para l@s compas: Las cifras se redondean para facilitar su lectura.

 

Sumario:

1.- Clase obrera. Trabajo y multitud.

2.- El asalariado posfordista.

3.- Fuerzas represivas y capital-criminal. El delito como mercancía y lo punible como trabajo.

4.- Clientelismo social, asambleismo y nuevo ciclo de acumulación.

5.- Dilemas de la autonomía.

6.- Autonomía y anticapitalismo.

7.- Autonomía y antagonía.

8.- Mas allá del capital y del estado.

9.- Mas allá del sindicato y del partido.

10.- Revolución del capital y poder constituyente. 

 

A los que vengan después...

 

 

9.- Mas allá del sindicato y del partido.

 

... "Los movimientos no son de ningún modo meros "grupos de presión" al servicio de la izquierda política, ni una especie de electroestimulador cardíaco para burocracias y funcionarios sin imaginación"... "La autonomía es la crisis de la vieja política, basada en la representación de sujetos mudos, obedientes e iguales entre sí, la centralidad de la toma de la palabra de masas, la expresión y la iniciativa"... " A partir de ahí se pueden pensar los desafíos de una acción política instituyente a la altura de los tiempos que corren, lo demás es llanto y crujir de dientes".

Colectivo Editorial Indymedia Madrid.

 

¿Salario digno? ¿O vida digna? ¿Se puede medir en dinero la dignidad del trabajo? Sin salario no hay subsistencia para los trabajadores, pero con salario hay larga vida para los empresarios. ¿Cuánto vale una vida? Que es lo mismo que decir ¿Cuánto vale la dignidad en el capitalismo? ¿Pudiendo adquirir la canasta familiar ya somos dignos? ¿El combate sindical es un camino transicional para ir por una vida emancipada de los patrones? ¿O una zanahoria que recurrentemente se queda a mitad de camino? En un colapso económico, social y político como el de fines del 2001 y comienzo del 2002, la lucha por mas salario pudo detonar una revolución. El modelo capitalista de la convertibilidad estaba exhausto, la cadena de pagos rota y la multitud en las calles. Los gobiernos, uno tras otro, cuestionados. La justicia y el parlamento eran desafiados por las masas. Los contratos eran inservibles, la pesificación evaporaba los ingresos fijos, las deudas del estado y las empresas caían en default, los créditos en dólares eran impagables, del mismo modo que la devolución de los ahorros en esta moneda, las asambleas surgían por cientos y con cientos de activistas cada una, la clase obrera tomaba empresas y los cortes de rutas de los piqueteros eran legitimados por la multitud. En ese contexto, y tras la devaluación del trabajo tarifado, que ponía en marcha una nueva etapa de acumulación de capital, una lucha salarial era insoportable para los patrones. Pero en el 2004, con el 8.7 % de crecimiento del PBI de 2003, el capital está en condiciones de responder a la antagonía obrera (no antes sin resistencias) con recomposiciones salariales selectivas. En un capitalismo de castas laborales, compuesto por formales, informales y parados; conteniendo la antagonía del tercio de trabajadores registrados, resulta suficiente, para que el sistema siga andando. Otro tercio cae al precariado y el tercio restante resulta prescindible. Algo parecido, ahora acontece, con los planes de empleo. Ayer arrancados al capital a costa de semanas en las rutas, represión y mártires. En cambio hoy, si este recupero de plusvalor social no deviene anticapitalismo, se transforma en un instrumento de cooptación masiva de la antagonía del mundo piquetero. Lo que durante el derrumbe de una etapa puede ser una demanda radical, en otro momento ascendente de negocios, se transforma en un reclamo subsumible por el poder y meramente reformista en sus consecuencias. Las semillas del toyotismo y el posfordismo, el just in time (justo a tiempo) y el outsourcing (tercerización), la reingeniería y los círculos de calidad, el empleo eventual y la multifunción; fueron plantados hace casi tres décadas con el golpe. Reconfigurando militarmente una nueva dominación de los cuerpos laboriosos. El último recurso del poder, para ahogar un cambio antisistémico, y así continuar los empresarios con la extracción de la substancia humana llamada energía de trabajo y hacerla capital. Provocando a punta de bayoneta un disciplinamiento colectivo del hacer. Un control político militar extraeconómico de la autonomía del trabajo. Los trabajadores y su creciente disputa por la disminución de la plusvalía, tuvo en la lucha sindical clasista de los '70, su punto culminante. Mejores condiciones de empleo, salarios mas altos y una seguridad social expansiva, marcaban los límites de la subsunción formal. La inflación como síntoma insuperable de la expansión monetaria keynesiana, y la necesidad de una revolución en los medios productivos que combatiera la disminución de la tasa de ganancia, producto de las luchas de los creadores de riqueza; solo era posible, con un disciplinamiento feroz extra económico. Una dictadura castrense del capital que sometiera la antagonía laboral y modificara, de arriba abajo, la propia constitución material del obrero masa fordista. Una estrategia patronal destinada a destruir la homogeneidad de los millones de operarios que existían a mediados de los '70. Los patrones precisaban clausurar el recurrente peligro de las huelgas generales como forma privilegiada de la clase hacedora para frenar la producción. La autoconciencia desarrollada en los lugares de trabajo y la expansión de la independencia de clase, ponía a la orden del día, el cuestionamiento a la hegemonía del partido peronista. Para el capital, el riesgo insoportable de una identificación de la clase trabajadora, con una representación propia en un partido revolucionario de masas que disputara el estado y el poder, se hacía cada vez mas intolerable. El gobierno militarizado del capital y el pasaje al posfordismo, destruyó la antigua, compacta y masiva identidad del obrero fabril. Devastando conjuntamente las viejas estrategias de lucha. Para entender esta alteración paradigmática, nada mas palmario para ejemplificar este pasaje, que la propia empresa que identifica tanto el modo de producción capitalista fordista, como el posfordista. Tomemos las denuncias contra la fábrica Ford Argentina, sucursal Pacheco, en el partido de Tigre. Allí se "chuparon" trabajadores y antes de despedirlos se los torturó en las instalaciones del propio establecimiento. En 1974 había 7.500 obreros, treinta años después solamente 1.700. Mas del 75 por ciento de los puestos asalariados fueron destruidos por el avasallamiento maquínico de la empresa sobre el trabajo humano. La ciencia como dominio político. El trabajo muerto acumulado en la línea de producción robotizada sojuzgando al trabajo vivo de los operarios. El capital como tecnología, fagocitando y metabolizando el trabajo. De la subsunción formal a la real. Del dominio de la plusvalía absoluta a la hegemonía de la plusvalía relativa. Lo objetivo subyugando lo subjetivo. La máquina succionando la materia. El poder sobre la potencia. La muerte alimentándose de la vida. No hay límites a la subordinación del hacer, y la excedencia de los asalariados descartables, mientras los instrumentos productivos como forma de lo hecho y capital sigan en manos del patrón. El único freno al dominio del capital es la antagonía del productor. Un grito, ¡Se acabó! ¡Basta! ¡No va mas! Una práctica disidente radical. En la fábrica Ford sólo queda el 23 por ciento de la dotación de personal de hace tres décadas. ¿Tomamos dimensión de lo que esto significa en la subjetividad de la nueva clase obrera? Nada tan manifiesto como la experiencia de la empresa automotriz para comprobar el tránsito del obrero masa al obrero social. Nada tan obvio para constatar el comando parasitario de los empresarios contra la vida de la multitud. Aboliendo la degradante producción donde el capital quiera acorralar al trabajo, la tecnología en manos de los productores, que son sus creadores, está en condiciones de automatizar el hacer en beneficio de una sociedad redimida del trabajo esclavo. Adiós a los patrones significa la bienvenida de una vida emancipada y el arribo a un inédito tiempo libre. Un tiempo excarcelado de la lógica del lucro, la competencia y el salario. Adiós a los empresarios connota un hasta nunca al trabajo como hoy se lo practica. Adiós al dominio del trabajo muerto, como capital y máquina, es un mas allá de la fatiga embrutecedora del hacer bajo patrón. Además, resulta un nunca mas a su contracara: el tiempo libre obligatorio como condena de la exclusión del salario. Es la bienvenida al ocio creativo que funde un nuevo hacer civilizatorio. Los nuevos conceptos como obrero social y posfordismo no son caprichosos, sino que responden a las luchas de la fuerza viva del trabajo del mundo obrero, su resistencia antipatronal y la contraofensiva del poder. En el caso emblemático que da nombre al paradigma pos-fordista, ejecutado, por la mismísima empresa Ford Argentina. En las empresas donde se trabaja por un sueldo, poco menos, que está prohibido hablar de política entre los compañeros. Allí todavía ni siquiera llegó la democracia formal. En todo caso la que domina es la política patronal, y como tal, ninguna democracia para el trabajador. Desde que se vota, hace mas de 20 años, raras son las excepciones de las conquistas de los sindicatos por parte de la izquierda partidaria en cualesquiera de sus variantes. En la última década, las experiencias exitosas como el sindicato ceramista de Neuquén y su recuperación de la empresa Zanón, los mineros de Río Turbio, la comisión interna de la destilería Shell de la sucursal Dock Sud y los pasantes de telefónica; iniciaron su resistencia de manera subterránea y conspirativa en la empresa. Construyeron fraternidad de clase, volumen afectivo y se tomaron uno, o mas años, para emerger en el momento justo y exteriorizar el conflicto con los patrones. En el caso de los ceramistas neuquinos ganaron el gremio y tomaron la fábrica Zanón. Logrando sostener esta experiencia, contra los embates del estado y el capital, producto de la construcción de un espacio social y una densidad material y simbólica, que va de conjunto con la Coordinadora del Alto Valle. Allí confluyen desde el MTD a otras expresiones sindicales. Una articulación de la práctica fabril con la propia comunidad. Un contrapoder. En el caso de los pasantes, sin ganar previamente el sindicato, con una práctica autónoma, ocuparon las instalaciones de la Telefónica. Posteriormente recurrieron a la corporación para negociar reincorporaciones, salarios y condiciones laborales. En algún momento disputarán el gremio, o en una situación insurreccional, se reapropiarán lisa y llanamente de la Telefónica para beneficio de toda la multitud. Unica manera de que la recuperación del medio productivo emancipe a sus trabajadores okupas. Incorporando las comunicaciones a las redes de valor de uso. Un trabajo liberado del capital y del dinero sin necesidad de haber pasado previamente por la conquista del sindicato. Una mención diferenciada merece las reapropiaciones autónomas de los obreros. Un comportamiento autodeterminado, que en sus orígenes, no fue previsto por ningún partido ni impulsado por ningún sindicato. Y sin embargo, resultó conducido por una nueva burocracia peronista; sea tanto el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas como el Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas. Reconfigurando en clave capitalista la antagonía obrera. En un material del colectivo NPH: "Empresas recuperadas: la autonomía empantanada", exploramos estas prácticas. Un gremio es un partido sindical. Y un partido es una estado de segundo orden. Una dispositivo representativo de la mercancía trabajo, que se mantiene latente, a la espera de ocupar el aparato de clausura de la autonomía. Disputar, y en el mejor de los casos ganar los actuales sindicatos, es someterse a la impostura de la representación de una clase trabajadora mayormente precaria, desempleada, subocupada y como tal, irrepresentable. Es apropiarse de la caja gremial como botín, al mismo tiempo que hacerse de una estructura, valga la paradoja, irrepresentativa. El sindicalismo se arroga la personería gremial de una multitud que apenas está formalmente registrada, en la actividad privada, en un 25 por ciento. Recordemos que 8 de cada 10 empleos creados en el último año son en negro. Ningún gremio puede representar a estos nuevos trabajadores provenientes de la devaluación y la segunda ola posfordista. Para la registración impositiva son invisibles, para la seguridad social inexistentes, para la práctica sindical irrepresentables y para los patrones resulta la nueva sangre que alimenta al vampiro capital-parlamentario. Lo que la fragmentación del mundo del trabajo puso a la orden del día no es la representación sino la autonomía. Una práctica organizada en que los sujetos actúan cara a cara y sin delegar de manera permanente. Una hacer por fuera de las viejas formas corporativas, que vaciadas por la precarización y el desempleo, se han transformado en máscaras especulares incapaces de organizar a la mayoría de los trabajadores y conducirlos, como en el pasado, a la lucha económica contra los patrones. Por su puesto que existen, aún en las experiencias mas horizontales, voceros o referentes. Su denominación no es la mas importante, sino el concepto organizativo que encierra. De lo contrario estaríamos llamando al viejo cuadro sindical, al dirigente gremial, con un nombre a la moda, acorde a la sociedad del espectáculo que nos domina. El delegado manda condicionado por la asamblea de trabajadores, su función es rotativa, no es un sindicalista profesional y tiene un mandato imperativo que obedecer. La soberanía está en la asamblea y el mandatario es su servidor. El portavoz es un referente que manda obedeciendo. La multitud trabajadora de manera asamblearia rehuye las construcciones verticales y por lo tanto jerárquicas. Muy por el contrario, actúa horizontalmente y no instituye líderes de manera permanente. No se trata de subir peldaño a peldaño en la estructura sindical, sino, en todo caso, construir nuevas áreas de expansión de las prácticas asamblearias de los trabajadores. No círculos concéntricos, sino, nuevos campos de composición colectiva que tendrán contacto, y se entrelazarán, con otros territorios. Zonas diseminadas socialmente que se relacionan con otras formas de articulación de la multitud, las asambleas barriales, los piqueteros y los obreros reapropiadores. Separar la lucha económica de la lucha política es subestimar la capacidad de resolución, al unísono, de los problemas sociales de la multitud. Ni el partido mas revolucionario, ni el sindicato mas clasista, ni el intelectual mas antisistémico predijo un 19y20. Nadie convocó para resistir el estado de sitio cuando De la Rúa terminaba de dar su discurso por cadena nacional. Un acontecimiento que iba a poner en entre dicho toda la maquinaria capital-parlamentaria, pero también, el poder de dirección de esta irrupción masiva por parte de ningún partido. Al movimiento no le bastaba con cambiar este por aquel. No respetó los llamamientos a una asamblea constituyente. No aceptó delegar su accionar en ninguna variante, que tuviera algo que ver, con las formas institucionales cuestionadas. La multitud creaba en asamblea sus proto-instituciones. No permitía que su levadura organizativa sea capitalizada por ningún partido. El grito de guerra era claro: "¡Qué se vayan todos, qué no quede ni uno solo! Tal vez resulte, de esta forma de lucha, un desconcertante balance para sindicatos y partidos. O tal vez sea una enseñanza ejemplar. Ninguno de ellos predijo, convocó, dirigió, representó ni capitalizó el 19 y 20. En esas jornadas, y en las tres semanas posteriores donde todo estuvo en juego, hubo solo dos contendientes: la multitud haciendo retroceder al estado y este resistiendo. La iniciativa política había retornado a la sociedad y era desplegada por la multitud. En los barrios y rutas, calles y plazas, las singularidades fueron una marea inmasificable. La iniciativa ya no provenía del pueblo como en la era fordista. Por el contrario, un pueblo siempre es una masa, mas o menos homogénea, previsible, convocable, conducible y representable por partidos y sindicatos. Sin obreros masa, con la figura dominante del obrero social, el precariado, la clase media asalariada posfordista y los desempleados; resultaba imposible un nuevo 17 de octubre. El sujeto político fue un sujeto social que no fue pueblo, sino, una masa mas allá del pueblo: la multitud. Un nuevo sujeto histórico. ¿Qué mas hace falta, para comprender los cambios epocales, que la propia multitud autoconvocada, autoexpresada, autodirigida y autoorganizada en las calles? Por esto la autonomía, resulta antes que nada, un comportamiento de la multitud que no le pide permiso a nadie para actuar, replegarse y desplegarse. Un hacer del que luego, en todo caso, se nutre la historia. Transformando en registro teórico, con mayor o menor fortuna, sus enseñanzas prácticas. Los entramados verticales del fordismo-taylorismo, mas el comando horizontal del toyotismo como tendencia hegemónica, vuelve a la cooperación reproductiva del intelecto general de todos los trabajadores, y no solo de aquellos productores de bienes inmateriales, en una substancia que recorre toda la geografía de la sociedad que lubrica el capital. La producción en la sociedad-factoría, que todo lo abarca, ha transformado a la materia que da vida al capital, el trabajo, en una misma potencia que reproduce la matrix capitalista o que la puede desintegrar sin escalas. Una energía multitudinaria de productividad inteligente que aboliendo el estado y el capital, deja en su lugar, la vida emancipada. Posibilitando, desde hoy mismo, el autogobierno. Tecnología sin capital. Política sin estado. Robótica mas asamblea. Automatización y tiempo libre. Para aquellos trabajos todavía obligatoriamente necesarios una autogestión generalizada. Las comunas del autogobierno. Una república constituyente. Una democracia radical en permanente revolución. ¿Qué dificulta al nuevo sujeto histórico el autogobierno? ¿La carencia del desarrollo de las fuerzas productivas? No, ellas están maduras para producir la mas insospechadas satisfacciones de las mujeres y hombres libres. ¿Será entonces la necesidad de un estado que represente solo al mundo del trabajo? No, hoy el trabajo, es de por sí, una red de singularidades cooperantes de la inteligencia del común. Un hacer politizado. Un cerebro colectivo que no precisa, pero además resulta incapaz, de ser completamente representado. ¿Y entonces que impide la liberación social del trabajo? Justamente, el capital y el estado. Son ellos los que con sus prerrogativas y significantes, oprimen mediando, la autoorganización de una sociedad sin intermediarios. La actual composición técnica del capital permite una novedosa composición política de los trabajadores. Una forma asamblearia que no dispute los sindicatos y partidos, sino directamente los instrumentos y los medios productivos. Imaginemos, que distinto sería, si ante una situación similar al 19&20 con los piqueteros a las puertas de los supermercados, sus trabajadores, no solo dejasen entrar a sus hermanos de clase, sino que procedieran a liberar sus establecimientos ¡Sí, suyos!, Como todo lo que crean los hombres y las mujeres -que con su producción- terminan amasando las fortunas privadas de los patrones. Que acontecimiento que preanuncia una nueva era, si tras el bloqueo de una refinería por parte de los desocupados, sus empleados, decidieran recuperar las instalaciones. No para que los desempleados retornen a la noria obligada del hacer asalariado del capitalismo, ni siquiera para que los trabajadores de la empresa la okupen sólo para sí, sino como la expropiación de la firma para toda la multitud como clase. Qué impacto contra el capital si ante los cortes de ruta, los trabajadores de los peajes flanqueasen la liberación de las autopistas. Que hecho inédito, si ante el pedido de reincorporación a los astilleros de unas centenas de compañeros subsidiados por los planes sociales, los obreros navales, tomaran sus instalaciones. Si la nueva clase obrera, harta de ver como sus compañeros son echados y expulsados al cirujeo, el delito y el suicidio; mientras los sobrevivientes del "trabajo digno" viven en la empresa como en un campo de exterminio aterrorizados por que sus nombres no figuren en las listas de los futuros suspendidos y despedidos, ¡Dijeran no! ¡Ya basta! ¡Se acabó! ¡Así no trabajamos mas! Y tomaran las grandes fábricas cementeras y automotrices, frigoríficas y textiles, alimenticias y metalsiderúrgicas, químicas y papeleras; para controlar su propio destino y sacarlo del comando de las sociedades anónimas patronales, sus sirvientes gerenciales, los capataces arrastrados y los sindicalistas cómplices. Una innovación radical del paradigma social, donde los empleados bancarios, ante los reclamos por el robo de los ahorros, se apropiaran de los bancos que le confiscan día a día, hora tras hora, ni mas ni menos que toda su vida. En las ex empresas estatales en los primeros años de la pasada década del '90, el desempleo, resultó estremecedor. Tanto el directo como el encubierto con "los retiros voluntarios". En esa época el pasaje del fordismo al posfordismo significó la expulsión de medio millón de asalariados. Hoy, a las reducidas dotaciones de empleados y la polifuncionalidad toyotista, se le suma, la extensión neo-fordista de la jornada como medio para recuperar el stock de capitales licuados tras la devaluación. Solo por dar un par de ejemplos: en Aguas Argentinas trabajan únicamente 4.000 empleados para abastecer del líquido elemento a 7.500.000 consumidores; al tiempo que, el resto de la fuerza de trabajo está tercerizada por empresas subcontratistas. En Telefónica de Argentina el número de líneas en servicio pasó, de 4.000.000 en el año '98 a 4.600.000 en marzo de 2003. Pero el desempleo posfordista no se detuvo con la primera ola de privatizaciones, en 1998, los empleados de Telefónica eran 11.000, mientras que en marzo de 2003 tan sólo quedaban 8.000; es decir, mas de un 25 por ciento de despedidos en solamente cinco años. Que diferente resultaría una práctica antisistémica donde los técnicos y administrativos, profesionales y operarios de los servicios públicos privatizados, los recuperan para sí, como una conquista mas de la multitud. Una práctica autónoma de los asalariados registrados, los precarizados ocultos en la intermitencia de las becas de pasantía, los empleados bajo la figura de los contratos de formación y el primer empleo, además de los tercerizados o subcontratados; todos, diciéndole adiós a las viejas formas de propiedad que los condena a una vida de inestabilidad laboral permanente. Ni estado ni mercado. Ni registrados ni informales. Ni asalariados ni desocupados. Productores de valor de uso. Haciendo que el transporte y las comunicaciones, la energía y los puertos, los caminos y los silos, alimenten la constitución de la zona autónoma de los patrones. El fin del empleo por una paga en los servicios concesionados, que actualmente transforma su consumo en bienes suntuarios para la amplia mayoría de la multitud y resulta una fuente de ganancia monopólica para el capital. Una renta garantizada, como en la época del uno a uno de Menem y la Alianza, por las renovadas licencias del estado y el tarifazo en cuotas. Contrariamente al dominio estatal o privado, una original forma de posesión y trabajo: la propiedad pública no estatal del valor de uso. Una inédita manera del hacer que con el actual avance de la ciencia está en condiciones de liberar cada vez mas tiempo de ocio; dejando en el olvido la condena del trabajo forzoso. La creatividad gratuita de los trabajadores que recibiría como recompensa, al igual que todos los medios productivos expropiados por la multitud, todo el uso y consumo que necesite de lo producido por cada unidad económica recuperada. Del mismo modo que cada una de ellas tendrá a su disposición la luz y el gas, el agua y el teléfono, los ferrocarriles y aviones, el petróleo y los elevadores de cargas; sin ningún pago dinerario a cambio. Un uso sin valor monetario, o dicho de otra forma, ningún valor económico mas allá del valor de uso. Lo que es igual a decir, un uso mas allá del capital. El trabajo como potencia inconmensurable aplicada a la modificación sustentable del ecosistema y abocada a la libre producción artística, intelectual y manual. Una práctica social que deja de ser mercancía transable, para transformar sus frutos, en bienes públicos para toda la comunidad. Todo un nuevo circuito social, una biopolítica alternativa, una red de redes, una zona compuesta por diferentes áreas independizadas del lucro. Que se autonomizan del salario, se liberan del capital, extinguen el mercado y hacen tabla rasa con el dinero. Que diferente sería una nueva insurrección, no sólo destituyente como la del 19y20, sino una epopeya de la fuga del trabajo asalariado. Una expropiación completa de los apropiadores privados y estatales. Una autonomía antagónica al estado y al capital que no se queda a mitad de camino. Una rebelión que le opone, al estado que coquetea con futuros escuadrones de la muerte para combatir la pobreza rural, una ocupación generalizada de tierras por parte de los minifundistas quebrados, los pueblos originarios, los campesinos autónomos y los obreros rurales sobreexprimidos y desempleados. Con los data entry recuperando el comando del procesamiento de las operaciones financieras, el correo y las facturaciones de las grandes empresas. Con los operadores de los servidores de internet boicoteando la inmundicia informativa del poder y poniendo a disposición de la multitud las instalaciones y sus servicios. Los hall center paralizando las comunicaciones patronales. Los empleados y técnicos apropiándose de los grandes medios de comunicación, hartos de ser transmisores de la telebasura y la política espectáculo. Los docentes precarizados, los nuevos pobres de la educación, okupando las aulas. Los enfermeros, psicólogos, médicos y auxiliares cada vez peor pagos, sobreexplotados y aún peor, meritorios sin salario; en vez de realizar el rodeo previo del trabajo dignamente esclavo por un sueldo, pasaran, sin necesidad de etapismo alguno, a la recuperación de los hospitales y las clínicas. Un ¡Se terminó! por parte de los empleados contratados que increíblemente existen en los propios sindicatos que hipócritamente fingen defenderlos. Al igual que los 17.000 empleados públicos en negro del cínico estado que ahora dice: "Que esta vez va en serio su lucha contra el trabajo no registrado"; por lo tanto, un ¡No va mas! del precariado, ocupando las oficinas gremiales y los despachos oficiales. Esta complementariedad entre la actual resistencia, una insurrección y las okupaciones generalizadas; daría lugar, después del primer intento de 2001, a la segunda ola destituyente. Una reapropiación de supermercados y refinerías, autopistas y astilleros, bancos y fábricas, servicios públicos privatizados y campos, centros procesadores de datos y servidores de internet, radios y televisoras, universidades y escuelas, hospitales y clínicas, dependencias sindicales y estatales; que clausure la formación y circulación de plusvalía, generando, las instituciones del poder constituyente del anticapitalismo. El valor de uso liberado paralizando la formación de ganancia. El goce del trabajo no monetario deshaciendo el lazo social capitalista e impidiendo la recomposición del ciclo de negocios. El fin del mercado. La ocupación simultánea de calles y autovías, plazas y empresas, sindicatos y dependencias públicas, desquiciando la maquinaria estatal. La unidad entre los cortes de rutas, y su interrupción de la circulación de la mercancía; con la reapropiación de las unidades donde se desarrolla y reproduce la expoliación. El uso, consumo y ahorro de todo lo que produce el trabajador, emancipado de la compraventa. La materialidad constituyente de una república asamblearia, comunal y con autogestión generalizada. Las condiciones objetivas y subjetivas para la abolición de la pobreza y para el nacimiento del reinado de la prosperidad de la multitud. El fin del estado y de los capitalistas. ¿Qué persona, sindicato o partido puede ordenar hacer todo esto? Ninguno. Solo un movimiento de movimientos del sujeto social antisistémico modifica la historia. Y por suerte, nadie mas que la multitud, puede decidir en que tipo de sociedad quiere vivir. Ya tiene bastante con todas las condiciones que le impone el estado y el capital para tener que tolerar, a otras organizaciones que no sean las propias, que la quieran mandar. Si esta fuera una de las formas de terminar con el capitalismo ¿Quién lo determina? Solo la multitud. Ella, y solo ella, elige los tiempos, espacios y formas de lucha. Sea cuales fuesen los que ella seleccione. El anticapitalismo es el éxodo obligado, o voluntario, de los excluidos y autoexilados del salario. Al mismo tiempo que la expulsión de los patrones de cada unidad de trabajo y de cada relación social, donde se desarrolla, por intermedio del mercado, la succión del néctar de la vida de cada productor social de valor. Hay síntomas de malestar en el pobre asalariado post 2001. Estos compañeros son los nuevos miserables del trabajo por dinero. Madura el hartazgo ante tanta indigencia social y ante su propia pobreza. Existe dolor pero también hay bronca. Un sujeto individual y social -y por lo tanto político- que en el caso de aspirar a un cambio radical, solo provendrá, de su práctica reflexiva. Una fractura del imaginario instituido de que no hay otra forma de funcionamiento de la sociedad que no sea la capitalista. Esta es su tarea singular y colectiva. Nadie va a venir a hacer esta tarea por él. Nadie va a venir a liberarlo. Se va por mas, se va por todo, cuando se quiere y se sabe a donde ir. No antes. La multitud ya probó el sabor de la insurrección destituyente. Supo de sus virtudes y sus límites. Cuando lo crea oportuno, esa misma multitud, fogueada por años de resistencia, sabe que para instituir un nuevo imaginario fundante, lo que se requiere, es una insurrección constituyente. Un nuevo acontecimiento masivo, superior en su carácter anticapitalista, al 19y20. Un gran hecho de los anónimos. Una proeza de los comunes. Una gesta colectiva, y por ello política, que destrone al patronazgo como forma de servidumbre social. Esa mezcla de cemento, esperanza y prisión, que mantiene unida a la sociedad bajo el capitalismo. Un lazo, una argamasa, una quimera; obligada y voluntaria, material e imaginaria, consensual y disciplinaria, o una mezcla de todas ellas, que sostiene y refuerza el imaginario mercantil. Los imaginarios radicales del cambio social ya recorren miles de cabezas y prácticas en la Argentina. Y se cuentan por cientos de miles en todo el mundo. Una imaginación anticapitalista que tiene posibilidad de instituirse producto de la propia materialidad del trabajo, y no, porque lo reclamen mil apelaciones ideológicas autonomistas. Una forma de organizar la vida mas allá de la democracia delegativa. El posfordismo es una forma productiva-reproductiva del valor que está cambiando el país y el mundo. Un cambio completo de paradigma que revoluciona al capitalismo tal como lo padecimos y conocimos hace pocas décadas. Esta nueva forma del empleo basura, sumada a la histórica basura del empleo, socava las viejas subjetividades y crea otras nuevas. Sus correspondientes comportamientos sintomáticos antagónicos y una imaginación innovadora, son el comienzo de la cura, de una sociedad enferma. La institución de lo nuevo siempre proviene de un magma masivo y subterráneo, invisible para la sociedad del espectáculo, pero que muestra su condición universal en los nuevos síndromes minoritarios. Como la punta de un témpano en alta mar, no exhibe, la mayor parte de su volumen sumergido; pero no por ello, deja de existir y estar en movimiento. El desempleo de masas ya no es cíclico sino sistémico. Ya no estamos ante un ejército industrial de reserva. Sino ante las legiones perpetuas de precarios y parados. En los últimos 50 años la Argentina nunca ha tenido por mas de 10 años, en dos dígitos, el índice de desempleo. En una encuesta del INDEC, de marzo de 2004, indica que el 90 por ciento de los patrones no expoliará mas asalariados este año, y tres de cada cuatro, no aumentará las horas de trabajo aunque el volumen de la economía esté en aumento. Posfordismo y devaluación del salario mediante, intermitencia laboral, indigencia asalariada, subconsumo y desempleo se consolidan. Por mas que la economía, el primer mes del año, crezca un 10 por ciento en comparación a enero pasado. Mientras los trabajadores pagan el precio del nuevo ciclo de acumulación del capital, la actividad económica, recién está como en julio de 2001 (¡Increíble pero cierto!). Además la clave no está en el consumo sino en la inversión que aumenta a un ritmo de 35% anual. Las inversiones, en la ciudad y el campo, se orientan hacia la compra de bienes de capital; es decir, mas capital fijo. En enero de 2004, la importación de bienes de capital, creció un 400 por ciento. Mejor tecnología significa menos empleo tarifado y mas desempleo. O lo que es lo mismo, menos salarios como capital circulante. Para competir entre ellos, los empresarios, buscan producir mas y mejor. Para esto, precisan asalariar menos productores del trabajo vivo, para tener mayor excedente de capital y destinarlo a la adquisición tecnológica del trabajo muerto. La plusvalía relativa de 2004, se yuxtapone, sometiendo a la plusvalía absoluta de 2002 y de 2003. Los números confirman la segunda ola posfordista. Una subordinación completa del hombre a la máquina. Crecimiento y empleo no van de la mano. Ese es el gran dato posfordista. El clivaje del capital es histórico como histórica será su resolución. Que sea a favor del trabajo y no de los patrones, dependerá del movimiento autónomo de una multitud insumisa. Los millones de excluidos del salario no volverán mas a las fábricas aunque lo pidan de rodillas. Los millones de parados no serán mas representables por los sindicatos, porque nunca mas estarán todos ocupados. De los empleados, mas del 50 % está en negro. De los trabajadores privados registrados, solo una cuarta parte (¡sí, aunque parezca imposible, apenas un 25 %!) está inscripto en la seguridad social. Cuanto mas se concentra el sindicato en defender el empleo fordista que queda, mas aristocrático y despótico se vuelve. Cuanto mas procura no perder las cuotas sindicales de los trabajadores registrados, mas se desentiende de los empleados en negro y los desocupados que no cotizan. Cuanto mas alega que protege a los ocupados, mas sacrificios para los asalariados en blanco concerta con los empresarios, bajo el chantaje, de que acepten el tránsito de la mayoría de su clase al posfordismo, o de lo contrario, pierdan el empleo. La tendencia del capital es hacia el trabajo por temporada y los propios sindicatos consienten la intermitencia. Para los sindicalistas cualquier trabajo, mientras no sea el de ellos, es preferible a ninguno. Muerto el pleno empleo y muerto el trabajo formal como forma dominante, la plegaria de los gremialistas hacia los patrones y el estado sería mas o menos la siguiente: "¡No maten a todos los empleados registrados!, ¿Sino a quién representamos? ¿Para qué nos necesitarían los asalariados? ¿Y nosotros de quién vivimos? Si no tenemos afiliados ya no podremos ser la correa de transmisión del capital en los trabajos. Nuestra función se tornaría superflua. Amigos empresarios, sigamos como hasta ahora que bien funcionales le hemos sido. Sin nuestra colaboración, traicionando los intereses de la clase trabajadora, ustedes no hubieran puesto por debajo de la línea de la pobreza a la mitad de los argentinos. Continuemos sorbiendo el vigor de los empleados, que tan gordos nos mantiene y tan próspera hace a la sacrosanta clase patronal. ¡Larga vida al capital, larga vida al trabajo asalariado registrado! ¡No tenemos porqué pelearnos! No sea que los productores descubran que no hay ninguna dignidad en el hacer bajo patrón y se planteen trabajar dignamente administrando su creación mas allá del capital, los sindicatos y el estado. ¡Cuidado con la multitud que se organiza por fuera de los gremios! Esa es nuestra muerte, pero antes o después, también la de ustedes". Pero por mas que los sindicalistas hagan todas las componendas y plegarias que quieran en los altares del mercado para conservar el trabajo registrado; aun así, el pasaje del fordismo a la posfordismo, del trabajo formal al informal, del desempleo como regla y del empleo como excepción, del trabajo vivo al muerto; resulta la tendencia hegemónica del desarrollo del capital. Haciendo que el trabajo de las generaciones anteriores se inscriba en la nueva tecnología. Es decir, repitiendo una y otra vez, la expulsión de asalariados y su precarización, al mismo tiempo, que la acumulación de mas capital en la tecnología científico técnica proveniente del trabajo pretérito. La composición política de la resistencia del trabajo se corresponde a la composición técnica del capital. El tiempo histórico del pleno empleo terminó. Además de impropia del cambio social, resulta estéril, comenzar una lucha por trabajo genuino asalariado para todos. Se acabó el tiempo de los ejércitos obreros de producción indiferenciada. Salario para todos, no solo, es una propuesta que de aplicarse recompone el poder del capital, sino que, en la actual fase histórica, está condenada de antemano a la derrota. Saquemos enseñanzas organizativas de esta era de cambios. La tarea de combatir el desempleo de la fuerza de trabajo desocupada por el capital, solamente, tiene una forma de resolución favorable para los productores: hacerse de los campos, de la tecnología y de las empresas. Abolir el salario y por lo tanto el capital. Desmoronar el estado y avanzar en la autogestión socialmente organizada.   
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico (NPH)
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24 de abril de 2004

 

Mas Allá del SiNdiCaTo y del ParTido

  

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Comentaris

Re: Mas Allá del SiNdiCaTo y del ParTido
16 jun 2004
Esto no lo ha escrito un/a currela ni en brooooooma!
Re: Mas Allá del SiNdiCaTo y del ParTido
16 jun 2004
¿ Sería posible que Nuevo Proyecto Histórico situara aquí un comentario sobre qué papel juega en su análisis como elemento represivo y antisocial la Iglesia y sus organizaciones de apoyo ?
Sindicat Terrassa