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Fernando Arburua retorna hoy de Puerto a Zugarramurdi tras 23 años y medio preso:Dispersado desde el 81.
per anonim@	06 jun 2004
Fernando Arburua retorna hoy de Puerto a Zugarramurdi tras 23 años y medio preso. 23 años de guerra y de dispersión nazional.
Si se toma un mapa de la Península Ibérica, apenas cabe trazar un viaje más largo. Fernando Arburua cumple hoy su condena en la prisión de Puerto de Santa María (Cádiz) y pone rumbo por fin a Euskal Herria.Pero la distancia geográfica es lo de menos si la comparamos con la distancia temporal, porque a Arburua se lo llevaron del convento de los Capuchinos de Altza (era fraile) en enero de 1981. El periplo de Arburua, que entró en la cárcel con 27 años recién cumplidos y sale con 50, da para escribir más de un libro. Tras los muros se le ha pasado media vida, con todo lo que ello significa. En ese periodo, por ejemplo, ha perdido a cuatro hermanos y hermanas de una familia en la que, al principio, eran dieciocho. Sólo quince días en Euskal Herria( de 23 años en prisión), en la cárcel de Iruñea. Allí, cuentan sus familiares, descubrió con sorpresa ETB, le impactó ver carteles en euskara...dos semanas cerca de casa en 23 años y medio. A Salto del Negro, por ejemplo, lo llevaron y trajeron en barco, en una travesía que duraba casi un mes en aquella época. «Cuando llegó allí se encontró todos sus libros comidos por las ratas. La caja estaba precintada, así que seguro que se las metieron en Puerto», denuncian. En 2000 y 2001, el nombre de Arburua apareció varias veces en los periódicos, porque Instituciones Penitenciarias le denegó hasta en tres ocasiones el traslado a Euskal Herria para asistir a los funerales de una de sus hermanas: en el mes de octubre de 2000 ­cuando falleció­, en diciembre y en mayo. Helena Xurio, una de sus sobrinas, resalta que no es posible calcular los kilómetros recorridos en estos años. ­¿Cómo ha sobrellevado la familia un cautiverio tan largo y tan alejado? Hemos hecho de todo para poder visitarle. Cuando estaba en Salto del Negro, había vuelos chárter sólo una vez a la semana, así que teníamos que estar siete días allí, dando vueltas por Las Palmas sin saber qué hacer, y todo para verle durante diez minutos. Y en Puerto llegamos a tener visitas de cinco minutos... Además, siempre ha estado en primer grado penitenciario, y el primer vis a vis fue hace sólo diez años. Fue la primera vez que pude abrazar a mi tío después de que lo detuvieran en 1981. ­¿Cómo ha evolucionado él en todo este periodo? ¿Qué huella deja la cárcel? Es mucho tiempo, pero Fernando sigue con las ideas de siempre. ­¿Cómo ha pasado estos días, los últimos en prisión? Sobre todo, nervioso. Se preocupa por todo: ¿dónde voy a trabajar? ¿dónde voy a dormir? Nosotros le decimos que esté tranquilo, que ya se verá. El hecho de que sea de un pueblo como Zugarramurdi puede facilitar algo la adaptación, pero no te creas... Todo cambia mucho en tantos años, Zugarramurdi también. Qué es lo más duro de una estancia tan prolongada en prisión? Qué es lo más duro de una estancia tan prolongada en prisión? La pérdida de libertad es dura y más pasando tantos años, pero por duro que sea, uno se acostumbra a la cárcel, sobre todo si viene de una lucha que prosigue en prisión.A la pérdida de libertad es posible adaptarse, pero a las palizas, a las torturas y al aislamiento, no. Ante esto sólo queda una opción: o lo enfrentas o te vienes abajo. ­En ese proceso, la dispersión juega un papel fundamental. ¿Cómo se vive ese paso desde dentro de la prisión? La dispersión vino en un momento en el que todas las anteriores estrategias se habían venido abajo. Cuando se le consigue dar la vuelta a Herrera a través de una de las luchas más espectaculares que ha llevado a cabo el colectivo de presos políticos, el Gobierno del PSOE vio que no podía vencer a los presos políticos en la misma cárcel. Entonces, intentó desestructurar el colectivo dispersándolo por las diferentes cárceles. Los presos tuvieron que cambiar su mentalidad para hacer frente a este tipo de represión, pero se consiguió y ahora esta medida no es más que una mera venganza. Es el mayor chantaje que se le hace al preso político a través de sus familiares, que se enfrentan a una pena de muerte encubierta que se aplica de manera aleatoria cada fin de semana. ¿Cómo valora las actuales reformas legales para aumentar las estancias en la cárcel de los presos? Es un paso más en el incremento de la política de la venganza y de la crueldad, como lo son los casos de Manu Azkarate y Bautista Barandalla. Además, ha sido uno de los puntales electorales del PP para perpetuarse en el poder. ­¿Qué puede sentir Fernando Arburua hoy? No sé qué puede sentir porque cada uno tiene sus vivencias. Yo viví hasta el último momento sin pensar mucho en ello. De hecho, los compañeros me solían decir que lo mío no era normal. Unicamente, la última noche, no pude dormir. El primer contacto con los familiares que te están esperando, nada más salir, fue muy emotivo. Yo me quería ir cuanto antes para no ver la cárcel. Durante el viaje, te vas asombrando con todas las cosas que para la gente de la calle son habituales, pero para nosotros son una novedad. Sentía sorpresa y un poquito de inseguridad ante cosas que no controlaba. La cárcel es un medio con cuatro cosas que ya las dominas, pero la calle es muy compleja. Vas de emoción en emoción, casi me perdía ante tanta gente que quería estar conmigo. Otro mo- mento impresionante fue ver a mi hija. Yo estaba en Almería, y tras el accidente en el que murieron Argi Iturralde e Iñaki Balerdi y otro que sufrió mi familia decidimos que mi hija no vendría hasta Almería. Me esperaban en Altsasu y el primer abrazo fue impresionante. Son días de intensas emociones, algunas difíciles de asimilar. - (fuente- Gara)
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