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Notícies :: guerra : dones
Dustum, Karzai ,Bush ,Omar, Rawa.... y las mujeres en afganistan
05 jun 2004
Postura de RAWA frente a la presencia de tropas en territorio afgano, ya que se equiparan las situaciones de Irak y Afganistan.
La presencia de tropas extranjeras en Irak y Afganistán son dos asuntos totalmente diferentes. Todas las personas que aman la libertad en todo el mundo deberían protestar abiertamente contra la ocupación de Irak a manos estadounidenses.

En Afganistán ocurre algo distinto: los afganos llevaban más de una década sufriendo bajo los regímenes fundamentalistas jihadi y talibán. De modo que cuando el ejército de EE.UU. desbancó a los talibanes del poder, la mayor parte de nuestro pueblo lo agradeció.

Durante muchos años una de nuestras demandas a la ONU fue que enviara fuerzas de paz a Afganistán para asegurar su mantenimiento y para desarmar a los fundamentalistas. Pero una vez establecida la ISAF en Kabul, le pedimos a la ONU que amplíe su misión al resto del país.

Ahora sabemos con certeza los afganos que si estos soldados se marchan de Afganistán un solo día, los señores de la guerra nos devolverán a los terroríficos años comprendidos entre 1992 y 1996, en los que Kabul fue reducida a cenizas y asesinaron a decenas de miles de personas. Son unos monstruos desalmados, y nuestro pueblo lo sabe bien. Somos conscientes también de que son los B-52 estadounidenses los que los mantienen callados y consiguen que la escala de sus crímenes sea inferior a la de la pasada década.

Así que no sólo les pedimos a las fuerzas de la ISAF que permanezcan en Afganistán sino que las desplieguen también en otras partes del país en las que los señores de la guerra han convertido las vidas de muchas personas en una tortura. Pero además queremos criticar el hecho de que no estén siendo fieles a su cometido contra los señores de la guerra, sino que incluso lleguen a colaborar con ellos.

Esto no significa que pidamos que nuestro futuro lo decidan extranjeros. De nuevo, hoy en Afganistán, EE.UU. está jugando con el destino de nuestra gente y repitiendo el mismo error al apoyar a la Alianza del Norte. Karzai actúa a las órdenes directas de Washington y el verdadero presidente de Afganistán es el embajador estadounidense en Kabul (Khalilzad). Son los propios afganos quienes han de decidir su futuro, y sólo pedimos a la ONU que nos ayude a mantener la seguridad. Nada más.

Desgraciadamente, por ahora no hay una fuerza democrática sólida en Afganistán que pueda movilizar a nuestra gente a luchar contra los señores de la guerra. De ahí que sea necesaria la ayuda extranjera incondicional.

Les envío a continuación partes de la declaración de RAWA de 8 de marzo de 2002, que arroja luz sobre nuestra postura:

En lo esencial, la campaña militar estadounidense en Afganistán no es, a nuestros ojos, una agresión a Afganistán o una guerra contra el pueblo afgano, contra los islamistas o los musulmanes, sino una violenta bronca entre patrón y antiguos protegidos. Al contrario de otras organizaciones de mujeres de dudosas intenciones y medias tintas, el objetivo político prioritario de RAWA es la completa eliminación no sólo de los talibanes y Al-Qaeda, el pilar en el que se sustentan aquéllos, sino también de los criminales jihadis. El derramamiento de sangre y la desolación (el eufemísticamente denominado “daño colateral�) que trajo a un pueblo ya suficientemente maltradado por el fundamentalismo el castigo que quiso infligirle EE.UU. a sus díscolos antiguos agentes, no puede sino hacer que nos opongamos a la guerra norteamericana en Afganistán. Hace mucho tiempo ya defendimos que una prohibición tajante, a tiempo y llena de contenido de la ONU a la entrega de fondos y armas por parte de cualquier país a los talibanes, junto con un llamamiento claro y contundente para que toda la comunidad internacional apoyara a las fuerzas prodemocráticas en Afganistán, eran el modo de contener a los talibanes y a Al-Qaeda y de limitar la propagación de esta plaga.

En unas condiciones en las que, incluso con la presencia de varios miles de soldados extranjeros en Kabul, la capital no se puede considerar un lugar seguro, no hay alternativa alguna al despliegue de una fuerza de seguridad efectiva de la ONU por todo el país para conseguir una situación de estabilidad y seguridad con vistas a la convocatoria de una Loya Jirga constitucional y, lo que es aún más importante, unas elecciones en todo el país. A pesar de las muchas críticas vertidas contra el modus operandi de la ONU, RAWA prefiere con diferencia la presencia de las tropas de la ONU a que la población afgana quede a merced de los psicópatas de la jihadi. Estas tropas de la ONU, sin embargo, no deberían incluir soldados de países que en el pasado han ayudado o han sido cómplices de los fundamentalistas y de los sanguinarios señores de la guerra, como Turquía, que ha sido un especial aliado del criminal Dostum.

Espero que esto aclare nuestra postura.

No dudéis en escribirnos de nuevo si tenéis más preguntas.
Un abrazo,
Friba/ Mayo 2004
Mira també:
http://www.acafnet.org/actualidad.htm
http://afganistan.bergueda.org

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Comentaris

Dustum, Karzai ,Bush ,Omar, Rawa.... y las mujeres en afganistan
05 jun 2004
El asesinato, hace unos pocos dias, de un ministro y los posteriores enfrentamientos entre partidarios de uno de los "señores de la guerra" y fuerzas del Ejército vuelve a confirmar que, al igual que ocurre en Iraq, la guerra en Afganistán es como la energía, que ni se crea ni se destruye, sino que simplemente se transforma.

Los "señores de la guerra" afganos aceptaron en diciembre del 2001, una vez derrotado el régimen talibán por la coalición internacional encabezada por Estados Unidos, un compromiso para compartir el poder. Dos años después, el Gobierno de Hamid Karzai, un protegido de Washington, controla poco más que la región de Kabul, la capital, mientras que el resto del país sigue en manos de facciones rivales afganas. Los graves acontecimientos de ayer así lo demuestran.

Estados Unidos, con el beneplácito de la comunidad internacional expresado a través de la ONU, atacó Afganistán el 7 de octubre del 2001. Fue la respuesta a los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, atribuidos a Al Qaeda, la organización de Ossama Bin Laden a la que el régimen talibán había dado refugio. Y en poco más de dos meses de combates, en los que diversos grupos afganos lucharon al lado de las fuerzas internacionales, se produjo el cambio de régimen. El talibán desapareció, pero ni su líder máximo, el mulá Omar, ni Bin Laden fueron capturados.

El mapa de Afganistán cambió, pero siguió balcanizado. En el oeste, en Herat, la situación pasó a estar controlada por Ismail Jan, antiguo oficial afgano que combatió a los soviéticos en la guerra que terminó con la derrota de Moscú. En el centro, en la región de Bamiyán, quien se mantuvo fue Karim Jalili, un hazara (chiita) con estrechas relaciones con el régimen de Teherán. Y el norte se lo repartieron varios generales: el uzbeko Abdul Rashid Dustum, que estableció su base en Mazar-i-Sharif; Mohamed Daoud, que se hizo fuerte en Taloqan y Kunduz; Ibrahim, que se instaló en Ghowar, y Mammoud, que se convirtió en el dueño y señor del Panshir.

Estos "señores de la guerra", que apoyaron a Estados Unidos, no sólo fueron recompensados con su poder territorial, sino con abundantes dólares. La nueva situación, aunque precaria, satisfizo a Washington, por cuanto le permitía no exponer la vida de sus propios soldados, al tiempo que un dirigente aliado, Hamid Karzai, tomaba posesión de la presidencia del nuevo régimen. El norte de Afganistán se lo repartieron uzbekos, tayikos y hazaras, que formaron parte de la triunfante Alianza del Norte. Y el sur quedó en manos de los pashtunes, la etnia mayoritaria, a la que pertenece Karzai.

Este final fue engañoso. Afganistán pudo recuperar una cierta normalidad, pero no se terminó el trabajo. Ni se consiguió la estabilidad ni continuó hasta sus últimas consecuencias la persecución de Bin Laden y el mulá Omar, de quienes se sospecha que hallaron refugio en las regiones del sur fronterizas con Pakistán, donde la mayoría es de etnia pashtún, como el grueso de las fuerzas del régimen talibán. Dos años después, el asesinato del ministro de Aviación, que era hijo de Ismail Jan, el gobernador de Herat, y los enfrentamientos posteriores que han costado decenas de muertos demuestran cómo Afganistán está aún realmente por hacer.

Lo sucedido es aún más inquietante si se tiene en cuenta que la Administración Bush prefirió centrar su atención en Iraq antes que terminar la tarea en Afganistán. Desde mediados del 2002, la agenda de Washington pasó a estar dominada por los preparativos diplomáticos y militares para derrocar al régimen de Saddam Hussein. Y desde entonces, la situación afgana no ha hecho más que empeorar. El objetivo estadounidense en Afganistán era la captura de Bin Laden y la destrucción de Al Qaeda. Pero meses después se prefirió desencadenar una guerra contra Saddam Hussein, quien no se ha podido demostrar que estuviera relacionado con Bin Laden. Ahora, dos años después, se ha intensificado la búsqueda del lugarteniente de Bin Laden en las zonas fronterizas con Pakistán. Tarde y, posiblemente, mal. Los muertos de ayer en Afganistán amenazan con una reactivación del fuego que los optimistas creían ya sofocado.
El reino de los violadores
05 jun 2004
El reino de los violadores

Gran Bretaña y EE.UU. prometieron que la guerra de Afganistán haría libres a las mujeres. Aún seguimos esperando

Mariam Rawi, desde Kabul.

Cuando EE.UU. comenzó a bombardear Afganistán el 7 de octubre de 2001, la opresión a la que estaban sometidas las mujeres afganas se utilizó como justificación para derrocar el régimen talibán. Cinco semanas después, la primera dama estadounidense, Laura Bush, afirmó triunfante: "Gracias a nuestra recientes victorias militares en gran parte de Afganistán, las mujeres han dejado de estar prisioneras en sus casas. La lucha contra el terrorismo también lo es por los derechos y la dignidad de las mujeres".

Pero Amnistía Internacional ve las cosas muy diferentes: "Tras dos años del fin del régimen talibán, tanto la comunidad internacional como la administración de transición afgana, encabezada por el Presidente Hamid Karzai, han demostrado su incapacidad para proteger a las mujeres. Sigue existiendo un riesgo muy alto de que los miembros de las milicias y antiguos combatientes cometan abusos sexuales y violaciones. Los matrimonios forzados, sobre todo de niñas, y la violencia contra las mujeres dentro de la familia siguen siendo habituales en muchas zonas del país".

A decir verdad, la situación de la mujer en Afganistán continúa siendo terrible. Aunque las mujeres y la niñas pueden ir a la escuela y ejercer una profesión en Kabul y otras ciudades, no ocurre lo mismo en la mayor parte del país. En la provincia occidental de Herat, el "caudillo" Ismail Khan promulga decretos al más puro estilo talibán. Muchas mujeres no tienen acceso a la educación y se les prohíbe trabajar en ONGs extranjeras o para la ONU; además, son muy pocas las mujeres en puestos del gobierno. Las mujeres no pueden tomar un taxi o dar un paseo si no les acompaña un familiar cercano del sexo masculino. Si se las ve con otros hombres, la "policía especial" puede arrestarlas y obligarlas a someterse a un examen médico para determinar si han tenido relaciones sexuales recientemente. Debido a esta continuada situación de opresión, todos los meses se suicida un número considerable de chicas, más que durante el régimen talibán.

Los derechos de las mujeres no merecen un respeto mayor en el norte y sur del país, que se encuentra bajo control de la Alianza del Norte. Un miembro de una ONG internacional comentó a Amnistía Internacional: "Durante la época de los talibanes, si una mujer iba al mercado y dejaba ver un centímetro de carne, la habrían castigado a latigazos; ahora, en cambio, se la viola".

Tampoco en Kabul, donde hay miles de soldados extranjeros, respiran seguridad las mujeres afganas, con lo que muchas siguen llevando el burka como medida de protección. En algunas zonas en las que se proporciona educación para las niñas, los padres no se atreven a aprovechar esta oportunidad para sus hijas tras el incendio de varias escuelas para niñas. Según, Human Rights Watch, se han producido secuestros de niñas cuando caminaban hacia la escuela, y no son nada raros los casos de abuso sexual a niños de ambos sexos.

Pese a su retórica, el gobierno de Karzai lleva a cabo de forma activa políticas contra las mujeres. Éstas no pueden encontrar trabajos, y las escuelas para niñas no disponen de material básico como libros y sillas. Las mujeres no tienen protección jurídica, y los sistemas judiciales antiguos les prohíben solicitar ayuda en caso de necesidad. Tampoco pueden aparecer en la televisión de Kabul cantando, ni se pueden poner sus canciones. Además, se censuran las imágenes de mujeres sin hijab en las películas.

El gobierno de Karzai ha creado un ministerio de la mujer sólo para levantar una cortina de humo frente a los ojos de la comunidad internacional. Pero la realidad es que este ministerio no ha hecho nada por las mujeres. Se ha denunciado que parte del dinero entregado por ONGs extranjeras a este ministerio ha acabado en manos de poderosos jefes militares del gabinete de Karzai.

La "guerra contra el terror" acabó con el régimen talibán, pero no con el fundamentalismo religioso, que es la causa principal de miseria para las mujeres afganas. De hecho, al llevar al poder a los jefes militares y señores de la guerra, EE.UU. ha sustituido un régimen fundamentalista misógino por otro.

Pero da la casualidad de que EE.UU. nunca se enfrentó a los talibanes para liberar a las mujeres afganas. Ya en el año 2000, la administración estadounidense entregó 43 millones de dólares a los talibanes como recompensa por reducir la cosecha de opio. Ahora, este país apoya a la Alianza del Norte, que es responsable de la muerte de más de 50.000 civiles durante su sangriento gobierno de la década de los noventa. Quienes tienen el poder hoy, hombres como Karim Khalili, Rabbani, Sayyaf, Fahim, Yunus Qanooni, Mohaqiq y Abdullah, son los mismos que impusieron leyes contra las mujeres en cuanto se hicieron con el control en 1992, y extendieron un reino del terror por todo Afganistán. Se produjo la violación sistemática de miles de mujeres y niñas a manos de hombres armados, y muchas de ellas se suicidaron para evitar que se consumaran los abusos.

Pero Afganistán no sólo sufre la ausencia de derechos de la mujer. Además, el cultivo de opio, el feudalismo militar y el terrorismo siguen campando a sus anchas. No hay paz, seguridad ni estabilidad. El Presidente Karzai es preso de su propio gobierno, la cabeza nominal de un régimen en el que los antiguos comandantes de la Alianza del Norte tienen el verdadero poder. En este clima, son predecibles los resultados de las próximas elecciones de junio: la Alianza del Norte volverá a secuestrar las urnas para legitimar su sangriento gobierno.

En noviembre de 2001, Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, dijo: "Los derechos de las mujeres en Afganistán no admitirán negociación alguna". Pero las mujeres afganas han sufrido en sus propias carnes la hipocresía de los líderes británicos y estadounidenses. Al imponer al pueblo los señores de la guerra más detestables ya han negociado a la baja dichos derechos. Sus bellos discursos se forjan en el oportunismo político más que en un sentimiento real de preocupación.

Entre 1992 y 2001, todas las formas de fundamentalismo, desde los jihadis a los talibanes, trataban a las mujeres afganas como ganado. Algunos escritores occidentales han sugerido que dicha opresión hunde sus raíces en las tradiciones afganas, y que criticarla sería una falta de respeto hacia la "diferencia cultural". Pero las mujeres afganas no son víctimas mudas. Existe un movimiento de resistencia que, como todo grupo anti-fundamentalista, ha de operar en la clandestinidad, por lo que es difícil de encontrarse. La Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA), que fue ilegalizada durante el régimen talibán, sigue sin poder abrir un despacho en Kabul ni distribuir la revista Payam-e-Zan ("El mensaje de las mujeres"). Los propietarios de tiendas reciben amenazas de muerte si en ellas se muestran nuestras publicaciones, y los simpatizantes de RAWA han sufrido torturas y condenas de prisión por repartirlas. Quienes leen nuestra literatura aún corren peligro si se les descubre.

No hace falta importar el feminismo; ya ha echado raíces en Afganistán. Mucho antes de los bombardeos estadounidenses, las organizaciones progresistas luchaban por conseguir la libertad, la democracia, la aconfesionalidad y los derechos de las mujeres. Entonces, los gobiernos y los medios de comunicación occidentales mostraban escaso o nulo interés en el drama de la mujer afgana. Cuando, antes del 11 de septiembre de 2001, RAWA ofreció imágenes de la ejecución de Zarmeena a la BBC, CCN y ABC, entre otras, la respuesta de éstas fue que eran demasiado duras para difundirse. Ahora bien, tras el 11 de septiembre, estos mismos medios emitieron las imágenes una y otra vez. Igualmente, algunas de las fotografías de RAWA en las que se muestran los abusos de los talibanes contra las mujeres también están siendo utilizadas... sin nuestro permiso. Se reprodujeron en los folletos que lanzaron los aviadores norteamericanos desde el aire de Afganistán.

Este artículo apareció por primera vez en la revista New Internationalist (www.newint.org)



Mariam Rawi, de RAWA, escribe con seudónimo. www.rawa.org
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