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Notícies :: ecologia : xarxa i llibertat
Favorece la Corte de Canadá a Monsanto en juicio contra un pequeño productor
25 mai 2004
La empresa acusa al agricultor de haber utilizado simientes transformadas genéticamente para resistir al herbicida Roundup, también producido por la compañía
Un pequeño agricultor canadiense que trató de romper el dominio biotecnológico del gigante Monsanto Co perdió una batalla final este viernes, cuando la Corte Suprema de Canadá ratificó, en favor de la compañía, la patente de una forma genéticamente modificada del grano de colza (nabo y colinabo).

Monsanto había ganado juicios en tribunales de menor rango contra el agricultor Percy Schmeiser, de la provincia de Saskatchewan, bajo el argumento de que éste había cultivado su colza en sus campos sin licencia. El grano, usado para producir aceite de cocina, ha sido modificado para resistir al herbicida Roundup de Monsanto.

La batalla en la corte había unido a ambientalistas, activistas anti-corporativos y algunos agricultores contra la industria biotecnológica y otros granjeros que arguyeron que la investigación de granos en Canadá terminaría si las patentes no son protegidas.

"Al cultivar una planta que contiene el gen patentado y compuesto de las células patentadas sin licencia, los que apelaron (los Schmeiser) privaron a Monsanto del pleno gozo de su monopolio", dictaminó la corte por una votación de 5-4.

Schmeiser había insistido en que era un espectador inocente cuyo modo de vida fue arruinado por Monsanto. El agricultor dijo que las plantas de colza resistentes a Roundup encontradas en su granja deben haber provenido de semillas que llegaron de los campos vecinos o cayeron de camiones que pasaban por el lugar.

Monsanto dijo que pruebas independientes encontraron en la granja de Schmeiser mil 30 acres con entre 95 y 98 por ciento de sus cultivos de colza tolerantes a Roundup, un nivel discutido por Schmeiser.

La posición de la compañía es que independientemente de cómo llegaron las semillas a su granja, Schmeiser ignoró las advertencias de su agente de no replantar las semillas la siguiente temporada.

"El señor Schmeiser no es un espectador inocente; en lugar de eso, cultivó activamente Roundup Ready Canola (nombre en inglés de la colza modificada por Monsanto)," indicó la corte, que le ordenó devolver las semillas.

La colza se ha convertido en un gran negocio en Canadá.

Nueve de cada 10 agricultores de colza ahora usan Roundup Ready de Monsanto u otras formas del grano que tolera herbicidas.
Mira també:
http://www.rebelion.org/ecologia/040525canada.htm
http://barcelona.indymedia.org/newswire/display_any/87702

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Comentaris


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Para Monsanto todos somos criminales
25 mai 2004
Silvia Ribeiro*

El pasado 21 de mayo la Corte Suprema de Canadá emitió la sentencia final del caso Monsanto contra los agricultores canadienses Percy y Louise Schmeiser, culminando así una lucha legal que duró ocho años, a partir de la acusación de la trasnacional de que estaban "violando" su patente de canola transgénica (resistente al herbicida RoundUp).

Los Schmeiser -agricultores familiares por más de tres generaciones- nunca quisieron la canola transgénica: sus campos se contaminaron por viento e insectos y no lo supieron hasta que Monsanto envió sus detectives secretos a sacar muestras y una carta amenazándolos con llevarlos a juicio si no pagaban los miles de dólares que estimaba le debían por regalías. En lugar de amedrentarse por las amenazas del gigante trasnacional, Percy salió al mundo a contar su caso, entendiendo que esto era un precedente grave para todos los agricultores a los que se les contaminara su campo. En estos años, otras cortes menores sentenciaron dos veces contra los Schmeiser, alegando que, aunque no se podía demostrar su culpabilidad, debían haber advertido a esa empresa que podría haber plantas contaminadas accidentalmente y pedirle que las retirara, o de lo contrario se estaban "aprovechando" de los genes patentados. Por esta razón, los condenaron a pagar casi 20 mil dólares de multas y regalías y más de 150 mil dólares por los gastos de juicio, además de que Monsanto los amenazó con nuevos juicios por salir a contar el caso al público.

La reciente sentencia de la Corte Suprema, por cinco votos contra cuatro, afirma que la patente sobre genes de canola transgénica es válida también en las plantas contaminadas, y por tanto los Schmeiser estaban ¡"privando a Monsanto del pleno gozo de su monopolio"! al "usar" plantas que contenían genes con su patente. Sin embargo, consideraron que los Schmeiser no tienen que pagar nada a Monsanto, porque no sacaron ningún provecho de la canola transgénica, ya que nunca usaron el herbicida RoundUp. Pero los Schmeiser, ambos de más de 70 años, no sólo resultaron inocentes de los cargos, sino que ¡sufrieron el daño de la contaminación, muchísimos gastos en el proceso, y el acoso legal y propagandístico por más de ocho años!

Según Pat Mooney, director del Grupo ETC, con sede en Canadá, "Monsanto se consiguió una patente inflable. Ahora puede decir que sus derechos se extienden hasta cualquier cosa en la que se introduzcan sus genes, ya sean plantas, animales o humanos". La Corte de Canadá fue incluso más allá de la ley de patentes de Estados Unidos -notoriamente pro monopólica-, porque sentenció que la patente sobre un gen se extiende a cualquier organismo superior que contenga al gen patentado. "Bajo este veredicto, la expansión de la contaminación se convierte en una estrategia renditiva de las corporaciones para extender sus monopolios", dijo Mooney.

La sentencia implica que si un agricultor tiene semillas o plantas que contienen genes patentados corresponde al agricultor probar que no está infringiendo la patente monopólica de la compañía. En el mundo de Monsanto, todos somos criminales hasta que una Corte diga lo contrario.

Monsanto, que controla actualmente 90 por ciento de los transgénicos plantados comercialmente en el mundo, es seguramente uno de los responsables de la contaminación del maíz campesino en México. A la luz de este hecho es aún más ignominiosa la propaganda que está publicando en periódicos de Chiapas: en un aviso pagado que comienza diciendo "Amigo agricultor:", advierte a los campesinos que si usan "ilegalmente" sus genes patentados (en este caso de soya transgénica) en "importación, siembra, guarda, comercialización o exportación" podrán sufrir cárcel y multas mayores. Además instigan a que si tiene dudas, "o conoce alguna situación irregular", se contacte con Monsanto, para evitar ser "cómplice". (En Canadá ofrecían una chamarra de cuero por delatar a los vecinos, pero la trasnacional cuenta con que para los campesinos chiapanecos bastan las amenazas). En México no están permitidas las patentes sobre plantas, e incluso las plantaciones de soya transgénica de Monsanto en Chiapas se han hecho como "experiencias de campo" o bajo un eufemismo dudosamente legal llamado "programa piloto" que aunque son miles de hectáreas, por irresponsabilidad de las autoridades de agricultura y "bioseguridad", no son plantaciones para "comercialización". Por tanto, si hay alguien cuya legalidad debiera ser analizada es la de la propia Monsanto. Y yo aquí mismo lo denuncio, para no ser acusada de complicidad.

Todas las patentes de Monsanto son biopiratería porque se basan en los miles de años de trabajo colectivo y público de campesinos e indígenas en el mundo, que crearon y desarrollaron las variedades que luego las empresas usan en sus laboratorios. La amenazas de esa empresa en Chiapas y la sentencia de la Corte Suprema de Canadá muestran una vez más que la (i)lógica de las empresas trasnacionales parecen tener a su servicio los poderes Judicial, Legislativo y Ejecutivo. Pero lo que no ha logrado es convencernos de que tienen razón. Por el contrario, los ataques cada vez más virulentos de Monsanto sólo exponen sus injusticias y alimentan la resistencia que existe en las poblaciones del mundo entero a los transgénicos.

* Investigadora del Grupo ETC
Mira també:
http://www.jornada.unam.mx/2004/may04/040525/023a1eco.php?origen=opinion.php&fly=1

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Re: Favorece la Corte de Canadá a Monsanto en juicio contra un pequeño productor
25 mai 2004
Monsanto, Monsanto... sempre ets darrere de tots els mals de cap. A veure si aviadet comencem a donar-te'n alguns.

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¿De quién es la semilla?
17 jun 2004
Leonardo Garnier

Imagínese ser un agricultor y que los tribunales lo condenen por plantar semillas que usted mismo recogió de su cosecha pasada.

Así como lo oye: usted compra – o consigue – determinadas semillas que dan muy buena cosecha de lo que sea – tomates, mangos, pepinos, usted escoja – y, al final de la cosecha, además de los frutos usted logra recuperar una cierta cantidad de semillas. Los frutos de su cosecha, usted puede comérselos o venderlos. Las semillas, pensaría usted, puede comérselas (si fueran comestibles), sembrarlas o hasta venderlas ¿por qué no, si van dentro de los frutos y los frutos se venden? Digamos que usted simplemente replanta las semillas y espera tranquilo la siguiente cosecha… digo, tranquilo, hasta que llega la policía, los fiscales y los jueces para condenarlo por ladrón, amenazarlo con meterlo a la cárcel y, además, cobrarle daños y perjuicios a la empresa propietaria del gen que da vida a las semillas que dan vida a sus plantas, plantas que dan frutos y, claro, dentro de los frutos hay semillas pero no – y esto es clave – esas semillas no son suyas.

¿Suena de locos? ¡Es de locos! …pero así es este mundo loco en el que nos adentramos más cada día y en el que, esta semana, la Corte Suprema de Canadá resolvió a favor de la empresa Monsanto su querella contra el agricultor Percy Schmeiser, a quien condenan por haber violado los derechos de propiedad intelectual de Monsanto al sembrar plantas de canola en las que se encontraron genes que correspondían a una variedad desarrollada por Monsanto y resistente al herbicida Roundup (también de Monsanto). Y es que cuando Monsanto vende sus semillas genéticamente modificadas a los agricultores y campesinos, insiste – como quien vende software – que ellos no venden semillas a los agricultores (aunque son las semillas las que les entregan a cambio de su dinero) sino que simplemente les está alquilando el derecho a utilizar el conocimiento contenido en los genes de esas semillas. Por eso, los agricultores solo pueden usar las semillas como Monsanto los autoriza a utilizarlas y, sobre todo, no tienen derecho a hacer lo que siempre habían hecho los agricultores a lo largo y ancho del mundo y de la historia: replantar las semillas que obtengan de sus cosechas.

El caso de Schmeiser es todavía más loco, porque Schmeiser – un agricultor de 73 años de edad y más de 50 de producir canola – ni siquiera compró las semillas a Monsanto. Los de Monsanto dicen que si no las compró, peor aún, las robó, pero Schmeiser sostiene que plantas de canola resistentes al Roundup aparecieron en su finca, entre el resto de su canola, y que él sospecha de contaminación desde fincas vecinas que utilizan dicha especie genéticamente modificada. Al leer esto usted pensará – como pensé yo – que el fulano estaba “jugando de vivo� con ese cuento de la contaminación. Lo mismo pensaron los jueces… y lo condenaron. Sin embargo, hay un elemento que juega a su favor y que, en la apelación final, al menos lo salvó de pagar $200.000 por las ganancias que supuestamente habría obtenido del uso ilegal de esas semillas. El hecho – que habla por sí solo – es que la supuesta ventaja de las plantas modificadas era, precisamente, la de ser inmunes al Roundup pero… ¡Percy Schmeiser nunca utilizó ese herbicida en su finca!

El argumento de fondo – por el que realmente peleaba Schmeiser, y en lo que sí perdió el juicio con Monsanto – tiene que ver con esa interpretación absurda de los derechos de propiedad intelectual que, rápidamente, está convirtiendo el conocimiento en una mercancía privada cada vez más monopolizada e inaccesible. Así se desprende de la propia algarabía con que Monsanto ha recibido el veredicto de las cortes canadienses: “nos reconforta que la Corte Suprema de Canadá haya encontrado que la patente correspondiente al gen ‘Roundup Ready’ es válida y obligatoria. (…) Desde el punto de vista de la inversión, es grandioso.Creo que el sistema funciona bien� – dijo Carl Casale, Vicepresidente Ejecutivo de Monsanto.

En efecto, la Corte dictaminó que Schmeiser “sabía o debía haber sabido� que estaba utilizando una semilla con genes patentados y que eso era ilegal. Schmeiser argumenta que el nunca creyó que fuera ilegal reutilizar esa canola que apareció en su finca porque de acuerdo con la ley canadiense no es posible patentar ‘formas de vida superior’ y que las plantas no eran, por tanto, patentables. Ahora, la corte resuelve por mayoría apretada – cinco votos contra cuatro – que si bien las plantas no son patentables, los genes de las plantas sí lo son y, por tanto, usar plantas que contengan genes patentados sí es un delito. Los otros cuatro jueces mantuvieron que un veredicto así no era más que un subterfugio mañoso que iba en contra del espíritu de la ley canadiense que prohíbe patentar formas de vida superior. Pero… cinco son más que cuatro: Monsanto ganó.

Monsanto argumentó que si Schmeiser no quería las semillas genéticamente modificadas debió haberles pedido que las removieran de su finca, y que ellos lo habrían hecho gustosos sin costo alguno. Sin embargo, agricultores y expertos agrícolas coinciden en que una vez que una especie genéticamente modificada contamina una finca, es probable que haya que remover toda la plantación para eliminar las semillas modificadas. Schmeiser, por su parte, se mostró satisfecho de no tener que pagar a Monsanto por ganancias que nunca obtuvo gracias al uso de canola modificada – ya que nunca utilizó el Roundup – pero lamentó que, en el tema de fondo, la Corte dictaminara la validez de las patentes. “Todo lo que hice fue guardar mis semillas de año a año. Ahora está claro que la patente de una compañía tendrá precedencia sobre el derecho de los agricultores a reutilizar las semillas obtenidas en su plantación�.

Y ese es el gran debate al que este juicio aporta una nota deprimente: el derecho de todos a utilizar el conocimiento, y la necesidad de que los justos estímulos y reconocimiento a los inventores y creadores no se conviertan en rentas monopólicas de corporaciones cuya ganancia fluye, precisamente, de su capacidad para no permitir el flujo del conocimiento. La batalla por el conocimiento será, sin duda, una de las mayores batallas del siglo XXI… de la que dependerá, en buena medida, el resultado de todas las demás batallas.

http://indymediapr.org/news/2004/06/3405.php
Sindicato Sindicat